Machu Picchu (Perú) lleva un nombre falso desde hace 100 años, según un nuevo estudio

A pesar de que Machu Picchu es uno de los sitios arqueológicos más conocidos y estudiados del mundo, parece ser que lleva un nombre falso, según un nuevo análisis de documentos históricos, que asegura que la antigua ciudad inca probablemente debería llamarse "Picchu" o "Huayna Picchu".

En 1911, cuando el historiador y explorador estadounidense Hiram Bingham se dirigió por primera vez a las antiguas ruinas incas, pidió a un terrateniente local que anotara el nombre del lugar en su diario de campo. El agricultor local, llamado Melchor Arteaga, escribió "Macho Pischo", una palabra que Hiram observó que sonaba más como "picchu" cuando se pronunciaba en voz alta.

A partir de entonces, el nombre se mantuvo. Durante más de un siglo, el mundo ha repetido este título una y otra vez en mapas, documentos y libros de historia. Solo en la década de 1990 algunos expertos cuestionaron el apelativo.

Mención de Huayna Picchu en un atlas de 1904

Ahora, según un comunicado de prensa de la Universidad de Illinois Chicago... el historiador Donato Amado Gonzales, del Ministerio de Cultura de Perú (Cusco), y el arqueólogo Brian S. Bauer, profesor de antropología de la UIC, revisaron las notas de campo originales de Bingham, los mapas de la región de principios del siglo XX y los documentos centenarios sobre la tierra procedentes de diferentes archivos. Sus hallazgos sugieren que se sabía menos del sitio de lo que se pensaba.

Ninguna de las fuentes históricas menciona el nombre de Machu Picchu, escriben los investigadores en un artículo para la revista científica Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology.

Por su parte, los investigadores descubrieron que las ruinas de una ciudad inca llamada Huayna Picchu se mencionan en un atlas de 1904, siete años antes de que Bingham llegara a Perú.

Huayna Picchu es en realidad el nombre del poderoso pico de la montaña que se asoma detrás de la ciudad inca. Fotografía del fotógrafo peruano Martín Chambi. Machu Picchu, Perú. 1924.

Además, detallan que a Bingham se le habló en 1911 de unas ruinas llamadas Huayna Picchu a lo largo del río Urubamba antes de que saliera de Cuzco para buscar los restos. Posteriormente, el hijo de un terrateniente le dijo a Bingham en 1912 que las ruinas se llamaban Huayna Picchu.

"Comenzamos con la incertidumbre del nombre de las ruinas cuando Bingham las visitó por primera vez y luego revisamos varios mapas y atlas impresos antes de la visita de Bingham a las ruinas", dijo Bauer. "Hay datos significativos que sugieren que la ciudad inca se llamaba realmente Picchu o, más probablemente, Huayna Picchu", agregó.

Relatos escritos por los conquistadores

Las conexiones más definitivas con el nombre original de la ciudad inca se conservan en los relatos escritos por los conquistadores españoles poco después de tomar Cusco a finales del siglo XVI, según Bauer.

"Terminamos con un impresionante relato de finales del siglo XVI, cuando los indígenas de la región se planteaban volver a ocupar el lugar, al que llamaban Huayna Picchu", explicó.

Huayna Picchu es actualmente el nombre del poderoso pico de la montaña que se asoma detrás de la ciudad inca en la mayoría de los motivos. Machu Picchu se refiere tanto al sitio arqueológico como a la montaña situada al otro lado de las ruinas.

Fuente: dw.com | 24 de marzo de 2022

Un nuevo estudio indaga sobre el uso ritual y mortuorio de los pigmentos en los esqueletos y la arquitectura de Çatalhöyük (Turquía)

Esqueleto de individuo masculino de entre 35 y 50 años con pintura de cinabrio en el cráneo. Crédito: Marco Milella.

Un equipo internacional de arqueólogos, con participación especial de la Universidad de Berna, ha logrado proporcionar nuevos conocimientos sobre cómo los habitantes de "la ciudad más antigua del mundo", Çatalhöyük (Turquía) enterraron a sus muertos. Sus restos óseos fueron parcialmente pintados, excavados varias veces y vueltos a enterrar. Estos hallazgos nos brindan información sobre los rituales funerarios y la memora social de una sociedad fascinante que vivió hace unos 9.000 años.

Çatalhöyük (Anatolia Central, Turquía) es uno de los yacimientos arqueológicos neolíticos más importantes de Oriente Próximo, el cual cubre un área de 13 hectáreas y cuenta con edificios de adobe densamente agregados. Las casas de Çatalhöyük presentan las huellas arqueológicas de las actividades rituales realizadas, lo que incluye entierros intramuros con algunos esqueletos con rastros de colorantes, así como pinturas murales.

