Córdoba Romana: Los Origenes de Cordoba

Corduba, capital de la Bética. Recreación desde sus orígenes hasta su monumentalización imperial.



La leyenda de El Dorado


En los últimos días de la resistencia de los incas, un indio de Quito contó al general español Sebastian de Belalcázar una seductora historia. Lejos, al norte del país, vivía una tribu que cuando moría su jefe elegían uno nuevo y lo proclamaban durante el curso de una ceremonia ritual sorprendente, que tenia lugar junto al lago de Guatavita.

A. F. Bandelier, en su obra "El Dorado", describe el acto: "...Al final de la parada militar iban los nobles de la tribu y los grandes sacerdotes, llevando al recién elegido capitán, o uzaque, en unas andas adornadas con discos de oro. Su cuerpo, desnudo, estaba ungido con resinas y recubierto de oro en polvo. Éste era el "hombre dorado". Llegados a la orilla del lago Guatavita, el hombre y sus acompañantes montaban en una balsa y navegaban hasta el centro del lago.Allí el nuevo jefe se deslizaba en el agua bañándose para quedar limpio de su polvo de oro. Mientras, los que le acompañaban, entre gritos y ruidos de instrumentos, arrojaban al lago todo el oro y todas las joyas que llevaban consigo. Terminada la ceremonia, el jefe y su comitiva regresaban a la orilla y luego a la aldea de Guatavita. Las fiestas terminaban con danzas y jolgorios".

Belalcázar pensó que si un pueblo podía permitirse el lujo de tirar y despreciar tanto el oro, parecía indudable que había de ser inmensamente rico. Seguidamente escogió uno de los grupos de sus mejores hombres y con ellos caminó por los Andes casi ochocientos kilómetros en línea recta, hacia el Nordeste, llegando a la llanura de Cundinamarca, donde encontróse con que el español Gonzalo Jiménez de Quesada y sus hombres se les había adelantado. Tanto Belalcázar como Quesada de dedicaron a Explorar el país, mas la realidad es que no encontraron ningún "hombre dorado".

Con el correr del tiempo los españoles "trasladaron" la leyenda del "hombre dorado" desde la llanura de Cundinamarca a los bosques de Meta, unos kilómetros más al Este, donde el río Meta pasa camino de su confluencia con el Orinoco. Ahora, el nuevo "hombre dorado" no sólo se pintaba de oro el día de su proclamación, sino diariamente; y por si fuera poco, también se pintaban de polvo de oro sus oficiales. Por último, el término "El Dorado" pasó a significar toda una comarca, donde el oro abundaba lo mismo que la tierra corriente.

Por aquellas fechas los indios habían aprendido ya que la manera más rápida de desembarazarse de sus inoportunos visitantes era decirles que otras tribus (que vivían en algún lugar lejos del horizonte) poseían grandes cantidades de oro. De este modo, con este truco, el pequeño lago  Guatavita convirtióse en un lago fantasma de tierra adentro, que haría sobrevivir la leyenda de El Dorado durante un par de siglos.
El año 1530, Diego de Ordaz, antiguo compañero de armas de Hernán Cortés, al explorar el Orinoco oyó hablar de la región de Meta, cerca de la cual vivía una crecida población de indios riquísima en oro. Ordaz no arribó nunca a esa comarca, si bien exploradores posteriores -D´Ortal, Herrera y von Spyer- llegaron, y el último alcanzó los límites del Ecuador comprobando que no había en Meta ningún lago, ni tampoco indios civilizados.

A pesar de los mencionados fiascos, la leyenda perduraría. En 1539, el hermano de Francisco Pizarro, Gonzalo, partió de Quito con más de doscientos españoles y cuatro mil indios, en busca de El Dorado, y, si fuera posible, la tierra de la canela. Lo primero no lo encontraron, más sí un árbol con corteza de canela, y esperanzados llamaron al lugar "Canela". Dos años después, los expedicionarios, mandados por Francisco de Orellana, lugarteniente de Pizarro, llegaron al océano Atlántico.
Un fraile dominico, Gaspar de Carvajal, escribió la crónica del fatigoso y expuesto viaje. En el curso de su narración, Carvajal divulga la leyenda de las célebres amazonas. Dice que en la desembocadura del río Negro sostuvieron una de sus muchas batallas con los indios; y que tomaron parte en la lucha las mujeres indígenas. Ello parece admisible, mas luego cuenta que dichas mujeres no eran miembros de la tribu contra la que luchaban los españoles, sino enviadas de otra muy rica y poderosa, singularmente constituida para reproducir la especie, de un modo análogo al de las "amazonas" de la leyenda griega, que Homero mencionaba por primera vez en la "Iliada".
Cuando Orellana regresó a la corte del emperador Carlos V y relató su extraña historia, los cortesanos no quisieron creer en "sus amazonas", y sin embargo, reales o no, las mujeres guerreras indias dieron nombre al río Amazonas.

