La colosal estatua encontrada recientemente de Ramsés II de 8 metros en El Cairo era en realidad de Psamético I

No se trata de Ramsés II como se pensó en un principio, sino del faraón Psamético I (660-610 a.C.) de la XXVI dinastía (664 a 525 a.C.). (Última hora. 16-03-17). «Después de extraer el torso (de la estatua), encontramos parte del "protocolo real", -que suele incluir cinco títulos seguidos de cinco nombres-. Tuvimos la suerte de hallar el segundo título: Nombre de Nebty: nbˁ "Neba". Este título sólo se le otorgó al faraón Psamético I». Esta fecha explica las características desconcertantes de diferentes detalles estilísticos antiguos del período tardío, que es conocido por su arte arcaizante.

«Cuando la cabeza fue encontrada, distinguimos otras características propias de otros periodos (que no correspondían a la época ramésida), especialmente por los detalles del ojo y la corona». La colosal estatua está tallada en cuarcita traída de Al-Gebel Al-Ahmar, El Cairo. Inicialmente midió unos 9 m. de altura. Información facilitada por el Ministerio de Antigüedades Egipcio.


El coloso recuperado en el barrio obrero de Matariya, suburbio cairota, no es Ramsés II, como habían señalado las primeras investigaciones de la misión arqueológica que lo halló hundido en el fango. En realidad, el coloso de 8 metros de altura representaría al faraón Psamético I (660-610 a.C.) de la XXVI dinastía, ha anunciado el ministro de Antigüedades del país árabe, Jaled El Anany, en una rueda de prensa celebrada en el Museo Egipcio de El Cairo. El templo de Matariya es bien conocido como uno de los sitios más importantes de la religión faraónica, ya que fue considerado como el lugar de la creación del mundo por el dios sol. Durante unos 2.400 años, la mayoría de los reyes erigieron sus monumentos en el templo. Debido a la vecindad al Cairo moderno, el sitio fue destruido totalmente en la antigüedad, desde la época de la Roma tardía en adelante a la era de los mamelucos. Los bloques del templo fueron utilizados para construir varios monumentos en El Cairo como Bab el-Nasr y otros.



«Después de extraer el torso (de la estatua), encontramos parte del "protocolo real", -que suele incluir cinco títulos seguidos de cinco nombres-. Tuvimos la suerte de hallar el segundo título: "Neba". Este título sólo se le otorgó al faraón Psamético I», ha detallado El Anany ante las piezas recuperadas de la estatua, que serán expuestas durante seis meses en el emblemático museo de la plaza Tahrir.






Las piezas fueron descubiertas hace una semana en Matariya junto a una estatua de menor tamaño de Seti I tallada en piedra caliza, y su gigantesco tamaño -8 metros de altura estimada-, así como la cercanía del yacimiento a un templo solar en Heliópolis construido por Ramsés II, hicieron sospechar al equipo que podría tratarse de una estatua representando al faraón o, al menos, una estatua construida para un faraón anterior y reutilizada por Ramsés II. Del barro ha logrado recuperarse gran parte de la cabeza, tocada de la corona faraónica, y parte del rostro -la oreja y el ojo derecho-, así como el torso y barbilla.




«Cuando la cabeza fue encontrada, distinguimos otras características propias de otros periodos (que no correspondían a la época ramésida), especialmente por los detalles del ojo y la corona», ha añadido El Anany. Fueron cuatro marcas excavadas en la estatua lo que terminó apuntando al faraón de la XXVI dinastía. Psamético I llegó al poder a comienzos del denominado Imperio Tardío, en un momento en el que Egipto se debatía bajo control asirio. Tras varias campañas militares en sus más de 50 años de reinado, Psamético aseguró la independencia del imperio egipcio expulsando a los asirios, eliminó los últimos vestigios de la dinastía Nubia en el Alto Egipto (sur) y mantuvo numerosas y fructíferas relaciones comerciales con los griegos. Sin embargo, es más conocido por su papel en la investigación del origen del lenguaje. Según el relato del historiador griego Heródoto, el rey Psamético aisló de casi todo contacto humano a dos bebés, dejándolos a cuidado de un pastor que tenía prohibido dirigirles la palabra, con la intención de detectar -mediante las primeras palabras pronunciadas espontáneamente por los niños- cual habría sido la lengua original de la humanidad. La leyenda señala que una tarde, al regreso del pastor al refugio de los pequeños, éstos se le habrían acercado repitiendo «bekos, bekos», que en la lengua frigia quiere decir pan.





