Un estudio ofrece una nueva visión del impacto de las migraciones antiguas en el paisaje europeo

Gráfico que representa la propagación de la ascendencia Yamnaya a lo largo del tiempo durante un período de alrededor de 8.000 años. Crédito: Fernando Racimo.

Se ha acreditado durante largo tiempo que las poblaciones neolíticas provocaron una revolución en las prácticas agrícolas de toda Europa. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que no fue sino hasta la Edad del Bronce, varios milenios después, que la actividad humana provocó cambios significativos en el paisaje del continente.

Científicos de la Universidad de Copenhague y la Universidad de Plymouth han dirigido una investigación que describe cómo se desarrollaron las dos principales migraciones humanas durante el Holoceno en Europa: el movimiento hacia el noroeste de las poblaciones de agricultores provenientes de Anatolia durante el Neolítico y el movimiento hacia el oeste de los pueblos esteparios de Yamnaya durante la Edad del Bronce.

En particular, analizaron cómo estos dos movimientos se asocian con los cambios producidos en la vegetación, lo que llevó a que los bosques de Europa fueran reemplazados por un paisaje agrícola que todavía hoy es muy evidente.

Sus resultados, publicados en PNAS, muestran que las dos migraciones difieren notablemente, tanto en sus implicaciones de propagación como en sus resultados ambientales, con la expansión de Yamnaya moviéndose dos veces más rápido y dando como resultado mayores cambios en la vegetación que el desplazamiento anterior del agricultor neolítico de Anatolia.
El estudio, que también involucró a la Universidad de Gotemburgo y la Universidad de Cambridge, utilizó técnicas aplicadas en ciencias ambientales para modelar el clima y la contaminación, y las aplicó para analizar los movimientos de la población humana en los últimos diez milenios de la historia europea.


Se demostró que una disminución del bosque de hoja ancha (bosques caducifolios, bosques laurifolios y bosques mixtos), y un aumento en el pasto y de la vegetación natural de los pastizales, coincidió con un declive de los cazadores-recolectores, y ello puede estar asociado con el rápido movimiento de los pueblos esteparios durante la Edad del Bronce.

Sin embargo, los cambios en la vegetación se comportaron de diferentes maneras en diferentes partes del continente. En el centro de Francia los aumentos en la ascendencia Yamnaya coincidieron con disminuciones en la cubierta forestal de hoja ancha. Por el contrario, en el sudeste y sudoeste de Europa la cubierta forestal se mantuvo estable (en niveles bajos), incluso a medida que aumentaba la ascendencia Yamanaya. Si los humanos fueron responsables de esto, tal vez podría deberse al desarrollo del cultivo de árboles dentro del sistema agropastoril en el Mediterráneo.

También se ha demostrado que las variaciones naturales en los patrones climáticos durante este período están asociadas con estos cambios en la cubierta terrestre.

La investigación es la primera en modelar la propagación de los ancestros en los genomas antiguos a través del tiempo y el espacio, y proporciona el primer marco para comparar las migraciones humanas así como los cambios en la cubierta terrestre, al tiempo que explica los cambios en el clima.


El Dr. Fernando Racimo (izquierda), profesor asistente de la Universidad de Copenhague y autor principal del estudio, dijo: "El movimiento de los pueblos esteparios durante la Edad del Bronce tuvo un impacto particularmente fuerte en la vegetación europea. A medida que estos pueblos se movían hacia el oeste, vemos aumentos en la cantidad de tierras de pastoreo y disminución de los bosques de hoja ancha en todo el continente. También podemos comparar los movimientos de genes con la propagación de los contenidos culturales. En el caso de la revolución agrícola neolítica, por ejemplo, ambos aspectos se rastrean particularmente bien, tanto en el espacio como en el tiempo".

La investigación hizo uso de mapas de la cobertura del suelo que muestran el cambio de vegetación en los últimos 11.000 años, los cuales fueron elaborados a través del proyecto 'Deforesting Europe', de la Universidad de Plymouth.
Los científicos que trabajan en ese proyecto han demostrado que más de la mitad de los bosques de Europa han desaparecido en los últimos 6.000 años debido a la creciente demanda de tierras agrícolas y al uso de la madera como fuente de combustible.

Krigeaje espacio-temporal de ancestros neolíticos durante el Holoceno, usando 5.000 puntos de cuadrícula espacial. Los colores representan la proporción de ascendencia prevista en cada punto de la cuadrícula.


Krigeaje espacio-temporal de la ascendencia esteparia Yamnaya durante el Holoceno, utilizando 5.000 puntos de cuadrícula espacial. Los colores representan la proporción de ascendencia prevista en cada punto de la cuadrícula.

La Dra. Jessie Woodbridge (derecha), investigadora de la Universidad de Plymouth y coautora del estudio, agregó: "Los paisajes europeos se han transformado drásticamente durante miles de años. El conocimiento de cómo las personas interactuaron con su entorno en el pasado tiene implicaciones para comprender la forma en que las gentes usan e impactan en el mundo de hoy. La colaboración con paleogenéticos ha permitido rastrear la migración de las poblaciones humanas en el pasado utilizando ADN antiguo, y, por primera vez, nos permite evaluar el impacto de diferentes poblaciones agrícolas sobre el cambio acontecido en la cobertura de la tierra, lo cual nos proporciona nuevos conocimientos sobre las interacciones pasadas entre humanos y medio ambiente".