El siguiente buscador de El Dorado fue el joven Pedro de Ursía, que murió asesinado en una insurrección. Durante bastante tiempo, Colombia oriental, el sur de Venezuela y las tierras limítrofes del Brasil fueron cruzadas y vueltas a cruzar sin que nadie hallara vestigios alguno del ansiado El Dorado. Y, más tarde, el "mito" se trasladó al norte de Brasil y la zona donde nace el Essequibo y sus principales afluente.

En 1584, Antonio de Berrio partió de Bogotá en busca de El Dorado. En un segundo intento navegó por el Orinoco hasta alcanzar el mar. Al llegar a la costa oyó muchas historias sobre El Dorado y dedujo que tan fabulosa y codiciada riqueza se hallaba en al ciudad de Manoa, en el gran lago o mar interior llamado Parimé.

Por aquellas fechas precisamente se había hecho a la mar el célebre inglés sir  Walter Raleigh al mando de una expedición pirata. Después de saquear y quemar las ciudades españolas de Trinidad y San José, apresó a Antonio de Berrio, a la sazón gobernador, quien llenó los oídos del pirata con las noticias que tenía de Manoa y de su lago repleto de oro. Raleigh intentó ir en  buscas de estas riquezas, mas enterado de que se aproximada una fuerza española, tuvo miedo, volvió a sus barcos y regresó a Inglaterra. Volvería en 1617 siendo detenido y enviado a Londres donde fue decapitado en Whitehall. En su cautiverio escribió un libro con el siguiente y más que largo título: " El descubrimiento del Imperio de Guiana, grande, rico y hermoso, con una relación de la ciudad dorada de Manoa, a la que los españoles llaman El Dorado..." etc.


El libro de Raleigh daba por cierta la leyenda del emperador indio desnudo que se pintaba con polvo de oro, y, además hablaba de los ewaipanomas sin cabeza, que tienen los ojos en los hombros y la boca en mitad del pecho. Tales monstruos son, sin duda, los famosos blemmyes africanos citados por Plinio y Mela. Lo que se ignora es quien pudo situarlos en América.

En los años siguientes hubo algunas expediciones más en busca de El Dorado, todas con el mismo resultado de esperanzas fallidas, penalidades y bajas humanas. Ello motivó que El Dorado fuera perdiendo lentamente prestigio hasta que, finalmente, muy pocos lo tomaban en serio. Sin embargo, los fracasos no impidieron que el lago Parimé siguiera apareciendo en los mapas de América del Sur durante dos siglos.


Por lo que respecta al lago Guatavita -en la actual Cundinamarca, Colombia- fue varias veces desecado y en su fango se hallaron numerosos objetos de oro de interés arqueológico, pero de ningún valor intrínseco.

Con estos testimonios murió la antigua leyenda sudamericana del célebre El Dorado.

Por Juan Antonio Cerpa Niño

ALTAMIRA, UN CALVARIO PARA MARCELINO SANZ DE SAUTUOLA


Cierto día del año 1868 un cazador que con su perro perseguía a un zorro por las lomas de Altamira, sitas en el término municipal de Vispieres (Ayuntamiento de Santillana del Mar), vio cómo el can desaparecía tras de un matorral, y del cual tardaba mucho en salir. Se acercó a él, para indagar la que pasaba, cuando oyó los quejumbrosos aullidos del animal, que se hallaba prisionero de unas piedras al intentar atravesar el reducido espacio que quedaba entre ellas.

El cazador liberó al perro, apartándolas debidamente, y después de darle salida advirtió que se abría allí un agujero que conducía a una inmensa oquedad. Movido por la curiosidad penetró por él, comprobó que se trataba de una amplísima cueva de la que nadie hasta entonces tuvo jamás noticia. Mas como carecía de luz para explorarla, a su regreso al pueblo dio cuenta de su hallazgo, que pronto se difundió por los contornos. Sin embargo, al descubrimiento no se le dio gran importancia, pues en la comarca abundan las cuevas naturales, muy conocidas por los vecinos de las poblaciones cercanas.



Al principio las cosas quedaron así. Pero no tardo en aparecer en escena un hidalgo montañés, hombre de rara erudición llamado don Marcelino Sanz de Sautuola. Nacido en Santander el 2 de junio de 1831, pertenecía a una distinguida y acaudalada familia montañesa. Desde muy joven manifestó una extraordinaria afición a los estudios históricos y a la investigación científica; había reunido una magnífica biblioteca, que procuraba tener siempre al día en lo tocante a progresos científicos.

El señor Sautuola solía pasar los veranos en la Montaña en una vetusta pero confortable casona-palacio que poseía en Puente de San Miguel. En este pueblo santanderino fue donde oyó contar, un día de 1875, cómo siete años atrás un cazador descubriera casualmente una gran cueva en el prado llamado de Altamira.

Don Marcelino, que conocía perfectamente el interés con que en Europa se empezaba a excavar en las cuevas, en busca de fósiles, sintió la comezón de curiosear en Altamira, y de ver si en dicha cueva podía encontrar algún sílex tallado o alguna osamenta petrificada.

Así fue cómo, días después de que un campesino le contara la historia del cazador, se personó en Altamira e inició por su cuenta y riesgo, como entonces se hacía, unas ligeras excavaciones, con resultado positivo: halló varios huesos de animales primitivos y piezas de sílex labradas.
El erudito hidalgo no sospechaba en aquel entonces que, con lo que iba a encontrar en Altamira, revolucionaría por completo la investigación prehistórica. Mas para ello, aún tendrían que trascurrir cuatro o cinco años...