El «descubrimiento espectacular» de los fragmentos del coloso demuestra que «todavía pueden descubrirse importantes tesoros del Antiguo Egipto», ha aseverado El Anany, que también ha felicitado a los componentes de la misión germano-egipcia que investigan en el barrio humilde de Matariya, «cuyas investigaciones han dado numerosos frutos en los últimos años».
En 2016, la misión dirigida por Dietrich Raue encontró los restos de un extenso templo construido por el faraón Ramsés. Aunque destruido hacia la época Helenística y sus materiales desaparecidos por todo Egipto o incluso Europa, la misión arqueológica de la Universidad de Leipzig ha podido dilucidar la importancia del templo, construido en honor al dios sol en Heliópolis (la ciudad del sol, en griego) y que «confirma la hipótesis de que Ramsés II mostró un especial interés en Heliópolis (Matariya) durante las últimas décadas de su reinado (casi 70 años)», según señaló el responsable egipcio de la excavación, Ayman Ashmawi.


El descubrimiento del coloso, ahora atribuido a Psamético I, es «uno de los más importantes descubrimientos de la egiptología reciente», ha insistido El Anany, «no sólo por su valor científico (...) sino también como forma de promover el turismo egipcio».

El equipo del maravilloso trabajo incluye al Dr. Mahmoud Afiffi (Jefe del Sector de Antigüedades Egipcio Antiguo), al Dr. Dietrisch Raue (Jefe de la misión alemana), al Dr. Ayman Ashmawi (Jefe de la misión egipcia), al Sr. Eissa Zidan (Director General de First Aid Conservation in GEM) y el Dr. Moamen Othman (Jefe del Departamento de Conservación del Museo Egipcio).

Fuente: ABC, ALICIA ALAMILLOS - Ali_Arena 16/03/2017 - Actualizado: 17/03/2017

Representantes de los equipos que descubrieron algunas de las piezas señeras del Museo de Málaga relatan sus hallazgos

Del primer plano al fondo y de izquierda a derecha, los arqueólogos Ana Arancibia, Sonia López, Inés Fernández, Ildefonso Navarro, Pilar Corrales, Pedro Cantalejo, Alejandro Pérez-Malumbres y Virgilio López Martínez posan en la Aduana junto a piezas de la Colección Loringiana. / Ñito Salas

Cada pieza ofrece no sólo un testimonio de la Historia –así, con mayúsculas– sino también una anécdota, una curiosidad, una historia pequeña pero crucial para entender cómo ha llegado hasta una vitrina del Museo de Málaga en el palacio de la Aduana.

El policía que encontró unos restos humanos y dio un chivatazo antes de que la excavadora volviera a taparlos, la corazonada cumplida en la ladera de un monte, el hallazgo fortuito en el interior de una cueva prehistórica; pero, casi siempre, la confirmación sobre el terreno de muchas horas previas de estudio y documentación.


El Museo de Málaga cumple hoy tres meses abierto desde su reencuentro con el público después de dos décadas con sus colecciones almacenadas. En ese tiempo, la labor de los arqueólogos ha brindado numerosos hallazgos que ahora brillan en las salas de la Aduana. Tanto es así, que para muchos la sección de Arqueología representa la gran ‘sorpresa’ del museo provincial, a menudo identificado con sus obras de Bellas Artes.

El catálogo de fondos arqueológicos del Museo de Málaga supera las 15.000 referencias, de las que unas 2.000 están expuestas al público. SUR reúne a ocho arqueólogos como representantes de los equipos que han participado en algunos de los hallazgos más significativos ahora mostrados en el palacio de la Aduana. Una selección intergeneracional y paritaria de profesionales que quiere resumir tanto la colección del museo provincial, como la evolución de la arqueología en Málaga durante los últimos años.


Lámpara en una estalagmita de la Cueva de Ardales. / Ñito Salas


Pedro Cantalejo: Lámpara del Paleolítico superior (Cueva de Ardales)
La arqueología moderna en Málaga tiene uno de sus principales exponentes en la labor de Pedro Cantalejo. Gran investigador de los restos encontrados en la Cueva de Ardales, el especialista elige para la ocasión una lámpara del Paleolítico superior encontrada en una estalagmita. «Lo importante de esta pieza es que atesora restos de una actividad de iluminación a través de los residuos de carbones», brinda Cantalejo sobre la lámpara que los moradores de la cueva ingeniaron al partir la estalagmita y descubrir que el hueco que quedaba en el centro de la sección les servía para producir fuego y, por tanto, luz.