Fuente: phys.org | 2 de abril de 2020

Los bebés ‘Australopithecus’ nacían con el cerebro inmaduro. Se derrumba el supuesto "dilema obstétrico"

Las huellas cerebrales en los cráneos fósiles de la especie 'Australopithecus afarensis' (famosa por su nombre 'Lucy y el 'niño Dikika' de Etiopía que se muestra aquí en vista frontal y lateral) arrojan nueva luz sobre la evolución del crecimiento y la organización del cerebro. Estos datos sugieren que el 'Australopithecus afarensis' tenía un cerebro parecido a un mono y un crecimiento cerebral prolongado. Licencia: CC BY-NC-ND 4.0; Imagen de Philipp Gunz

¿El cerebro de la famosa Australopithecus Lucy se parecía más al de los chimpancés o al nuestro? El análisis de cráneos de esta extinta especie de homínidos, publicados en Science, muestran un patrón intermedio: los cerebros de Australopithecus afarensis presentaban un patrón de organización más similar al de los simios, pero su desarrollo era más lento, como ocurre en el caso de los humanos. El crecimiento cerebral prolongado sugiere que los bebés pudieron haber tenido una larga dependencia de los cuidadores.

Este resultado rebate la hipótesis del dilema obstétrico, según la cual el aumento del tamaño de la cabeza, junto con la modificación del canal del parto debido a la posición bípeda, condujo a que las crías nacieran con el cerebro inmaduro.

“Las adaptaciones para caminar erguido en el linaje de los homínidos cambiaron la forma de la pelvis, lo que resultó en un canal de parto estrecho. La influyente hipótesis del ‘dilema obstétrico’ plantea que alrededor de cuatro millones de años más tarde, la evolución hacia cerebros grandes en el linaje humano requirió desplazar una parte significativa del crecimiento y maduración cerebral al periodo posnatal”, afirma el autor principal del estudio Philipp Gunz (izquierda), del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania).

Es decir, si la naturaleza quería cerebros más grandes y simios que caminaran debía sacrificar la madurez de los recién nacidos y que, por tanto, las crías dependieran de sus cuidadores durante un largo periodo de tiempo.

En contraste con esta visión, Gunz y sus colegas muestran en su investigación que un periodo más extenso de crecimiento cerebral a lo largo de la infancia evolucionó en el Australopithecus afarensis mucho antes de cualquier “dilema obstétrico”.


Comparación de la medida y forma de la pelvis, por donde debe pasar el cráneo de la cría en el Chimpancé, el 'Australopithecus afarensis' y el 'Homo sapiens sapiens'. Esta comparación es una de las piezas de evidencia usadas por los antropólogos físicos para apoyar la hipótesis del dilema obstétrico.

El debate existente en torno al cual los investigadores se plantearon el estudio era si el crecimiento cerebral prolongado en el desarrollo y su reorganización suponían un efecto colateral del aumento del tamaño del cerebro en el género Homo hace dos millones de años o, si por el contrario, ambas características evolucionaron ya en el género Australopithecus aproximadamente un millón de años antes de este incremento del volumen cerebral.

Para averiguarlo, el equipo dispuso de ocho cráneos fósiles de Australopithecus afarensis hallados en los yacimientos etíopes de Dikika y Hadar que escanearon mediante tomografía computarizada. Dos de estos cráneos eran infantiles y el resto de adultos. Entre ellos, se encontraban los fósiles de la famosa niña de Dikika, también conocida como Selam, y de la propia Lucy.

Reconstrucción virtual 'Australopithecus afarensis' infantes de Dikika y Hadar. DIK-1-1 (A a G) y AL 333-105 (H a O) tal como se ha conservado y reconstruido. (A) Vista frontal. (B) Vista superior. (C) La segmentación manual de la matriz endocraneal revela una preservación excepcional de la cavidad endocraneal. (D a G) Modelos 3D del cráneo DIK-1-1 antes (D y F) y después (E y G) de la reconstrucción virtual en la vista frontal y lateral izquierda. (H a K) Escaneo del espécimen fósil AL 333-105 original. (L) Segmentación manual. (M a O) Reconstrucción virtual. Las capas externas reconstruidas de las cajas cerebrales se muestran como superficies semitransparentes. Barra de escala, 1 cm.

El tamaño promedio del volumen cerebral en los especímenes recién nacidos se predijo en función de la relación estadística entre el tamaño de las muestras infantiles y los adultos. La comparación indicó una prolongación del crecimiento de este órgano por lo que, según el artículo, esta característica no es un mero producto del incremento evolutivo de su tamaño en el género Homo. Los resultados también revelaron, de forma contraria a las afirmaciones anteriores, una organización cerebral similar a la de un simio sin mostrar cambios que se dirigieran hacia características típicas de los humanos.
“Esta visión está en línea con un estudio previo donde se enfatizaba la importancia de las limitaciones energéticas del metabolismo materno en el crecimiento fetal y la longitud de la gestación, lo que sugiere que la evolución de la altricialidad -nacimiento inmaduro de las crías- en los homínidos tuvo poco que ver con la morfología pélvica”, afirma Gunz.

El crecimiento lento del cerebro también podría representar principalmente una adaptación energética, por ejemplo, a entornos menos productivos en los que se deben repartir los requisitos energéticos de la dependiente descendencia durante muchos años.
En cualquier caso, esta característica ya presente en Australopithecus afarensis proporcionó una base para la evolución posterior del cerebro y el comportamiento social en los homínidos y probablemente fue crítico para la evolución de un largo período de aprendizaje infantil.

Fuente: lavanguardia.com | 2 de abril de 2020

Recreación de las famosas 'Australopithecus afarensis' «Selam» (izquierda) y «Lucy»

Lucy ya tuvo una larga infancia como la de los humanos

Desde que vienen al mundo, los bebés humanos son completamente dependientes de sus mayores durante un periodo mucho más prolongado que cualquier otro primate. Los científicos creen que la explicación de esta larga infancia está en el cerebro: no sólo es mucho más grande que el de cualquier otra especie, también está organizado de manera diferente y tarda más en crecer y madurar. Al nacer, su tamaño es sólo un 30% del de un adulto. Si fuese más grande, el parto sería más complicado y peligroso.

