En busca de la antigua Caraca

La confirmación la ha puesto un georradar 3D, una nueva tecnología al servicio de la ciencia que ha permitido demostrar que a menos de un metro de profundidad hay muros que diseñan el perfil de una ciudad romana (en trazo rojo).

Siempre se ha sabido que cerca de Driebes hubo un asentamiento romano. Había señales por todas partes, restos de cerámica y piedra salían en cuanto se hacían las labores del campo, grandes sillares hablaban de importantes construcciones… Pero todo eran hipótesis. Todo cambió hace unos días. Las nuevas tecnologías han permitido que se confirme lo que desde hace 35 años era la opinión general entre los expertos, Caraca estaba en Driebes. Su presencia en nuestra historia era tan evidente que a ella debemos que uno de los gentilicios empleados para los vecinos de Guadalajara es el de caracense.

Guadalajara siempre ha sido una provincia huérfana de ciudades romanas. Mientras las provincias que la rodean, Cuenca, Madrid, Soria… han podido descubrir el legado dejado por los romanos, Guadalajara se ha mantenido al margen. Sólo pequeños hallazgos. Indicios de algo que nunca se concretaba. Hasta ahora.

El trabajo realizado por un grupo de expertos dirigido por Emilio Gamo y Javier Fernández, ambos profesores de la UNED, ha permitido confirmar lo que se sospechaba: que en las cercanías de Driebes se hallaba enterrada la ciudad romana de Caraca. Un total de 6.000 euros, conseguidos gracias al apoyo de la Junta de Comunidades, el Ayuntamiento de Driebes y la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara, han dado un giro a la vacía historia romana de la provincia.

Hace 35 años, Juan Manuel Abascal (en la fotografía) actual catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Alicante, y Jorge Sánchez-La Fuente ya realizaron algunas publicaciones señalando que en el Cerro de la Virgen de la Muela tenía que estar esa ciudad. En los círculos de historiadores se sospechaba de la existencia de Caraca en Guadalajara. Indicios había por todas partes: grandes sillares, restos de cerámica, restos de hierro… eso y sus conocimientos de historia antigua, les sirvieron para plantear esa hipótesis.

Primeros indicios

La primera prueba de que era una zona de gran valor arqueológico se obtuvo en 1945. Durante la construcción del canal de Estremera se encontró un tesorillo romano formado por casi 1500 piezas que fue datado a finales del siglo III antes de Cristo y que ahora se expone en el Museo Arqueológico Nacional.

Los textos de Plutarco también dieron pistas. En ellos se menciona una ciudad llamada Caraca, situada entre Alcalá de Henares y Segóbriga. Y Juan Manuel Abascal, y Jorge Sánchez-La Fuente se pusieron a buscarla. Usaron sus conocimientos de historia antigua y echaron cuentas. Sabían que en la época romana la forma de viajar era lenta y se calcula que la distancia habitual que se recorría en una jornada a caballo era de 25 kilómetros. Por eso cada 25 kilómetros aproximadamente existía una zona de descanso, llamada mansión. Sabían también que hubo una zona de descanso llamada Caraca. Eso, unido a lo reflejado en los textos antiguos, llevaron a Juan Manuel Abascal a hacer cálculos. “Yo en el año 80 hice un cálculo de distancias. Había que buscar un emplazamiento en el sur de Guadalajara y de todos los lugares posibles que recorrí en esa época me pareció que éste era el que tenía mejores condiciones físicas, que las distancias encajaban muy bien y que reunía las condiciones para ser esta ciudad - señala el historiador- Pero no pasaba de ser una idea. Es verdad que había materiales en superficie, que había restos arqueológicos suficientes… pero era sólo una propuesta que ahora ha tenido confirmación”.

La confirmación con el Georadar

La confirmación la ha puesto un georradar 3D, una nueva tecnología al servicio de la ciencia que ha permitido demostrar que a menos de un metro de profundidad hay muros que diseñan el perfil de una ciudad romana. La exploración se ha realizado sólo en una hectárea de terreno pero lo que el georradar muestra es que debajo hay varias manzanas de viviendas, el diseño habitual de las calles principales en Roma y el indicio de importantes edificios como el foro, las termas o el mercado. Incluso es posible que la ermita de la Virgen de la Muela, que se construyó en el siglo XVI, esté levantada sobre los restos de un antiguo templo ubicado en el yacimiento.

Con todo ello ya se ha diseñado un plano que se dará a conocer en tan sólo unos días. Para Juan Manuel Abascal- la noticia no ha podido ser mejor. “Esta es la evidencia física de que la tecnología moderna -afirma- cuando se aplica en el mundo de la arqueología, produce descubrimientos extraordinarios”.