«De manera tradicional, los museos han expuesto piezas de ‘arqueología pura’ relacionadas con este periodo; es decir, lanzas, puntas y otro tipo de utensilios, pero en el desarrollo del Paleolítico se incorporan objetos que forman parte de los modos de vida, como en este caso las lámparas, y en ese aspecto el discurso del Museo de Málaga resulta más completo y sugerente», establece Cantalejo. De este modo, el museo ofrece «la evolución desde el uso de las cuevas hasta la aparición de la arquitectura como actividad humana», resume el especialista.


Casco griego encontrado en la ‘Tumba del guerrero’.


Sonia López: ‘La tumba del guerrero’ (s. VI-VII a. C.)
El Museo de Málaga ofrece en su sección de Arqueología el primer enterramiento descubierto en la Península Ibérica de un individuo con el ajuar funerario y la indumentaria de un guerrero griego. Sonia López Chamizo participó en la campaña realizada entre junio y julio de 2013 dirigida por David García que dio con este imponente hallazgo en la calle Jinetes de la capital.

«Lo primero que apareció fue el anillo. Era de oro y ese detalle nos hizo pensar que estábamos ante un hallazgo importante, así que decidimos ser muy prudentes a la hora de darlo a conocer», recuerda López. «Estamos ante uno de los grandes hallazgos de este tipo en todo el Mediterráneo. Es el único casco griego que ha aparecido en España en su contexto arqueológico, sin olvidar que el ajuar incluye piezas metálicas que ahora se están analizando. Una de ellas podría ser un escudo, lo que abriría una puerta a la investigación muy interesante», avanza.


Escultura de Hércules encontrada en la calle Granada. Mqabriya.


Alejandro Pérez-Malumbres: Hércules (s. I a. C)
En las vitrinas del Museo de Málaga hay expuestas más de 40 piezas arqueológicas de excavaciones en las que ha participado Alejandro Pérez-Malumbres. Quizá por eso, cuando llevó el Hércules de la calle Granada, la directora del museo, María Morente, le dijo que era un arqueólogo con baraka, la buena suerte de los musulmanes. «Apareció en un nivel del siglo I a. C., es una representación del Hércules Gaditanus, la identificación que se hizo en época romana de la principal deidad fenicia, Melqart», explica.

Junto al Hércules, el arqueólogo se decanta por la necrópolis de Campos Elíseos que investigó junto a Juan Antonio Martín Ruiz. Este último destaca unos pendientes de oro de época fenicia (izquierda) también expuestos en la Aduana: «Indicarían que en Málaga pudo haber un taller de orfebrería con su mayor producción en el siglo VI a. C».

Ana Arancibia: Jarra de bronce (siglo I d. C.)

«La pieza estaba muy deteriorada, se desintegraba con poco que la manipulases y además tenía un fuerte golpe. Estaba en muy malas condiciones y necesitaba una rehabilitación muy rápida. Entonces, el promotor de la obra donde descubrimos la pieza decidió emprender esa recuperación. Hay constructores que sí están sensibilizados con la importancia del patrimonio». Ana Arancibia rompe así una lanza en favor de los, a menudo, ‘malos de la película’ en la conservación de los restos arqueológicos.

Arancibia forma parte del equipo de Taller de Investigaciones Arqueológicas que en marzo de 2005 halló esta pieza en la calle Císter: «Jarros de bronce el siglo I hay muy pocos en la Península Ibérica. Son objetos de lujo que dan testimonio de cómo era Málaga en la época imperial, una ciudad embellecida, con teatros, mármoles... una ciudad importante en el Mediterráneo».


Pilar Corrales: Salazones y ánforas del Bajo Imperio Romano
El Teatro Romano brinda no sólo un escenario excepcional para representaciones y un potente testimonio del pasado de la provincia, también encierra numerosa información sobre cómo vivieron los moradores de esta tierra en los primeros siglos de nuestra era. La profesora de la UMA Pilar Corrales participó en 2008 y 2009 en diversos trabajos que descubrieron objetos y restos en el fondo de las piletas romanas. «El hallazgo de un tonel de madera nos confirmaba que el primer proceso de tratamiento del pescado se hacía en estos recipientes y que luego se pasaba a las ánforas», explica antes de añadir: «Esas ánforas eran habituales en esta época, en torno al siglo IV, porque la ciudad en la época bajoimperial estaba llena de factorías de salazones. Se trataba de un negocio muy rentable, hasta el punto de que estas salazones valían más que muchas joyas».