Si las características de la mente humana hacen de ella una herramienta evolutiva única, clave en nuestra complejidad social, su origen biológico es incierto. Los fósiles de nuestros antepasados más antiguos han permitido a los científicos estimar el volumen del cerebro a lo largo de las distintas etapas de la evolución, pero la ausencia de tejido orgánico limita la información disponible. Un nuevo estudio, publicado en Science Advances, ha superado estas limitaciones gracias a la tomografía axial computarizada (TAC), una tecnología que permite una reconstrucción 3D detallada a través de múltiples imágenes.

A medida que el cerebro crece y se expande, los tejidos que rodean su capa externa dejan una marca en el interior del cráneo. La identificación de estas señales, gracias a los TAC más avanzados, permiten a los investigadores iluminar la organización y el desarrollo cerebral de antepasados que vivieron hace más de tres millones de años, entre ellos la famosa Lucy.

"Lucy y sus parientes ya nos habían proporcionado información fundamental sobre el comportamiento de los primeros homínidos: que caminaban erguidos, que tenían cerebros alrededor de un 20% más grandes que los de los chimpancés, o que podrían haber utilizado herramientas de piedra afiladas", recuerda Zeresenay Alemseged (izquierda), investigador de la Universidad de Chicago y coautor del artículo. "Ahora sabemos además que, hace ya tres millones de años, los niños dependían de sus cuidadores por mucho tiempo".

La nueva investigación revela que, si bien Lucy tenía una estructura cerebral similar a otros simios, como el chimpancé, su cerebro tardaba más tiempo en alcanzar el tamaño adulto. Esa dependencia prolongada de los adultos es un rasgo típicamente humano. "Eso les daba más tiempo para adquirir habilidades cognitivas y sociales", añade. "Y, al afirmar que la infancia surgió hace 3,5 millones de años, estamos estableciendo un evento histórico en la evolución humana".

ENCRUCIJADA EVOLUTIVA

Los científicos estiman que los linajes de humanos y chimpancés se separaron hace entre siete y nueve millones de años. Los Australopithecus son una de las especies más antiguas de esa rama evolutiva, que acabaría dando lugar a los sapiens, por eso esqueletos como los de Lucy o Selam -una niña Australopithecus afarensis de tres años hallada en 2000- son tan importantes. "Selam ha desempeñado un papel fundamental, al permitir a los paleoantropólogos responder preguntas clave sobre cómo nos convertimos en humanos", señala Alemseged.

Endocasto virtual en vista superior (A y B) y posterior (D y E). Comparación de la superficie endocraneal con un cerebro de chimpancé juvenil (C y F). El modelo en 3D construido a partir de imágenes de resonancia magnética (IRM)] ilustra la organización general del cerebro similar a un simio del endocast de DIK-1-1 (niña de Dikkika), que incluye un surco semilunar colocado anteriormente (L). Las circunvoluciones están codificadas por colores; los surcos se etiquetan como en (C) y (F). Las impresiones de los vasos meníngeos se muestran en rojo.

En total se analizaron ocho fósiles de Australopithecus afarensis de diferentes edades procedentes de los yacimientos de Dikika y Hadar (Etiopía). Los resultados han servido a los investigadores para estudiar el crecimiento y la organización de su cerebro, que compararon después con los de Homo sapiens modernos y chimpancés (Pan troglodytes). Además de TAC convencionales, realizaron una microtomografía más precisa en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF), en Grenoble.

Los resultados fueron moldes digitales de alta resolución (endocast) del interior de los cráneos, en los que pudieron ver -y analizar- la estructura anatómica del cerebro. En base a esto, los investigadores evaluaron dos cuestiones clave: la organización y el patrón de crecimiento.

"Un aspecto destacado de nuestro trabajo es cómo la tecnología puede aclarar grandes debates sobre especies que vivieron hace tres millones de años", señala el coautor William Kimbel (derecha), profesor en la Escuela de Evolución Humana de la Universidad de Virginia y responsable de los trabajos de campo en el yacimiento de Hadar. "Nuestra capacidad para ver detalles ocultos de la estructura ósea y dental con tomografías computarizadas ha revolucionado la investigación sobre nuestros orígenes".

DIFERENTES Y SIMILARES

Una de las diferencias fundamentales entre el cerebro de los humanos y el de otros primates es la organización de los lóbulos parietal -importante para procesar la información sensorial- y occipital. En el caso de Selam, los autores identificaron claramente la impresión del surco semilunar (un pliegue que en los sapiens está en el lóbulo occipital). La zona en la que se localizó es más similar a la posición que ocupa en los simios, lo que refuerza la idea de que la organización del cerebro de los Austarlopithecus afarensis es similar a la de la mayoría de primates, pero diferente a la de los Homo sapiens.

Sin embargo, al comparar el volumen endocraneal de los Australopithecus de diferentes edades, los resultados fueron otros. Se ve un crecimiento prolongado (los cerebros de Lucy y Salem era un 20% más grande que el de un chimpancé, aunque su tamaño era similar) y un desarrollo más parecido al de los humanos, que los autores relacionan con período más largo de aprendizaje infantil.
Foto: recreación de Lucy

"Nuestros datos demuestran que el 'Australopithecus afarensis' tenía una organización del cerebro similar a la de otros simios, pero que se desarrollaron durante un período de tiempo más largo", concluye Philipp Gunz, antropólogo evolutivo en el Instituto Max Planck.

Los investigadores consideran que ese crecimiento prolongado del cerebro proporcionó a los homínidos la base para una posterior evolución en el comportamiento social, en la que debió ser fundamental una larga infancia que sirviera como periodo de aprendizaje.

