Hallan en Etiopía los restos de una ciudad perdida del antiguo Imperio Aksum

Los arqueólogos que excavaron la antigua ciudad aksumita de Beta Samati en el norte de Etiopía han desenterrado también los restos de una iglesia cristiana del siglo IV. (Ioana Dumitru / Antiquity).

El Imperio de Aksum fue una de las civilizaciones antiguas más influyentes del mundo, pero sigue siendo una de las menos conocidas. Este reino del noreste de África se expandió, entre los siglos I y VII después de Cristo, desde los montes de la actual región de Tigray hasta dominar gran parte del norte de Etiopía, ciertas regiones fronterizas de Sudán, la mayor parte de Eritrea y parte de la costa occidental de la península arábiga.
Los arqueólogos llevan años trabajando en la zona y aún siguen realizando descubrimientos de gran valor. El último no ha sido un simple objeto o una casa aislada. Lo que han encontrado ha sido toda una ciudad, llamada Beta Samati, según revela el estudio publicado en el número de diciembre de la revista Antiquity.


Beta Samati fue ocupada por primera vez por los preaksumitas alrededor del año 750 a.C. Su evolución, sin embargo, lo convirtió en un poderoso centro regional durante casi mil años, abarcando el surgimiento del Reino de Aksum y su conversión al cristianismo, antes de ser abandonada alrededor del año 650 d.C.

Las excavaciones han sacado a la luz un complejo de edificios comerciales y casas particulares, además de una de las primeras basílicas aksumitas -lugares clave del culto cristiano en la antigua Etiopía-, según revela Michael Harrower (izquierda), profesor de la Universidad Johns Hopkins y autor principal del artículo.
También se han encontrado varios artefactos dentro y alrededor de este particular edificio, lo que sugiere que la basílica también pudo tener funciones administrativas o comerciales, además de religiosas. Algunos de estos objetos tienen claras influencias romanas y paganas que ilustran la diversidad cultural de esta enigmática civilización.
Las primeras señales de la existencia de Beta Samati (que significa “casa de audiencia” en el idioma local Tigrinya) aparecieron en 2009, tras una investigación que contó con la ayuda de personas de la región de Yeha. Según estos residentes locales, era capital estudiar la colina de Beta Samati. Lo que los investigadores descubrieron allí fue un montículo artificial de 25 metros de altura formado por escombros acumulados durante generaciones de ocupación.

Los arqueólogos excavaron tanto la cima de la colina (área A) como la base (área B) (Michael Harrower / Antiquity)

Las excavaciones han confirmado que la ciudad data del período de la civilización aksumita, que gobernó región entre el 80 a.C. y el 825 d.C. y fue un punto de encuentro entre el subcontinente indio y el Imperio Romano. ”El Imperio de Aksum fue una de las civilizaciones antiguas más influyentes del mundo, pero sigue siendo una de las menos conocidas”, apunta Harrower. “Los trabajos en Beta Samati ayudan a llenar lagunas importantes en nuestra comprensión de las antiguas civilizaciones preaksumitas y aksumitas”, añade.

La arqueóloga Cinzia Perlingieri clasificando restos de cerámica en Beta Samati. Ioana Dumitru / Antiquity

Hasta ahora, los arqueólogos pensaban que el área de Yeha había sido abandonada casi totalmente por las clases dominantes cuando Aksum se convirtió en la capital del nuevo Reino. Los resultados de este estudio, sin embargo, desafían esta creencia, revelando que la región de Yeha siguió siendo importante y que Beta Samati era un centro clave de comercio y comercio.
“La ciudad es un antiguo asentamiento muy densamente poblado con estructuras residenciales y religiosas”, indica la doctora Ioana A. Dumitru (derecha), también de la Universidad Johns Hopkins. “Un importante centro administrativo ubicado en la ruta comercial que conectaba la capital de Aksum con el Mar Rojo y más allá”, agrega Harrower.

Y no solo eso. A lo largo de su historia, Beta Samati capturó momentos claves de los cambios ocurridos en Etiopía en un momento en el que produjo una conversión oficial desde el politeísmo al cristianismo y, además, comenzaba a surgir el Islam en Arabia.

