Seis estatuas que datan de hace 2.000 años fueron descubiertas el pasado sábado en las ruinas de la antigua ciudad griega de Magnesia, ubicada en el distrito Germencik, en el sudoeste de la provincia de Aydin.
El profesor Orhan Bingöl (abajo), que ha estado supervisando las excavaciones en el sitio desde 1984, dijo que cuatro estatuas femeninas y una masculina fueron desenterradas en las ruinas de un templo de Artemisa, y agregó que se desconoce el género de las estatuas.
Bingöl dijo que todas las estatuas fueron encontradas en la misma área y estaban en buenas condiciones de preservación, colocadas boca abajo una al lado de la otra.
“Dos estatuas se conservan cabeza. Las cabezas de otras dos faltan porque eran piezas que se apoyaban en el torso y que aún no hemos podido encontrar. No obstante, todavía queda mucho tiempo para el fin de las excavaciones, y lo que hemos encontrado ya nos han hecho muy felices”.
"Sabemos que, junto con las que se exhiben en Estambul, Izmir y Aydin, ha habido casi 50 estatuas desenterradas de las ruinas de Magnesia. Este descubrimiento no será el final y muestra claramente que podemos encontrar más estatuas en esta área en particular", dijo Bingöl.
Las primeras excavaciones en Magnesia se llevaron a cabo entre 1891 y 1893 por un equipo arqueológico alemán dirigido por Carl Humann. El trabajo duró 21 meses y reveló parcialmente el teatro, el templo de Artemisa, el ágora, el templo de Zeus y el prytaneion. Las excavaciones se reanudaron en el sitio, después de un intervalo de casi 100 años, en 1984, por Bingöl.
Nuevo mosaico romano descubierto en Lod. Foto: Niki Davidov, Israel Antiquities Authority
Un nuevo mosaico ha sido descubierto en la villa romana de Lod, al sureste de Tel Aviv, en Israel. El célebre mosaico de Lod, fechado a finales del siglo III o comienzos del siglo IV d.C. y descubierto casualmente en 1996 por unos trabajadores de la construcción, es uno de los mosaicos romanos más completos y espectaculares del mundo.
El mosaico romano descubierto en 1996. Foto: Niki Davidov, Israel Antiquities Authority
Los extraordinarios mosaicos descubiertos hasta ahora en la villa privada de Lod muestran diseños geométricos complejos, animales reales y fantásticos y escenas marinas que incorporan numerosos peces y dos barcos mercantes romanos.
Unas excavaciones arqueológicas recientes, realizadas durante la construcción del futuro Centro Arqueológico del Mosaico de Lod (The Shelby White and Leon Levy Lod Mosaic Archaeological Center), que abrirá en un plazo de dos años, han sacado a la luz el nuevo mosaico, queprobablemente decoró una sala de recepción adicional junto a la suntuosa sala de recepción descubierta en 1996.
"La excavación arqueológica que hemos llevado a cabo este mes ha sido relativamente pequeña, pero ha contribuido significativamente en nuestra comprensión del edificio de la villa romana", explica Amir Gorzalczany (izquierda), el director de la excavación, en un comunicado que difundió ayer la Autoridad de Antigüedades de Israel. "Afortunadamente se ha conservado el panel central principal del mosaico. Las figuras, muchas similares a las figuras de los mosaicos anteriores, incluyen peces y criaturas aladas. Un mosaico bastante parecido fue hallado en el pasado en Jerusalén, en las laderas del Monte Sion. Sin embargo, los mosaicos de Lod no representan figuras humanas, mientras que el del Monte Sion sí. Es bastante probable que el mismo artista produjera ambos mosaicos o que dos artistas trabajaran a partir de un diseño similar", destaca.
"La villa incluía un gran y lujoso triclinium con sala de mosaico pavimentada y un patio con columnas internas, también con mosaicos y un sistema de agua", dice Amir Gorzalczany. Si el mosaico recientemente hallado perteneció a una sala de recepción adicional, entonces la villa podría ser mucho más grande de lo que creíamos", reflexiona el arqueólogo. "¿Cómo era de grande el edificio? ¿La villa disponía de varias salas de recepción? ¿Dónde estaban las salas privadas? ¿Había una segunda planta? Estas cuestiones podrían ser resueltas en las futuras excavaciones", concluye Gorzalczany.