"La combinación de una estructura cerebral similar a la de los simios y un crecimiento prolongado en la especie de Lucy fue bastante inesperada", reconoce Kimbel. "Pero el hallazgo apoya la idea de que la evolución del cerebro humano ocurrió gradualmente, y que el desarrollo prolongado antecede incluso el origen de nuestro propio género 'Homo'".

Fuente: elmundo.es | 1 de abril de 2020

Datan el cráneo de Broken Hill ('Homo heidelbergensis') en 300.000 años, más jóven de lo que se estimaba

El cráneo de Broken Hill 1 (Kabwe, Zambia) es considerado uno de los fósiles de homínidos mejor conservados encontrados en África © The Trustees of the Natural History Museum, London.

El cráneo de Broken Hill 1 (Kabwe) se convirtió en el primer fósil humano históricamente significativo encontrado en África cuando fue descubierto en Zambia en 1921. Casi cien años después los restos de este homínido continúan arrojando luz sobre cómo evolucionaron los humanos, tras un nuevo análisis del fósil en el que se demuestra que es mucho más joven de lo que se pensaba.
Cuando el cráneo de Broken Hill se descubrió por primera vez en lo que ahora es Kabwe, Zambia, se adujo rápidamente de que no pertenecía a un humano moderno, sino a uno antiguo.

Si bien inicialmente se le llamó Homo rhodesiensis, desde entonces se le ha clasificado como uno de los fósiles mejor conservados de otra especie humana antigua llamada Homo heidelbergensis, el cual se cree que apareció por primera vez hace unos 600.000 años, y que se extendió por gran parte de África y Europa, dejando a su paso un puñado de fósiles y muchas herramientas de piedra.

El profesor Chris Stringer (izquierda), investigador de la evolución humana en el Museo de Historia Natural de Londres, ha trabajado con el geocronólogo Rainer Grün, de la Universidad Griffith, en Australia, y otros colegas, para poder obtener la mejor datación sobre cuándo murió el dueño del cráneo de Broken Hill.

Stringer dice: "A través de años de arduo trabajo en la datación directa de este cráneo y otros materiales humanos y no humanos encontrados alrededor del sitio de Broken Hill, hemos podido dar la mejor estimación de su antigüedad en aproximadamente 299.000 años. Esto hace que sea sorprendentemente joven, ya que se espera que un fósil de unos 300.000 años muestre características intermedias entre el Homo heidelbergensis y el Homo sapiens, pero el cráneo de Broken Hill no muestra características significativas de nuestra especie".

La nueva datación del fósil cambia lo que pensábamos sobre los que estaba sucediendo en el continente africano, no solo cuando el Homo heidelbergensis vivía y se dispersaba por la masa terrestre, sino también cuando nuestra propia especie, el Homo sapiens, estaba evolucionando antes de hacer sus incursiones por el resto del mundo.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature.

Cuando se descubrió, se informó que el cráneo de Broken Hill no pertenecía a un humano moderno, sino a uno arcaico. © The Trustees of the Natural History Museum, London.

Un descubrimiento innovador

El cráneo fue descubierto en una mina de plomo y zinc en Broken Hill, en lo que entonces se conocía como Rhodesia del Norte, pero ahora es Kabwe, Zambia. Fue hallado por un minero africano no identificado y su colega suizo llamado Tom Zwigelaar. En otras partes del lugar, se encontraron otros fósiles, incluidos fragmentos de un fémur y la mandíbula parcial de un individuo. Ahora bien, estos no son los únicos fósiles que han salido de la mina de Broken Hill, ya que los registros muestran que era rica en restos óseos de animales.

Los fósiles humanos destacaron por su importancia, al ser los primeros fósiles de homínidos significativos encontrados en África. Fueron donados por la Rhodesia Broken Hill Mine Company, propietaria de la mina, a lo que entonces era el Museo Británico, pero ahora están en el Museo de Historia Natural de Londres desde 1921.

Cuando los fósiles llegaron a Londres, fueron examinados por el paleontólogo Arthur Smith Woodward, quien declaró que pertenecían a una nueva especie humana, a la que llamó Homo rhodesiensis.

Más recientemente, muchos investigadores han sugerido que estos fósiles representan una variación dentro de otra especie humana antigua conocida como Homo heidelbergensis.

Los restos fósiles del Homo heidelbergensis, en forma de huesos y herramientas de piedra, se han encontrado en muchos lugares de África, así como en gran parte de Europa. Varios de estos fósiles datan de hace unos 500.000 años, dando lugar a una teoría intrigante.
"Hasta hace poco, yo, y muchos otros paleoantropólogos, argumentábamos que el 'Homo heidelbergensis' había existido hace unos 500.000 años, y probablemente fue el último antepasado común de nuestra especie 'Homo sapiens', que evolucionó en África, y de 'Homo neanderthalensis' (los neandertales) que se desarrolló en Eurasia", dice Stringer. "Pero esta nueva datación sugiere que el panorma africano era mucho más complejo que esto".


Cuatro de las siete especies humanas que vivían en África y Eurasia al mismo tiempo hace unos cientos de miles de años (H. erectus, H. heidelbergensis, H. neanderthalensis y H. sapiens) © The Trustees of the Natural History Museum Londres.

Un planeta cosmopolita

Originalmente, las comparaciones del fósil de Broken Hill con otros de yacimientos de África y Europa llevaron a los investigadores a suponer que el cráneo probablemente tenía alrededor de 500.000 años, pero esto nunca se había confirmado.
Stringer y sus colegas recurrieron a los isótopos de uranio encontrados dentro del cráneo de Broken Hill para determinar una datación mucho más precisa, dando como resultado una antigüedad de aproximadamente 299.000 años atrás, con un rango diferencial de 25.000 años arriba y abajo.
Esto es sorprendente porque hasta hace poco se pensaba que en ese momento temporal probablemente solo había una especie de homínido viviendo en el continente africano: el Homo sapiens.