Los investigadores excavaron dos áreas del montículo. La primera estaba en la cima de esta colina artificial, donde encontraron un complejo de edificios de piedra rectangulares. Estos parecen haber sido utilizados tanto para actividades domésticas como comerciales, presentando evidencia de producción de vidrio y metal, así como signos de procesamiento y consumo de alimentos.

Durante las excavaciones se han descubierto varios edificios comerciales y residenciales (Ioana Dumitru / Antiquity)

También se trabajó en la base, donde los arqueólogos encontraron los restos de una basílica que data del siglo IV d.C. Los primeros edificios de este tipo en Etiopía fueron lugares clave de culto cristiano, y el sitio en Beta Samati parece ser uno de los primeros construidos en el reino de Aksum, ya que se alzó poco después de que el rey Ezana convirtiera el imperio al cristianismo a mediados del siglo IV d.C.

Un colgante de piedra con una cruz a la izquierda, y a la derecha el término "venerable" en la antigua escritura Ge'ez de Etiopíaque sigue siendo el idioma litúrgico de la Iglesia ortodoxa etíope. (Ioana Dumitru).

Por ahora aún se sabe poco de cómo se usaron las basílicas de Aksum. Curiosamente, los investigadores encontraron artefactos religiosos y seculares dentro y alrededor del edificio que van desde figurillas de animales hasta cruces, sellos y los llamados tokens, que probablemente eran utilizados en el comercio y la administración.

Un anillo de oro y cornalina, hallado en la basílica, que muestra influencias romanas. (Iona Dumitru)

“Beta Samati no solo arroja luz sobre la civilización aksumita, sino que también tiene implicaciones para nuestra comprensión del cambio político y religioso entre las civilizaciones antiguas de manera más amplia”, afirma Harrower. ”Además de cambiar nuestra comprensión del Imperio de Aksum, el sitio también revela detalles importantes sobre la vida cotidiana en la antigua Etiopía“, dice Dumitru.

Fuentes: lavanguardia.com | dailymail.co.uk | 10 de diciembre de 2019

Descubren un carro con esqueletos de dos caballos de la Edad del Hierro junto con un espectacular escudo en Inglaterra

Dentro de una tumba de 2.200 años de antigüedad, un equipo de arqueólogos ha descubierto un impresionante escudo de la Edad del Hierro junto con un carro y dos esqueletos de caballos dispuestos en posición de saltar, y consideran que constituye uno de los descubrimientos más importantes del Reino Unido en los últimos tiempos.
El equipo de arqueólogos, dirigido por Paula Ware, de MAP Archaeological Practice Ltd., descubrió la tumba cerca de Pocklington, Inglaterra. El escudo, que mide aproximadamente 75 centímetros de ancho, "se halló en julio de 2018, pero su verdadera espectacularidad se reveló recientemente, una vez que se completó su limpieza y conservación", dijo Ware. La minuciosa restauración constató que el escudo está decorado con una serie relieves lineales en espiral, típico del arte celta, y una especie de esfera que sobresale en su centro. Junto a esta decoración, el descubrimiento de un agujero provocado por la punción de una espada y la evidencia de trabajos de reparación en el pasado desafía la idea de que tales escudos fueran puramente ceremoniales o decorativos. Una pieza similar, el llamado escudo Wandsworth (derecha), fue recuperada del río Támesis en 1849 y actualmente se expone en las colecciones del Museo Británico.

Arqueólogos desenterrando el escudo celta junto con los restos del hombre.

La tumba también contenía los restos de un hombre de unos 45 años cuando murió, aproximadamente entre 320 a. C. y 174 a. C.. Además del carro y los esqueletos de los dos caballos "saltando", la cavidad de la tumba estaba repleta con restos de unos seis cerdos sacrificados y un lujoso tenedor unido a una costilla de este animal. También se halló un broche de bronce decorado con vidrio rojo y otros preciosos artefactos.

Paula Ware sostiene el premio 'Proyecto de Rescate del año 2018', por la excavación del carro de la Edad del Hierro en Pocklington, con el presentador Julian Richards. Crédito: Current Archaeology

"La elaborada naturaleza del entierro indica que el hombre fallecido debió haber sido un miembro importante de su sociedad", dijo Ware. "No sabemos cómo murió. Aunque los restos óseos presentan algunos traumas provocados por objetos contundentes, los mismos no lo habrían matado", añadió.
Por otra parte, Ware señaló que la escenografía del entierro es indicativa de una creencia en una vida futura. "Los caballos fueron colocados con sus pezuñas en el suelo y sus patas traseras como si fueran a saltar fuera de la tumba. Para mí, sin duda, indica que se moverían hacia un más allá. El difunto tenía comida, armas y un medio de transporte".