Dos ciudades llamadas Caraca

La búsqueda de la ciudad siempre ha estado rodeada de dudas. En los textos antiguos escritos por Plutarco se pueden encontrar dos referencias importantes a esta ciudad. Una de ellas está en Driebes, pero hay otra Caraca que aún está por descubrir. Y es que según Juan Manuel Abascal, no hay una sino dos ciudades llamadas Caraca. “Que haya dos ciudades con el mismo nombre es corriente en la época romana. Por ejemplo hay dos Segovia, una es la que conocemos mientras que había otra en Andalucía. Era muy habitual”.
Los textos de Plutarco hablan de una población situada en un camino intermedio en la vía romana que unía Cumplutum y Cartago Nova. Se sabe que ahí estaba establecida una de esas mansiones, una parada de descanso para los viandantes donde después de la jornada, se podía cenar, pernoctar y cambiar las caballerías. “Esas mansiones no son hoteles. Son de una austeridad que hoy en día nos parecería escandalosa, era un sitio con un camastro y un pesebre, pero lo habitual es que estos puntos de descanso estuvieran unidos a ciudades, es decir, lo más fácil es que este punto de descanso coincida con un lugar donde se pueda comprar un nuevo caballo o se pueda disponer de comodidades como unas termas para lavarse, un templo… y este sería el caso de Caraca”, explica Juan Manuel Abascal.

Y así alrededor de esa mansión habría ido creciendo la Caraca de Driebes

Pero Plutarco habla de Caraca en otro texto y recoge cómo Sertorio consiguió conquistar esa ciudad. Los pobladores de la zona, a los que llama indígenas, vivían en cuevas y los romanos no conseguían doblegarles; finalmente un día que hacía mucho viento, a Sertorio se le ocurrió levantar una nube de polvo con los caballos, el polvo entró en las cuevas y los indígenas se vieron obligados a salir de ellas con lo que conquistaron la población.

Esa descripción es lo que ha estado despistando durante años a los historiadores que buscaban Caraca. “Por ese texto sabíamos- prosigue Juan Manuel Abascal- que sus habitantes vivían en unas cuevas en altura. Por eso al buscar el emplazamiento de Caraca se buscaba un farallón rocoso donde hubiera oquedades donde pudiera vivir gente, pero es evidente que eso no estaba en Driebes… Pero tampoco lo hemos encontrado en las cercanías, y por ello desde hace muchos años pensamos que hubo dos ciudades Caraca, una que está donde se han hecho ahora los descubrimientos, y otra que está mucho más al norte, incluso más allá de Guadalajara, y que sería la que se corresponde con la conquista de Sertorio. Emilio Gamo, cree que podría ubicarse en la muela de Taracena, o en el límite de la provincia entre Guadalajara y Soria,…Hay muchas hipótesis”.

De momento sólo se ha podido explorar una hectárea de terreno pero los investigadores creen que la ciudad podría tener una extensión de 12 hectáreas. Entre los hallazgos se encuentran también los restos de un acueducto, las primeras impresiones es que por su tamaño podría haber abastecido a una ciudad de entre 1800 y 2000 personas.


¿Similar a Segóbriga?


No es sencillo saber de momento la importancia de la ciudad. “No es fácil establecer comparaciones. Sabemos que es un municipio romano con unas 1.800 personas, y que el acueducto es muy similar al de Segóbriga. Las primeras impresiones son que sería una ciudad similar a las encontradas en ese tramo como Ercávica, Segóbrica o Complutum, pero es algo que hay que confirmar”, afirma Jorge Fernández

Una opinión similar tiene Juan Manuel Abascal: “Hacer comparaciones tiene muchos riesgos hasta que se tienen las evidencias arqueológicas, pero, en principio, los datos que yo conozco apuntan a que se trata de una ciudad muy grande con un urbanismo muy regular y eso, evidentemente, significa que estamos ante una ciudad de un cierto porte. En el mundo antiguo la importancia de una ciudad depende de su actividad económica, de su posición estratégica, de su cercanía a los ríos, en este caso el río Tajo, su posición en vías de comunicación, si tiene materias primas que comercializar…, son circunstancias que no se pueden valorar hasta que se empiece a excavar, pero la superficie en sí misma ya dice que es una ciudad muy importante”.

Un polo de atracción turística

Tras el hallazgo se trabaja con gran interés por lleva a cabo las excavaciones porque los historiadores quieren sacar a la luz lo que el georradar ha esbozado. “Lo deseable es que los restos de la ciudad pudieran ser visitables y que se convirtieran en un polo de atracción turística, pero eso es algo que se conseguirá a medio y largo plazo y estaríamos hablando de 10 ó 20 años”, señala Jorge Fernández. El ayuntamiento de Driebes está muy interesado en el proyecto y responsables de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, que ya conocen los resultados, quedaron- según Javier Fernández Ortea- muy sorprendidos con el hallazgo. De hecho ya se está preparando un plan de empleo para empezar los trabajos.

Juan Manuel Abascal también considera vital documentar con una excavación el hallazgo: “Yo creo que es muy interesante. Primero desde el punto de vista arqueológico e histórico porque ayudará a conocer algo de la presencia de los romanos en Guadalajara, pero también lo es desde el punto de vista cultural y económico. Desde luego la vitalidad económica que puede aportar un proyecto así será de gran trascendencia para la comarca de Driebes”.