"Ya sabíamos que Eurasia contenía diversos linajes humanos hace unos 300.000 años", explica Stringer. Y ahora, lo mismo se puede aplicar a África, ya que el Homo heidelbergensis debe haber sido contemporáneo de los fósiles de Homo sapiens hallados en Marruecos y Kenia, así como del Homo naledi, mucho más primitivo, descubierto recientemente en Sudáfrica.
"Esta datación de unos 300.000 años de antigüedad resalta la complejidad de la evolución humana en África", declara Stringer.

Ahora parece que África y Eurasia fueron habitadas por toda una gama de especies de homínidos hace solo unos cientos de miles de años. Mientras que el Homo naledi vivía en Sudáfrica, el Homo heidelbergensis sobrevivía en África Central y del Sur, y el Homo sapiens emergía en Marruecos y Etiopía.

Al mismo tiempo que el Homo neanderthalensis estaba evolucionando en Europa, los denisovanos se estaban desarrollando en Asia, el Homo erectus todavía podía estrar aferrándose a Indonesia, y dos homínidos diminutos, el Homo floresiensis y el Homo luzonensis, vivían la vida en islas del sudeste de Asia.

Parece, pues, que el mundo era un lugar ocupado, y solo ahora estamos comenzando a comprender lo que esto puede significar para nuestros propios orígenes. En lugar de la evolución lineal en la que una nueva especie suplanta a su predecesora, África pudo haber sido “un crisol” que involucrara el cruce entre múltiples especies humanas.

Fuentes: Museo de Historia Natural de Londres | irishnews.com | 1 de abril de 2020

La evidencia genética humana más antigua, realizada sobre 'Homo antecessor', aclara la disputa sobre nuestros antepasados

Restos de esqueleto de 'Homo antecessor' (Prof. José María Bermúdez de Castro)

Hace más de 25 años, los investigadores del yacimiento de Gran Dolina en la Sierra de Atapuerca (Burgos) dieron con unos fósiles que presentaban una combinación de características únicas hasta la fecha. Acababan de descubrir una nueva especie de homínido que cambiaría las teorías sobre la evolución humana: el Homo antecessor.

Foto: Gran Dolina preserva un registro a largo plazo de poblaciones de homínidos del Pleistoceno (Prof. José María Bermúdez de Castro).

Un cuarto de siglo después, los restos de esta especie reescriben su historia. Una novedosa técnica basada en el análisis de proteínas del esmalte ha logrado recuperar el material genético más antiguo hasta la fecha en una especie humana, datado de hace unos 800.000 años, lo que ha permitido determinar de forma muy precisa la posición del Homo antecessor en el árbol genealógico humano.
Los resultados obtenidos, publicados en Nature, llevan a situar a este homínido en un linaje hermano cercano al Homo sapiens, a los neandertales y a los denisovanos, pero ni perteneció al mismo grupo de sus parientes ni fue su antecesor, sino que se separó de ellos muchos años atrás.

Desde su descubrimiento, los paleoantropólogos habían tratado de situar a este grupo, que habitó Europa hace 900.000 años, en la línea evolutiva humana. Precisamente la antigüedad de los restos de Homo antecessor limitaba su estudio al condicionar la obtención de datos a la forma y el tamaño de los fósiles.

“Cuando solo tienes medidas físicas de cráneos es muy difícil llegar a conclusiones solidas. Las herramientas moleculares nos permiten hacer un viaje al pasado. Y eso muchas veces es suficiente para desencajar las piezas del puzle”, afirma el coautor del estudio Tomás Marqués Bonet (izquierda), investigador ICREA y director del Instituto de Biología Evolutiva (IBE: UPF-CSIC).

De los más de 170 restos fósiles humanos recuperados hasta la fecha del nivel TD6 de Gran Dolina, los investigadores del reciente estudio, liderados por la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y con la participación de instituciones españolas como el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) o el propio IBE, analizaron un molar de un individuo macho que vivió hace entre 772.000 y 949.000 años.

La técnica empleada para ello, denominada paleoproteómica, permite reconstruir proteínas muy antiguas a partir de cadenas de aminoácidos presentes en el esmalte de los dientes para poder compararlas con secuencias ya conocidas de estas macromoléculas. El fin último supone establecer su relación genética.

Reconstrucción digital del especímen ATD6-69 de la colección de Homo antecessor. / Laura Martín-Francés.

La paleoproteómica supera al análisis de ADN antiguo, el cual ha revolucionado la investigación y la comprensión de la historia humana en los últimos tiempos, pero ha mostrado un límite temporal máximo de 400.000 años en el análisis de muestras de restos de humanos.

“Mucho de lo que sabemos hasta ahora se basa en los resultados del análisis de ADN antiguo o en observaciones de la forma y la estructura física de los fósiles. Debido a la degradación química del ADN a lo largo del tiempo, el material genético humano más antiguo recuperado hasta la fecha apenas supera los 400.000 años”, explica Enrico Cappellini (izquierda), profesor asociado del Globe Institute y responsable principal del grupo de investigación. “Ahora, el análisis de proteínas antiguas con espectrometría de masas, un enfoque comúnmente conocido como paleoproteómica, nos permite superar estos límites", añade.
Los autores del estudio compararon los conjuntos de datos de proteínas extraídos de la pieza dental de Homo antecessor, con datos de neandertales, denisovanos y Homo sapiens, así como con proteínas extraídas de un premolar humano actual.