Detalle de la franja de cinabrio en el cráneo del individuo masculino. Crédito: Marco Milella.

La asociación entre el uso de colorantes y actividades simbólicas está documentada entre muchas sociedades humanas pasadas y presentes. En Oriente Próximo, el uso de pigmentos en contextos arquitectónicos y funerarios se vuelve especialmente frecuente a partir de la segunda mitad del IX y VIII milenio a. C. (período natufiense). Los yacimientos arqueológicos del Oriente Próximo que datan del periodo Neolítico han arrojado una gran cantidad de evidencias sobre tales actividades simbólicas complejas, a menudo misteriosas. Estas incluyen tratamientos funerarios secundarios, recuperación y circulación de partes esqueléticas, como cráneos, y el uso de pigmentos tanto en espacios arquitectónicos como en contextos propiamente funerarios, y, por lo tanto, crean la base para la diferenciación social.

El trabajo de investigación ha sido publicado recientemente en la revista Scientific Reports. Según el autor principal del estudio, Marco Milella (izquierda), del Departamento de Antropología Física, Instituto de Medicina Forense, Universidad de Berna: "Estos resultados revelan interesantes conocimientos sobre la asociación entre el uso de colorantes, los rituales funerarios y los espacios habitables en esta fascinante sociedad".

Un viaje en el tiempo a un mundo de colores, casas y muertos

Marco Milella formó parte del equipo antropológico que excavó y estudió los restos humanos de Çatalhöyük. Su trabajo consistió en tratar de hacer "hablar" a los esqueletos antiguos y modernos: establecer su edad y sexo, investigar las posibles lesiones violentas o tratos especiales de los cadáveres y resolver acertijos esqueléticos son las actividades rutinarias del Departamento de Antropología Física que dirige en la Universidad de Berna.

El estudio muestra que el ocre rojo, conocido como hematita u óxido de hierro (Fe2 O3), fue el más utilizado en Çatalhöyük, pues estaba presente en algunos adultos de ambos sexos y en niños, y que el ocre amarillo cinabrio( FeO(OH)), el cinabrio, la azurita azul y malaquita verde se encontraron en ciertas pinturas murales de los niveles de ocupación anteriores y en algunos entierros asociados con varones y hembras, respectivamente.

Ejemplos de uso de pigmentos funerarios en Çatalhöyük. (a) Fotografía in situ del esqueleto 32818 con una franja de cinabrio y una concha con cinabrio depositada en el hombro derecho (Fotografía de J. Quinlan); (b) Detalle de la franja de cinabrio (Fotografía de M. Milella); (c) Imagen microscópica del hueso frontal del esqueleto 22196 que muestra una capa de cinabrio con fitolitos sin teñir en la parte superior (Fotografía de E. Schotsmans); (d) "Aplicador" de hueso con un trozo de pigmento azul recuperado con el esqueleto 16308 (Fotografía de J. Quinlan); (e) 'Paleta' de concha con cinabrio (Fotografía de R. Veropoulidou); (f) El individuo 21884 fue enterrado sobre su lado derecho con los elementos esqueléticos del lado superior e izquierdo teñidos más intensamente con pigmento rojo (Fotografía de J. Quinlan); (g) La rótula derecha del esqueleto 21884 estaba más teñida en su lado medial (Fotografía de E. Schotsmans); (h) La decoloración parcial de la cabeza femoral izquierda confirma que el individuo 21884 estaba flexionado y carnoso cuando se aplicó el ocre, dejando la parte principal de la cabeza femoral sin teñir (Fotografía de E. Schotsmans).

De modo curioso, hay que resaltar que el número de enterramientos en un edificio aparece asociado con el número de capas posteriores de pinturas arquitectónicas. Esto sugiere una asociación contextual entre la deposición funeraria y la aplicación de colorantes en el espacio doméstico. “Ello quiere decir que cuando enterraban a alguien, también pintaban en las paredes de la casa”, dice Milella. Además, en Çatalhöyük, algunas personas "se quedaban" en la comunidad: sus elementos óseos eran recuperados y circulaban durante algún tiempo entre las gentes, antes de ser nuevamente enterrados. Este segundo entierro de elementos óseos también estaba acompañado de pinturas murales.

En cuanto a los diseños pintados, la gran mayoría del uso arquitectónico estudiado de colorantes estuvo compuesto por capas rojas monocromáticas (58,6%), seguido de una porción con motivos que no pudieron ser identificados por mala conservación o insuficiencia de exposición (23,1%). Los motivos geométricos constituían alrededor del 15% del corpus pictórico, mientras que los motivos de manos (2,1%) y las combinaciones de diseños geométricos con motivos de manos (0,6%) eran menos frecuentes.

