El Museo de Prehistoria de Valencia expondrá los restos de un esqueleto de neandertal hallado en Oliva

Alfred Sanchis, María Jesús de Pedro y Xavier Rius observan los restos.

Desde hace unas semanas, el Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia cuenta con nuevo material paleoantropológico en sus fondos. En concreto, se trata de un esqueleto neandertal que fue encontrado en 2010 en la Cova Foradada de Oliva en una excavación dirigida por J. Aparicio Pérez. Con motivo de la llegada de los restos a los almacenes del museo, el diputado del área de Cultura, Xavier Rius, y la directora del museo, Maria Jesús de Pedro, quisieron inspeccionar los restos, en compañía del conservador del museo, Alfred Sanchis.

Panorámica del entorno de la Cova Foradà en la Marjal de Oliva-Pego. Fotografía de Nemesio Jiménez.

La valoración de la llegada de esta pieza singular es motivo de satisfacción para los responsables del museo, ya que resitúa al Museo de Prehistoria de Valencia entre los principales con materiales propios de esta especie extinta del género Homo.

El equipo de antropólogos trabajando en el interior del yacimiento. Fotografía de Nemesio Jiménez.

En palabras del diputado de Cultura, Xavier Rius, “nuestros conservadores empiezan a preparar desde hoy mismo los elementos de la narrativa y la museografía que acompañará esta pieza en la exposición permanente del museo”. Al mismo tiempo, la directora del museo, Maria Jesús de Pedro, se congratula por haber finalizado un periplo de los materiales que los ha llevado a una fase de restauración y a otras de estudio, lo cual ha permitido fijar valiosas informaciones que serán publicadas en breve.

El esqueleto, conservado parcialmente, formaba parte de un bloque brechificado, razón por la cual fue trasladado al IPHES (Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social) de Tarragona para su restauración e investigación científica, a cargo de Gala Gómez Merino, restauradora de esta institución. El proceso ha sido largo y minucioso y ha permitido la extracción de varios elementos anatómicos y su posterior estudio por parte de un equipo de paleoantropólogos encabezado por Carlos Lorenzo Merino, investigador del IPHES y profesor de la Universidad Rovira i Virgili, y M. Eulàlia Subirà de Galdàcano, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Del esqueleto se conserva el cráneo, la mandíbula, el tórax y el brazo izquierdo y podría corresponder a un enterramiento practicado en el interior de la cueva.

Diversas vistas generales (inferior, interna, frontal, y lateral izquierda) del maxilar hallado en 2000 en la Cova Foradà. En la parte inferior imágenes detalladas que muestran las marcas interproximales causadas por el uso de palillos, en la superficie distal del primer molar izquierdo, y el tercer premolar izquierdo.

Presumiblemente, el cuerpo del finado se colocó en posición decúbito lateral izquierdo. Los primeros datos facilitados por el equipo investigador lo relacionan con un hombre de unos 30 a 40 años de edad en el momento de su muerte. Sus características morfológicas lo vinculan a Homo neanderthalensis, el grupo humano presente en nuestro territorio antes de la llegada de la especie actual Homo sapiens.

Estos restos vuelven ahora a Valencia para su depósito definitivo. Se trata de un hallazgo con un interés paleoantropológico y arqueológico extraordinario, por lo cual el Museo de Prehistoria ya prepara su próxima exposición en las salas permanentes de sociedades cazadoras-recolectoras.

El hallazgo de una momia revela que los egipcios ya conocían la momificación 1.000 años antes de lo que se pensaba

Un científico examina la momia de Khuwy, descubierta en 2019. Fotografía: Ian Glatt / National Geographic / Windfall Films.

Los antiguos egipcios estaban llevando a cabo sofisticadas momificaciones de sus muertos 1.000 años antes de lo que se pensaba, según nuevas pruebas que podrían conducir a una reescritura de los libros de historia.