Fuente: guadalajaradiario.es| 28 de febrero de 2017

La fotografía aérea que detecta sin excavaciones el anfiteatro romano de Torreparedones

Zona en que se percibe dónde está el anfiteatro, al oeste de la ciudad - ABC

¿Un hallazgo arqueológico sin necesidad de excavar en la tierra? ¿Conocer con exactitud lo que hay sin tocar el suelo? Lo han conseguido investigadores de las Universidades de Córdoba y Granada en el parque arqueológico de Torreparedones. Su voluntad era encontrar algo que tenía que existir en una ciudad importante: el anfiteatro. A través de la fotografía aérea y el georradar han conseguido encontrar el lugar donde estuvo.

Antonio Monterroso (izquierda), de la Universidad de Córdoba, explicó que para lograrlo en primer lugar se intentó interpretar dónde estaría. En las ciudades romanas, se sitúa en un extremo, «porque quien iba a ellos era gente de la peor calaña». Allí se ofrecían espectáculos de peleas entre hombres y fieras. Se partió de las fotografías aéreas que distintos institutos públicos españoles tienen de la zona y se encontró, al analizar el terreno, una zona de distinta densidad y composición que las demás. Un óvalo perfecto.
Una vez que se sospechaba que podía estar allí, se siguieron haciendo pruebas y combinando distintos análisis, y los resultados confirmaron que había estructuras. Antonio Monterroso explicó que está situada al oeste de la ciudad, y existe incluso una calle que comunica la puerta con el anfiteatro, que mediría unos 64 metros del eje menor por 70 del mayor.
El modelo sería el anfiteatro de Segorbe que, como este, corta una ladera. Según Monterroso, se pudo construir entre el año 95 y el 120, poco después del de Córdoba, situado también al oeste de la ciudad, tras lo que ahora es el Rectorado de la Universidad.

El paraje está en el término municipal de Castro del Río, a diferencia de la ciudad, que se sitúa en Baena, y el alcalde, José Luis Caravaca, aseguró que el propietario de los terrenos está en buena disposición para venderlos a la Administración. A partir de entonces, se buscarían vías de financiación para la excavación de estos restos arqueológicos.

Fuente: ABC.es | 23 de febrero de 2017

Descubren nuevas evidencias sobre la dieta del Homo antecessor de Atapuerca

El Homo antecessor, una especie que habitó la península ibérica hace unos 800.000 años, habría tenido un patrón alimentario mecánicamente más exigente que el de otras especies de homininos de Europa y el continente africano. Este patrón único, que se caracterizaría por el consumo de alimentos duros y abrasivos, podría explicarse por las diferencias en el procesamiento de los alimentos en un entorno muy exigente con fluctuaciones en el clima y en los recursos alimentarios, según un estudio publicado por la revista Scientific Reports y coliderado por un equipo de la Universidad de Alicante, la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona y el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES).

En la nueva investigación, que revela por primera vez las evidencias sobre la dieta de estos homininos a partir del estudio de las trazas microscópicas que dejan los alimentos en el esmalte dental, han participado los investigadores del equipo de Alejandro Pérez-Pérez, formado por los doctores Ferran Estebaranz, Laura Martínez y Beatriz Pinilla (UB), Marina Lozano (IPHES), Alejandro Romero (Universidad de Alicante), Jordi Galbany (Universidad George Washington), y los codirectores del yacimiento de Atapuerca, José María Bermúdez de Castro (Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, CENIEH), Eudald Carbonell (IPHES) y Juan Luis Arsuaga (Universidad Complutense de Madrid).

Hasta la realización de esta investigación, la dieta de los homininos del Pleistoceno inferior europeo de Atapuerca (Burgos, España), uno de nuestros antepasados más remotos, se ha inferido a partir de los restos de animales encontrados en los mismos niveles en los que se hallaron los restos humanos: una gran variedad de mamíferos de gran tamaño e incluso tortugas. También se ha sugerido la presencia de indicios de canibalismo en algunos de estos fósiles.

Alimentos que dejan huella en el esmalte
El estudio se basa en el análisis del patrón de microestriación bucal de los fósiles de la Sima del Elefante y de la Gran Dolina del yacimiento de Atapuerca. Las microestrías examinadas son pequeñas marcas en la cara lateral externa de los dientes, cuya densidad y longitud dependen del tipo de alimentos masticados. "La utilidad de esta metodología se ha confirmado con el estudio de los patrones de microestriación de poblaciones actuales, tanto de cazadores-recolectores como agrícolas, la cual ha demostrado que distintos patrones alimentarios se correlacionan con patrones de microestriación específicos en la zona vestibular de la corona dental", explica el profesor Alejandro Pérez-Pérez (izquierda, en primer término) de la Sección de Zoología y Antropología Biológica del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB.

En el nuevo trabajo, los fósiles de Atapuerca se han comparado con muestras de otras poblaciones del Pleistoceno inferior: con fósiles de Homo ergaster de África, ancestro de todos los europeos y con una antigüedad de 1,8 millones de años; de Homo heidelbergensis, que aparece hace más de 500.000 años en Europa y perdura al menos hasta hace 200.000 años, y por último, con fósiles de Homo neanderthalensis de la península ibérica, que vivió hace entre 200.000 y 40.000 años.