(a) Imagen microscópica de un yeso multicapa del edificio 17 en el que se observan las capas sucesivas de marg, separadas por pigmento rojo o por hollín (Fotografía de G. Busacca); (b) Ejemplo de una pintura mural monocromática roja del edificio 59 (Fotografía de J. Quinlan); (c) Ejemplo de pintura mural con motivo geométrico del edificio 80 (Fotografía de J. Quinlan).

Misterios neolíticos

Ahora bien, solo una selección de individuos fueron enterrados con colorantes, y solo una parte de los mismos permaneció en la comunidad con sus huesos pasando de mano en mano. Según Marco Milella, “los criterios que guiaron la selección de estos individuos escapan a nuestra comprensión por ahora, lo que hace que estos hallazgos sean aún más interesantes. No obstante, sabemos que esta selección no estaba relacionada con la edad o el sexo del difunto, pero la elección de pigmentos específicos como cinabrio, azurita y malaquita parece estar asociados con aspectos de la identidad social del mismo.

Lo que está claro, sin embargo, es que la expresión visual, la actuación ritual y las asociaciones simbólicas fueron elementos de prácticas socioculturales compartidas a largo plazo en esta sociedad neolítica.

Los resultados podrían ser indicativos de la construcción de una 'memoria social', tal como se ha argumentado para otras comunidades epipaleolíticas y neolíticas de Oriente Próximo. Según los antropólogos socioculturales, la memoria colectiva se transmite de generación en generación a través de la repetición de acciones pasadas y por asociación directa entre el objeto y la memoria. Los entierros intramuros pudieron haber sido parte de los procesos de retención de la memoria ya que cada entierro doméstico contribuye a la memoria comunitaria al mantener al difunto cerca del ritmo diario de las actividades diarias repetidas.

Fuentes: Universidad de Berna | phys.org | 18 de marzo de 2022

Afirman haber encontrado en Israel una tablilla de plomo con el texto hebreo más antiguo, y en el que se incluye el nombre de Dios

Vistas de las caras de la supuesta 'tablilla de maldición' de plomo de la Edad de Bronce Tardía descubierta en el monte Ebal en 2019. (Michael C. Luddeni/Associates for Biblical Research)

El arqueólogo Dr. Scott Stripling y un equipo de académicos internacionales realizaron una conferencia de prensa el pasado jueves en Houston, Texas, en la que revelaron lo que, según ellos, es el texto hebreo protoalfabético más antiguo que se haya encontrado en Israel, y en el que, además, está incluido el nombre de Dios, "YHWH" (Yahveh). Fue encontrado en el monte Ebal, conocido en el Deuteronomio 11:29 como el lugar de las maldiciones.

Si se verifica la datación de esta pequeña 'tablilla de maldición' plegada de plomo, de 2 x 2 centímetros, en la Edad del Bronce Final (alrededor de 1200 a. C.), puede que estemos ante uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la Historia. Sería el primer uso atestiguado del nombre de Dios en la Tierra de Israel, y retrasaría varios siglos el reloj de la alfabetización israelita comprobada, lo que demostraría que los mismos sabían leer y escribir cuando entraron en Tierra Santa y, por lo tanto, podían haber escrito algunos de los eventos que la Biblia documenta que tuvieron lugar.

“Este es un texto que se encuentra solo cada 1.000 años”, dijo el jueves el profesor de epigrafía de la Universidad de Haifa, Gershon Galil (izquierda), a The Times of Israel. Galil ayudó a descifrar el texto interno de la tablilla de plomo plegada mediante escáneres de alta tecnología realizados en Praga, en la Academia de Ciencias de la República Checa.

Con base en el análisis epigráfico de los escáneres realizados y el análisis del plomo del artefacto, Stripling y su equipo datan la 'tablilla de maldición' (o defixio) a finales de la Edad del Bronce, antes o alrededor del 1200 a. C. Si se verifica esta datación, el texto sería varios siglos más antiguo que el registro en texto hebreo hallado hasta el momento en Israel, y 500 años más antiguo que el uso previamente atestiguado del tetragrámaton YHWH, según Galil. Un texto con alfabeto similar fue descubierto en la península del Sinaí con una datación de principios del siglo XVI a. C.

Sin embargo, es necesario precisar que, hasta el momento, los investigadores no han publicado los resultados de este hallazgo en una revista académica revisada por pares. Y tampoco han dada a conocer imágenes claras y los escáneres realizados a la inscripción para que otros expertos puedan opinar sobre esta tablilla.