Se ha descubierto que el cuerpo conservado de un noble de alto rango llamado Khuwy, descubierto en 2019, es mucho más antiguo de lo que se suponía y es, de hecho, una de las momias egipcias más antiguas jamás descubiertas. Se ha fechado en el Imperio Antiguo, lo que demuestra que las técnicas de momificación de hace unos 4.000 años eran muy avanzadas.

Se pensó que la sofisticación del proceso de momificación del cuerpo y los materiales utilizados, incluido su aderezo de lino excepcionalmente fino y resina de alta calidad, no se había logrado hasta 1.000 años después.

La profesora Salima Ikram (izquierda), directora de Egiptología en la Universidad Americana de El Cairo y destacada experta en la historia de la momificación, dijo a The Guardian: “Si de hecho se trata de una momia del Imperio Antiguo todos los libros sobre momificación y la propia historia del Imperio Antiguo necesitarán ser revisados".

Ella agregó: “Esta momia cambiaría completamente nuestra comprensión de la evolución del proceso de momificación. Los materiales utilizados, sus orígenes y las rutas comerciales asociadas con ello afectarán drásticamente nuestra comprensión del Imperio Antiguo de Egipto.

“Hasta ahora, habíamos pensado que la momificación del Imperio Antiguo era relativamente simple, con desecación básica, no siempre exitosa, sin extirpación del cerebro y solo extracción ocasional de los órganos internos. De hecho, se prestaba más atención al aspecto exterior del difunto que al interior. Además, el uso de resinas era mucho más limitado en las momias del Imperio Antiguo que se han registrado hasta ahora. Esta momia está inundada de resinas y textiles, y da una impresión de momificación completamente diferente. En realidad, se parece más a las momias encontradas 1.000 años después".

Es uno de los principales descubrimientos que se revelarán en la serie documental de National Geographic, Lost Treasures of Egypt, a partir del 7 de noviembre. Está producido por Windfall Films y las cámaras siguen a los arqueólogos internacionales durante la temporada de excavaciones en Egipto. El descubrimiento de la momificación aparecerá en el episodio cuatro, titulado Rise of the Mummies, el 28 de noviembre.

Ikram aparece en ese episodio con su colega arqueólogo, el Dr. Mohamed Megahed (izquierda), del Instituto Checo de Egiptología, quien dice del último descubrimiento: "Si es realmente Khuwy, este es un gran avance en la historia del Imperio Antiguo de Egipto".

El descubrimiento de la momia en una lujosa tumba en la necropólis de Saqqara fue filmado en la temporada anterior de National Geographic. La investigación sobre su datación y análisis surge en la nueva serie. Los jeroglíficos revelaron que pertenecía a Khuwy, un pariente de la familia real que vivió hace más de 4.000 años.

Tom Cook (izquierda), el productor de la serie de Windfall Films, dijo: “Sabían que la cerámica de la tumba era del ImperioAntiguo, pero Ikram no pensó que la momia fuera de ese período porque estaba demasiado bien conservada. No creían que el proceso de momificación entonces fuera tan avanzado. Así que su reacción inicial fue: esto definitivamente no es del Imperio Antiguo. Pero en el transcurso de la investigación ella comenzó a aceptar la idea".

Los antiguos embalsamadores bañaban los cuerpos en costosas resinas de la savia de los árboles, preservando la carne antes de envolver el cadáver. Esta momia de Khuwy está impregnada con resinas de alta calidad y envuelta en vendajes de la más alta condición.

Ikram dice en el documental: “Es extraordinario. La única vez que he visto tanto de este tipo de vendajes de excelente calidad ha sido en la dinastía XXI". La vigésimo primera dinastía de faraones egipcios reinó más de 1.000 años después de la vida de Khuwy.

Foto

Carolyn Payne (arriba), editora de National Geographic, dijo que lo que hace que esta serie sea tan inusual es que sigue a todo un grupo de arqueólogos diferentes a lo largo de una temporada: "Hemos visto algunos hallazgos asombrosos".

El documental señala: "Con cada nuevo cuerpo que los arqueólogos desentierran, la historia de las momias de Egipto se vuelve más clara".