Al regresar a Madrid para invernar, Sautuola llevó consigo los materiales prehistóricos hallados en su tierra y los mostró a un gran amigo suyo eminente prehistoriador, el catedrático de Geología de la Universidad de Madrid, don Juan Vilanova,  mundialmente conocido por sus descubrimientos y estudios prehistóricos, realizados principalmente en el Levante español. Vilanova clasificó los fósiles encontrados por Sautuola como de bisonte, caballo primitivo, ciervo megacero y otros animales.
Pasó el tiempo y don Marcelino no volvió a ocuparse de Altamira y de su cueva. Lo único que hizo fue tapiar la entrada, en vista de que los chicos de Puente de San Miguel la escogían como escenario para sus juegos.

En 1878 se le ocurrió al señor Sautuola visitar la famosa Exposición Universal de París  y he aquí que en ella pudo ver numerosos objetos prehistóricos de sílex y hueso que recientemente habían descubierto Lartet, Mortillet y otros investigadores en el valle de Vézére en la Dordoña francesa. A la vista de aquellos utensilios, el célebre montañés pensó que, si buscaba en Altamira, también él podría encontrar cosas semejantes.

En verano de 1879 don Marcelino reanudó sus pacientes excavaciones en la gruta santanderina. Antes pidió el consejo de su amigo Vilanova, y de Piette, un parisiense que era el sucesor de Lartet, y cuya autoridad en investigaciones prehistóricas casi no tenia rival.

Un día le acompañó a la cueva su hijita María, niña de solo ocho años, pero muy despierta. Mientras su padre removía afanosamente las tierras en busca de fósiles, ella empezó a corretear y a explorar, por juego, la cueva. En una de sus correrías llevando un candil, se le ocurrió proyectar la luz al techo: lo que vio la dejó estupefacta. Asustada más que sorprendida, comenzó a gritar hasta que acudió su padre. Y cuando don Marcelino llegó, la inocente criatura, llena de excitación, dijo señalando con el dedo al techo:

--¡ Papá, mira, aquí hay bueyes pintados!
Si la sorpresa de la niña fue enorme, la del padre fue mayúscula al comprobar la abundancia de pinturas rupestres contenida en la cueva. La perseverancia de don Marcelino acababa de ser premiada con el más fantástico, insospechado y sorprendente de los descubrimientos prehistóricos, sin precedente conocido en todo el mundo de la ciencia.
Aquel día, que hace época en la historia de la antropología prehistórica y en el arte universal, fue por de pronto un día grande para la prehistoria europea y española. Con la ingenua observación de la niña María se abriría paso a una verdadera revolución, y todas las ideas que los investigadores se habían formado hasta entonces de los hombres del Paleolítico iban a sufrir un cambio radical.Sautuola, había descubierto las pinturas rupestres de Altamira, llamada también "Capilla Sixtina" de la prehistoria.

Grande fue la sorpresa de Sautuola al darse cuenta de los admirables frescos advertidos por su hija María. De momento quedó aturdido; mejor dicho, perplejo, meditabundo y hasta un poco desorientado. La cosa no era para menos, ya que hasta entonces no había el menor precedente de la existencia en cuevas prehistóricas de pinturas como aquellas, de tanta fuerza y realismo.

Por otra parte, no se explicaba cómo una serie de pinturas tan abundantes y tan perfectamente ejecutadas podían haber sido realizada en las oscuridades de un antro como aquel, en el interior de un monte aislado y alejado de todo concurso humano.
Marcelino no sabía lo que le reservaba el porvenir. Si no, no sabemos lo que hubiera hecho. Sea lo que fuere, el caso es que el hombre se quedó como de una pieza al observar las pinturas. Acompañado de su hija, empezó a examinar las paredes y techos de aquella galería oscura. Y de asombro en asombro descubrió gran cantidad de representaciones policromadas de bisontes, pintados en todas las posturas inimaginables; toros enormes, vacas, terneras, jabalíes y toda una manada de caballos, que un pintor de quien sabe cuando había trazado con tal realidad y un colorido tan maravilloso, que ningún artista de hoy le hubiera podido superar en cuanto a técnica e imaginación.


Ante tantas emociones, la antorcha no hacía más que temblarle en la mano. Tocó la pintura: ofrecía un tacto raro, ya que sobre ella se había formado una especie de concreciones calizas transparentes, por lo que el material empleado para pintar los frescos había quedado como embebido en la roca.
Ignoro qué ideas bullían en la cabeza de Sautuola. Al parecer hecho un mar de confusiones salió de la cueva; y en cuanto volvió a Madrid corrió a visitar a su amigo, el catedrático doctor Vilanova. Consigo llevaba numerosos sílex tallados, así como diversos fósiles muy extraños. Todo ello procedente de Altamira.