Otro desafío a la datación ofrecida del objeto es el hecho de que la 'tablilla de maldición' no se descubrió durante un contexto estratificado cuidadosamente excavado, sino que fue hallada durante un nuevo examen realizado en 2019 de la tierra obtenida durante una excavaciones llevadas a cabo en la década de 1980 en el Monte Ebal bajo la dirección del profesor Adam Zertal. La tierra nuevamente analizada había sido tamizada en seco en su momento, pero en 2019 el equipo de Stripling la volvió a tamizar mediante una técnica en húmedo que desarrolló en el Proyecto de Tamizado del Monte del Templo. Stripling actualmente dirige una excavación arqueológica en la ciudad bíblica de Shiloh.

Representación artística del sitio arqueológico de Mt. Ebal y los montones de tierra tamizadas por el Dr. Scott Stripling y su equipo en 2019. (Cortesía: Abigail Leavitt/Associates for Biblical Research).

Los arqueólogos contactados por The Times of Israel no han estado dispuestos realizar comentarios sobre hallazgo hasta que no vean publicados los resultados de la investigación realizada, lo cual se espera que sea próximamente.

“El hecho de que lo publiquen en los periódicos, antes de hacerlo en una revista científica, es algo que está un poco fuera de lugar”, dijo un importante académico. Otro experto advirtió que, "dado que no he podido ver la inscripción, es imposible saber si las afirmaciones realizadas son verosímiles o estamos ante un caso de una imaginación demasiado desarrollada".

Sin embargo, ambos escépticos dijeron que “todo es posible” y que “puede ser válido”, a pesar de que las imágenes de los escáneres aún no están disponibles.

El profesor Galil replicó a este respecto: "Si bien es irregular promover un trabajo inédito en la prensa, antes que en una revista académica, debo decir que el equipo se sintió obligado a compartir la noticia sobre la existencia de la tablilla, así como sus análisis iniciales, debido a su gran potencial para cambiar la Historia".

Podría decirse que es la evidencia escrita más antigua del nombre de Dios, YHWH, según el epigrafista Gershon Galil, de la Universidad de Haifa. (cortesía de Associates for Biblical Research).

Una 'tablilla de maldición' del monte de las maldiciones

La 'tablilla de maldición' fue descubierta originalmente en un sitio de culto en el Monte Ebal, cerca de la ciudad bíblica de Siquem y la actual Nablus. El monte Ebal aparece en Deuteronomio 11:29 como un lugar de “maldiciones” y es reverenciado por algunos cristianos y judíos como el lugar donde el personaje bíblico Josué construyó un altar, tal como se describe en Deuteronomio 27, y en Josué 8:31 como “un altar de piedras sin labrar, sobre las cuales nadie había levantado hierro”.

El lugar es conocido por los lugareños como "Al-Burnat", o "sombrero de copa" en árabe, y los arqueólogos lo consideran una ilustración extremadamente rara y significativa de los primeros asentamientos israelitas. Es el único de su tipo en la zona. Un consenso de arqueólogos fecha este enclave, claramente de culto, a principios de la Edad del Hierro, alrededor del siglo XI a. C., o cuando los israelitas comenzaron a asentarse en la tierra de Canaán. Otros arqueólogos retrasan esa fecha hacia el siglo XII o la Edad del Bronce Final.

“Este es un lugar sitio importante que pertenece a la ola de asentamientos en las tierras altas en la fase temprana de la Edad del Hierro”, dijo el profesor Israel Finkelstein (derecha), uno de los principales investigadores del mundo sobre los asentamientos de la Edad del Hierro en la región. Finkelstein habló con The Times of Israel en febrero de 2021, cuando el Monte Ebal estaba en las noticias después de que se hicieran acusaciones de que los pueblos árabes locales lo estaban destruyendo en el curso de la construcción de una carretera.

“Por lo que puedo juzgar, data del siglo XI a. C. Como tal, puede entenderse que representa a los grupos que establecieron el reino de Israel (el Reino del Norte) en el siglo X a. C. En otras palabras, es un sitio israelita primitivo”, dijo Finkelstein a The Times of Israel.

Según los investigadores, dice: “Maldito, maldito, maldito – maldito por el Dios YHW./ Morirás maldito./ Maldito seguramente morirás./ Maldito por YHW – maldito, maldito, maldito”.

El profesor Galil dijo que la estructura es un quiasmo paralelo, que se suele encontrar en diversas partes de la Biblia, así como en otros textos de Oriente Próximo de la época e incluso antes. Pero hasta ahora, los investigadores han sostenido que la Biblia solo se escribió, si no se compuso, cientos de años después de la datación propuesta para el texto de la tablilla.

