Neandertal y Sapiens convivieron en el valle hispanoluso del Côa-Siega Verde

Foto: Panorámica de una zona del valle del Coa-Siega Verde.

El hombre de Neandertal ocupó la zona hispanolusa de Côa-Siega Verde antes de la llegada del Homo sapiens, lo que sitúa a esta zona, declarada Patrimonio de la Humanidad, como un sitio "único" en Europa, según investigadores de las universidades de Coimbra, Lisboa y Barcelona.

"Podemos asegurar que hubo una continuidad en la ocupación del Valle del Côa luso -extrapolable al valle del Águeda español- por parte del hombre de Neandertal", explicó a Efe Thierry Aubry (izquierda), responsable de las excavaciones realizadas en la zona portuguesa del Salto do Boi, en las proximidades de la estación rupestre hispanolusa de Côa-Siega Verde.

La Estación Rupestre lusa del Côa, en la comarca de la Vila Nova de Foz Côa, fue declarada en 1998 Patrimonio Mundial por sus grabados rupestres del Paleolítico Superior (30.000 años), y en 2010, la española Siega Verde (Salamanca), al otro lado de la frontera, recibió la misma catalogación ya que cuenta con más de 600 grabados de arte rupestre de las mismas características.
Las excavaciones, realizadas entre mayo y junio y en las que también participaron estudiantes de las tres universidades y voluntarios franceses, se centraron en un corte de cinco metros de profundidad donde fueron localizados numerosos vestigios neandertales.

Foto: Detalle de uno de los dibujos rupestres localizado en el valle del Coa-Siega Verde. | Ical

Según Aubry, la composición del suelo donde se realizó el corte es "ideal" para la conservación de los restos y contribuyó a preservar "varios millares de piedras con lascas realizadas por el hombre de Neandertal que al menos, tendrán una antigüedad de entre 80.000 y 90.000 años" y que van desde marcas milimétricas a muescas de hasta diez centímetros de longitud.
Además, "la diversidad ecológica del territorio ayudó al Homo sapiens a continuar con los hábitos de caza de los neandertales" y fue una de las razones que permitieron mantener la ocupación de la cuenca de los ríos Côa (Portugal) y Águeda (Portugal).

Los arqueólogos han encontrado también piedras de pizarra que presuponen relacionadas con el uso del fuego entre los neandertales, bien como soportes para trocear las piezas de caza o recipientes para colocar la carne en la hoguera.
Para corroborar sus conclusiones, los investigadores desarrollarán una serie de análisis químicos en las universidades de Lisboa y Autónoma de Barcelona.

El objetivo de las excavaciones, que tendrán continuidad en los próximos meses, es ofrecer un contexto en el que situar los grabados rupestres del Côa-Siega Verde, realizados al aire libre sobre piedras de pizarra hace 30.000 años, en el Paleolítico Superior.
El proyecto de excavaciones en el Salto do Boi, a tres kilómetros de la frontera con España, está financiado por la Fundación de Ciencia y Tecnología de Portugal. EFE

Fuente: lavanguardia.com | 29 de julio de 2018

Descubren un segundo sacrificio infantil en el Templo Mayor de México

El Templo Mayor es un sitio arqueológico que se encuentra en el centro de la ciudad de México. Se trata de una enorme estructura que alguna vez funcionó como el centro de la enorme red tributaria del antiguo imperio Mexica. Desde su descubrimiento, se han encontrado dentro (y alrededor) de él cientos de hallazgos que han sido denominados “ofrendas”.


Foto: Los restos, llamados 'Ofrenda 176', se encontraron debajo del piso de la plaza al oeste del Templo Mayor, que era el centro de la ciudad antigua. Esta imagen muestra a los arqueólogos en el lugar.

Al ser uno de los templos más grandes del antiguo Imperio Mexica, estas ofrendas solían ser sacrificios que los sacerdotes hacían a alguna de las deidades que adoraban. Ahora, un grupo de arqueólogos ha encontrado un segundo entierro infantil (después del primer hallazgo de esta naturaleza, registrado en 2005, denominado Ofrenda 111) dedicado a Huitzilopochtli, el dios de la guerra.