En la actualidad, el mosaico ha sido extraído y posiblemente se exhibirá en el Museo Arqueológico de Lod, donde se le realizarán labores de preservación minuciosas por la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Los dientes del maxilar ATD6-69 asoman entre la arcilla cementada. No era posible saber que podía esconder el sedimento, hasta que se terminó de eliminarlo con paciencia. Foto del autor.
A fecha de hoy se está clausurando la excavación de los dos últimos yacimientos de la campaña 2018 en la sierra de Atapuerca. El pasado 23 de julio se presentaron ante los medios los resultados más relevantes de esta cuadragésima campaña de campo. Se ha trabajado con intensidad y hay buenos hallazgos. Esos hallazgos incluyen algún resto humano en la Sima de los Huesos, como viene siendo habitual campaña tras campaña. Pero no quiero detenerme en los resultados finales, sino dedicar el post al vigésimo primer aniversario de la definición y publicación de la especie Homo antecessor. Quedan ya pocas campañas para volver a excavar en el nivel donde aparecieron los primeros restos fósiles de esta especie, que aún tiene mucho que decir sobre el último tramo de la evolución humana.
En 1995 se publicó en la revista Science el hallazgo de los primeros fósiles humanos en el nivel TD6 del yacimiento de la cueva de Gran Dolina. La publicación tuvo un gran eco, puesto que se había llevado hacia atrás en más de 200.000 años la primera colonización del continente europeo. Eudald Carbonell y quién escribe estas líneas fuimos invitados por nuestros colegas holandeses y alemanes a exponer los hallazgos en varias conferencias, que se celebraron en Leiden, Heidelberg y Tübingen. En ese viaje nos dimos cuenta del interés suscitado por todos los hallazgos realizados en la sierra de Atapuerca. Escuchamos los deseos de nuestros colegas europeos en participar en el proyecto, introduciendo dinero y especialistas en el equipo investigador. Pero aún no estábamos preparados para eso. Teníamos que seguir formando un equipo español, antes de renunciar al protagonismo de nuestra propia ciencia en el éxito de Atapuerca.
Paladar del maxilar ATD6-69, una vez limpio y restaurado, que perteneció a un joven de la especie Homo antecessor. Foto del autor.
Ese mismo año, las excavaciones del sondeo en Gran Dolina siguieron dando resultados espectaculares. Entre otros fósiles humanos, apareció el maxilar de un individuo inmaduro.
Apenas se veían sus dientes, mientras que la mayor parte del hueso estaba escondido dentro de la arcilla endurecida por el agua carbonatada (ver figura 1). La limpieza de este resto llevó más de dos meses al equipo de restauradoras del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Cuando terminó su trabajo tuvimos ante nosotros la mitad inferior de la cara de un hominino, cuya morfología resultó inesperada. En lugar de una cara de aspecto primitivo, en consonancia con su antigüedad y con la morfología de los dientes hallados en TD6, sus caracteres eran prácticamente idénticos a los de Homo sapiens.
Aunque aún llegarían más restos de TD6 durante los primeros años del siglo XXI, los hallazgos de 1994 y 1995 resultaron sorprendentes y definitivos para la historia de un hecho singular que acababa de comenzar. La combinación de caracteres muy arcaicos y caracteres modernos, junto a la antigüedad de los fósiles reclamaba algún tipo de acción. Propuse con insistencia a mis compañeros la necesidad de crear y publicar una nueva especie del género Homo. Juan Luis Arsuaga expuso la idea de que aquellos fósiles podían representar al ancestro común de los neandertales y de la humanidad moderna, un espacio que estaba ya cubierto por la especie Homo heidelbergensis. Pero la morfología de los humanos de TD6 era más convincente.