Fuente: theguardian.com | 24 de octubre de 2021

Establecen una nueva especie humana para poner orden en el caos: 'Homo bodoensis'

Homo bodoensis puede ayudar a desenredar cómo los linajes humanos se movieron e interactuaron en todo el mundo.(Crédito de la imagen: Ettore Mazza).

Un equipo internacional de investigadores, dirigido por la paleoantropóloga Mirjana Roksandic, de la Universidad de Winnipeg, ha anunciado el nombramiento de una nueva especie de ancestro humano, Homo bodoensis. La especie vivió en África durante el Pleistoceno medio, hace alrededor de medio millón de años, y constituye un antepasado directo de los humanos modernos. El trabajo se publica en Evolutionary Anthropology Issues News and Reviews.

El Pleistoceno medio (ahora rebautizado como Chibaniano, entre hace 774.000 y 129.000 años) es importante en la historia evolutiva de Homo sapiens porque vio el surgimiento tanto de nuestra especie en África, como el de nuestros parientes más cercanos y los neandertales (Homo neanderthalensis) en Europa.

Representación artística del 'Homo bodoensis', una nueva especie antecesora del hombre que vivió en África durante el Pleistoceno Medio. Ettore Maza.

Sin embargo, la evolución humana durante este periodo es poco conocida, un problema al que los paleoantropólogos se refieren como «el lío de en medio» (un juego de palabras en inglés, «the muddle in the middle»). El anuncio de Homo bodoensis pretende aportar algo de claridad a este capítulo desconcertante, pero importante, de nuestra evolución.

El nuevo nombre se basa en una reevaluación de fósiles existentes de África y Eurasia durante este período de tiempo. Tradicionalmente, esos fósiles se han asignado de forma variable a Homo heidelbergensis o Homo rhodesiensis, los cuales tienen múltiples definiciones, a menudo contradictorias.

«Hablar sobre la evolución humana durante este período se volvió imposible debido a la falta de una terminología adecuada que reconozca la variación geográfica humana», afirma Mirjana Roksandic (izquierda), autor principal del estudio.

Denominación redundante

Recientemente, la evidencia de ADN ha demostrado que algunos fósiles en Europa bautizados como Homo heidelbergensis eran en realidad los primeros neandertales, lo que hace que la denominación sea redundante. Por la misma razón, los autores creen que ese nombre debe abandonarse cuando se describe a humanos fósiles del este de Asia.

Para confundir aún más las cosas, los fósiles africanos que datan de este período han sido llamados tanto Homo heidelbergensis como Homo rhodesiensis, aunque este último no está bien definido y el término nunca ha sido ampliamente aceptado debido en parte a su asociación con Cecil Rhodes, un controvertido empresario inglés del siglo XIX que construyó un imperio industrial y minero colonial en el sur de África, y los horrendos crímenes cometidos durante el dominio colonial en este continente. Un 'honor', pues, inaceptable a la luz del importante trabajo que se está realizando para descolonizar la ciencia.

Homo bodoensis: cráneo parcial Bodo 1 (Middle Awash, Etiopía). Vistas frontal (a), lateral izquierda (b), superior (c) inferior (d). Barra de escala: 5 cm. Fuente : Fotos originales Copyright © Jeffrey H. Schwartz.

La denominación bodoensis, sin embargo, deriva de un cráneo encontrado en Bodo D’ar, Etiopía, y se entiende que la nueva especie es un ancestro humano directo. Según la nueva clasificación, Homo bodoensis describirá a la mayoría de los humanos del Pleistoceno medio de África y algunos del sudeste de Europa, mientras que muchos de este último continente serán reclasificados como neandertales.

Un modelo simplificado para la evolución del género Homo en los últimos 2 millones de años, con 'Homo bodoensis'. posicionado como la forma ancestral (principalmente africana) de 'Homo sapiens'.

Predrag Radović (izquierda), de la Universidad de Belgrado, en Serbia y co-primer autor del estudio, cree que «los términos deben ser claros en ciencia, para facilitar la comunicación. No deben ser tratados como absolutos cuando contradicen el registro fósil».