Corrales apostilla que en una de las piletas también se encontraron restos de diversos animales, lo que hizo posible elaborar una suerte de receta de aquella delicatessen. «La más preciada era la salazón de atún, pero a partir de este descubrimiento pudimos determinar que había multitud de salsas elaboradas a partir de boquerones, sardinas y jureles», detalla Corrales.

Detalle de una hebilla encontrada en Bobastro

Virgilio Martínez Enamorado. Iglesia de Bobastro (s. IX - X)
Umar Ibn-Hafsun fue el líder de la revuelta más importante a la que se enfrentaron los Omeya de Córdoba en el periodo previo al surgimiento de Al-Ándalus. Allá por el año 2001, la campaña en la participó Virgilio Martínez Enamorado descubrió diversos restos que confirmaban la presencia de la iglesia metropolitana de Bobastro. «Estos hallazgos demostraron que Umar Ibn-Hafsun construía iglesias cristianas, lo que representa una información esencial, además de muy novedosa, para comprender aquel tiempo», defiende el especialista.

Martínez Enamorado firma el vídeo que acompaña a estas piezas exhibidas en el palacio de la Aduana y añade: «La importancia de esa rebelión fue tal, que aunque Ibn-Hafsun muere años antes, Abderramán III no se proclama califa hasta derrotar por completo a sus leales. En este sentido, estos restos también ofrecen una información fundamental para comprender la composición de Al-Ándalus». El experto pone además un ejemplo para ilustrar la importancia que aquella iglesia de Bobastro tuvo en aquella época entre finales del siglo IX y principios del X: el suelo estaba realizado de almagra, un tipo de arcilla que daba al piso un aspecto rojizo.


Mqabriya y jarra de época alhomade.

Inés Fernández: Mqabriya y ajuar funerario almohade

«Hasta entonces se pensaba que en esta época se enterraba a los fallecidos en la tierra, pero durante las excavaciones se descubrieron clavos, eso indicaba que el ritual funerario había cambiado, que se enterraba en ataúdes. Además, hallamos una pequeña jarra dentro de una tumba, algo también muy poco frecuente en este tipo de enterramientos», recuerda Inés Fernández, participante en la campaña realizada en la calle Agua de la capital a principios de los años 90 que obtuvo hallazgos como esa jarra decorada y la ‘mqabriya’ (una especie de lápida) de vidriado verdoso característico de la época almohade (siglo XII).

Fernández, como otros muchos de sus compañeros, reivindica el papel pionero que Manuel Acién Almansa jugó en el desarrollo de la arqueología en Málaga. En el caso del yacimiento de la calle Aguas, Fernández recuerda que los hallazgos permitieron confirmar la ocupación continuada de una necrópolis entre los siglos X y XV. «Había documentación que hablaba de la existencia de un lugar llamado ‘El monte del faro’, situado fuera de la muralla y esta campaña logró confirmar su existencia», aporta la actual coordinadora del departamento pedagógico del CAC Málaga.


Pila de abluciones


Ildefonso Navarro. Pileta de abluciones del s. XIII

Han pasado más de veinte años, pero Ildefonso Navarro mantiene muy vivo el recuerdo de aquellos días: «Fue mi primera excavación como director y el hecho de realizar un hallazgo tan importante supuso una gran inyección de moral». Navarro relata el descubrimiento de la gran pila de abluciones encontrada allá por 1994 en la calle San Juan. «Es una pieza de alfarería islámica excepcional, tanto por sus grandes dimensiones como por su decoración», establece el arqueólogo.
El museo saca a la luz multitud de piezas encontradas durante las dos décadas que ha permanecido cerrado al público
Navarro explica que la pila para realizar los lavados previos a la oración apareció en el patio de una antigua mezquita. «Cuando la dejaron allí, la taparon con mucho cuidado, dejando constancia de la importancia que le concedían», ilustra el experto sobre la pila del periodo almohade (s. XIII) decorada en blanco, verde y negro.

Fuente: diariosur.es | 12 de marzo de 2017

Quieren multar a un vecino de Mula (Murcia) con dos millones por arar en un yacimiento romano sin saberlo

Las dos basas de columna que se ven en la fotografía fueron halladas en los años 80 en la finca que ahora pertenece a este acusado

- El hombre, que ha sido juzgado hoy en Mula, dice que desconocía que en los terrenos que le vendieron había restos arqueológicos

- Su defensa subraya que esa tierra ha sido cultivada durante décadas

«El hombre no podía saber que allí había un yacimiento arqueológico», insiste Miguel Ángel Alcaraz, abogado de un vecino de Bullas que será juzgado hoy en Mula acusado de arar en un terreno que esconde un yacimiento romano.