“Ahora vemos que alguien podría escribir un quiasmo en el siglo XII a. C. El debate, pues, n ya no debería ser sobre si los israelitas sabían leer y escribir durante la época del rey David", concluye el profesor Galil. “La persona que escribió el texto de esta tablilla tenía la capacidad de escribir todos los textos de la Biblia”.

Una investigación arqueológica analiza la vida del campesinado en la Hispania romana

La arqueología de la época romana ha estado tradicionalmente centrada en aspectos monumentales, pero se sabe muy poco acerca de cómo era el día a día de la clase campesina. Una investigación de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) profundiza en la vida de los asentamientos campesinos a partir de los hallazgos arqueológicos descubiertos en la Comunidad de Madrid, en las numerosas excavaciones de urgencia que se llevaron a cabo durante el periodo de la burbuja inmobiliaria.

Este proyecto de investigación, financiado por el programa de 'Atracción de Talento' de la Comunidad de Madrid, está dando a conocer aspectos sobre la vida del campesinado más humilde de aquella época, de los que apenas se tenía información hasta el momento.

«El estudio de este patrimonio arqueológico oculto nos está permitiendo conocer cómo se relacionaban con el paisaje circundante, el tipo de cultivos que sembraban de forma preferente, cómo cocinaban, las especies de animales domésticos que explotaban, el tipo de vajillas que empleaban, cómo funcionaban los circuitos de intercambio a nivel local y regional, etc.», indica el responsable del proyecto, Jesús Bermejo, profesor del Departamento de Humanidades: Historia, Geografía y Arte de la UC3M.

El estudio apunta, por ejemplo, que la gastronomía madrileña podría haber heredado platos típicos de las granjas de las zonas centrales de la Hispania romana, como el potaje y el cocido. Los investigadores han encontrado restos de ollas que se utilizaban para el cocinado de estos platos, con una elaboración muy similar a la actual. Aquellos campesinos echaban una pieza de carne junto a las verduras disponibles y las dejaban al fuego de forma muy poco controlada, mientras atendían las labores agrarias. «Se deja la olla a primera hora de la mañana, se va a trabajar al campo, se vuelve y se come de forma comunal, porque los patrones que vemos en las vajillas de mesa nos dan una visión mucho más colectiva», explica el profesor Bermejo. Esto también nos ofrece pistas sobre las relaciones sociales de la época: el acto de comer no era un proceso individual, sino colectivo, que podía agrupar a un gran número de personas.

Planimetría de El Zarzalejo, una granja romana con ocupación entre los siglos II y III d. C. situada en Arroyomolinos (Comunidad de Madrid).

Yacimientos en Barajas, Fuenlabrada, Getafe o Leganés

Por su carácter provisional —asociado a las diferentes construcciones y obras públicas donde se han desarrollado estas excavaciones de urgencia—, ninguno de estos asentamientos arqueológicos se ha conservado y la mayoría de la gente desconoce su existencia. Uno de los objetivos de este proyecto de investigación es proporcionar una mayor visibilidad a estos yacimientos, tanto a nivel social como desde un punto de vista científico.

«Muchos de estos yacimientos están en términos municipales como Barajas, Fuenlabrada, Getafe o Leganés, en los que vive mucha gente que no es consciente de la existencia de este patrimonio arqueológico que refleja la vida de los sectores más humildes de las sociedades del pasado», expone el profesor Bermejo.

Innovación y transferencia de conocimiento en arqueología

En el caso de las prospecciones —las exploraciones del terreno para descubrir la existencia de yacimientos—, hay dos elementos que han revolucionado la práctica de la investigación arqueológica en las últimas décadas, según los científicos. El primero ha sido el uso de los dispositivos GPS y otros sistemas de teledetección para la georreferenciación de hallazgos arqueológicos. El segundo es la generalización de los sistemas de información geográfica (SIGs), que han permitido analizar una ingente cantidad de datos arqueológicos en relación a diferentes variables geográficas y ambientales. «En el caso del análisis de hallazgos arqueológicos procedentes de excavaciones, la aplicación de nuevas perspectivas metodológicas como la llamada household archaeology o arqueología de los espacios domésticos, están revolucionando nuestra forma de entender el registro arqueológico», indica Jesús Bermejo.