Con toda esta información en la cabeza, Eudald Carbonell y quién escribe estas líneas asistimos en septiembre de 1996 al congreso de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (UISPP), que ese año se celebró en la ciudad italiana de Forlí. Durante el congreso, hablamos largo y tendido sobre la idea de publicar una nueva especie del género Homo. Estaba convencido de que podríamos hacerlo. Los dos bromeamos sobre el posible nombre que podíamos dar a la especie, pero no llegamos a ninguna conclusión definitiva. Pienso que aquella semana de debate con Eudald me dio energía para comenzar enseguida a escribir un artículo para la revista Science. Pero antes de eso, consulté un viejo diccionario de latín. Los nombres de las especies se escriben en esta lengua, caducada para su uso habitual, pero necesaria en taxonomía. Enseguida encontré el nombre “antecessor”, y su traducción: explorador, pionero... En su conquista del imperio, los generales romanos enviaban tropas de reconocimiento formada por los antecessor. Me gustó. Encajaba bien con la idea de los humanos de TD6, verdaderos pioneros en la colonización de Europa. El nombre cayó muy bien en el equipo que trabajábamos en la elaboración del artículo, que en poco tiempo estaba ya en la bandeja de salida del ordenador. El artículo pasó el primer filtro y fue enviado a varios revisores anónimos. Habíamos pasado el primer escollo, que no superan más del 5% de los manuscritos enviados a esta revista. Dos meses más tarde, recibí un correo de la revista. Echo un manojo de nervios y con el corazón a mil por hora, tardé unos segundos en leer lo más importante: el artículo había sido aceptado. Tan solo había que realizar algunas reformas en la organización del trabajo.
Los codirectores de Atapuerca hablan de lo que ha sido, es y puede ser el proyecto, un viaje iniciado hace 40 años con un destino excitantemente incierto
Eudald Carbonell cumple este verano 40 años de trabajos en Atapuerca; José María Bermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga, 35, respectivamente. Los tres, cada cual a su manera, son la imagen viva de uno de los mayores y más innovadores proyectos científicos que están en marcha en España, una extraordinaria aventura del saber con base en Burgos y espíritu universal. Aunque veteranos ya, los tres ilustres codirectores se sienten más jóvenes si cabe que muchos de los cientos de investigadores que les rodean todos los veranos. Son famosos -y lo saben- pero eso no quita que sean muy conscientes de sus orígenes «de la nada», del largo y duro camino recorrido en estas últimas cuatro décadas. Lo único que les quita el sueño a estas alturas, reconocen, es el secreto que descubrirán el próximo verano en la Sierra, su reto e ilusión permanente.
¿Cómo han vivido el 40 aniversario estas últimas semanas?
Eudald Carbonell: Ha sido muy especial. Los años son años, pasan y llevamos muchos insistiendo en el tema de la evolución humana. Los resultados obtenidos son consecuencia de 40 años de trabajos. Es un año muy especial, sobre todo para los pioneros, para los que hemos estado al pie del cañón.
¿Quedan muchos de los pioneros?
E.C.: Quedan muy pocos y en cinco años seremos menos. Ser pioneros requiere de unas energías que ya no se dan cuando un proyecto está consolidado, aunque, insisto, mantener este proyecto es tan importante como emprenderlo.
Después de tantas campañas, tantas investigaciones, tantos avances y tantos reconocimientos. ¿Qué mensaje clave nos deja Atapuerca? ¿En qué concluye todo esto?
Juan Luis Arsuaga: En que la prehistoria nos une por igual a todos los seres humanos. Hemos estudiado la evolución humana desde múltiples ámbitos pero la aportación intelectual y cultural que nos envía lo que hemos descubierto es que es universal, interesa lo mismo a un chino, a un japonés... Atapuerca nos dice que todos los humanos que vivimos en el planeta Tierra tenemos raíces comunes y que somos hermanos. La ciencia contribuye así a que la especie humana tenga una visión de sí misma que, en cierto modo, supera aquella ilusión de que todos éramos muy distintos, que teníamos diferente color, diferentes lenguas... Hemos vivido durante miles de años bajo la ilusión de que los humanos éramos muy diferentes, pero era una ilusión, somos iguales y tenemos raíces comunes. Esto es una aportación de primer orden. Imagínense que la ciencia hubiese demostrado lo contrario...