En concreto, se trata del yacimiento arqueológico de Fuente Caputa, que se encuentra catalogado en la Carta Arqueológica de Mula y en el Plan General de Ordenación Municipal, según consta en un informe del arqueólogo municipal de Mula, José Antonio Zapata, fechado en 2014.

Sin embargo, estos terrenos «nunca han sido excavados arqueológicamente ni señalizados por el Ayuntamiento de Mula ni la Consejería de Cultura de la Región», alerta el arqueólogo y profesor de la Universidad de Alicante Antonio Manuel Poveda, que se personó en la finca para ver qué restos había en la zona. «En toda nuestra prospección ocular, no se apreció en superficie ni en los surcos trazados en la tierra por los arados ningún muro, paramento o estructura arquitectónica cortada o destruida», detalla Poveda.

El yacimiento fue descubierto a principios de los años 80. Salieron entonces monedas, columnas, trozos de cerámica y hasta un impluvium de la zona residencial, así como el hipocaustum de unas termas. El impluvium es una especie de estanque rectangular con fondo plano, diseñado para recoger agua de lluvia que se encontraba en el vestíbulo de las antiguas casas romanas. El hipocausto era el sistema de calefacción del suelo de los romanos. Dos basas de columnas que también salieron entonces están ahora en el Museo de la Ciudad.

De ahí a 2013 (cuando el vecino de Bullas compró la parcela) el yacimiento había quedado olvidado. No se excavaba. No había señal alguna de que allí existiesen restos arqueológicos. El hombre adquirió una tierra en la que se plantaban cereales. Él pensó que podría plantar almendros, con lo cual comenzó a arar. Hasta que un buen día se encuentra a una patrulla del Seprona (Guardia Civil) en sus tierras, y le informan de que debajo de donde pretende poner los cultivos hay restos arqueológicos. El hombre defiende que no sólo no tenía ni idea cuando adquirió el terreno, sino que no ve villa romana alguna.

El arqueólogo municipal de Mula insiste en que, por los trabajos que comenzó el procesado, se vieron afectadas «estructuras con mortero de cal y piedra y removido fustes de columna, alguno de los cuales podría encontrarse in situ». Subraya que hay «restos en el subsuelo de carácter monumental dañados al producirse las actuales remociones».

El abogado del afectado apunta que hace años «se pidió la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC)» de la zona, pero que «no se llegó a terminar el expediente».
Alcaraz hace hincapié en que su cliente «desconocía» que en la tierra en la que quería plantar almendros hubiese una villa romana, y ahora se ve en medio de «una película kafkiana». Y es que el arqueólogo del Servicio de Patrimonio Histórico de la Comunidad que se hace cargo del caso estima en más de dos millones los daños que pudo sufrir la parcela, «si bien consideramos que dicha cifra podría verse muy modificada si se aborda una intervención arqueológica». Estos dos millones, en concepto de responsabilidad civil, tendrían que ser abonados por el vecino, en el caso de que fuese condenado. Asimismo, el hombre se enfrenta a una multa que rondaría los 1.500 euros.

Restos. Las columnas halladas en los 80, en el Museo de la Ciudad

Las dos basas de columna que se ven en la fotografía fueron halladas en los años 80 en la finca que ahora pertenece a este acusado. Dada la importancia de este descubrimiento, los restos fueron llevados a un museo. Actualmente, están en el Museo de la Ciudad de Mula. Después, el terreno no se exploró más. Si hay o no más restos romanos relevantes, sólo lo diría una excavación a fondo de la zona, algo que aconsejan los arqueólogos.

Fuente: Ana Lucas  |  La Opinión de Murcia
15 de marzo de 2017

¿Creó el ser humano el desierto del Sahara?

Biomas africanos. A la izquierda: Reconstrucción de Periodo Húmedo Africano (AHP, en inglés) biomas basan reconstruida Período Húmedo Africano. Larrasoaña et al, 2013). Posición media del verano en la Zona de Convergencia Intertropical (ITCZ, en inglés) basado en Junginger et al. (2014). Derecha: Biomas actuales creados a partir de datos descargados del Atlas de la Biosfera (http://nelson.wisc.edu/), originalmente digitalizados de Ramankutty y Foley (1999).

Durante mucho tiempo, el proceso de desertificación del Sahara ha sido objetivo de análisis para los científicos que tratan de entender el clima y los puntos de inflexión de los ecosistemas. Ahora, un estudio realizado por un especialista de la Universidad Nacional de Seúl apunta a que la mano del hombre estaría detrás de la creación del desierto del Sáhara. Las implicaciones para la época actual son obvias.