Los resultados de este proyecto de investigación, así como de otros estudios afines, se recogen en The Archaeology of Peasantry in Roman Spain (De Gruyter, 2022), el primer volumen monográfico que trata el tema del campesinado romano en la Península. Esta publicación, coeditada por Jesús Bermejo junto a Ignasi Grau, catedrático del Área de Arqueología de la Universidad de Alicante, reúne las contribuciones de un conjunto de investigadores que están desarrollando perspectivas pioneras e innovadoras centradas en la sociedad rural hispanorromana a través de diferentes estrategias metodológicas y diversos registros arqueológicos.

Muchos de estos proyectos se basan en el desarrollo de prospecciones arqueológicas en diversas regiones peninsulares, como el interior de la provincia de Alicante o diversos lugares de la Extremadura meridional. En otros casos, los estudios surgen como resultado de diferentes trabajos de excavación, como los desarrollados en el entorno de la Villa de Almenara de Adaja-Puras, en la provincia de Valladolid. En este sentido, el volumen recoge una gran cantidad de información arqueológica inédita o publicada de forma muy fragmentaria.

Fuente: dicyt.com | 18 de marzo 2022

¿Qué hacían los humanos en el Yukón (Canadá) hace 24.000 años?

Un análisis detallado de los huesos recolectados en las cuevas de Bluefish, en Yukon, Canadá, está ampliando la comprensión de los científicos sobre lo que estaban haciendo los primeros humanos en las Américas. Crédito de la imagen: Beringia hace 15.000 años. Pintura producida por Videoanthrop Inc., Montreal/M. François Girard. Museo Canadiense de Historia, IA-40, S95-23503.

Durante la última Edad del Hielo, mamuts lanudos, bisontes, caribúes y manadas de caballos fornidos y peludos vagaban por las praderas parecidas a la tundra de Beringia, una masa de tierra ahora hundida que alguna vez conectó Siberia con Alaska y Yukón (Canadá), masticando vegetación y huyendo de depredadores como leones esteparios, osos y lobos.

Los humanos también vivían y cazaban en Beringia en ese momento. En las cuevas de Bluefish, tres huecos en una cresta remota de piedra caliza en el norte de Yukón, los arqueólogos han desenterrado algunos de los vestigios más antiguos conocidos de ocupación humana en América del Norte. Hoy en día, estas cuevas brindan a los científicos un vistazo a la vida de los cazadores de Beringia, los cuales las usaron hace casi 24.000 años.

Se ha debatido durante mucho tiempo cómo y cuándo los humanos entraron en las Américas. A lo largo del siglo XX, la hipótesis principal fue que el pueblo de la cultura Clovis fue el primero en pasar desde Siberia a Alaska hace unos 13.000 años. Muchos arqueólogos que presentaron fechas anteriores para la llegada de los humanos, así como los sitios que estudiaron al respecto, fueron ignorados.

Cuando Jacques Cinq-Mars, al que se muestra aquí en la década de 1990, trató de presentar evidencias de ocupación humana en las cuevas de Bluefish (Yukón, Canadá) en conferencias científicas, muchos arqueólogos se desconectaron de semejante propuesta. Algunos incluso se rieron. La idea de un pueblo anterior a la cultura Clovis en las Américas parecía inpensable para muchos en ese momento. Foto de Heather Pringle

Uno de los arqueólogos cuyo trabajo de toda una vida casi se pasó por alto fue Jacques Cinq-Mars, quien trabajó en el Museo Canadiense de Historia, en Quebec. A partir de sus excavaciones entre 1977 y 1987 en las cuevas de Bluefish, ubicadas en el territorio de la Primera Nación Van Tat Gwich'in, en el noroeste de Yukón, Cinq-Mars descubrió evidencias de que el pueblo Clovis no fue el primero en poblar las Américas. A través de su investigación, concluyó que los cazadores habían utilizado el lugar hace unos 24.000 años. Pero Cinq-Mars, quien murió en noviembre de 2021, fue recibido con escepticismo y sus hallazgos han sido cuestionados durante décadas.

Hoy en día, el modelo de la teoría Clovis está desechado entre la mayoría de los arqueólogos y los yacimientos más antiguos son ampliamente aceptados. Pero el compromiso que todavía mantienen algunos arqueólogos con esta hipótesis significa que el trabajo de campo arqueológico alternativo a la teoría Clovis tiene todavía mucho por hacer.

Un ejemplo de esta rectificación en curso es la investigación que está realizando Lauriane Bourgeon (izquierda), una arqueóloga francesa de la Universidad de Kansas. Bourgeon ha pasado gran parte de su carrera reexaminando y fechando la colección de restos encontrados en las cuevas Bluefish, lo que incluye una pequeña cantidad de herramientas líticas y 36.000 huesos de animales, que sirven para aclarar la historia del este polémico enclave.