De acuerdo a los arqueólogos, este tipo de ofrendas se realizaban a Huitzilopochtli cuando se deseaba predecir alguna batalla. Este entierro (la Ofrenda 176, como fue registrada) se trata de los restos de un infante que estaban acompañados de adornos, vestimentas y símbolos de divinidad.

Cuentas de piedra verde alrededor del esqueleto . Foto: Mirsa Islas / Cortesía Proyecto Templo Mayor, INAH

Una nueva Ofrenda en el Templo Mayor

La Ofrenda 176 fue hallada debajo del piso de la plaza oeste del Templo Mayor, al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del sitio arqueológico. El grupo ha identificado la época del entierro como durante el gobierno de Ahuízotl, entre 1.486 y 1.502 d.C..
Los arqueólogos destacaron que todas las piezas se encontraban en buen estado de conservación, aún cuando a solo unos centímetros de distancia se había instalado un colector de drenaje en el año 1900. Sin embargo, la excavación tomó semanas para completarse. Primero se excavó el cráneo, seguido de la caja torácica y parte de la columna vertebral.

El niño tenía entre 8 y 10 años de edad, presentaba mucho desgaste en los dientes y sufrió de múltiples infecciones en la boca, según la antropóloga física Jacqueline Castro. Foto: Melitón Tapia, INAH.

El niño tenía entre 8 y 10 años de edad, presentaba mucho desgaste en los dientes y sufrió de múltiples infecciones en la boca, según la antropóloga física Jacqueline Castro. Portaba un pectoral de madera con forma de anillo denominado anahuatl y que, gracias a los códices del siglo XVI, se sabe que era una insignia de Huitzilopochtli y otras deidades como Tezcatlipoca, Tlahuizcalpantecuhtli y Mixcóatl. Sus tobillos fueron adornados con cascabeles de cobre, caracoles provenientes del mar Caribe y cuentas de piedra verde. Le colocaron, además, dos orejeras rectangulares de madera, un artefacto de pirita, cinco cuentas de piedra verde que pendían de su cuello, posiblemente de jadeíta traída desde Guatemala, y otras cuentas de color azul hechas con un material desconocido hasta la fecha. El hallazgo de dos huesos del ala de un ave podría indicar que, como al menor de la Ofrenda 111, le fueron colocadas las alas de un gavilán de bosque como parte de su vestimenta, que por sus tonos ocre y azul se relacionaba con Huitzilopochtli.


El hallazgo de una lápida con el relieve de un águila real que data del periodo del tlatoani Moctezuma I (1440-1469) condujo al equipo a ampliar la investigación y a encontrar los restos del entierro infantil. La Ofrenda 176 fue localizada bajo el suelo de la plaza oeste al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, fechadas en el gobierno de Ahuízotl (1486-1502), y entre el Cuauhxicalco, el edificio circular donde, según las descripciones de los frailes y conquistadores europeos, eran depositados los restos funerarios de los gobernantes mexicas.

Una de las características únicas de este hallazgo arqueológico, además de los restos mortales del individuo, sus atavíos y ubicación, es la forma cilíndrica que tiene la caja de ofrenda, pues de entre las 204 que se han excavado hasta la fecha en el Templo Mayor, jamás había aparecido una de tales características.

El niño de la Ofrenda 111 murió alrededor de los 5 años de edad, durante una ceremonia sacrificial en la que se le extrajo el corazón. ¿El pequeño de la Ofrenda 176 sufrió el mismo sacrificio? "Por ahora es una incógnita, y sólo puede afirmarse que en el momento de su muerte estaba vestido como el mismo Huitzilopochtli", concluye el comunicado del INAH.