Un estudio reciente en el que se ha investigado la transición del Sahara -del exuberante paisaje verde que era hace 10.000 años a las condiciones áridas en que se encuentran hoy- apunta a que los seres humanos podrían haber desempeñado un papel activo en la desertificación de la zona.
Durante mucho tiempo, el proceso de desertificación del Sahara ha sido objetivo de análisis para los científicos que tratan de entender el clima y los puntos de inflexión de los ecosistemas.


En un nuevo artículo publicado en Frontiers in Earth Science por el arqueólogo David Wright (izquierda), de la Universidad Nacional de Seúl, se desafían las conclusiones que a este respecto habían presentado la mayoría de los estudios realizados. Estos trabajos señalaban que cambios en la órbita de la Tierra o cambios naturales en la vegetación como principales causas de la aparición del desierto.

Consecuencias inesperadas del pastoreo

Las conclusiones de Wright van por otro lado. "En Asia oriental hay teorías establecidas desde hace mucho tiempo sobre cómo las poblaciones neolíticas cambiaron el paisaje tan profundamente que los monzones dejaron de penetrar hasta el interior", explica.

Wright descubrió además que evidencias de cambio ecológico y climático propiciados por los humanos habían sido también documentadas en Europa, Norteamérica y Nueva Zelanda. Todo ello le llevó a pensar que escenarios similares podrían aplicarse también al Sahara.
Para probar su hipótesis, revisó evidencias arqueológicas que documentaban las primeras apariciones de pastoreo en toda la región, y las comparó con registros que mostraban la extensión de la vegetación, un indicador de cambio ecológico hacia condiciones desérticas.

Ubicación de los primeros casos de ganado domesticado en África. Enclaves arqueológicos señalados en la imagen: (A) Ifri Oudadane, (B) Ifri n'Etsedda, (C) Tin-a-Hanakaten/Uan Afuda, (D) Lake Turkana, (E) Nabta Playa, (F) Fayum depression, (G) Hodh depression/Dhar Tichitt, (H) Ounjougou, (I) Selima Oasis, (J) Segedim depression.

Sus hallazgos confirmaron su idea inicial. Hace aproximadamente 8.000 años, en las regiones que rodean el río Nilo, las comunidades pastorales comenzaron a aparecer y se extendieron hacia el oeste.

Y, a medida que se eliminaba más vegetación como consecuencia de la introducción de ganado, aumentaba el albedo (la cantidad de luz solar que se reflejaba en la superficie terrestre) de la tierra, lo que a su vez influyó en las condiciones atmosféricas lo suficiente como para reducir las lluvias monzónicas.

Por último, el debilitamiento de los monzones provocó una mayor desertificación y pérdida de vegetación, lo que provocó un bucle de retroalimentación que acabó creando el Sahara actual.

Modelo conceptual de cambios de régimen ecológicos. La dinámica de fuerzas empuja los paisajes hasta el el comienzo del precipicio del umbral. Una vez cruzada la frontera, el ecosistema ha transitado irreversiblemente a un nuevo régimen.

Wright cree que esta información puede completarse buscando bajo la superficie del desierto, pues antes había lagos por todas partes del Sahara y la zona podría albergar registros de la vegetación cambiante.

A pesar de que este proceso se produjo hace miles de años, constata la responsabilidad del ser humano por la degradación ambiental y climática. Actualmente, aproximadamente el 15% de la población mundial vive en regiones desérticas. ¿Podrá nuestra especie sobrevivir indefinidamente en ambientes áridos?, se pregunta Wright.

Fuente: tendencias21.net | 15 de marzo de 2017

Una exposición en el Museo de las Peregrinaciones, recupera la historia de la arqueología de Orense, en Santiago de Compostela

La historia de la arqueología en la provincia de Orense es el eje central de la muestra itinerante inaugurada ayer en el Museo de las Peregrinaciones bajo el título Na procura do pasado, y que pretende repasar la trayectoria del Museo Arqueológico Provincial de Orense (MAPOu) a través de una serie de fotografías y piezas de sus fondos.

Y es que tal y como explican desde la Consejería de Cultura, la abundancia de vestigios monumentales dispersos por la geografía provincial no pasó desapercibida para los que intentaron reconstruir su historia.
Esta exposición pretende dar una visión de los actores principales que impulsaron la práctica de la arqueología desde finales del siglo XIX hasta los años 70 del siglo XX en la provincia de Orense.