Esqueletos de los caballos encontrados en la tumba de Pocklington para parecer como si estuvieran saltando fuera de la tumba.

Ware está de acuerdo con lo que otros medios de comunicación han sugerido sobre el significado del hallazgo: es uno de los descubrimientos antiguos más importantes jamás realizados en el Reino Unido. "La magnitud y la preservación del entierro del carro de Pocklington no tienen paralelo británico, proporcionando una mejor visión de la época de la Edad del Hierro, y además ha sido excavado en condiciones arqueológicas modernas", manifestó.

Los carros antiguos no son del todo infrecuentes hallarlos en tumbas. Un carro tracio, de 2.000 años de antigüedad, fue descubierto en 2008 junto con las osamentas de dos caballos y un perro en lo que ahora es Bulgaria (derecha).

La práctica de enterrar a los nobles junto con sus carros fue especialmente popular en el actual territorio de Bulgaria durante la época del Imperio Romano. Además, hace unos 2.500 años, un príncipe celta, en lo que hoy es Francia, fue enterrado en una lujosa tumba con una hermosa cerámica, un recipiente para beber con punta de oro y ... un carro. Así mismo, en 2014, un equipo de arqueólogos anunció que había descubierto una cámara funeraria de 4.000 años de antigüedad que contenía dos carros de cuatro ruedas junto con varios tesoros en el país de Georgia, en el sur del Cáucaso.

La nueva tumba con el carro y el escudo fueron localizados cuando el equipo arqueológico estaba excavando un área donde se pretende edificar un complejo de casas. Los investigadores planean enviar un artículo que describa los hallazgos a una publicación científica.

Fuentes: livescience.com | dailymail.co.uk | thesun.co.uk | 9 de diciembre de 2019

"Estamos conociendo mejor el contexto ecológico en el que vivían los neandertales de la cueva de los Casares" (Guadalajara)

Labores de excavación arqueológica en los niveles paleolíticos de la cueva de Los Casares FOTO: Luis de Luque Ripoll

La cueva de Los Casares ha sido considerada uno de los yacimientos arqueológicos más relevantes para el conocimiento del Paleolítico del interior peninsular durante el siglo XX. Tras un largo período de inactividad investigadora, desde comienzos de la presente década los grabados y pinturas paleolíticas que albergan sus paredes, así como el yacimiento neandertal que se esconde en su interior, han vuelto a ser estudiados mediante novedosos métodos en arte rupestre y arqueología del Paleolítico.

El equipo de investigación de la Universidad de Alcalá (UAH) que ha llevado a cabo la campaña de excavaciones que se han realizado en esta cueva, ubicada en Riba de Saelices (Guadalajara) ha recogido muestras en este paraje para estudiar una ocupación neandertal y quizá también de humanos modernos en esta gruta. Hablamos con Manuel Alcaraz Castaño (izquierda), personal investigador de la Universidad de Alcalá y codirector de la excavación.

¿Cuándo comenzó la excavación y con qué fin?

La cueva de los Casares se conoce desde hace mucho tiempo, desde finales del siglo XIX, y su yacimiento arqueológico se conoce desde los años 30. Los primeros trabajos se centraron en el arte rupestre, es decir en las pinturas y grabados que tiene la cueva y en los años 60 hubo una excavación por parte de un equipo de la Universidad de Zaragoza que puso al descubierto un yacimiento neandertal.