Fuentes: fayerwayer.com | National Geographic | 25 de julio de 2018

Descubren un colgante prehistórico de hace unos 14.000 años en Guipúzcoa

El diputado de Cultura de Gipuzkoa, Denis Itxaso (2i), y los arqueólogos, Álvaro Arrizabalaga (2d) y Blanca Ochoa (3d) durante la rueda de prensa en la que se han presentado los nuevos hallazgos arqueológicos del Paleolítico, encontrados en la cueva de Agarre, en Mendaro. (EFE)

Los arqueólogos Álvaro Arrizabalaga y Blanca Ochoa han presentado en una rueda de prensa celebrada en San Sebastián/Donostia este excepcional hallazgo, que forma parte de los descubrimientos realizados, en colaboración con el grupo de espeología Antxieta, en la cueva de Agarre de Mendaro, donde también han encontrado una punta de azagaya, decorada, del mismo período y unas pinturas rupestres que podrían tener una antigüedad de más de 22.000 años y sobre las que aún es preciso realizar nuevas investigaciones.


Arrizabalaga y Ochoa, que han estado acompañados en su comparecencia por el diputado de Cultura de Gipuzkoa, Denis Itxaso, y el portavoz del grupo Antxieta, Andrex Maiz, han destacado la singularidad del colgante, realizado por un artista paleolítico que grabó con un buril sobre un trozo de asta de ciervo la figura de una cabra montesa, un motivo característico de este período pero que es más habitual en otras superficies como el arte parietal o en puntas de lanza, y del que, hasta ahora, sólo se conocía otro caso realizado sobre una cuerna de cérvido, en el citado yacimiento navarro.

Arrizabalaga ha explicado que la pieza, de doce centímetros de largo y de casi cuatro de ancho, fue encontrada en un agujero probablemente realizado por un tejón en el interior de la cueva de Agarre y está incompleta y fracturada en dos partes, posiblemente debido al impacto de una garra del animal durante su excavación.

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El experto ha precisado que la parte más visible de la cabra, realizada con un buril mediante incisiones repetidas en el hueso, son sus cuernos en forma de V que han sido remarcados mediante pasadas sucesivas con la herramienta sobre el hueso, aunque también son perfectamente visibles las orejas del animal.

La pieza, que cuenta con un orificio en uno de sus extremos para utilizarlo probablemente como colgante o como adorno cosido sobre algún tipo de prenda, también tiene un grabado con representaciones de pequeñas equis en sus laterales.

Junto a este colgante, los expertos localizaron también una azagaya, una punta de lanza que constituye un hallazgo más "simple" que el colgante, pero que, según Arrizabalaga, también tiene cierta "importancia" porque está decorada con un grabado en su parte inferior, probablemente de época Magdaleniense.

Blanca Ochoa ha centrado sus explicaciones en las pinturas rupestres halladas en la gruta de Agarre, una cueva que ya fue explorada en 1966, y en la que ahora se han localizado una serie de puntos realizados con ocre rojo que definen una serie de líneas que parecen dar forma al lomo y los cuartos traseros de un animal.

Ochoa ha precisado que los estudios realizados sobre este "panel" son aún muy incipientes por lo que no ha descartado que próximamente se puedan llevar a cabo nuevos hallazgos porque se han detectado otros restos de pigmentos en la pared de la cueva.

La especialista ha precisado que la técnica para realizar las pinturas de Agarre es característica del período Premagdaleniense y consiste en la realización de líneas mediante puntos hechos mediante la impronta de la huella de un dedo pintado con ocre rojo directamente en la pared.
La arqueóloga ha recordado que existen otros ejemplos de esta técnica pictórica por toda la cornisa Cantábrica y, en concreto, en el País Vasco, en las cuevas de Danbolinzulo de Zestoa y de Askondo de Mañaria, entre otras localizaciones.

Con el descubrimiento realizado en la gruta de Agarre, ya son trece las cuevas con arte parietal prehistórico descubiertas en los últimos años en Gipúzcoa, un territorio en el que hasta 2006 sólo se conocían dos grutas con pinturas rupestres: Altxerri y Ekain.