Vilanova, ganado por la vehemente exposición del montañés, le escuchó sin hacer comentarios, aunque la verdad sea dicha un tanto receloso por lo que le estaba oyendo. Y tan pronto como tuvo ocasión marchó a Santander y, acompañado por Marcelino, se "descolgó" por Santillana. Y en Altamira pudo ver las cosas con sus propios ojos.
La primera consecuencia del examen ya apareció con una lógica  aplastante.Aquellas pinturas eran antiquísimas y habían de ser forzosamente contemporáneas a la existencia de los animales representados.

Tanto Vilanova como Sautuola dedujeron que el amarillo fue conseguido con la utilización de ocre natural; y los tonos rojos, con oligisto rojo.Probablemente los artistas prehistóricos habían mezclado almagra y ocre con agua, o con suero sanguíneo, y como excipiente emplearon sangres y grasas de bisontes o caballos. Con la yema de los dedos, posiblemente con el pulgar, habían logrado extender con tanta habilidad la mezcla en la piedra, que los tonos se fundieron maravillosamente.
-Estas pinturas-dictaminó Vilanova emocionado- no sólo asombran por ser obra de hombres prehistóricos, sino porque pueden incluirse entre las grandes obras maestras del arte universal. Esto sólo, tendrá que convencer al mundo; yo personalmente no conozco a ningún pintor viviente que sea capaz de hacer algo semejante.

Y así es, por lo que las pinturas rupestres de Altamira, que primeramente fueron supuestas obras de supercherías, han sido proclamadas científicamente la más alucinante de las decoraciones con miles de años de existencia.

El doctor Vilanova sabía que la divulgación del descubrimiento iba a provocar una revolución entre los científicos y que a consecuencia de ello Sautuola sería maltratado, e incluso se dudaría de su honradez y se le acusaría de falsario. Por eso le dijo:
--Cuente usted conmigo y mi autoridad frente a todos los ataques que seguramente recibirá usted en este asunto. Yo estoy a su lado y lo estaré siempre, porque le creo, y además porque al ver esta maravilla he quedado convencido.

Poco tiempo después, Marcelino publicó en varias revistas su descubrimiento de Altamira. Sus afirmaciones cayeron en Europa como una bomba. Era la primera vez en la historia que alguien hablaba de pinturas prehistóricas, concretamente de pinturas cuaternarias, magdalenienses, es decir, de la Edad de la Piedra tallada.


Todo el mundo suponía que el hombre primitivo era una especie de gorila, sin ninguna idea de arte ni de ciencia. Entonces ¿a que venir con tonterías como las sostenidas por el montañés? Cartailhac, Virchow, Mortillet, Undset y otras máximas autoridades dijeron ofendidos que aquello tenía que ser "obra de falsarios o de dementes".

En 1880, con ocasión de celebrarse en Lisboa el Congreso de Prehistoria, se reunieron en la capital portuguesa la flor y nata de la antropología y arqueología prehistórica mundial. Allí, además de Piette, Quatrefages y Cartailhac, estaban Rodolfo Virchow, de Berlín, Pigorini, de Roma, Unset, de Cristianía (actual Oslo), Juan Lubbock, de Londres, Montelius, de Estocolmo...   También Sautuola y Vilanova de España.

El español se encargó de presentar una comunicación al Congreso sobre las pinturas de Altamira. Le dejaron hablar. Al terminar de exponer sus argumentos, Vilanova observó indignado que un silencio ominoso había caído sobre la sala.
Luego, al hablar el intocable e inmarcesible Cartailhac, todos los congresistas se volvieron burlones hacia Vilanova y Sautuola. Mientras el geólogo español estaba pálido de ira, el montañés acusaba en su rostro un gran sufrimiento al oírse llamar falsario. Sin embargo, supo sobrellevar las burlas con dignidad.

A partir  de entonces comenzó para Marcelino un verdadero calvario. Pasó por los más duros trances: la gente se reía de él, lo tomaban por loco o en el peor de los casos le tildaban de embustero. Por si fuera poco, nadie en Europa quería saber nada de pinturas prehistóricas.


Don Marcelino Sautuola luchó hasta el final, aunque sin éxito. Murió en 1888, sin lograr que se reconocieran sus hallazgos. La cueva, cerrada con una puerta cuya llave guardaba su hija María, ya una jovencita encantadora, quedó esperando la llegada de los "sabios" y que la verdad resplandeciera al fin. Cinco años después moría también Vilanova.
Entretanto, en el intervalo de unos pocos años se sucedieron los descubrimientos. Así, en 1878 se halló la gruta de Chabot (Gard, Francia); en 1895 la cueva de La Mouthe, cerca de Taylac; en 1901 Les Combarelles y Font-de-Gaume; en 1902, Marsoulas; en 1903, La Calevie y Bernifal, y en 1904, La Greze.

Ante la evidencia, los científicos se rindieron. Por otra parte, una nueva generación de estudiosos iba desplazando a los viejos e intocables maestros. Empezaban a sonar los nombres del sacerdote católico Enrique Breuil, de Capitán y de Peyrony.

Cartailhac acabó convenciéndose; pues dejando aparte su pasión, era un hombre honrado. Y un buen día se impuso el deber de rehabilitar la memoria de Sautuola y Vilanova. A tal fin, una mañana, acompañado por Breuil, se presentó en Puente de San Miguel para solicitar humildemente a María Sautuola que les franquease la entrada de la cueva de Altamira.