A pesar de su importancia, ha permanecido prácticamente sin investigación hasta que llegamos nosotros, en 2014, que reanudamos las investigaciones. Quisimos hacerlo porque entendíamos que quedaba mucho por hacer allí, se conocía el arte pero no hay un estudio (estamos en ello) del mismo. Para ello, no solo empezamos trabajando desde la Universidad de Alcalá, sino también trabajamos dentro de varios proyectos interdisciplinares e internacionales. Javier Alcolea y yo que somos los directores de las investigaciones, contamos con otros investigadores, geólogos, físicos, biólogos o paleontólogos, y no solo españoles, sino que trabajamos con investigadores alemanes o ingleses.
Estamos conociendo mucho mejor la circunstancia o el contexto ecológico en el que vivían los neandertales de la cueva de los Casares. Desde los años 60 se sabía que había neandertales, porque se encontraron herramientas de piedra que son típicas del Paleolítico medio, incluso se encontró un metacarpiano, un hueso del pie neandertal, entonces no había duda, pero no se conocía la edad exacta, porque cuando hablamos de neandertales debemos situarlos entre 300.000 y 40.000 años antes del presente, lo que es un lapso de tiempo muy amplio.

Lo que no se tienen son dataciones, lo que llamamos dataciones cronométricas, y no se puede situar de forma más precisa esa ocupación. No se tenían esas dataciones, y tampoco se tenían datos paleoecológicos, es decir, datos que nos informaran sobre el contexto ecológico en el que vivían esos neandertales. Eso es muy importante en las sociedades del Paleolítico, dado que evidentemente eran cazadores recolectores y el medio al que se enfrentaban es muy relevante a la hora de entender lo que llamamos las adaptaciones culturales, es decir, cómo esta gente se enfrentaba al medio en el que vivían y tenían una serie de comportamientos que estaban condicionados por el medio ambiente.

FOTO: Luis de Luque Ripoll

¿Qué muestras se recogen en este tipo de excavaciones?

Son básicamente cuatro para conocer el contexto ecológico: en primer lugar hemos analizado los restos de polen que se conservan en el yacimiento. Es algo que suele extrañar, pero se conserva directamente en el sedimento, en la tierra donde vamos excavando. Los árboles o arbustos que hubiera en esa época soltaron el polen y esporas, y con eso hoy en día -tras analizarlo- somos capaces de reconstruir el paisaje vegetal en el que vivieron estos neandertales.

Es muy importante analizar también lo que llamamos la microfauna, es decir, los animales pequeños. Aparecen mucho en los yacimientos paleolíticos porque se conservan muy bien. Estos animales son muy sensibles a los cambios ambientales. En ese sentido, dependiendo de las especies que encontremos podemos deducir que estamos ante un paisaje más abierto o un paisaje más boscoso. Por ejemplo en Los Casares tenemos restos de ardilla y puercoespín en el nivel correspondiente a la ocupación de neandertales, dos especies muy típicas de paisajes boscosos.

Las otras muestras que cogemos son los carbones, que no son más que maderas que se ha quemado en el yacimiento, y con eso vemos el tipo de árbol. Y otro análisis que llamamos de fitolitos, que son restos vegetales fosilizados que se ven también en el sedimento, y que también nos ayudan a recomponer el paisaje vegetal.

FOTO: Luis de Luque Ripoll

¿Cuáles son las principales novedades que han conseguido en esta última excavación?

Hemos encontrado más grabados y más pinturas de las que se conocían, pero es normal porque no había un estudio exhaustivo de las paredes. La cueva se conoce relativamente bien, pero hasta que no vas allí con los medios adecuados no documentas todo lo que hay. Seguramente podamos multiplicar los motivos grabados y pintados en Los Casares por cuatro o por cinco.

La mayoría de lo nuevo que estamos encontrado son cosas que no se ven muy bien. No son grandes grabados de caballos, porque ya se habrían visto, pero, por ejemplo, hemos encontrado un grabado de un reno y es relevante dado que es un ejemplo de lo que llamamos fauna fría, la cual solo vive en contextos de climas rigurosos. La relevancia de esta representación reside en que hasta la fecha no se han encontrado restos paleontológicos de reno al sur de la cordillera cantábrica correspondientes al Pleistoceno superior. Y, sin embargo, tenemos ya unos cuantos ejemplos de renos grabados en varias cuevas de la Meseta; no solo en Casares, sino también en la vecina cueva de La Hoz, y también en la Cueva del Reno (Valdesotos).

Esto abre un debate interesante, centrado en conocer si actualmente no tenemos registros paleontológicos de reno simplemente porque aún no se han encontrado, o, si por el contrario, estos grupos humanos representaron renos por motivos culturales, y no necesariamente porque convivieran con ellos.