José María Bermúdez de Castro: Atapuerca nos deja un patrimonio fantástico, diverso, fabuloso y que puede ser apreciado por todo el mundo, chicos y mayores. Tiene historias increíbles para contar de rinocerontes, de leones, de seres humanos construyendo herramientas... y para llenar los museos. Eso queda y quedará para el futuro. También quedará una parte reflexiva, la que nos corresponde a los que ya vamos cumpliendo años y que surge de la asimilación de toda la información acumulada sobre la historia de la humanidad, la que debemos e intentamos transmitir: Somos lo que somos, por qué estamos aquí, qué nos diferencia de otras especies que ha habido en el pasado y qué somos...
J.L.A.: Por eso interesa muchísimo a la gente. Es un tema que fascina, de primerísima importancia para el ser humano.
E.C.: Somos la misma especie en la diversidad, pero con lenguas, costumbres y ceremonias distintas. Integrar esta diversidad es lo que nos está enseñando la ciencia. Somos diversos pero, a la vez, somos la misma especie.
¿Cómo divulgar con éxito la fuerza y actualidad de ese mensaje universal después de los 40 años que llevan haciéndolo?
J.L.A: Yendo mucho más lejos. Burgos tiene que convertirse en una referencia mundial en este sentido y no estoy diciendo que el MEH se convierta en una referencia mundial, sino que la ciudad sea consciente de su protagonismo mundial, de que se encuentra en un lugar excepcional y que tiene una voz y un poder de convocatoria inigualables. Burgos puede convocar a cualquier líder mundial o a cualquiera porque es un lugar muy especial, porque tiene en Atapuerca una gran palanca.
E.C.: Burgos es un lugar de pensamiento y de reflexión con toda la historia de Atapuerca que atesora. Los fósiles, los yacimientos o el museo son los instrumentos para esta síntesis de reflexión y pensamiento.
J.L.A.: ¿Por qué no una gran cumbre de jefes de estado en Burgos? Del tema que sea..., el cambio climático, los derechos humanos, el desarme, la humanidad... Estamos en un lugar que ofrece las condiciones para reflexionar durante unos días sobre temas fundamentales...
Situación del condado de Lantian, en el centro de China, donde se localiza el yacimiento de Shangchen. Fuente: Nature.
Durante la última década del siglo XX fuimos testigos del escepticismo que despertaron los hallazgos en el yacimiento de Dmanisi. Su gran antigüedad no casaba bien con el paradigma de entonces. Con anterioridad a esos hallazgos la comunidad científica había construido una teoría aparentemente sólida sobre la primera expansión humana fuera de África, que habría sucedido hace un millón de años. Los restos fósiles humanos de Dmanisi tenía en torno a 1,8 millones de años y su aspecto era muy primitivo. Supimos entonces que no era necesario tener una buena estatura, piernas largas y un cerebro grande para abandonar el continente africano y aventurarse a la conquista de nuevos territorios. El castillo se derrumbó y hubo que reconstruirlo a toda prisa. También quedaron reivindicadas las propuestas de varios investigadores, que sostenían una antigüedad de más de un millón de años para varios fósiles humanos encontrados en China e Indonesia (Yuanmou, Gongwangling, Sangiran, Majuangou y Shangshazui). Las cosas se ponían en su sitio.
El 26 de julio de este año la revista Nature ha publicado un artículo liderado por Zhaoyu Zhu (Academia de Ciencias de China) y Robin Dennell (Universidad de Exeter, Reino Unido), en el que el equipo liderado por estos investigadores da una vuelta de tornillo a la antigüedad de la humanidad fuera de su cuna africana. Este equipo ha realizado el estudio de una secuencia sedimentaria de nada menos que 74 metros de espesor en la localidad de Shangchen, situada en el condado de Lantian, provincia de Shaanxi, donde se acumularon los sedimentos depositados por el viento (loess) a lo largo de miles de años en una superficie de ciento de miles de kilómetros cuadrados. Las excavaciones de este equipo se han desarrollado entre 2004 y 2017 y es previsible que continúen. La superficie que todavía se puede estudiar es inconmensurable.