Acompañados por la muchacha, que se brindó a mostrarles el camino que también conocía, entraron en la caverna. Un segundo después Cartailhac tuvo que apoyarse en el hombro de Breuil; gruesas gotas de sudor orlaron se frente. Cabizbajo, dijo a la joven María:

--Ahora ya no puedo hacer más que una cosa: he de rehabilitar a su padre ante la ciencia...
María le miró por un instante y sintió algo inenarrable. Como en un sueño, recordó entonces a su padre cuando estaba allí, con ella, examinando asombrado las pinturas rupestres.

--Puede usted hacer algo más--dijo con decisión--.Quiero presentarle a don Hermilio Alcalde del Río, el director de la Escuela de Artes y Oficios de Torrelavega. Mientras ustedes en el extranjero discutían si las pinturas eran falsas o no, él na ha perdido el tiempo. Conoce bastantes cuevas por esos andurriales, con dibujos y grabados como éstos.

Cartailhac y Breuil salieron de la cueva de Altamira como si despertaran de un sueño. Luego, acompañados también por María, se trasladaron a Santander, visitar la tumba de don Marcelino Sanz de Sautuola para rendirle homenaje.

Con el paso de los años, se han ido descubriendo muchas otras cuevas; se han sacado a la luz muchos restos de animales y hombres, muchas reliquias de las civilizaciones primitivas que han dado una respuesta indiscutible a la inquietante pregunta sobre el origen y desarrollo de la humanidad.
Es indudable que la revelación de los tiempos primitivos es el capítulo más lleno de dramatismo dentro de la Historia Natural, el más rico en incidentes y complicaciones de toda la trágica existencia humana.De esa emocionante aventura es de la que me he ocupado durante años y de cuantos fueron capaces de desgarrar las brumas de la incógnita que se cierne sobre el nacimiento de la humanidad y de la civilización.

UN NUEVO ENCLAVE FENICIO DESCUBIERTO EN LA BAHÍA DE CÁDIZ: EL CERRO DEL CASTILLO EN CHICLANA DE LA FRONTERA


Las investigaciones arqueológicas que tuve la suerte de realizar, junto a mi compañera arqueóloga Paloma Bueno Serrano, desde 2006 hasta principios de 2010 en Chiclana de la Frontera (Cádiz), consiguieron recabar datos de gran interés para dotar de contenido periodos históricos tan importantes como la prehistoria reciente, historia antigua y época medieval, que suponían hasta ahora, grandes vacíos en el pasado de la localidad. El importante hallazgo de un asentamiento fenicio en Chiclana supone retrotraer los orígenes de la ciudad más de dos mil años. e incluirla entre las ciudades trimilenarias de la bahía de Cádiz.


El descubrimiento tuvo lugar durante el desarrollo de un Proyecto de Actuación Arqueológica Preventiva aprobado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Cádiz para controlar la presencia de posibles restos arqueológicos en un solar situado en el casco antiguo de Chiclana. En el lugar se esperaba encontrar parte de lo que fue el primer cementerio relacionado con las primeras iglesias construidas en la ciudad( San Martín  siglo XV y San Juan Bautista siglo XVII), así como los retos de la torre fortificada mandada construir por Alonso de Guzmán el Bueno en 1303. El espacio a intervenir se ubicaba, entre las calles Castillo, Ánimas, y Santísima Trinidad, formando parte de una ladera y cima de un cerro.Ocupando un espacio de 4000 m2 aproximadamente.
Los trabajos arqueológicos permitieron sacar a luz parte de un asentamiento fortificado de época fenicia que podemos datar entorno al siglo VIII a.C. Los restos adscribibles a esa a esta época aparecieron en la parte más alta del solar, a medio metro de profundidad de la cota de la calle. Detectándose que el lugar estuvo habitado desde la Prehistoria Reciente, al menos desde el Bronce Final, ya que bajo los restos que datamos en el siglo VIII a.C., aparecieron niveles de ocupación anterior.


Los elementos constructivos que se hallaron en una primera fase de las excavaciones fueron los siguientes:

1.- Una potente muralla de casernas formada por dos lienzos de muros paralelos, el exterior de mayor anchura que el interior, unidos cada cierto tramo por una serie de pequeños muros transversales o tirantes que sirven para dar mayor consistencia aún a la muralla. De ella se han exhumados unos 40 metros lineales aproximadamente, conservando 3,70 m de anchura y entre 40-50 cm. de altura. El muro exterior tiene una anchura de 1,80 m. Y el interior de 1 m; los muritos transversales miden 80 x 80 cm.