Fuente: deia.eus | 25 de julio de 2018

Un vecino encuentra un ánfora bética del siglo II en una playa de Murcia

El vécino de Águilas posa con un grupo de amigos con el hallazgo - AYUNTAMIENTO DE ÁGUILAS

Antonio López, un vecino de Águilas que realizaba pesca submarina en la playa de Las Delicias, ha hallado de forma fortuita, semienterrada en la arena y en perfecto estado de conservación, un ánfora bética para el transporte de aceite del siglo II.

Se trata de un ánfora de tipo Dressel 20E con la parte inferior esférica y doble asa perteneciente a la época Flavio-Trajanea del imperio romano, que ha sido datada entre los años 110 y 150 y de la que se conserva la totalidad. La pieza fue localizada por López a muy pocos metros de la línea de costa y dentro de la zona de baño de la playa de Las Delicias.


El submarinista rápidamente alertó a los servicios arqueológicos municipales y en su extracción del mar colaboraron miembros del Club de Buceo Estela. El arqueólogo municipal, Juan de Dios Hernández, ha resaltado el «comportamiento ejemplar» del descubridor de la pieza y ha señalado que se trata de un «importante hallazgo» que demuestra la importancia comercial que tuvo Águilas durante la dominación romana.

El Museo Arqueológico de Águilas también recibió el año pasado varias piezas romana halladas en los fondos marinos del municipio, que como ocurrirá, ahora quedaron incorporadas a los fondos de esta institución.


En aquella ocasión se trataba de ánforas, morteros y cerámicas de lujo encontradas en las inmediaciones de las playas de El Hornillo y Poniente, también como ahora fueron entregadas al museo. Entre todas ellas destacaba un mini «spatheium» del siglo V después de Cristo, procedente de los fondos marinos de isla del Fraile.

Fuentes: abc.es | murcia.com | 25 de julio de 2018

Encuentran una curiosa pintadera en la Cueva Pintada (Gran Canaria)

Imagen de la pequeña pintadera.

Cuando, hace unos días, el joven arqueólogo manchego Jorge Rojas encontró una pintadera, probablemente, al tocar la pequeña pieza de barro cocido, sintió la historia quemándole en los dedos. Una sensación que desde el 16 de julio comparte a diario con sus nueve compañeros del cuarto Campus de Arqueología, que están excavando en dos estructuras habitacionales que podrían pertenecer a una sola casa.
Desde entonces y a la vista de los visitantes del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada, han sacado cientos de vestigios; sobre todo fragmentos de cerámica, restos de burgaos, lapas, huesos de pescado, elementos líticos tallados o pulimentados y esta pintadera, que podría estar fechada entre hace 1.300 y 500 años y que se suma a las más de 200 piezas de este tipo que atesora el enclave arqueológico.

«También han aparecido fragmentos de otra pintadera. En todas las campañas de excavación, desde que empezamos a cavar en el parque en 1987, hemos encontrado más de 200 pintaderas. Llaman mucho la atención. Hay un cierto fetichismo por su carácter icónico. Uno las ve en la vida cotidiana: en los bares, en las etiquetas, en la carretera, en muchos productos... Hay cierta fascinación por la pintadera, pero es un material bastante corriente y ubicuo. Las pintaderas estaban en las casas, no están en templos ni en lugares perdidos», explica Jorge Onrubia Pintado (izquierda), codirector científico del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada junto a Carmen Gloria Rodríguez y José Ignacio Sáenz.


Jorge Onrubia (izquierda) y Pedro Suárez, en el laboratorio.

Lo que tiene de particular esta pieza de barro cocida es su tamaño, solo dos centímetros. «Esta pintadera está en el rango de lo más pequeño que tenemos aquí. Está muy bien trabajada, algo habitual en estas gentes que dominaban perfectamente la arcilla y el barro», comenta Onrubia que, sin embargo, destaca la tosquedad de la supuesta empuñadura del elemento frente a la perfección de su parte labrada.