En lo que más nos hemos centrado en la última campaña de excavación es en lo que llamamos la contextualización arqueológica de los grabados y pinturas, es decir, se conocen los grabados y pinturas rupestres de la cueva de los Casares desde los años 30, pero lo que no se conoce hasta ahora son los niveles arqueológicos que se corresponden con esos grabados, es decir, los restos materiales de las personas que pintaron y grabaron. En ese sentido, uno de nuestros objetivos ha sido tratar de encontrar restos materiales, excavando cerca o incluso debajo de los paneles decorados para ver si encontrábamos restos que nos indiquen que no solo hubo gente pintando y grabando, sino que también estaban viviendo físicamente allí, o al menos dejaron restos de sus actividades puntuales.

FOTO: José Javier Alcolea González

Este año hemos hallado un nivel arqueológico que no se conocía hasta entonces, por encima de los niveles de neandertales, y que muy probablemente se pueda corresponder con el Paleolítico superior, y, por tanto, con las personas que hicieron estos grabados. Es importante para poder conseguir dataciones de este nivel, ya que nos pueden dar una fecha que indirectamente nos ayude a datar los grabados. Los resultado de esas dataciones que fueron enviadas a un laboratorio en Oxford al poco de acabar la campaña de excavación, estarán disponibles a finales de diciembre.

¿La última fase de la excavación está terminada?

Hemos terminado la campaña de este año. El año que viene seguiremos excavando. Las excavaciones del Paleolítico se empiezan a hacer en tamaños muy reducidos. Nosotros para hacer esta excavación, que intenta encontrar un nivel arqueológico relacionado con las pinturas, hemos excavado dos metros cuadrados y vamos muy despacio porque hay que ir con mucho cuidado.

El próximo año continuaremos ampliando la excavación, pues queda parte de ese nivel que no ha sido excavado. Y, sobre todo, si las dataciones que hemos enviado nos confirman lo que creemos, merecerá la pena ampliar los dos metros cuadrados para seguir recopilando información sobre ese Paleolítico superior que es tan desconocido en Los Casares y que solo se sabe de él a través de los grabados.

Fuente: eldiario.es | 6 de diciembre de 2019

El arte de los agrimensores romanos emerge de pavimentos recién descubiertos en Pompeya

Lápida del topógrafo Popidius Nicostratus en la que se representa una groma (izquierda). Del Antiquarium de Boscoreale.

Las excelentes habilidades técnicas de los agrimensores romanos, los técnicos a cargo de las centuriaciones (división de las tierras) y otras iniciativas topográficas, como la planificación de ciudades y acueductos, son legendarias. Por ejemplo, los proyectos de centuriaciones extremadamente precisas son todavía visibles hoy en Italia y en otros países mediterráneos. Su trabajo también tenía conexiones religiosas y simbólicas relacionadas con la fundación de pueblos y la tradición etrusca.

Estos técnicos se llamaron gromáticos debido a su principal instrumento de trabajo denominado groma. Se basaba en una cruz hecha de cuatro brazos perpendiculares, cada uno con cuerdas colgando con pesos idénticos que actuaban como plomadas. El topógrafo podía alinear con extrema precisión dos líneas de plomada opuestas y muy delgadas con postes de referencia sostenidos a varias distancias por asistentes o fijados en el terreno, de la misma manera que se usan postes rojos y blancos en la topografía moderna al emplearse instrumentos de medición llamados teodolitos.


Hasta ahora, el único ejemplo conocido de una groma provenía de las excavaciones de Pompeya, mientras que imágenes que ilustrasen el trabajo de los gromáticos fueron transmitidas a través de códices medievales, los cuales datan muchos siglos después de que el arte de los agrimensores romanos ya no se practicara.

Sin embargo, ahora parece que es de nuevo en Pompeya donde puede surgir nueva información sobre estos antiguos arquitectos-topógrafos. Como parte del 'Proyecto Gran Pompeya', inaugurado en 2014 y cofinanciado por la Comunidad Europea, nuevas investigaciones arqueológicas han desenterrado una casa con una antigua y solemne fachada. En el interior, se han encontrado pisos casi intactos que contienen dos hermosos mosaicos que probablemente representan a Orión y una serie de imágenes enigmáticas.