Ésta se construye directamente sobre el nivel geológico con grandes mampuestos trabados con arcilla que hace las veces de mortero. La primera hilada del muro exterior esta formada por piedras de grandes proporciones, son ciclópeas y la obra en conjunto nos habla de la cantidad de trabajo invertido y la fuerza física gastada en la construcción de la misma. Son piedras que proceden de la costa y que fueron trasladadas en barcazas y carros hasta la cima del cerro.
Se trata de una construcción que sigue un esquema oriental, similar a las ciudades orientales como Beersheva, Jericó, etc., y las peninsulares de Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz) Málaga, La Fonteta (Alicante), Tejada la Vieja (Escacena del Campo, Huelva).
Esta fortificación rodea todas las estancias halladas, lo que indica que el yacimiento se extendía desde la muralla excavada, por la cima del cerro y posiblemente por la ladera próxima a río Iro. Las características estratégicas del asentamiento son incuestionables, más aún si tenemos en cuenta la orografía del lugar.Desde la muralla en dirección Sur existiría una fuerte pendiente que evitaría el acceso a cualquier enemigo sin ser visto.

La edificación de la muralla sufrió varias reformas a lo,largo del tiempo, esto se aprecia en la utilización de otro tipo de aparejo y en que las piedras son de otra naturaleza.

2.- Hacia el recinto interior de la muralla se localizaron una serie de espacios rectangulares pertenecientes a viviendas y recintos domésticos de mediano tamaño que en ocasiones se adosan a esta. Los muros están fabricados con pequeños mampuestos irregulares trabados con arcilla. Sobre las hiladas de dichos mampuestos se colocan a veces bloques de adobe de gran tamaño.


Los pavimentos de estas habitaciones se conservan en gran medida. La mayoría están formados con nódulos de barro y cal, formando algo parecido al opus púnico, aunque también se fabrican con arcilla roja, y otras con pequeños cantos rodados.

Sobre los suelos aparecieron manchas de adobe de diferentes colores (rojo, amarillo, verdosos) y restos de cal, que se interpretaron como restos de las paredes deshechas sobre los mismos.Por comparación con otros yacimientos conocemos que los techos se construían con materiales perecederos, es decir, con materia vegetal, como ramas, juncos, eneas, etc.

Los muros de las viviendas al igual que ocurre con la muralla se introducen por debajo de las calles contiguas. Algunos de estos muros conservan hasta casi un metro de altura y se observan habitaciones incluso con sus pavimentos en los perfiles de la excavación.
Dentro de los recintos habitacionales se detectaron restos de lo que fue un horno de pan o tortas de trigo, consistente en una estructura abovedada de arcilla de aproximadamente un metro de diámetro, según un modelo usual en oriente, junto a un gran recipiente del tipo pithoi especie de tinaja que quizás contenía agua, decorado con motivos orientales nos hacen pensar en un recinto dedicado a la elaboración de este tipo de este tipo de productos. Próximo al a otro recinto cuadrangular situado entre muros de mampostería que conserva algunas piedras quemadas y en el centro de una pira formada por piedras quemadas junto a carbones y cenizas, localizamos lo que hemos interpretado como un horno para asar carnes y pescado, junto al que aparecen otras dos tinajas de menor tamaño, que pudieron contener aceite y otros elementos para condimentar. Pensamos que se trataba de una zona de usos comunes para la fabricación de alimentos.


Entre los objetos recuperados en el interior de las viviendas tenemos gran cantidad de fragmentos cerámicos que nos permiten conocer como eran los utensilios y las vajillas utilizadas.Atendiendo a la manera según han sido fabricados los recipientes cerámicos pueden ser clasificados en dos: a mano y con hornos de cocción reductora y a torno con hornos de cocción oxidante.Los fabricados a mano se adscriben culturalmente a las comunidades del Bronce Final que habitaban estas tierras a la llegada de los fenicios, llamados Tartesios, se trata de recipientes más toscos y rudimentarios. Entre ellos podemos citar:

A.- Formas abiertas: cuencos en forma de esféricos: borde simple, borde engrosado al interior y borde exvasado; cuencos carenados con borde exvasado al exterior o cazuelas, que aparecen en ocasiones bruñidos tanto el interior como en el exterior y a veces con decoración de retícula bruñida, soportes; soportes: forma frecuente en los poblados del Bronce Final.

B.- Formas cerradas: Ollas: Con decoración impresa; Orzas: Grandes contenedores de tipo tinaja. Las paredes del recipiente aparecen normalmente sin tratar presentando un aspecto tosco. Normalmente se usaban para contener líquidos.
Entre las cerámicas fabricadas a torno, es decir, según la tecnología utilizada por los fenicios, y que aprendieron las poblaciones autóctonas, tenemos:

A.- Formas abiertas: De engobe rojo: Platos, páteras, cuencos hemiesféricos, cuencos-trípode y lucernas: de uno y dos picos. Pintada a bandas: Cuencos con superficies cubiertas por engobe brillante de color ocre y a la altura del borde una decoración a bandas rojas  y negra. Cerámica gris con superficies bruñidas y decoración bruñida que imita la cerámica autóctona, cuencos carenados, cuencos hemiesféricos.

B.- Formas cerradas: De engobe rojo: Oinocoes de boca de seta y trilobuladas, jarritas.Pintadas:Urnas de Cruz del Negro, Pithos, ánforas. Ánforas de saco o R1.