Ante todo, es importante destacar que la primera expansión fuera de África no implicó necesariamente notables adaptaciones biológicas en los homininos. Todos los yacimientos mencionados en los párrafos anteriores se localizan por debajo del paralelo 34º, que coincide con el norte de África. A pesar de las oscilaciones climáticas ocurridas hace entre 2,0 y 1,5 millones de años, los cambios no fueron tan dramáticos como para impedir la proliferación de los homininos en todos los territorios tanto africanos como asiáticos situados por debajo de esa latitud. Puesto que la conexión entre África y Asia a través del Corredor Levantino es franca, a nadie le puede ya extrañar que los homininos pudieran expandir sus territorios hacia el este y alcanzaran muy pronto el extremo más oriental de Eurasia.
Los investigadores Zhaoyu y Robin Dennell, en el yacimiento de Shangchen.
Los hallazgos en Shangchen no incluyen restos humanos. Pero la colección de herramientas, fabricadas según la tecnología más antigua que se conoce (Modo 1), es muy notable. Tampoco hay dataciones cuantitativas mediante alguno de los métodos tradicionales. Pero se ha llevado a cabo un estudio del magnetismo remanente de los sedimentos. Ya sabemos que la polaridad magnética del planeta ha experimentado cambios a lo largo del tiempo y que muchos de esos cambios están perfectamente fechados en las dorsales oceánicas. En la secuencia sedimentaria de Shangchen se han detectado cinco cambios de polaridad magnética, que se corresponderían con los eventos denominados: Matuyama/Brunhes (773.000 años), Jaramillo (990.000 -1.070.000 años), Cobb Mountain (aprox. 1.200.000 años), Olduvai (1.800.000 – 1.950.00 años) y Reunión (aprox. 2.100.000 años). Las herramientas más antiguas halladas en esta secuencia tienen una antigüedad de unos 1.120.000 años. Los investigadores han descartado que esos útiles fueran simples piedras rotas de manera natural (geofactos), algo que con frecuencia sucede en la naturaleza cuando las piedras se golpean unas contra las otras. Las herramientas de Shangchen no solo se encuentran in situ, sino que muestran retoques para avivar los filos cortantes y golpes dirigidos y planificados. La experiencia de los investigadores que publican este trabajo es una garantía de la robustez de sus conclusiones.
La última frase del artículo sugiere replantear el tiempo de la primera expansión fuera de África, aunque no se menciona (seguramente por prudencia) el tipo de hominino responsable de la fabricación de estos útiles a unos 8.000 kilómetros del continente africano. Sabiendo que las herramientas más antiguas encontradas en África pueden tener una antigüedad de tres millones de años no resulta extraño que esa primera expansión sucediera antes de la barrera de los dos millones de años. Hay tiempo de sobra para recorrer esa larga distancia, por territorios con un clima muy similar. Tampoco puede extrañar que esa expansión fuera realizada por un hominino de aspecto aún más primitivo que los hallados en Dmanisi. La especie H. habilis fabricó instrumentos y su anatomía es más arcaica que la de los homininos del yacimiento georgiano. Incluso, algunos investigadores prefieren hablar de Australopithecus habilis. Es por ello que las herramientas de Shangchen no tienen que asociarse necesariamente al género Homo. Futuros hallazgos dictarán sentencia sobre este asunto.
El trabajo de Zhu y Dennell es un buen toque de atención para seguir eliminando viejos conceptos e ideas apuntaladas en la historia de la evolución humana. Seguiremos abriendo la mente, para aceptar a trámite nuevas hipótesis y descartar lo que hace tan solo un par de décadas se daba por seguro.
Foto: Panorámica de una zona del valle del Coa-Siega Verde.
El hombre de Neandertal ocupó la zona hispanolusa de Côa-Siega Verde antes de la llegada del Homo sapiens, lo que sitúa a esta zona, declarada Patrimonio de la Humanidad, como un sitio "único" en Europa, según investigadores de las universidades de Coimbra, Lisboa y Barcelona.