Destacan las figuras de la talla de Marcelo Macías, Arturo Vázquez Nuñez, Manuel Díez Sanjurjo, Florentino López Cuevillas, Xaquín Lorenzo Fernández, Xesús Ferro Couselo, Xesús Taboada Chivite, Conde Valvis, Rubén García Álvarez, Manuel Chamoso Lamas, Laureano Prieto, entre otros.

La exposición consta de fotografías de estos personajes y de piezas arqueológicas directamente relacionadas con su actividad como el Guerrero de Armeá, el Sedente de Xinzo, joyas de Regodeigón, la Tabula de Castromao, el Mosaico de la Cigarrosa, etc.

Corresponsable de esta muestra, el Museo Arqueolóxico de Ourense y su historia como institución está íntimamente ligada con la investigación arqueológica desarrollada a lo largo de los años en la provincia de Ourense de la que se da fe en esta exposición.


Responsables de esta simbiosis, entre otros, fueron los miembros de la Comisión Provincial de Monumentos de Ourense, que con su trabajo y dedicación, consiguieron crear el Museo al tiempo que impulsaron la actividad arqueológica en la provincia.
La exposición, inaugurada por el secretario general de Cultura, Anxo Lorenzo, y la directora general de Patrimonio Cultural, María Carmen Martínez Insua, contó con la presencia del alcalde de Orense, Jesús Vázquez; el director del museo, Bieito Outeiriño, y el director del MAPOu, Xulio Rodríguez.

La exposición estará abierta del 14 de marzo al 28 de mayo de 2017

Fuentes: elcorreogallego.es | 15 de marzo de 2016

Un descubrimiento arqueológico entre Palencia y Burgos atestigua que ya se bebía vino allí hace más de dos milenios

Vasos cerámicos de la segunda Edad del Hierro. PROYECTO DESSOBRIGA

Roma y Grecia nos engañaron. Contrariamente a lo que escribieron en sus crónicas, el pueblo llano de los vacceos, etnia céltica desplegada en el valle Medio del Duero, conocía, consumía y elaboraba vino tinto: y lo hacía desde la Segunda Edad del Hierro, hace 2.500 años. Así pues, el lugareño del interior mesetario de la península ibérica, tildado de bárbaro por Roma y por Grecia, no desconocía el licor propio de la “civilización”, como escribieron arrogantemente algunas plumas grecorromanas.
El hallazgo en un enclave vacceo, hoy castellano, del arcaico vino de uva negra, procede del examen químico de los sedimentos depositados en una urnita cerámica extraída de las excavaciones arqueológicas en la necrópolis de Dessobriga, entre las provincias de Palencia y Burgos. El matrimonio, bien avenido, entre Arqueología y Química ha alumbrado este tesoro, que acaba con la concepción elitista del consumo de vino supuestamente foráneo y traído por la Ruta de la Plata desde otras latitudes, precisamente sobre áreas acreditadas hoy, 25 siglos después, como excelsas cosecheras.

Entre las localidades de Osorno la Mayor y Melgar de Fernamental, palentina y burgalesa, respectivamente, labora un equipo pluridisciplinar mixto hispano-francés, que despliega el llamado Proyecto Dessobriga ideado en 2013. Este plan de prospecciones y excavaciones, financiado por la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Osorno, la Diputación de Palencia y La Caixa-Obra Social, avanza desde entonces bajo la supervisión de la historiadora Margarita Torrione (izquierda), catedrática de la Universidad francesa de Savoya. La dirección en campo corresponde a la arqueóloga Esperanza Martín.
El descubrimiento del preciado y vetusto zumo de uva en el enclave vacceo del valle Medio del Duero lo ha confirmado una serie de análisis químicos realizados por el Laboratorio Nicolás Garnier, de la localidad francesa de Clermont-Ferrand, que colabora con el proyecto. Recientemente, Garnier reconstituyó también un aceite perfumado de 25 siglos de antigüedad que se hallaba dentro de un ungüentario encontrado en la necrópolis de Heraclea, en la Magna Grecia italiana, no lejos de Tarento.