La introducción de Homo bodoensis tiene como objetivo, en palabras de otro de los autores, Christopher Bae (derecha) de la Universidad de Hawai, en Manoa, «cortar el nudo gordiano y permitirnos comunicarnos claramente sobre este importante período de la evolución humana».

Algo con lo que Roksandic está muy de acuerdo: «Nombrar una nueva especie es un gran problema, ya que la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica permite cambios de nombre solo bajo reglas muy estrictamente definidas. Confiamos en que éste se mantendrá durante mucho tiempo. Un nuevo nombre de taxón vivirá solo si otros investigadores lo usan», afirma.

Fuentes: abc.es | livescience.com | trustmyscience.com | 28 de octubre de 2021

Los caballos modernos fueron domesticados en las estepas al norte del Cáucaso y se extendieron por Asia y Europa

Manada de caballos en las estepas de Mongolia Interior, China. Foto: Ludovic Orlando.

Un estudio genético internacional con participación del CSIC ha determinado que los caballos de los que descienden todos los caballos domésticos actuales se domesticaron en las estepas del norte del Cáucaso y desde ahí se extendieron a otras regiones de Asia y Europa. Los resultados se publican en la revista Nature.

Este trabajo es el mayor estudio genético realizado hasta el momento. En él han participado investigadores de la Institución Milá y Fontanals (IMF) y del Instituto de Arqueología (IAM), del CSIC, junto a científicos del Museo de la Evolución Humana (MEH), la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura (UEx), el Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamientos Humanos de Madrid, el Laboratorio de Arqueología Prehistórica de la Universidad Jaume I de Castellón (UJI) y de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

“Con este estudio se pone fin a un largo debate en torno al lugar y la cronología en la que se documentan las primeras evidencias de domesticación de los caballos que originaron a las poblaciones actuales”, según subrayan los investigadores, “así como a las preguntas sobre el momento en el que este proceso de domesticación comenzó a extenderse a otras regiones del planeta, sustituyendo a otros tipos de caballos existentes en aquel momento”.

Para llegar a esta conclusión ha hecho falta un equipo compuesto por 114 instituciones y 162 investigadores especializados en arqueología, paleogenética y lingüística, liderados por el profesor Ludovic Orlando, investigador del CNRS e investigador principal del Proyecto ERC-Pegasus, encargado junto al France Genomique-proyecto Bucéphale, de la financiación de la investigación.

El estudio ha incluido la secuenciación del genoma de 273 restos de caballos que poblaron diversas regiones de Eurasia en un arco cronológico que se extiende entre los 50.000 y los 200 años a.C. Toda la información genética ha sido secuenciada en el Centre for Anthropobiology and Genomics of Toulouse, CAGT (CNRS / Universidad de Toulouse III – Paul Sabatier) y Genoscope (CNRS / CEA/Universidad de Evry), antes de ser comparada con los genomas de los caballos domésticos modernos.

Gracias a la amplia batería de análisis estadísticos realizados, ha podido constatarse que entre el 2200 y el 2000 a.C. se produjo un drástico cambio en el cual el perfil genético existente en las estepas pónticas comenzó a extenderse más allá de su región de origen, reemplazando en unos pocos siglos a todas las poblaciones de caballos salvajes desde el Atlántico hasta Mongolia.

Según L. Orlando (izquierda): “Se ha visto que este reemplazo en la composición genética de las poblaciones euroasiáticas está asociado a diferencias genómicas significativas entre este nuevo tipo de caballo y los caballos de las poblaciones que desaparecieron. Por un lado, este nuevo tipo de caballo procedente de las estepas del norte del Cáucaso tenía un comportamiento más dócil y, por otro lado, una constitución más robusta en el esqueleto vertebral”.

Los investigadores han sugerido que estas características fueron el detonante del éxito en la selección de estos animales, en un momento en el que los viajes con caballos empezaron a generalizarse por Eurasia.