Más densidad de estrías en el Homo antecessor

Los resultados del estudio muestran que los dientes del Homo antecessor tienen más densidad de microestrías que el resto de especies analizadas. «Nuestros hallazgos no nos permiten decir exactamente qué alimentos ingerían, ya que el material abrasivo que provoca las marcas en los dientes puede tener distintos orígenes; pero sí nos permiten señalar que el 'Homo antecessor' tendría una alimentación basada en gran medida en alimentos duros y abrasivos, como por ejemplo vegetales que contengan fitolitos (partículas de sílice producidas por los vegetales que son tan duras como el esmalte), tubérculos con restos de partículas de tierra, colágeno o tejido conectivo y hueso o carne cruda», explica el investigador.

Los investigadores sugieren que las diferencias en el patrón de microestriación entre los restos de la Gran Dolina y las muestras comparadas podrían reflejar variaciones culturales en la forma de procesar los alimentos. «La recolección y la caza es consistente con el patrón de desgaste dental altamente abrasivo que hemos encontrado, pero es muy difícil pensar que el alimento disponible en la zona de Atapuerca fuera muy diferente del disponible para otros homininos también cazadores-recolectores. Por tanto, serían las distintas maneras de procesar el alimento las que darían lugar a estas diferencias en los patrones de microestriación dental. Es decir, obtenían, procesaban y consumían el alimento de forma diferente», explica Alejandro Pérez-Pérez, que lidera un equipo que también ha aplicado esta metodología al estudio de la alimentación de los homininos del Pleistoceno del este de África, incluyendo también las especies Paranthropus boisei y Homo habilis.

Una industria lítica más primitiva

Este patrón de gran abrasividad de los dientes detectado en la Gran Dolina contrasta con lo que se ha observado en las especies comparadas en el estudio. «A diferencia de las del Homo neanderthalensis, que tenía una industria lítica más avanzada (denominada Modo 3 o Musteriense), las herramientas que se han encontrado en el entorno del 'Homo antecessor' son primitivas (Modo 1). Estos materiales no facilitarían el procesamiento de los alimentos, como también sugieren las evidencias que indican que utilizaban los dientes para masticar los huesos. Además —continúa el investigador— la falta de evidencias de uso del fuego en Atapuerca apunta a que seguramente se lo comían todo crudo —tanto alimentos vegetales como carne, tendones o pieles—, lo que causaba un mayor desgaste dental».

Para los investigadores, una dieta con un elevado consumo de carne podría tener implicaciones evolutivas. «La carne en la dieta podría haber contribuido a ganar la energía necesaria para sostener un cerebro grande como el del 'Homo antecessor', con un volumen cerebral de aproximadamente 1.000 centímetros cúbicos en comparación con los 764 del Homo ergaster; pero también representaría una fuente de alimento importante en un ambiente altamente exigente donde los alimentos preferidos, como frutas maduras y vegetales tiernos, fluctuarían estacionalmente», concluye el investigador.

La investigación realizada contribuye significativamente a mejorar el conocimiento de las adaptaciones alimentarias de nuestros ancestros y evidencia la importancia de los factores ecológicos y culturales que han condicionado nuestra evolución biológica.


Ver el vídeo aquí!

Fuente: web.ua.es | 27 de febrero de 2017

Investigaciones del Museu d’Arqueologia de Catalunya afirman que la ciudadela ibérica de Ullastret tenía una hermana gemela

Ullastret son dos. Las últimas investigaciones del Museu d’Arqueologia de Catalunya acaban de concluir que la ciudadela ibérica de Ullastret tenía una hermana gemela. Una auténtica ciudad, bien planificada y amurallada, de la misma época y, más sorprendente aún, a apenas 300 metros de distancia, en la llamada Illa d’en Reixac. En pleno corazón del Empordà. ¿Explicación? No hay, por ahora.

El lugar se llama Illa y no hay ninguna isla, pero la toponimia nunca es inocente. El yacimiento ocupa lo que siempre, hasta hace apenas un siglo, estuvo rodeado de agua. Toda esta zona eran lagunas y marismas y hoy son campos de cultivo.

Hasta ahora se sabía que en esta zona cercana al yacimiento de Ullastret –se ve desde la colina que ocupa, el Turó de Sant Andreu– había restos de época ibérica; la zona se había excavado desde 1947 y se habían detectado restos de construcciones. Había un yacimiento de unos 3.000 m2, una porción de muralla incluso. Lo que se ignoraba, y que ahora sorprende a los arqueólogos, es que la ciudad que hubo allí a partir de hace 2.500 años es quince veces mayor: una verdadera ciudad de 50.000 m2. Todo el terreno ha sido “radiografiado” mediante diversos sistemas de detección subterránea y ha aparecido la imagen de lo que existe ahí debajo. Una nueva ciudad fascinante y también un reto arqueológico, aunque por ahora no estén previstas nuevas actuaciones. El terreno es público.