"La relación genética hallada indica que este homínido no forma parte del mismo grupo que los otros tres, sino que es más antiguo y se separó antes del ancestro común que mantuvieron estas especies entre sí", explica Marqués Bonet.

Durante años, la relación exacta entre Homo antecessor y otros grupos humanos, como sapiens y neandertales, se ha discutido intensamente entre los expertos. “Los investigadores de Atapuerca abrieron un debate científico enorme sobre el papel de Homo antecessor y ahora lo hemos cerrado desde donde no se podía soñar en aquella época, desde la paleoproteómica. Esperamos que la misma técnica cierre muchos más debates en el futuro”, añade Carles Lalueza-Fox (derecha), investigador principal del Instituto de Biología Evolutiva (IBE-UPF) y coautor del artículo.

Este cambio de posición en el árbol genealógico humano implica también dar otra explicación a la evolución de la cara hacia los rasgos del humano moderno, los cuales ya presentaba el Homo antecessor. Si esta especie no formaba parte del mismo grupo que el Homo sapiens y había vivido antes, se puede asumir que el ancestro común de ambos ya tenía rasgos similares a los de los humanos modernos.

“Me alegro de que el estudio de proteínas proporcione evidencia sobre la posible relación entre 'Homo antecessor', el ancestro común de los neandertales, los humanos modernos y los denisovanos. Las características compartidas por la especie de TD6 con estos homínidos aparecieron claramente mucho antes de lo que se pensaba. Por lo tanto, podría ser una especie basal de la humanidad emergente que dio lugar a neandertales, denisovanos y humanos modernos”, declara José María Bermúdez de Castro (izquierda), del CENIEH y coautor del trabajo.

El estudio de la evolución humana por paleoproteómica continuará en los próximos años a través del proyecto iniciado recientemente Palaeoproteomics to Unleash Studies on Human History (PUSHH), financiado por la Unión Europea y al que pertenecen muchos de los coautores del artículo. "Realmente espero ver lo que la paleoproteómica revelará en el futuro”, señala Cappellini.
En este sentido María Martinón-Torres, directora del CENIEH y coautora de la investigación concluye: “Es emocionante ser pioneros en la aplicación de un campo tan innovador como el de la paleoproteómica al registro fósil humano. Los próximos años estarán llenos de sorpresas científicas”.

Fuentes: lavanguardia.com | agenciasinc.es | 1 de abril de 2020


Descubren en Irak una área de culto y sacrificios, de hace 5.000 años, dedicada al dios guerrero Ningirsu

Vista aérea de la ciudad sagrada de Girsu. Tello-Girsu Project, Iraq Scheme, The British Museum.

Un equipo de arqueólogos ha descubierto recientemente en el enclave de Girsu (también conocido como Tello), en Irak, un área de culto de 5.000 años de antigüedad en el que se celebraban excitantes fiestas, sacrificios de animales y procesiones rituales dedicadas a Ningirsu, un dios guerrero mesopotámico.

En un área de Girsu, conocida como Uruku (un nombre que significa "la ciudad sagrada"), los arqueólogos excavaron más de 300 tazas, cuencos, jarras y otros recipientes rotos, junto con una gran cantidad de huesos de animales. Sebastien Rey (izquierda), director del Proyecto Tello / Antigua Girsu, del Museo Británico, y Tina Greenfield (derecha), zooarqueóloga de la Universidad de Saskatchewan (Canadá), dijeron que los mismos estaban dentro o cerca de una favissa (un pozo ritual) que tenía una profundidad de 2,5 metros. Greenfield presentó los hallazgos del equipo en la reunión anual de la American Schools of Oriental Research celebrada en San Diego en noviembre de 2019.

La plaza sagrada, vista aquí, estaba en el corazón de Girsu. Recientemente se descubrió un área de culto que tenía más de 300 objetos ceremoniales rotos cerca de su entrada. Imagen: © S. Rey / Tello / Proyecto Girsu.

Uno de los objetos más llamativos que encontraron los arqueólogos fue una figura de bronce con forma de pato, y cuyos ojos estaban hechos de conchas. El objeto pudo haber sido dedicado a Nanshe, una diosa asociada con el agua, los pantanos y las aves acuáticas, dijeron Rey y Greenfield a Live Science en un correo electrónico. Los investigadores también descubrieron un fragmento de un jarrón que tiene una inscripción dedicada a Ningirsu.


Ningirsu, también conocido como Ninurta, el antiguo dios mesopotámico de la guerra.

Rey y Greenfield adujeron que las tazas y copas encontradas probablemente se habían usado en una fiesta religiosa antes de ser desechadas en el pozo ritual o favissa, mientras que los huesos, que eran de ovejas, vacas, ciervos, gacelas, peces, cabras, cerdos y pájaros, eran probablemente los restos de animales que fueron consumidos o sacrificados en los rituales llevados a cabo.

Restos de los objetos cerámicos y huesos de animales depositados en el pozo ritual o 'favissa' se pueden ver en esta imagen. El área de culto se remonta a casi 5.000 años. Crédito de la imagen: Proyecto S. Rey / Tello / Girsu.


El área tiene una gruesa capa de cenizas, la cual probablemente es producto de los grandes fuegos rituales que se establecían. El equipo también encontró ocho estructuras ovales llenas de cenizas que probablemente eran restos de linternas o lámparas de fuego.
Los arqueólogos creen que el área de culto estuvo en uso durante el período llamado "dinástico temprano", que duró entre 2950-2350 a. C.


Foto: El templo del dios sumerio Ningirsu en Girsu/Tello. Tello-Girsu Project, Iraq Scheme, The British Museum.