Lo curioso es que aún no se tiene certeza sobre el uso de estos elementos. «Se han escrito muchos trabajos, han corrido ríos de tinta, debatimos entre nosotros, pero realmente, a día de hoy, no sabemos para qué servían las pintaderas», explica el profesor de Prehistoria de la Universidad de Castilla La Mancha.

«Se supone que es un sello por la forma, tiene un pedúnculo y una cara que parece concebida y ejecutada para imprimir sobre algo, para sellar. Pero no sabemos y tampoco está muy claro. Estamos estudiando estas pintaderas, máxime porque casi todas proceden de la Cueva Pintada y se han tratado con mucho rigor. A muchas de las de El Museo Canario no se les conoce los contextos ni los avatares que han tenido. No las lavamos, que es algo habitual, para ver si en los huecos hay restos de algún tipo de material que nos permita intuir su uso. Hemos hecho muchas experimentaciones y, la verdad, es un poco desolador», se lamenta el investigador acerca de la incógnita que envuelve a estos populares símbolos prehispánicos.

Jorge Rojas y Clara Usero, en plena faena de excavación.

«No funcionan muy bien como elemento activo ni sobre la piel –en el caso de que se emplearan para la decoración corporal–, ni sobre materiales blandos. Alguna vez se habló de que sirvieron para sellar los graneros fortificados de la isla, pero tampoco parece que funcionen muy bien», indica el investigador acerca del estudio de estos elementos abundantes en este enclave arqueológico. «Tenemos más pintaderas en la Cueva Pintada que todas las que se conservan del resto de yacimientos de la isla», explica sobre la profusión de este material aún por descifrar del antiguo poblado indígena de Agáldar.

«Para los arqueólogos y arqueólogas es un objeto más, enigmático, eso sí, porque después de tantos años –se conocen desde el siglo XIX– no se sabe para qué servían», comenta el experto sobre estos elementos que tomaron ese nombre porque recordaban a los sellos con los que se pintaban los panes en las panaderías antes de cocerlos para decorarlos o para discernir su propiedad en los hornos colectivos. «Los indígenas no panificaban», apunta el arqueólogo y responsable del IV Campus de Arqueología Cueva Pintada, organizado por el parque y la Universidad de Castilla-La Mancha, en el que participan alumnos de las universidades de Almería, Granada, Castilla-La Mancha, Juan Carlos I de Madrid, La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria.

Desde el 16 y hasta el 28 de julio, los estudiantes de los cursos superiores de Arqueología o recién graduados dividen sus jornadas entre el trabajo de campo, excavando, cribando el material, limpiándolo y clasificándolo, y la asistencia a un seminario con investigadores.
Su labor está centrada en la estructura 61, dos espacios habitacionales, en distintos niveles, que podrían formar parte de la misma vivienda. «Esta casa ha aportado una cantidad ingente de burgaos decorados. Se conocen muy pocos en otros yacimientos», explica Onrubia acerca de la peculiaridad de esta excavación.

Alba Bachiller cribando los materiales extraídos.

Se van turnando en las tareas. Ayer, Alba Bachiller y Natalia López se encargaban de la parte más dura, la criba. Empolvadas y con mascarillas, colaron casi 40 sacos de tierra extraída del yacimiento en una cernidera para buscar piezas pequeñas, como escamas o diminutas caracolas. En el laboratorio, comandados por Gabriel de Santa Ana; Virginia Sosa, Dani Alvarez, Pedro Suárez y Sara Bas clasificaban los hallazgos. Mientras –coordinados por Ángel MarchanteClara Usero, Jorge Rojas, Carlos Castro y Celia Mármol excavaban, clavados de rodillas, con paletas y cepillos bajo la atenta mirada de una turista japonesa que dibujaba la escena. «Aún queda mucho por excavar dentro de la zona visitable», dice Onrubia acerca de este campus que, desde 2015, provee a los investigadores de nuevas pistas para saber cómo era la vida en el principal núcleo poblacional indígena que quedó tras la conquista.

Fuente: canarias7.es| 25 de julio de 2018