De manera que Ullastret era una dípolis, una ciudad con dos cabezas. “Siempre habíamos pensado que la Illa d’en Reixac era menos importante y ahora vemos que no, tenemos dos Ullastret”, valora Gabriel de Prado (izquierda), director del yacimiento y uno de los descubridores de la ciudad enterrada. La nueva aparición es una urbe altamente poblada, estructurada alrededor de una calle principal y ramificaciones diversas hacia el perímetro, completamente rodeado de una muralla; se sospecha que aquella muralla debía llegar hasta el límite de la islita, aunque quizá hubo una especie de camino de ronda alrededor.
Dentro del perímetro urbano han aparecido tres edificios de gran tamaño, que sugieren la existencia de una aristocracia, o unas élites gobernativas, y también hay minipisos de 20 o 30 m2, con toda seguridad para las clases trabajadoras.

Además de la densidad del terreno, los sistemas de detección desvelan dónde hubo focos de calor, de manera que se puede interpretar la ubicación de hornos u hogueras, cisternas, canalizaciones, restos animales, cerámicas... “Detectamos un horno que con toda seguridad fue de uso alimentario y no industrial, porque los íberos situaban las factorías fuera de las zonas habitadas”, explica Roger Sala (derecha), arqueólogo de la empresa SOT Prospecció Arqueològica, uno de los impulsores de la investigación.

“Además, vemos que aquí adaptan el terreno a sus necesidades, cuando normalmente los íberos adaptan sus ciudades el terreno”, apunta Sala. Esta segunda ciudad de Ullastret ocupaba un pequeño montículo, de unos diez metros de altura máxima, completamente rodeado de un lago. Una pasarela artificial de tierra de unos 160 metros de largo unía la ciudad (a través de una puerta en la muralla) con la otra orilla, justo donde debían empezar las primeras casas del actual yacimiento de Ullastret. Todo el terreno fue nivelado para poder cultivarlo, de manera que hoy resulta difícil imaginarlo como un lago. Para ello, el Museu d’Arqueologia creó una “película” en 3D en la que exhibe cómo debió ser esta zona.

La muralla que rodeaba la ciudad es uniforme, de alrededor de 3 metros de anchura; la del Turó de Sant Andreu es irregular: mucho más ancha en la parte más vulnerable (de hasta 12 metros entre muralla y foso) y más estrecha en los lados que dan a un barranco abrupto, por donde era más difícil recibir un ataque. Aunque los romanos conquistarían todo el territorio.


Los arqueólogos saben que Ullastret está habitado desde el siglo VII a.C. Se trata por entonces de poblados de la cultura del hierro, asentamientos de cabañas precarias y poco estructurados. Los orígenes de la ciudad ahora descubierta se sitúan hacia el 550 a.C., y sabemos que los griegos fundan Emporion en el 575 a.C: son contemporáneas. “No podemos decir que los griegos vienen a iluminar a los íberos, pero con toda seguridad hay una influencia en la planificación urbanística”, explica De Prado. Aunque algunas estructuras urbanas recuerdan a las de Grecia, en esta ciudad no aparece nada comparable a un ágora, el lugar de reunión pública de la antigua Grecia.

Estos resultados acaban de ser publicados en una monografía científica del Museu d’Arqueologia de Catalunya, que los presentó hace pocos días en una conferencia.

Lo curioso es que los dos asentamientos se desarrollan en paralelo, con grandes edificios de mando (de hasta 1.000 metros cuadrados) y minúsculas viviendas para la plebe en ambos lugares. Hay una diferencia: en la Illa d’en Reixac no aparecen (por ahora) espacios que parezcan destinados al culto religioso. “Pero es que aquella parte es una isla y tiene el espacio limitado”, apunta De Prado. La ciudad de la isla ocupa unas 5 hectáreas y la del Turó, unas 15. Se calcula, en base a diferentes parámetros, que en el siglo IV aC, momento de apogeo del lugar, podían vivir aquí unas 6.000 personas, 4.000 en la ciudad de la colina y 2.000 en la de la Illa. En este momento, los arqueólogos detectan algunas reformas urbanísticas, y que algunos edificios grandes se apropian de zonas de uso público.

No sabemos cómo se llamaba Ullastret, topónimo de origen posterior, medieval. La ciudad ibérica del Empordà aparece citada en textos de autores romanos como “la capital de los indiketas”. De Prado tiene una teoría acerca de la nomenclatura: “Algunos arqueólogos e historiadores no estarán de acuerdo, pero me aventuro a decir que seguramente Ullastret era Indika, porque este era el territorio de los indiketas o indigetas. Ausa era el de los ausetanos y Cesse o Kesse el de los cessetanos, de manera que si aplicamos la misma lógica, y dado el tamaño de esta ciudad, no podía ser otra cosa que su capital”.