Los restos constructivos hallados permiten hablar de un concepto de la construcción y del urbanismo muy avanzado para la época de la que hablamos. Las técnicas empleadas, la racionalización y ordenación del espacio, así como la clara funcionalidad de alguno de los elementos (canalizaciones) nos hablan de la existencia de una ciudad en toda regla.

Este asentamiento de época fenicia se encuentra en un lugar claramente estratégico y sigue fielmente los patrones de asentamiento fenicio: junto a la costa, en las proximidades de un río y sobre un promontorio.


De todo lo excavado se desprende que el poblado se extendía por la ladera noreste del cerro, orientado hacia el río Iro, ya que se ha escavado el límite del mismo, sin hallar restos del sentamiento más allá de la muralla. De la antigüedad del poblamiento en Chiclana nos habla el mismo hidrónimo, Iro, de raíz indoeuropea  y cuyo significado es "el río". La importancia que el río tuvo que tener como vía de comunicación hacia el interior, hasta las proximidades de Medina Sidonia, está más que probada.

Mucho ha debido de cambiar el paisaje que vieron los fenicios, pues las transformaciones paisajisticas y medioambientales en esta zona han sido importantes.Una línea de costa diferente a la que vemos hoy, situada más al interior y una gran bahía en la que desembocaría el río, no muy lejos de donde se sitúa el cerro del Castillo, hoy cegada por los aportes de este río y ocupada por marismas, esteros y caños.

El hecho de que justo en la desembocadura del río se sitúe el templo de Melkart es una razón más para imaginar que los fenicios siguieron su curso hasta llegar al cerro del Castillo e incluso más allá. U río como el Iro que debió tener un amplio cauce permitió a las naves tartesias, fenicias y romanas navegar hacia el interior y varar sus naves en algún junto a dicho río.



Siglos después se asentaron en él los romanos. Fue entonces cuando se rellenó la gran pendiente natural del cerro con gran cantidad de restos cerámicos, sobre todo, ánforas, hasta crear una suave ladera. En el lugar se estableció un alfar, del que hasta el momento se ha excavado un horno de pequeñas proporciones, utilizado para fabricar tapaderas o recipientes pequeños.

Posteriormente en época medieval el mismo lugar fue habitado durante siglos XII, XIII, XIV d.C.Prueba de ello es la existencia de unos grandes silos que fueron utilizados para guardar grano, además de algunas piezas de molino y de gran cantidad de recipientes cerámicos. En 1303, la Corona concedió a Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, el señorío de Chiclana, que fue protegido desde entonces con un castillo, construido en este mismo cerro. Los cimientos de la torre deban encontrarse en la cima, bajo el Colegio El Castillo, o en sus inmediaciones y asentado sobre la ciudad fenicia.
Para finalizar, cabe señalar que el último uso que se dio al lugar fue el de campo santo, desde que en el siglo XV se construyera en las proximidades la iglesia de San Martín, que fue donada a la cofradía del mismo nombre cuya función era asistencial, poseyendo un hospital junto a dicha iglesia.

Para un estudio más amplio podéis consultar en internet la Revista de Prehistoria y Arqueología  de la Universidad de Sevilla nº 17 de 2008 "Un nuevo enclave fenicio descubierto en la bahía de Cádiz: El cerro del Castillo, Chiclana".

Por Juan Antonio Cerpa Niño

Arqueólogos descubren unos astilleros de los "Pueblos del Mar" de hace 3.200 años en Turquía


El hallazgo se realizó en la pequeña isla de Dana, situada a unos 2 kilómetros de la costa sur de Turquía y al norte de Chipre, por un equipo del Departamento de Arqueología Submarina de la Universidad de Selçuk. Según el responsable de la investigación Hakan Öniz, los trabajos comenzaron en 2015 a lo largo de la costa de Mersin, en busca de artefactos arqueológicos. Lo que encontraron fue el astillero más grande de la Antigüedad descubierto hasta el momento, que han datado aproximadamente en el 1200 a.C., durante la tardía Edad del Bronce.


Las dimensiones del astillero sorprendieron a los arqueólogos, que calculan que podría haber albergado la construcción simultánea de hasta 270 barcos, lo que lo convierte en único en el mundo antiguo.



Respecto a quien pudo construirlo, la hipótesis que barajan es que sería obra de los misteriosos Pueblos del Mar, un grupo de pueblos que aparecen en la historia alrededor de las mismas fechas, hacia el 1200 a.C. atacando Egipto durante el reinado de Ramsés III. Algunas teorías los relacionan con el fin de la civilización micénica y del Imperio Hitita a finales del siglo XIII a.C., dando comienzo a lo que se conoce como la Edad Oscura.


Se basan en la etimología del nombre de la isla a la que identifican con la antigua Denyen o Danuna, el hogar de los denyen, uno de los Pueblos del Mar, de los que apenas se conocen datos salvo por ser mencionados en las Cartas de Amarna egipcias, y que han sido identificados con el pueblo de Adana en Cilicia, contemporáneos del tardío imperio hitita. Precisamente la región frente a la cual se halla la isla.


Según las fuentes antiguas durante el siglo XIII a.C. pudo producirse en la zona una gran hambruna, resultado de un gran terremoto o una epidemia, lo que obligó a los Pueblos del Mar a atacar Egipto en busca de grano. Ramses III los habría vencido e incluso perseguido hasta la isla, destruyéndola.