Plano de la casa de Orión, en el que se muestra la disposición de las imágenes recién descubiertas (1,2) y de los mosaicos (3).

Recientemente, Massimo Osanna, director del parque arqueológico de Pompeya, junto con Luisa Ferro y Giulio Magli, de la Escuela de Arquitectura del Politécnico de Milán, han presentado una interpretación de las imágenes y de los mosaicos en un trabajo de investigación.


Entre las imágenes hay, por ejemplo, un cuadrado inscrito en un círculo. El círculo está cortado por dos líneas perpendiculares, una de las cuales coincide con el eje longitudinal del atrio de la casa, al tiempo que está representado como una especie de rosa de los vientos que identifica una división regular del círculo en ocho sectores espaciados de forma semejante. La imagen es sorprendentemente similar a la utilizada en los códices medievales para ilustrar la forma en que los gromáticos dividían el espacio.

Una imagen de un códice de la Edad Media en la que se muestra el trabajo de los Gromáticos y, en particular, una cruz circular casi idéntica a la que se acaba de descubrir.

Otra imagen compleja muestra un círculo con una cruz ortogonal inscrita en él, el cual está conectado a cinco puntos dispuestos en una especie de círculo pequeño a una línea recta con una base. Todo el conjunto aparece como la representación de una groma.


¿Se usaba esta casa para reuniones y/o el propietario pertenecía al gremio de los gromáticos? No lo sabemos con certeza. En cualquier caso, y una vez más, Pompeya se revela como una fuente imprescindible para comprender aspectos clave de la vida y la civilización romana.

Fuentes: eurekalert.org | dailymail.co.uk | 3 de diciembre de 2019

Hallan pinturas rupestres de 5.000 años antigüedad en Alburquerque, Badajoz

Detalle de uno de los nuevos dibujos antropomórficos de unos 5.000 años de antigüedad localizados en un abrigo rocoso del paraje de San Juan, en Alburquerque (Pablo Cordobilla / EFE)

Nuevos dibujos antropomórficos de unos 5.000 años de antigüedad han sido localizados en una zona rocosa del paraje de San Juan, en Alburquerque, municipio de Badajoz, el cual ya cuenta con otras pinturas en otros parajes, según han informado este miércoles fuentes municipales.

Aunque estas pinturas rupestres esquemáticas, de unos 10 centímetros longitud, fueron localizadas hace casi un año, es ahora cuando se ha dado a conocer tras las investigaciones llevados a cabo. De hecho, estos estudios serán publicados en el último número de la Revista de Estudios Extremeños.

Estas nuevas pinturas fueron halladas por Agustín Palomo, un vecino de la localidad que desde hace muchos años estudia e investiga este tipo de dibujos rupestres.


En concreto, la localización de los mismos se produjo cuando buscaba un dolmen en el citado paraje de San Juan. En su inspección, encontró los dibujos en un abrigo rocoso.

A este hallazgo se suman las ya conocidas pinturas del “Risco de San Blas”, de la Sierra de la Carava y las de Azagala, localizadas estas últimas hace tan solo 20 años.

Fuente: lavanguardia.com | 27 de noviembre de 2019

El último reducto de los astures: el castro de Peña Piñera (Bierzo, León)

El castro ocupa una extensión de 14 hectáreas. CADIERMO Y SASTRE

Aprovecharon los crestones rocosos y la piedra extraída del farallón para levantar una enorme fortaleza y concentrar a toda la población de la zona en el interior de un enorme recinto amurallado de 14 hectáreas. Pero no les dio tiempo a terminarlo. Los romanos se les echaron encima, acamparon en la colina de enfrente y después de un asedio más o menos tenaz entraron en el castro, bien por la fuerza o bien después de que sus defensores rindieran sus armas.

El castro de Peña Piñera en Vega de Espinareda, el de mayores dimensiones del Bierzo, pudo ser un fortín de las Guerras Cántabras y Astures (27 a 19 a. C) o bien de alguna de las revueltas posteriores, en el primer siglo de la romanización. Es la hipótesis hacia la que apuntan las excavaciones arqueológicas emprendidas este verano por los investigadores Feliciano Cadierno (izquierda) y José Carlos Sastre.