Según Pablo Librado (derecha, CNRS), primer autor de esta investigación: “Este estudio ha puesto de manifiesto que la distribución de este nuevo tipo de caballo por Asia coincide con la aparición de los carros ligeros y con la difusión de las lenguas indoiranias. Por el contrario, la migración de las poblaciones indoeuropeas desde la zona de las estepas al corazón de Europa durante el 3er milenio a.C., no tuvo a este nuevo tipo de caballo como vector de su expansión. Este resultado demuestra la importancia de incorporar también la historia genética de los animales cuando se analiza la dimensión de las migraciones humanas y los contactos interculturales”.

Caballos representados en las paredes de la Cova Fosca. Foto: Wikimedia Commons.

Yacimientos en la península ibérica

Entre los individuos analizados se encuentran équidos procedentes de diversos yacimientos de la península ibérica, entre los que destacan Casas del Turuñuelo (Guareña, Badajoz) y Cova Fosca (Alto Maestrazgo, Castelló). Cova Fosca fue excavada por Francesc Gusi y Carmen Olaria. Según Olaria, catedrática de Prehistoria de la UJI y coautora de este estudio: “Cova Fosca tiene un registro arqueozoológico holoceno muy rico. Pudimos identificar restos de caballo en niveles del Neolítico antiguo, un taxón muy raro de encontrar en los yacimientos ibéricos de esta época. Esta singularidad nos permitió publicar hace años junto a Jaime Lira Garrido y Juan Luis Arsuaga las primeras secuencias mitocondriales de caballos de este lugar.”

Según Juan Luis Arsuaga (izquierda), director científico del MEH, catedrático de Paleontología UCM, director del Centro Mixto UCM-ISCIII y coautor de este estudio: “En Cova Fosca encontramos un linaje mitocondrial único y exclusivo de Iberia que en la actualidad aparece en muy pocos caballos, todos ibéricos o de origen ibérico. En este nuevo estudio pretendíamos desvelar los secretos genómicos de Cova Fosca”.

Vista 3D del sacrificio de animales documentado en el patio del edificio de Casas del Turuñuelo’ (Guareña, Badajoz). Foto: Proyecto Construyendo Tarteso (IAM – CSIC)

Uno de los mayores sacrificios del Mediterráneo antiguo

Casas del Turuñuelo es uno de los descubrimientos más impactantes de la arqueología peninsular de los últimos años. Sus excavaciones se desarrollan bajo un proyecto dirigido desde el IAM-CSIC y están siendo codirigidas por Esther Rodríguez González y Sebastián Celestino, también investigadores del IAM-CSIC. (derecha). Según Esther Rodríguez González, coautora de este nuevo estudio, “el Turuñuelo es un complejo arquitectónico de mediados del I milenio a. C. perteneciente a la cultura de Tarteso, donde hemos encontrado la mayor hecatombe documentada hasta la fecha en un yacimiento de la protohistoria mediterránea. Este sacrifico masivo destaca por la gran cantidad de équidos que se han diferenciado en el patio de este lugar. Para este estudio seleccionamos al Équido 4”.

Según afirma Sebastián Celestino, también coautor de esta investigación, “alrededor del Turuñuelo se ha creado un equipo multidisciplinar de especialistas de las Humanidades y las Biociencias que están generando un intercambio constante de información y de ideas, ofreciendo un gran enfoque multidisciplinar al estudio de este yacimiento”.

Entre las líneas de investigación del proyecto Construyendo Tarteso, destaca el estudio genético de estos équidos sacrificados, del que se encarga Jaime Lira Garrido (izquierda, UEx/Centro Mixto UCM-ISCIII) y coautor de este estudio: “Este último trabajo dirigido por el profesor Orlando ha permitido, además, profundizar en la historia evolutiva de los caballos ibéricos. En un estudio anterior, Orlando y su equipo descubrieron que en la península ibérica se desarrolló un linaje genómico ahora extinto y muy diferente del resto de linajes de caballos euroasiáticos antiguos y modernos descritos hasta la fecha. El origen evolutivo de este linaje y las causas que llevaron a su desaparición, todavía no las conocemos. Sin embargo, hemos podido identificar en la muestra neolítica de Cova Fosca las evidencias más antiguas de este linaje extinto y que el Équido 4 del Turuñuelo era, sin embargo, descendiente de este nuevo tipo de caballo que se distribuyó tan rápidamente por el mundo conocido hace ~4000 años”.