Fiestas y procesiones

"La gran cantidad de cerámica ceremonial, así como los suelos quemados y el pozo/'favissa', conectan fuertemente el área de culto con el lugar donde, según los textos cuneiformes, tenían lugar festivales religiosos, y donde la población de Girsu se reunía para festejar y honrar a sus dioses", dijeron Rey y Greenfield en el correo electrónico aludido.
Las tablillas cuneiformes encontradas en Girsu a fines del siglo XIX y principios del siglo XX describen los festejos religiosos y las procesiones para las que se usaba dicha área de culto. Las tablillas describen que las fiestas religiosas en honor a Ningirsu se llevaban a término dos veces al año y duraban tres o cuatro días, sostienen Rey y Greenfield.

Uno de los tres conos votivos devueltos a Irak. Cono votivo inscrito con escritura cuneiforme originario de Girsu /Tello. Tello-Girsu Project, Iraq Scheme, The British Museum.

Durante el festival, una procesión religiosa comenzaba en el centro de Girsu y cruzaba el territorio de la ciudad antes de llegar a "Gu'edena", una zona que pudo haber estado ubicada a las afueras de Girsu, y luego se volvía y terminaba la procesión en el centro de Girsu.

El trabajo arqueológico sigue en curso en Girsu, y los investigadores continuarán publicando nuevos hallazgos en el futuro. El Proyecto Tello / Antigua Girsu también tiene como objetivo preservar el sitio arqueológico.

Foto: Equipo de arqueólogos y colaboradores en Tello-Girsu, Otoño 2017. Tello-Girsu Project, Iraq Scheme, The British Museum.

Fuentes: livescience.com | blog.britishmuseum.org | 30 de marzo de 2020

Descubren que el Neolítico se desarrolló en Nueva Guinea independientemente del resto del mundo

Campamento base en Waim, donde el equipo se quedó durante la excavación. Judith Field.

Es bien sabido que la agricultura se desarrolló de forma independiente en Nueva Guinea hace 7.000 años, pero las evidencias de su influencia en la forma de vida de las personas han eludido a los científicos, hasta ahora.

Una excavación arqueológica realizada en Papúa Nueva Guinea ha descubierto por primera vez pruebas contundentes de que un período Neolítico, cuyo proceso agrícola provoca importantes cambios culturales, existió en la isla hace unos 5.000 años.

(A) Sitios mencionados en el texto y la extensión media del mar interior de Sepik-Ramu durante el Holoceno. 1, Waim; 2, Wanelek; 3, Kuk; 4, Manton; 5, Nombe; 6, Kiowa; 7, Kafiavana; 8, Aibura; 9, NFB, NFX; 10, NGH; 11, Yuku; 12, Manim; 13, Kamapuk; 14, Vilakuav; 15, Joes Garden; 16, fuente de obsidiana Kutau. (B) Perfil de elevación [noreste (NE) –suroeste (SW)] de los valles Simbai-Jimi que muestran la ubicación de Waim. Recuadro: posición global de Nueva Guinea. La línea en negrita es el Ecuador. Crédito de la figura: Ben Shaw, Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW).

Los arqueólogos creen que el conjunto de artefactos que han desenterrado, entre los que se incluyen hachas de piedra, morteros, tallas figurativas antropomorfas y otras herramientas, son las pruebas que faltaban y que eran necesarias para justificar dicho período Neolítico en la prehistoria de la isla de Nueva Guinea.

En un artículo publicado en la prestigiosa revista Science Advances, un equipo multi-institucional de arqueólogos y científicos documenta los objetos recuperados en el emplazamiento arqueológico de Waim (pronunciado 'Wy-im'), un área ubicada en las tierras altas del norte de la moderna Papúa Nueva Guinea.

Pueblo de Waim visto desde el aire, en las escarpadas tierras altas del norte de Papua Nueva Guinea. Imagen: UNSW / Ben Shaw

Los artefactos que faltaban

El autor principal, el Dr. Ben Shaw (izquierda), de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), en Australia, dice que hasta ahora había pocas evidencias para demostrar que Nueva Guinea había disfrutado de su propia etapa neolítica como otros centros agrícolas del mundo, a pesar de haber pruebas bien documentadas de actividad agrícola en la isla en los últimos milenios.

"Ya conocíamos los cultivos de humedales como el taro, el ñame, la caña de azúcar y las bananas de hace unos 7.000 años en Nueva Guinea", dice el Dr. Shaw.

"Pero debido a que la arqueología en esta parte del mundo no es tan conocida como en otros lugares de China y Oriente Próximo, realmente no sabíamos cómo el desarrollo de la agricultura cambió los comportamientos humanos en el paisaje de Nueva Guinea".
El tipo de cambios al que alude el Dr. Shaw ocurrió cuando los humanos cambiaron lentamente de un modo de existencia de cazadores-recolectores a uno que conllevaba plantar y cosechar cultivos cada vez más.

“En los periodos neolíticos se ve a las personas en proceso de transición hacia áreas de vida más pequeñas en forma de aldeas, donde permanecen durante al menos una parte del año. Y, debido a que se quedaban en un lugar cada vez más tiempo, la gente comenzó a cambiar su tecnología para cuidar los cultivos. También vemos más mano de obra calificada y especializada en la construcción de edificios y en la fabricación de objetos materiales que comercializaban, dado que la sociedad tenía ya un tipo de existencia más estable".


Algunos de los artefactos de piedra, incluidas las herramientas y figuras artísticas, que se desenterraron en el sitio de excavación de Waim. Imagen: UNSW / Ben Shaw.