Su investigación ha demostrado, por ejemplo, que al menos 15 huesos de las cuevas de Bluefish fueron cortados por individuos humanos hace unos 23.500 años. Los cortes hechos por el hombre, explica, son profundos y delgados con un perfil en forma de V y generalmente se corresponden con una carnicería estratégica. El hueso más antiguo de la colección de las cuevas de Bluefish, una mandíbula de caballo de 23.500 años de antigüedad, por ejemplo, tiene cortes largos y rectos en el lado interno, lo que es consistente con los esfuerzos realizados para eliminar los músculos de carne.

Después de haber confirmado las afirmaciones del arqueólogo Cinq-Mars de que los humanos habían utilizado las cuevas de Bluefish hace tanto tiempo, Bourgeon ha cambiado el alcance de su trabajo: ahora, está tratando de descubrir qué estaban haciendo allí.

Mientras excavaba en las cuevas de Bluefish, en el norte de Yukón, durante las décadas de 1970 y 1980, el arqueólogo canadiense Cinq-Mars encontró huesos de caballo con marcas de corte y otros rastros de cazadores humanos que parecían datar de hace 24.000 años, miles de años antes que el pueblo Clovis penetrara en las Américas. Foto de Ruth Gotthardt.

El examen de Bourgeon de la colección de restos de las cuevas de Bluefish muestra que la mayoría de los huesos son de caballos de Beringia o Yukón. Estos animales peludos eran más pequeños que los caballos modernos y probablemente deambulaban en manadas con un macho dominante y muchas hembras. Este caballo de Beringia se extinguió hace unos 14.000 años, posiblemente debido a la presión humana y al cambio climático, dice Bourgeon.

"Hay que tener en cuenta, además, que el hecho de que la mayoría de los huesos sean de caballos adultos sanos es típico de la caza humana, pues, en contraste, los carnívoros normalmente atacan a los animales vulnerables", dice Bourgeon. Las cuevas también están inusualmente llenas de pelvis y otros huesos pesados de distintos animales. Con base en esto, junto con la baja cantidad de herramientas de piedra y la falta de un hogar, Bourgeon y su colega, Ariane Burke, de la Universidad de Montreal, en Quebec, argumentan que las cuevas de Bluefish probablemente fueron utilizadas como un campamento temporal por cazadores que se dirigían principalmente a capturar caballos de Beringia.

Ejemplo de marcas de corte en la mandíbula de un caballo hallada en la Cueva II de Bluefish. El espécimen (# J7.8.17) está datado entre hace 19.650 ± 13.000 años. La superficie del hueso está un poco desgastada y alterada por el grabado de la raíz, pero las marcas de corte están bien conservadas; se hallan ubicadas en el lado medial, debajo del tercer y segundo molar, y están asociadas con la extracción de la lengua con una herramienta de piedra.

Durante la última glaciación las manadas de caza mayor, como el caballo del Yukón y el mamut lanudo, ahora extintos, pastaban en Beringia, una masa de tierra ahora sumergida que unía el norte de Siberia con Alaska y el Yukón. Ilustración: mamut lanudo y caballo Yukón © Gobierno de Yukón/Artista George “Rinaldino” Teichmann 1999.

Estos cazadores de la Edad del Hielo, explica Bourgeon, habrían llevado los cadáveres de los caballos a las cuevas para ser descuartizados. Quitarían estratégicamente los huesos más grandes con carne y médula, y los dejarían atrás cuando hicieran el viaje de regreso a un campamento residencial.

Brandon Kyikavichik, un investigador del patrimonio del pueblo Van Tat Gwich'in (pueblo de los lagos), y que traduce historias orales, dice que, basándose en su conocimiento de las prácticas tradicionales de caza y la vida de sus antepasados ​​durante la última Edad del Hielo, "la interpretación de Bourgeon de cómo se usaron las cuevas tiene mucho sentido".

"La tierra era muy diferente cuando los cazadores usaban las cuevas de Bluefish", explica Kyikavichik. En aquellos momentos, dice, sus antepasados estaban atormentados por animales gigantes, hasta que un héroe conocido por los Van Tat Gwich'in como Ch'ataiiyuukii llegó del océano e hizo el mundo más hospitalario para los humanos, explica Kyikavichik. Ch'ataiiyuukii se convirtió en líder y le mostró al pueblo Van Tat Gwich'in cómo mirar y estudiar las estrellas y predecir el comportamiento animal. Luego, según una historia, Ch'ataiiyuukii flotó hasta convertirse en una constelación.

En primer plano Brandon Kyikavichik, especialista en cultura y patrimonio del pueblo Van Tat Gwich'in.