Fuentes: dicyt.com | 21 de octubre de 2021

Descubren conchas posiblemente talladas por neandertales en la antigua casa de la princesa Diana de Gales

Conchas marinas trabajadas encontradas en Althorp Esate, Inglaterra. Realizadas posiblemente por los neandertales.

Desde principios del siglo XVI, la extensa mansión de Althorp Estate, Inglaterra, ha sido la sede de la familia Spencer, una influyente línea de desñumbrantes duques y duquesas; bibliófilos apasionados; y, quizás el más famoso personaje, la difunta princesa Diana, que se mudó a Althorp cuando era una adolescente y vivió allí hasta su matrimonio con el príncipe Carlos. Pero ahora, según informa Simon de Bruxelles para el Telegraph, un descubrimiento inesperado sugiere que la finca, situada en Northamptonshire fue ocupada por neandertales mucho antes de que se convirtiera en la sede de una fascinante familia aristocrática.

Althorp House, asentamiento de la familia Spencer. Crédito: Andrew Crowley.

Un equipo de arqueólogos que buscaban un aldea medieval 'perdida' llamada Olletorp, la cual fue abandonada en el siglo XIV después de ser devastada por la peste bubónica. Tras realizar excavaciones en la finca de Althorp Estate y tamizar una serie de sedimentos descubrieron trozos de conchas marinas trabajadas, las cuales suponían era de la época de la Edad Media. Sin embargo, al datarlas mediante carbono 14, se reveló que las mismas tenían una antigüedad de al menos 40.000 años, situándolas dentro de la larga línea de tiempo en que los neandertales se hallaban en lo que hoy es Gran Bretaña. Según el Museo de Historia Natural de Londres, los neandertales habitaron la isla hace unos 400.000 años, retirándose alternativamente hacia el sur cuando el clima se volvía inhóspito y regresando más al norte cuando las condiciones eran más favorables.

Los arqueólogos saben que estuvieron en Gran Bretaña hace unos 400.000 años gracias al descubrimiento del cráneo de una joven recuperado en Swanscombe, Kent, en 1935.

El arqueólogo Roger Michel (izquierda) junto al conde Charles Spencer en el lugar de excavación de su propiedad Althorp Estate.

"No creemos que las conchas hayan sido los restos de una comida prehistórica, ya que la finca de Althorp estaba aún más lejos del mar en ese entonces de lo que está la actualidad", dice Roger Michel, director ejecutivo del Instituto de Arqueología Digital (IDA), y quien ha dirigido la excavación. En cambio, las conchas están incisas y podrían haber sido utilizadas como decoración o como adornos" agrega.

Los arqueólogos del IDA han pasado el año pasado cavando pozos de prueba, mapeando el área mediante un radar de penetración terrestre y tomando muestras de núcleos. Además de las antiguas piezas de concha, el equipo ha desenterrado fragmentos de asta y pedernal tallados, una indicación de que la fabricación de herramientas tuvo lugar en el sitio de excavación.

Fragmentos de asta y pedernales hallados en la excavación.

Ahora bien, hay que tener en cuenta los seres humanos modernos (Homo sapiens) llegaron a Gran Bretaña hace unos 40.000 años, justo cuando las poblaciones de neandertales en Europa estaban disminuyendo y la especie estaba en camino de la extinción. Por lo tanto, las conchas halladas podrían haber sido trabajadas también por los humanos modernos.

Michel dijo a Telegraph que "todavía esperamos encontrar la villa Olletorp para Charles Spencer -dueño de Althorp- que fue quién no pidió realizar las excavaciones con el fin de hallar sus posibles restos". "Nuestros estudios geofísicos del lugar revelan muchas áreas de interés que merecen una mayor exploración".