Las fuentes documentales –autores como Rufus Festus Avienus, Ptolomeo o Estrabón– señalan que la capital de los indiketas estaba cerca de Emporion, y ahí radica la controversia. ¿Cerca? ¿Qué distancia es “cerca”? Ullastret y Empúries están a unos 25 kilómetros de distancia, lo que en aquella época debía ser una jornada entera de viaje. Pero no existe “cerca” de Empúries otro yacimiento (conocido) que pudiera corresponder a Indika.

No es extraño, en una civilización como la ibérica, cuya lengua no se ha conseguido descifrar, que se ignore el nombre o la ubicación del yacimiento. Ocurre con la capital de los cessetanos (el territorio que va del Garraf hasta el sur de Tarragona), cuya capital era Cesse, o Kisse, y se ignora a qué yacimiento corresponde; posiblemente estaba donde la actual Tarragona, y quedó en su subsuelo cuando los romanos fundan Tarraco. El momento es de gran importancia histórica, porque los íberos son la primera civilización propiamente dicha de la península. Cumplen tres requisitos: planifican el urbanismo de sus asentamientos, tienen escritura y se rigen mediante una estructura política y territorial. Siguen siendo, sin embargo, nuestros grandes desconocidos.


Una excavación sin excavación

El descubrimiento no procede en realidad de una excavación en el sentido tradicional del término, sino de un taller de trabajo. En el 2012, Ullastret acogió el 1st MAC International Workshop of Archaeological Geophysics, orientado a la formación de geofísicos y arqueólogos en técnicas de prospección aplicables a la arqueología: georadar, eléctrica, magnética y electromagnética. Bajo la dirección del Museu d’Arqueologia de Catalunya y la empresa SOT Prospecció Arqueològica, que dirige Roger Sala, intervinieron también expertos de las universidades de Barcelona y Gante y empresas de Francia, Estados Unidos, Alemania, Italia y Gran Bretaña. Todos ellos radiografiaron durante cuatro días la parcela donde se tenía constancia de viejos restos ibéricos.

La fusión e interpretación de todos los datos ha costado cuatro años. Había muchísima información a procesar y obtenida por sistemas y expertos de lugares diversos; el Museu d’Arqueologia de Catalunya y SOT Prospecció centralizaron la información.

Los datos se plasmaron en esa completa “radiografía”, sobre la que se ha hecho un amplio estudio interpretativo –130 páginas, editado sólo en inglés– sobre lo que esconde el subsuelo de la Illa d’en Reixac.


Fuente: lavanguardia.com | 26 de febrero de 2017

"Me pasé la vida arando sobre la ciudad romana de Caraca y sacando pedruscos"

Ángel Zorita, junto a una de las columnas que sacaron de Caraca. (Á. V.)

Corría el año 79 cuando los hermanos Ángel y Pedro Zorita les compraron a las monjas unos terrenos en el cerro de la Muela, coronados por una vieja ermita donde, dicen, se apareció un día la Virgen. La primera mañana que metieron el arado se dieron cuenta de que habían hecho un trato desastroso. "Era tierra muy mala, llena de vasijas y pedruscos. Empezamos a arar con vertederas y salían unos adoquines como esta mesa. Los teníamos que tirar por los costados del cerro para poder trabajar. Después ya decidimos meter el cultivador, que entra a menos profundidad".

Sembraron allí durante décadas, sobre todo cebada, hasta que se jubilaron y arrendaron al precio habitual de hoy en la zona: 30 euros anuales la hectárea. "Yo me acuerdo como volvían maldiciendo cada vez que se encontraban un pedrusco gordo. No les hacía ninguna gracia porque tenían que moverlo”, recuerda su hijo Roberto. De vez en cuando salía también alguna pieza aprovechable, como dos columnas que arrastraron hasta el pueblo y que hoy adornan la entrada de la llamada 'casa grande', en la calle principal junto a la vivienda familiar de los Zorita.

Las piedras que se iban encontrando eran, en realidad, trozos de vasijas, estuco y mosaicos romanos. Los más duros estaban formados por la escoria de hierro de una pequeña fundición. Los enormes bloques que los campesinos acumularon en las laderas del monte eran sillares, quizá del macellum (mercado), de las termas, el acueducto, o de las casas más nobles. Y las columnas seguramente formaron parte del Foro o los templos de Caraca, una ciudad de tamaño medio que aparece en las crónicas romanas, que pudo llegar a tener cerca de 1.800 habitantes y que durante décadas se estuvo intentando ubicar sin fortuna.

El alcalde de Driebes muestra un trozo de estuco decorado. (Á. V.)

Su localización exacta y sus dimensiones aproximadas han sido reveladas esta semana al público por un equipo liderado por dos jóvenes arqueólogos, Emilio Gamo y Javier Fernández, profesores de la UNED. Aunque quizá no cambie la historia de España como se ha llegado a decir, se trata de uno de los hallazgos arqueológicos en territorio español más importantes de los últimos años, un descubrimiento que da continuidad al trazado de la vía romana que comunicaba Complutum (actual Alcalá) y Carthago Nova (Cartagena). Y que ayuda a entender la estructura del Imperio Romano en el interior de la Península. Los resultados de la prospección geotécnica hacen presagiar, además, un magnífico estado de conservación.