Los trabajos, financiados con tres mil euros del Instituto Leonés de Cultura con el apoyo del Ayuntamiento de Vega de Espinareda y concentrados en un área de 25 metros cuadrados, han servido para sacar a la luz hasta 28 objetos de valor arqueológico, entre molinos de mano y afiladores de piedra de los pueblos de la zona y tachuelas de legionarios.
Para seguir avanzando en la investigación arqueológica—y determinar, por ejemplo si finalmente hubo algún tipo de batalla— haría falta financiar una campaña más ambiciosa y Cadierna no descartaba ayer recurrir al crowfounding para continuar el próximo verano.

Restos de las murallas del castro

«Se trata de un escenario de las Guerras Cántabras y Astures o de alguna de las revueltas astures del siglo I d. C, que se mencionan en las fuentes clásicas» es la conclusión del informe de Cadierno y Sastre.

«La muralla fue construida con cierta prisa, como si supieran que una amenaza se cernía sobre ellos y se estuvieran preparando. Creemos, sin miedo a equivocarnos, que dicha amenaza no es otra que el Imperio Romano y sus legiones», añaden los dos arqueólogos. Todo el perímetro está construido con piedra seca y una técnica no muy elaborada, sin apenas cimientos, y aprovechando las defensas naturales de la colina. Da la sensación de que no les dio tiempo a terminar la edificación de la fortaleza.

Se han excavado 25 metros.

«Las rocas de la murallas están mas no menos escuadradas en su cara exterior, pero el relleno interior no se hizo con cuidado». Y en los farallones de donde extraía la piedra «hay bloques marcados y sin terminar de extraer y da la impresión de que dejaron la obra a medias», añade Cadierno.


Apuntalan la teoría el descubrimiento de restos de un campamento romano de planta cuadrangular, con su foso, situado en la colina de enfrente al castro, a unos trescientos metros y orientado hacia la acrópolis de la fortaleza astur. «El Castro de Peña Piñera es tan grande que si te centras en él no ves lo que hay alrededor. El Sol no te deja ver las estrellas», explicaba ayer desde Londres, donde ejerce como profesor de Historia, Feliciano Cadierno. Una reforestación de pino ha ocultado el foso, pero el uso de drones y fotografías satélites ha permitido verificar su perímetro.

Molino de piedra hallado en el castro. CADIERMNO Y SASTRE


«Creemos que dicho campamento es muy pequeño en comparación con el castro y harían falta otros campamentos situados en otros puntos para realizar un asedio con garantías», añaden Sastre y Cadierno en las conclusiones de su estudio. Lo que está claro, porque lo demuestran los clavi caligae (tachuelas o elementos metálicos típicos de las tropas romanas) halladas en el yacimiento del castro es que los legionarios entraron en el recinto. Queda por saber si lo tomaron al asalto o lo rindieron por hambre.

Botón del siglo XIX. CADIERNO Y SASTRE

Depositadas en el Museo de León 28 piezas de valor arqueológico

Feliciano Cadierno cree que los indicios apuntan a que Peña Piñera fue el último reducto de los astures de la zona antes de ser conquistados en las guerras cántabras o vencidos en una revuelta posterior. Las enormes dimensiones del castro demuestran que se levantó para concentrar a la población de la zona y los molinos y pulidores de roca hallados, en piedra arenisca de la zona que hoy ocupa el municipio de Fabero, son otra prueba de que allí se refugiaron residentes de otros castros cercanos. Es posible además que la fortaleza se levantara sobre un castro anterior más pequeño.
«Lo más probable es que no estuviera toda su superficie edificada, sino que sirviera de refugio a sus habitantes y para los de otros castros cercanos que pudieran depender de este», explican los autores en su estudio arqueológico. En las inmediaciones hay restos de al menos cinco castros más, de menor tamaño, unos de cronología romana y otros indefinida.

Las 28 piezas halladas —ocho molinos, cinco pulidores o afiladores, muestras de mineral de hierro y lajas de pizarra, materiales de hoguera, tachuelas de legionario y objetos más recientes como una pieza de arnés de bronce del siglo XVIII y un botón de cinco puntas del siglo XIX— ya están depositados en el Museo de León.

Fuente:diaeiodeleon.es | 1 de diciembre de 2019