Los expertos del Instituto de Arqueología Digital cavaron pozos de prueba y trincheras y utilizaron un radar de penetración en el suelo.

Pero los antiguos hallazgos arqueológicos sugieren que el sitio tiene una historia mucho más extensa de lo que anticipó el equipo. Como se ha dicho, hace unos 40.000 años los humanos modernos comenzaron a llegar a Gran Bretaña, lo que abre la posibilidad de que nuevas excavaciones en la zona de Althorp descubran evidencias de un punto de inflexión crucial en la historia de la región.

Fuentes: dailymail.co.uk | smithsonianmag.com | 11 de octubre de 2021

La Universidad de Alcalá de Henares investiga cómo se estructura la sociedad en el Neolítico gracias a la cerámica

Miriam Cuevas. Foto remitida por la UAH

Los visitantes pasean por los museos, se inclinan para observar con detalle las vasijas reconstruidas y las piezas de cerámica sueltas, y luego leen para qué servían y cómo las utilizaban las sociedades prehistóricas. Pero lo que no saben es quién se encarga de extraerlas y llevarlas hasta ahí.

Miriam Cubas es parte del personal investigador del departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares y especialista en cerámica neolítica. Hace unos 6.000 y 4.000 a.C., las sociedades humanas del Neolítico comenzaron a asentarse en pequeños poblados donde la agricultura y ganadería pasaron a ser sus actividades primordiales. Por ello, para cocinar, almacenar, incluso decorar, se hacía uso de las cerámicas que creaban a partir de las arcillas.

Ahora, estas son objetos de estudio de la arqueóloga que viaja y reconstruye el pasado gracias a los vestigios que aún quedan en la actualidad. La investigadora centra su actividad en los proyectos Tecnología cerámica en la costa atlántica de la península ibérica (ca. 6000-3000 cal a.C.) y Pottery technology in the Southwest of European continent (ca. 6000-3000 cal B.C.), ambos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

Como ella lo define, "la cerámica neolítica aporta muchos datos en relación con la cronología de los yacimientos, cuándo se produjeron las ocupaciones y en qué momento de la prehistoria. También, conocemos cuál era la interacción y explotación del medio ambiente por parte de las comunidades humanas, qué tipo de arcillas utilizaban, qué rocas, entre otras cosas. Ahora, las últimas líneas de investigación nos dan información sobre qué se comía y cómo se procesaba. Por tanto, nos permiten reconstruir las pautas de consumo y las prácticas culinarias en el pasado”.

La investigación se centra en una línea iniciada en 1990: el análisis de lípidos. La pasta de la cerámica prehistórica es bastante porosa y, por tanto, encapsulaba lo que se cocinaba en su interior, así que su grupo se encarga de extraer estos lípidos con técnicas biomoleculares para saber lo que se cocinó en esas estructuras. La razón por la que hayan pervivido tanto en el tiempo no deja de ser otra que: el calor. “Cuando se elabora una cerámica, se cuece para garantizar su forma. Así que la cocción como proceso térmico crea un objeto duradero en el tiempo, a diferencia de otros restos arqueológicos como los carbones o los restos orgánicos. Es verdad que, en determinados ambientes, donde hay mucha lluvia como en el norte de la península, la acidez del suelo hace que se degrade muchísimo por lo que, generalmente, aparece muy fragmentada. Lo que estudiamos, mayoritariamente, son fragmentos de cerámica, teniendo que hacer una especie de puzle enorme para reconstruir los recipientes”, afirma la investigadora.

La actividad arqueológica de Miriam Cubas la ha llevado por Cantabria, Asturias o Vizcaya puesto que está centrada en el norte peninsular, la zona costera y la fachada atlántica-portuguesa. “El uso menos intensivo de la cerámica en algunas zonas da a entender que son productos más restringidos dentro de las primeras sociedades agrícolas y el impacto que tiene es menor -asumimos que se utilizaba menos-. Además, estas primeras cerámicas presentan unas formas y decoraciones diferentes a las documentadas en la costa mediterránea e interior peninsular, aunque, en algunos casos, se observan patrones similares como el uso de las conchas dentadas para hacer decoraciones, lo que se conoce como cerámica cardial”, explica.