El sembrado bajo el que se encuentra Caraca (cuya planta urbana se extiende, se cree, entre ocho y 12 hectáreas) es hoy un terreno irregular repleto de fragmentos de cerámica romana, algunos de terra sigilata, su versión noble. Tampoco es difícil plantar la bota sobre trocitos de estuco o tropezar con estructuras rectangulares que despuntan en el suelo. Según el estudio arqueológico, los restos estructurales de la ciudad empiezan a aparecer a menos de 40 centímetros bajo la superficie.
La Guardia Civil y el Seprona hacen estos días turnos de vigilancia por la zona por si la atención mediática de los últimos días atrae la atención de cazadores de tesoros, ya sean profesionales o espontáneos, un temor que también espanta a los arqueólogos. "Tenemos que ver cómo proteger esto de manera eficaz. Por ahora son operativos provisionales", comentan dos agentes mientras inspeccionan el terreno. Los delitos de patrimonio, recuerdan desde el ayuntamiento, pueden acarrear en la actualidad hasta penas de cárcel.

Bachiller muestra los restos de Caraca sacados por los agricultores. (Á. V.)

"Yo conozco a uno que encontró un casco de romano, le dieron un millón de pesetas y se compró un Lada Niva".

En la Plaza Mayor de Driebes se habla estos días mucho de Julio César, Marco Aurelio e historia romana. Y se hacen grandes planes para insuflar vida a un municipio que languidece y pierde población, como casi todos en el extremo sur de la provincia de Guadalajara, a pocos kilómetros de Madrid y Cuenca. Se discute dónde colocar el parking, el merendero y si tendría sentido habilitar un paseo turístico hasta las excavaciones por la vieja calzada romana o, quizá, por el lado donde se cree que se esconde el acueducto. Algunos fantasean ya con el diseño que tendrán las piezas de merchandising.

Los vecinos más ancianos, como Jesús Galisteo, dicen que el hallazgo no les coge por sorpresa. “Se ha sabido siempre que aquí había algo, aunque no estaba claro qué era porque salen cosas de muchas épocas. Durante muchos años venía aquí gente con detectores de metales. Yo conozco a uno que encontró un casco de romano, le dieron un millón y se compró un Lada Niva”, comenta.
Los mayores del pueblo aseguran que sus padres y abuelos hablaban de una cueva que acabó hundiéndose, que empezaba bajo el cerro y daba acceso a estructuras "con forma de casas". Hubo, incluso, una fiebre pequeña arqueológica que se desató sobre todo en la ribera del Tajo, alrededor del cerro. “Se llegó a montar un campamento de cazadores de tesoros y creo que alguno acabó detenido. Se llevaron de todo, pero en el pueblo no se le daba importancia”, dicen los vecinos.
Entre los coleccionistas e historiadores españoles, es conocida la riqueza arqueológica de la comarca desde que en 1945 apareció el llamado "tesorillo de Driebes" (derecha) durante la construcción de un canal: 13,8 kilogramos de lingotes, sortijas, torques, pesos… en su mayoría de plata, hoy en el Museo Arqueológico Nacional.
Aunque la mayoría de los saqueadores vienen de fuera, los vecinos del pueblo también se fueron encontrando objetos a lo largo de los años, sin caer en la cuenta de que estaban ante algo extraordinario. Es un secreto a voces que algunos aún conservan en sus casas monedas, vasijas, pendientes, e incluso una coraza romana. El concejal de Cultura, Javier Bachiller, dice que ahora todo el pueblo se ha volcado con el descubrimiento y que la mayoría están hoy dispuestos a poner lo que tienen a disposición de la causa.

Los vecinos de Driebes, comentando el hallazgo. (Á. V.)

Grandes planes para el pueblo

“Hay mucho entusiasmo porque, si al final se financian las excavaciones, traerán trabajo a la zona y se nos pondrá en el mapa. La gente que venga comerá y se alojará en el pueblo. ¡Estamos a una hora de Madrid y mira qué paraje! La única casa rural que hay la van a reformar y ya hay otras dos en proceso de abrirse”, dice. El alcalde, Pedro Rincón, tiene también las expectativas altas. “Queremos que vengan 15 o 20 personas a excavar”. Por el momento, ya han llamado al ayuntamiento una decena de estudiantes y amantes de la arqueología para prestarse voluntarios.

El estudio que ha permitido localizar Caraca fue costeado por una subvención de la Junta de Castilla-La Mancha, por el Ayuntamiento de Driebes y por donativos de la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara. Se gastaron 6.000 euros en total, dietas incluidas. Para la siguiente fase, para las excavaciones, hará falta bastante más dinero y todavía no está claro que vaya a conseguirse, a pesar de las expectativas que se han levantado. "Para confirmar las hipótesis planteadas, resulta necesario dar el siguiente paso. Nuestra intención es continuar este año los trabajos arqueológicos para conocer más detalles de este yacimiento excepcional para el conocimiento de la presencia romana en el interior de Hispania", subraya Gamo.