Sin embargo el lugar siguió funcionando como astillero en los siglos siguientes, como se deduce del hecho de que durante el siglo VI a.C. el rey babilonio Neriglisar afirma haberla atacado, mencionándola ya con el nombre Pitusu (origen del posterior Pithyussa latino), y encontrando una resistencia de 6.000 hombres.


La isla está deshabitada desde hace 800 años y el gobierno turco actualmente prohibe cualquier tipo de edificación o restauración. Entre los restos que alberga se encuentran iglesias, tumbas, casas, acueductos y baños, principalmente de época romana.




Fuentes: Guillermo Carvajal/La Brújula Verde | Hürriyet | Daily News, 21 de octubre de 2016

Los primeros seres humanos utilizaron técnicas de calentamiento innovadoras para hacer herramientas líticas

Foto: artefactos de silcrete con tratamiento térmico realizados por el Homo sapiens en el refugio de Klipdrift, Sudáfrica.

Los seres humanos que vivieron en Sudáfrica en la Edad de Piedra Media utilizaron técnicas de calentamiento muy avanzadas que mejoraron las condiciones de vida en la época.
De acuerdo con un nuevo estudio publicado en la revista de acceso abierto PLoS ONE, hace 65.000 años aquellos antepasados calentaron deliberadamente silcrete, una roca dura local, de grano fino, utilizada en la fabricación de herramientas de piedra, de modo que que podrían obtener más fácilmente cuchillas del material del núcleo.

Estas cuchillas fueron talladas en forma de media luna y se colocaron en las cabezas de flecha. Esta época, conocida como el Howiesons Poort, registra la primera evidencia conocida para el uso del arco y la flecha.

"Esta es la primera vez en cualquier lugar conocido que se utilizaron arcos y flechas. Esto habría tenido un efecto importante en las prácticas de caza ya que lanzas y arcos y flechas podrían ser utilizadas para cazar animales", dice el profesor Christopher Henshilwood (izquierda), de la Universidad de Bergen.

Él y la arqueóloga postdoctoral Karen van Niekerk (derecha), del Departamento de Arqueología, Historia, estudios culturales y la religión en la Universidad de Bergen (UIB), en Noruega, son algunos de los co-autores del estudio.

El tratamiento térmico permitió a los primeros seres humanos producir herramientas más duras, la primera evidencia de una tecnología transformadora. Sin embargo, la función exacta de este importante desarrollo en el repertorio tecnológico de la Edad de Piedra Media no estaba previamente clara.

El equipo de arqueólogos utilizó un enfoque novedoso no destructivo para analizar la técnica de calentamiento utilizado en la producción de artefactos a partir de silcrete en el refugio Klipdrift, un yacimiento recientemente descubierto de la Edad de Piedra Media ubicado en el sur de Sudáfrica, incluyendo muestras de silcrete comparables con y sin tratamiento térmico de 31 ubicaciones en todo el yacimiento.

Se necesita menos fuerza para separar una lasca después del tratamiento térmico, lo que da como resultado un mejor control y precisión durante la percusión.

"Hemos demostrado que más del 90 por ciento del silcrete utilizado para la producción de cuchillas había sido calentado intencionadamente", dice Henshilwood.

"El calentamiento se aplicó, no al azar, en una etapa temprana de la explotación del núcleo y, a veces fue precedido por una etapa inicial de talla. Como consecuencia, toda la cadena operativa, desde la preparación del núcleo a la hoja de producción y fabricación de herramientas, se benefició de las ventajas del proceso de calentamiento", explica van Niekerk.

Por tanto, el efecto de endurecimiento, mediante la etapa de calentamiento, habría impactado en todas las etapas posteriores de la producción y uso de herramientas de silcrete.

Los autores sugieren que el tratamiento térmico del silcrete en el refugio Klipdrift puede proporcionar la primera evidencia directa del uso intencional y extenso de fuego aplicada a toda una cadena de producción lítica. Junto con otras actividades basadas en el fuego, el tratamiento térmico intencional era un activo importante para el ser humano de la Edad de Piedra Media en el sur de África, y no ha conocido equivalentes contemporáneos en otros lugares.


"Las ventajas del proceso de calentamiento son múltiples: mediante la reducción de tenacidad a la fractura del material, y el aumento de su dureza, se necesita menos fuerza para separar las cuchillas después del tratamiento térmico, lo que resulta en un mejor control", afirma.
"Las fracturas inducidas por el calor que hemos observado son indicativas de un proceso de calentamiento rápido utilizando fuegos al aire libre, una hipótesis que se ve reforzada por la presencia de residuos de temple, depositados a través del contacto directo del material calentado con brasas", dice van Niekerk.

"Este proceso de calentamiento marca el surgimiento de la ingeniería de fuego como respuesta a una variedad de necesidades que trascienden en gran medida las necesidades de subsistencia básica de los homínidos, aunque no se requieren conocimientos técnicos muy especializados y es probable que se llevara a cabo como parte de las actividades domésticas en el lugar", dice Henshilwood.