Tesoro

En Waim, el equipo quedó asombrado por el gran volumen y variedad de las herramientas que aparecieron en un solo lugar. Encontraron morteros muy finamente tallados utilizados para moler alimentos, hachas de piedra y azuelas, así como figuras talladas. Una de ellas, un gran fragmento de piedra tallada, de hace unos 5.000 años, representa las cejas de un rostro antropomorfo y es por ahora la evidencia tallada más temprana de una expresión corporal en Oceanía.
Waim probablemente formaba parte de una extensa red regional, dado que en el sitio se encontró obsidiana procedente de un yacimiento ubicado a unos 800 kilómetros y en otra isla. Asimismo, la similitud entre las piedras talladas como imágenes antropomorfas, y varios objetos no datados que fueron encontrados previamente a decenas de kilómetros de Waim, indica una cierta unidad cultural del área.

Después de examinar las mazas o majas encontradas bajo el microscopio, la coautora, Dra. Judith Field (izquierda), identificó microfósiles, o evidencia de residuos de plantas, frutas y tubérculos, en las mismas, demostrando que habían sido utilizadas para procesar algunos de los cultivos de humedales nativos de Nueva Guinea.

"Fue muy emocionante para nosotros encontrar estos microfósiles en las mazas", dice la Dra. Field. "Probablemente es uno de los vínculos más directos que puede señalar la influencia de la agricultura en el comportamiento humano en aquellos tiempos".

"Las innovaciones sociales identificadas en las tierras altas de Nueva Guinea muestran claros paralelos con los procesos neolíticos observados en otras partes del mundo, con adaptaciones conductuales a la gama única de entornos biogeográficos existentes", aducen los investigadores.
La excavación también fue interesante por lo que las reliquias nos dicen acerca de la antigüedad de algunas de las tecnologías que todavía se usan hoy en día en Nueva Guinea. El Dr. Shaw indica que se encontró una piedra volcánica estriada con ocre, lo que sugiere que hace 5.000 años los humanos ya lo usaban para pintar, teñir y decorar.

“El ocre es muy importante, pues a menudo se asocia con el desarrollo del pensamiento abstracto, las formas del arte simbólico y el comportamiento ritual, tal como los entierros. Cuando miramos las ranuras de esta piedra bajo el microscopio, parecía que estaban formadas por fibras orgánicas que las atravesaban. El ocre en la piedra habría manchado estas fibras de un color rojo, que incluso hoy en día es como a veces tiñen las fibras en la producción de bolsas de hilo tejidas, o 'bilums'. Esto nunca se había encontrado en ningún sitio".


Bloque pétreo desconcertante que resultó ser una especie de plantilla de piedra con un borde biselado que la gente solía romper para obtener hachas individuales. Imagen: UNSW / Ben Shaw.

Misterio tallado en piedra

Otra sorpresa fue el descubrimiento de un gran bloque de piedra que había sido cortado y pulido, y que, según el Dr. Shaw, fue colocado contra una ladera y posteriormente enterrado después de que el pueblo de Waim fuera abandonado hace unos 4.000 años. Él dice que, con aproximadamente medio metro de largo y 30 centímetros de ancho, era una pieza muy inusual, y que tuvo al equipo perplejo sobre cuál sería su propósito.
"Tenía la forma de un paralelogramo gigante con bordes muy afilados, y había sido bellamente pulido", comenta el Dr. Shaw.

“Cuando salió a la luz, estábamos tratando de pensar para qué podría haberse usado. Tal vez era una piedra para moler plantas o algo de esa naturaleza, pero tiene una forma extraña como para ser una piedra de moler. Mientras estábamos sentados allí rascándonos la cabeza, uno de los ancianos de la aldea se acercó y nos dijo que así es como solían hacer las hachas las personas mayores: tomaban un gran bloque de piedra, le daban forma, y luego simplemente cortaban los tamaños individuales de las hachas que querían".

Más tarde, el equipo verificó que este método había sido ya documentado en tiempos más recientes. Pero el tipo de hacha que estaba asociado con este modelo de piedra se piensa que había sido utilizado por individuos que habían migrado a esta área más de 2.000 años después, lo cual, según el Dr. Shaw "realmente nos impresionó y dejó sorprendidos".

El Dr. Ben Shaw y algunos lugareños de Nueva Guinea examinan algunos de los artefactos desenterrados en el sitio de excavación de Waim, en las tierras altas del norte. Imagen: UNSW / Ben Shaw.

Al otro lado del estrecho de Torres

Sobre la cuestión de si la sociedad humana en Australia experimentó transformaciones similares, el Dr. Shaw comenta que los arqueólogos ya han demostrado que hubo cambios importantes en la tecnología en toda Australia hace unos 5.000 años.

"Ahora bien, aún se debate por qué ocurrió esto", dice. “Nueva Guinea se encuentra completamente dentro de los trópicos, mientras que Australia abarca latitudes tropicales y templadas, por lo que sus habitantes se habrían adaptado a ambientes muy diferentes con distintos tipos de plantas y animales. La tecnología, así como el comportamiento y las estrategias de producción de alimentos, también habrían diferido, y ahora es un gran desafío ver cómo todo esto se une".


Algunos niños curiosos del pueblo de Waim observando las excavaciones. Imagen: UNSW / Ben Shaw.

Dado que el grupo ha demostrado, pues, el eslabón perdido entre el desarrollo de la agricultura y los cambios culturales asociados con ella en Nueva Guinea, el siguiente paso es analizar más de cerca los tesoros recién descubiertos.
“Llevaremos a cabo mucha más investigación sobre los artefactos hallados para contextualizar su uso en la sociedad de Nueva Guinea en ese periodo temporal. Por tanto, ya que hemos podido definir los contornos del rompecabezas agrícola en Nueva Guinea, es hora de completarlo”.

Fuentes: Universidad de Nueva Gales del Sur | actualidad.rt.com | popular-archaeology.com | 26 de marzo de 2020