Imagen de los trabajos en la zona. (Proyecto Arqueológico Driebes).

La búsqueda de Caraca no siempre levantó tantas pasiones. Cuando los dos arqueólogos empezaron a aparecer por el pueblo a finales del año pasado, hubo quien miraba con desconfianza sus idas y venidas. Consiguieron sacar adelante el proyecto con el apoyo incondicional de Bachiller y la colaboración de arqueólogos, físicos y matemáticos que formaron parte del equipo multidisciplinar. Hoy llevan con pudor la fama repentina y piden a los medios de comunicación que no les enfoquen o fotografíen. También se preocupan por reivindicar a quienes vinieron antes que ellos, sobre todo los profesores Jorge Sánchez-Lafuente y Juan Manuel Abascal, que en los años ochenta ya hicieron prospecciones pero aún no contaban con la tecnología que ha permitido verificar el hallazgo.

Fuente: elconfidencial.com| 23 de febrero de 2017

La técnica del puntillismo de Van Gogh y Seurat tiene su origen hace 38.000 años

Un tesoro recién descubierto de 16 bloques de piedra caliza grabados y modificados de otra forma creados hace 38.000 años confirma los orígenes antiguos de las técnicas puntillistas adoptadas posteriormente por artistas de los siglos XIX y XX, como Georges Seurat, Vincent Van Gogh, Camille Pissarro y Roy Lichtenstein.

"Estamos muy familiarizados con las técnicas de estos artistas modernos", observa el antropólogo de la Universidad de Nueva York, Randall White, quien dirigió la excavación en el valle de Vézère, en Francia. "Pero ahora podemos confirmar que esta forma de creación de imágenes ya la estaba practicando la primera cultura humana europea, la Auriñaciense", añade.

El puntillismo, una técnica de pintura en la que se utilizan pequeños puntos para crear la ilusión de una imagen más grande, se desarrolló en la década de 1880. Sin embargo, los arqueólogos han encontrado pruebas del uso de esta técnica miles de años antes, que datan de hace más de 35.000 años, como se revela en la revista 'Quaternary International'.


Los descubrimientos de White y sus colegas --que incluyen imágenes de mamuts y caballos-- confirman que los auriñacienses, la primera cultura humana moderna de Europa, empleó una forma de puntillismo. Estos hallazgos añaden peso a descubrimientos previos aislados, como un rinoceronte, en la 'Grotte Chauvet', en Francia, formado por la aplicación de decenas de puntos pintados primero en la palma de la mano y luego transferidos a la pared de la cueva.

A principios de este año, el equipo de White informó sobre el descubrimiento de una imagen puntillista de 38.000 años de un aurochs o vaca silvestre, un hallazgo que indica que se trata de algunas de las imágenes gráficas conocidas más tempranas encontradas en Eurasia Occidental y ofrece ideas sobre la naturaleza de los seres humanos modernos durante ese periodo.

Ahora, los investigadores han encontrado otra imagen puntillista --esta vez de un mamut lanudo-- en un refugio rocoso del mismo periodo conocido como Abri Cellier, situado cerca del sitio de búsqueda anterior de Abri Blanchard. Abri Cellier ha estado durante mucho tiempo en la lista de los arqueólogos de los principales sitios artísticos que se atribuyen al Auriñaciense europeo. Las excavaciones en 1927 revelaron 15 bloques de piedra caliza grabados y/o perforados que han servido como punto de referencia clave para el estudio del arte auriñaciense en la región.


En 2014, White y sus colegas regresaron a Cellier buscando depósitos intactos que permitirían entender mejor la secuencia arqueológica en el sitio y su relación con otros sitios auriñacienses. Esperaban que la nueva excavación pudiera producir nuevas imágenes grabadas, pero no estaban preparados para descubrir esos 16 bloques de piedra. Uno de ellos, roto por la mitad durante la prehistoria, estaba allí hace 38.000 años, según la datación por radiocarbono.

Sorprendentemente, los 15 bloques restantes, incluyendo el mamut puntillista, una de las tres figuras de mamut reconocidas durante la nueva obra en Cellier, habían sido abandonados en el lugar por los excavadores de 1927. Como muchas de las huellas grabadas son rudimentarias y, por lo tanto, difíciles de interpretar, los excavadores originales las pusieron a un lado sólo en caso de que pudieran tener algo inscrito en ellas.

El nuevo documento presenta evidencia de que la fecha de 38.000 años para el grabado recién excavado también se aplica al nuevo tesoro y a los otros bloques encontrados en 1927 y ahora alojados en el Museo Nacional de Prehistoria de Francia. El equipo de este trabajo incluye investigadores de la Universidad de Arizona (Estados Unidos), la Universidad de Toronto (Canadá), la Universidad de Toulouse (Francia), el Museo de Historia Natural de París (Francia) y la Universidad de Oxford (Reino Unido).

Fuentes: Europa Press | El Día, 24 de febrero de 2017