“Nuestra historia es rica”, dice Kyikavichik. "Se remonta a miles de años y los relatos se cuentan con pasión”. Señala que "los Van Tat Gwich'in siempre han estado involucrados en trabajos arqueológicos en la región y, si se utilizan sus historias, estas podrían ayudar a identificar enclaves interesantes para futuras excavaciones".

Sin embargo, encontrar evidencias físicas de la pequeña población humana que vivió en Beringia durante la última Edad del Hielo resulta un desafío. La gente probablemente era nómada y la mayor parte de la tierra en aquellos tiempos está ahora bajo el agua. "A pesar de ello, aunque las señales humanas sean muy bajas en las cuevas de Bluefish, resulta claro que la gente estuvo en ellas varias veces", dice Bourgeon.

Una nueva investigación sugiere que las cuevas de Bluefish (en la foto), en Yukón, no se utilizaron como hogar, sino como un lugar de trabajo para procesar la carne de animales cazados. Crédito de la imagen: Bluefish Cave I, Yukón. Foto de Jacques Cinq-Mars, ca. 1980 Museo Canadiense de Historia.

De hecho, Bourgeon tiene planes para llevar a cabo más excavaciones en ellas. También está en proceso de confirmar que las capas de sedimentos en las cuevas están en orden cronológico, como postuló Cinq-Mars. "Si puedo proporcionar una antigüedad relativa para las herramientas de piedra, entonces la trascendencia de las cuevas de Bluefish podría ser más aceptada por la comunidad científica", postula Bourgeon.


Una fuerte evidencia arqueológica y genética muestra que pequeños grupos de cazadores, quizás no más de 5.000 personas en total, cruzaron Beringia desde Asia hacia las Américas durante la última Edad del Hielo. La ubicación de las capas heladas y los glaciares a lo largo del tiempo sugiere por dónde se movieron y cuándo. Antes de la apertura de la ruta costera hace unos 16.000 años, los migrantes probablemente quedaron atrapados en Beringia. Después de eso, cuando los glaciares retrocedieron, los humanos pudieron viajar a lo largo de la costa oeste, probablemente en botes pequeños. El corredor del interior no se abrió hasta hace unos 13.000 a 12.600 años. (Las áreas de color verde claro del mapa indican la tierra ahora sumergida que estuvo seca durante la última Edad del Hielo debido a los cambios en el nivel del mar). Animación de Judy Somers. Ver animación en este enlace.

Tom Dillehay un arqueólogo de la Universidad de Vanderbilt, en Tennessee, y que no participó en el estudio, dice que "si bien todavía hay dudas sobre las cuevas de Bluefish, las evidencias de actividad humana se están volviendo cada vez más convincentes".

A Dillehay le gustaría ver la confirmación de que las capas del suelo en las cuevas de Bluefish no han sido perturbadas, así como que se realicen más excavaciones a fin de obtener más pruebas indiscutibles de la presencia humana. Si bien la mayoría de las cuevas han sido alteradas hasta cierto punto por causas naturales o humanas, dice Dillehay, siempre ha pensado que algunas secciones de los suelos de las cuevas de Bluefish parecían relativamente intactas y que las fechas de radiocarbono podían ser fiables.

Al igual que Cinq-Mars, Dillehay se ha encontrado con la oposición de los arqueólogos que favorecían la hipótesis de la cultura Clovis a fines de la década de 1970 cuando presentó dataciones por radiocarbono de posibles elementos hechos por humanos en Monte Verde (Chile) anteriores a la entrada de la cultura Clovis en las Américas. “Me sorprendió lo violento que se volvió todo el asunto”, dice. "Incluso, hoy en día, cuando el modelo de Clovis ha caído en desgracia en gran medida, todavía hay algunos que lo defienden a gritos", añade.

Dillehay recuerda a Cinq-Mars como “un científico sincero y minucioso” , el cual dejó un legado de paciencia.

Bourgeon comenzó su investigación en las cuevas de Bluefish en la creencia de que la gente no estaba en América del Norte durante la última Edad del Hielo, pero rápidamente se dio cuenta de que Cinq-Mars tenía razón. Aunque lo vio solo unas pocas veces y desearía haber tenido más oportunidades de hablar con él antes de que falleciera, Bourgeon se alegra de haber vivido para ver que sus esfuerzos confirman la investigación de Cinq-Mars.

“Ojalá lo hubiera conocido más”, dice Bourgeon. “Siempre es agradable pasar un tiempo con un arqueólogo tan bueno como lo fue él”.

Fuente: hakaimagazine.com | 2 de marzo de 2022