Acerca del procedimiento de trabajo cuando se haya en un yacimiento, detalla que, primero, se recuperan todos los restos arqueológicos. Después, lo llevan al laboratorio para analizarlo. La cerámica, una vez que sale del yacimiento, se lava, se inventaría y se hace un registro básico (número de restos, formas que tiene, qué decoración, etc.). Lo normal es empezar por un análisis tecnológico de las pastas arcillosas de las cerámicas y analizar, posteriormente, los residuos orgánicos. De un fragmento cerámico recuperan también las biomoléculas orgánicas para conocer qué se cocinó, cómo se procesó, qué tipo de alimentos se mezclaron y reconstruir los patrones de consumo y de cocina durante la Prehistoria.

La interpretación es siempre la parte más difícil de toda investigación: A partir de la cerámica, se puede interpretar cómo se lleva a cabo la división del trabajo en función de si estos productos son más estandarizados o no. De esta manera, planteamos hipótesis de la estructura social: el control de los alimentos, la agricultura o la ganadería, cómo se organizaba la sociedad sobre todo en el neolítico”. Además, en esta reconstrucción también interviene la transmisión de conocimiento entre científicos, por ejemplo, colaboran con la Universidad de Cantabria, la Universidad de Burgos, la Universidad Autónoma de Barcelona y con especialistas en química orgánica de instituciones extranjeras como la Universidad de York.

Las líneas de innovación, expone la especialista, están enfocadas a los recursos lácteos en las primeras cerámicas, en las cuales explorarán cómo se mezclaban estos productos como leches, quesos y requesones con otro tipo de alimentos. Ante todo, ver cómo se procesaban, si como recursos fermentados o directamente extraídos del animal. La explotación de estos productos lácteos por las sociedades prehistóricas es bastante relevante puesto que eran intolerantes a la lactosa, las cuales continúan en la actualidad. “Explorar esto en el pasado puede ayudarnos mucho a ver cómo lo afrontamos actualmente. Es fundamental saber cómo las distintas tecnologías aparecen a lo largo de la historia, no solo durante la Prehistoria, sino cómo se han ido incorporando en nuestra vida cotidiana. Vivimos en un momento en el que estamos sometidos a un impacto continuo de la tecnología que afecta a la relación entre las personas y el mundo. La tecnología ha ido modificando las estructuras sociales, las relaciones entre los distintos grupos y, yendo un poco más allá, las pautas de consumo”.

Ante la pregunta de si algún día la información sobre el pasado será completa, Miriam Cubas reflexiona: “No llegará ese momento porque se produce la incorporación de técnicas nuevas todos los días. Ahora mismo están en boga los lípidos, pero también los estudios de ADN están en auge. Las técnicas, sobre todo las procedentes de otros ámbitos y disciplinas, están en continua renovación y nos permiten afinar nuestros datos. Afortunadamente, creo que nunca llegará a agotarse el pasado, quedan muchísimos yacimientos por excavar y estudiar”. Por ello, también apuesta por mostrar a la sociedad lo que descubren debido a que lo considera como “un deber, siendo, al mismo tiempo, enriquecimiento, cultura científica, es clave para crear motivaciones entre nuevos investigadores e investigadoras”.

En la actualidad, disfruta de los recursos que le proporciona la Universidad de Alcalá en su carrera como profesional de la Prehistoria: “Ahora mismo, la Universidad está en expansión y tiene muchísimo interés en abrir nuevas líneas de investigación, entre ellas, las nuevas aplicaciones de arqueología biomolecular al patrimonio arqueológico. La UAH ha mostrado mucho interés por el proyecto y enseguida hemos tenido mucho apoyo del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia y el Rectorado, así que espero que sea un buen ambiente de trabajo, ¡y cuenta con un enclave idílico, estamos en una ciudad Patrimonio de la Humanidad!”.

Fuente: alcalahoy.es | 18 de octubre de 2021