Resistencia a las legiones

La confirmación del hallazgo de Dessobriga contribuye a desmontar la damnatio memoriae con la que Roma condenó a la irrelevancia histórica a pueblos hostiles o simplemente distintos, como los vacceos, que habitaban la Hispania prerromana y que opusieron dura resistencia a las legiones latinas en el preludio de las costosas guerras cántabras (29-19, a.C.). Aquella contienda acarrearía importantes quebrantos a los invasores romanos por la tenaz resistencia vaccea, que en Dessobriga se desplegaba en enclaves situados entre los ríos Pisuerga y Valdavia. Con su damnatio, Roma, merced a la eliminación memorial de la alteridad de los pueblos hostiles ágrafos, se proponía confirmar su supuesta hegemonía no solo militar y política, sino también civilizatoria, sobre aquellas comunidades foráneas a las que quería someter. Entre otros desdenes, achacaba a los pueblos celtizados como el vacceo el desconocimiento del zumo de la vid, supuesta prueba de su atraso civilizatorio, ahora desmentido, lo cual acredita asimismo que también desde el Atlántico, no solo del Este, llegaron a la península innovaciones.

Imagen del Yacimiento Arqueológico Dessobriga / Junta Castilla y León

La investigación química seguida hasta descubrir vino en Dessobriga ha recorrido una senda de pasos que comenzó con el análisis de sedimentos de la pequeña urna funeraria –cuyo tamaño cabe en una mano- y que dio paso al descubrimiento de ácido tartárico, biomarcador de la uva, que se obtuvo allí asociado a los ácidos málico y siríngico. La conjunción de ácidos confirmó que se trataba de uva negra. Asimismo, en el interior del recipiente funerario, que había sido cuidadosamente depositado sobre un pequeño podio de cantos rodados en el interior de un cofre de piedra, se hallaron residuos de ácido sucínico. Este hecho reveló que el jugo de la uva hallado fue sometido a una premeditada fermentación alcohólica.

Todo lo cual demuestra la presencia de vino tinto, avalada además por el hecho de que la pequeña urna funeraria contenía también resina de coníferas, habitualmente empleada como impermeabilizante y aromatizante del vino. La presencia del vino se ha confirmado igualmente en sedimentos extraídos al fondo de otra sepultura descubierta también en las excavaciones de agosto de 2016 y se cree que obedecía a una probable libación ritual de alcance comensal-funerario.
Se conoce la práctica, en la necrópolis de Dessobriga, de procesos rituales que incluyen la cremación de restos, así como la instalación de ajuares machacados en hoyos acondicionados, así como la realización de pequeñas hogueras en su interior. Otras evidencias encontradas durante la última campaña veraniega señalan posibles usos funerarios mucho más remotos. Los pueblos celtas incineraban a sus muertos, no los inhumaban, e incluían ajuares o pertenencias de los finados en las cistas donde depositaban sus cenizas.

Foto: Dos miembros del equipo trabajando en el laboratorio. / Antonio Quintero

En la Segunda Edad del Hierro, el vasto territorio de la importante etnia vaccea que ocupaba la zona occidental del río Pisuerga y era frontera natural que les separaba de los Turmogos, cubría gran parte de la Tierra de Campos, en el valle Medio del Duero. El consumo de vino entre los vacceos —no su cultivo y tratamiento— se atribuía exclusivamente, hasta ahora, a las élites ecuestres y guerreras, como producto foráneo importado y de prestigio propiciador de alta posición social. Así lo proponían los trabajos publicados sobre la necrópolis de Las Ruedas en el yacimiento vacceo-romano de Pintia, en la cercana provincia de Valladolid. Pero en Dessobriga, el disfrute del vino trascendió del mero consumo elitista. Y ello se manifiesta porque el área de su necrópolis actualmente explorada corresponde a una zona donde se depositaban los restos incinerados de artesanos, según atestigua la cultura material allí exhumada, no de guerreros ni oligarcas locales.

Cachas de hueso decoradas. PROYECTO DESSOBRIGA

Ciudadela y muralla

Por otra parte, sondeos realizados en 2015 en Dessobriga detectaron el tendido del foso de una muralla semiperimetral de más de 400 metros de longitud perteneciente a la primitiva ciudadela militar vaccea. Fueron hallados, asimismo, una moneda epigrafiada del caudillo galo Contoutos, así como armamento romano, lo cual da cuenta de la presencia allí de tropas auxiliares. Ello avala la hipótesis según la cual Dessobriga ocupó un lugar estratégico en los prolegómenos de las llamadas Guerras Cántabras, entre los años 29 y 19 antes de nuestra era, que en el año 26 registró a la llegada de Augusto al valle del Duero en Tierra de Campos; de las cosechas cerealeras él abasteció a sus legiones durante la campaña militar que dirigió contra el indómito norte de la Península, bastión rebelde en la Hispania resistente a la invasión romana.

Fuente: elpais.com | 14 de marzo de 2017