"Podemos asegurar que hubo una continuidad en la ocupación del Valle del Côa luso -extrapolable al valle del Águeda español- por parte del hombre de Neandertal", explicó a Efe Thierry Aubry (izquierda), responsable de las excavaciones realizadas en la zona portuguesa del Salto do Boi, en las proximidades de la estación rupestre hispanolusa de Côa-Siega Verde.
La Estación Rupestre lusa del Côa, en la comarca de la Vila Nova de Foz Côa, fue declarada en 1998 Patrimonio Mundial por sus grabados rupestres del Paleolítico Superior (30.000 años), y en 2010, la española Siega Verde (Salamanca), al otro lado de la frontera, recibió la misma catalogación ya que cuenta con más de 600 grabados de arte rupestre de las mismas características.
Las excavaciones, realizadas entre mayo y junio y en las que también participaron estudiantes de las tres universidades y voluntarios franceses, se centraron en un corte de cinco metros de profundidad donde fueron localizados numerosos vestigios neandertales.
Foto: Detalle de uno de los dibujos rupestres localizado en el valle del Coa-Siega Verde. | Ical
Según Aubry, la composición del suelo donde se realizó el corte es "ideal" para la conservación de los restos y contribuyó a preservar "varios millares de piedras con lascas realizadas por el hombre de Neandertal que al menos, tendrán una antigüedad de entre 80.000 y 90.000 años" y que van desde marcas milimétricas a muescas de hasta diez centímetros de longitud.
Además, "la diversidad ecológica del territorio ayudó al Homo sapiens a continuar con los hábitos de caza de los neandertales" y fue una de las razones que permitieron mantener la ocupación de la cuenca de los ríos Côa (Portugal) y Águeda (Portugal).
Los arqueólogos han encontrado también piedras de pizarra que presuponen relacionadas con el uso del fuego entre los neandertales, bien como soportes para trocear las piezas de caza o recipientes para colocar la carne en la hoguera.
Para corroborar sus conclusiones, los investigadores desarrollarán una serie de análisis químicos en las universidades de Lisboa y Autónoma de Barcelona.
El objetivo de las excavaciones, que tendrán continuidad en los próximos meses, es ofrecer un contexto en el que situar los grabados rupestres del Côa-Siega Verde, realizados al aire libre sobre piedras de pizarra hace 30.000 años, en el Paleolítico Superior.
El proyecto de excavaciones en el Salto do Boi, a tres kilómetros de la frontera con España, está financiado por la Fundación de Ciencia y Tecnología de Portugal. EFE
Ofrenda 176. Forma cilíndrica de la caja de la Ofrenda 176, una característica única. Foto: Mirsa Islas / Cortesía Proyecto Templo Mayor, INAH
El Templo Mayor es un sitio arqueológico que se encuentra en el centro de la ciudad de México. Se trata de una enorme estructura que alguna vez funcionó como el centro de la enorme red tributaria del antiguo imperio Mexica. Desde su descubrimiento, se han encontrado dentro (y alrededor) de él cientos de hallazgos que han sido denominados “ofrendas”.
Foto: Los restos, llamados 'Ofrenda 176', se encontraron debajo del piso de la plaza al oeste del Templo Mayor, que era el centro de la ciudad antigua. Esta imagen muestra a los arqueólogos en el lugar.
Al ser uno de los templos más grandes del antiguo Imperio Mexica, estas ofrendas solían ser sacrificios que los sacerdotes hacían a alguna de las deidades que adoraban. Ahora, un grupo de arqueólogos ha encontrado un segundo entierro infantil (después del primer hallazgo de esta naturaleza, registrado en 2005, denominado Ofrenda 111) dedicado a Huitzilopochtli, el dios de la guerra.
De acuerdo a los arqueólogos, este tipo de ofrendas se realizaban a Huitzilopochtli cuando se deseaba predecir alguna batalla. Este entierro (la Ofrenda 176, como fue registrada) se trata de los restos de un infante que estaban acompañados de adornos, vestimentas y símbolos de divinidad.
Cuentas de piedra verde alrededor del esqueleto . Foto: Mirsa Islas / Cortesía Proyecto Templo Mayor, INAH
Una nueva Ofrenda en el Templo Mayor
La Ofrenda 176 fue hallada debajo del piso de la plaza oeste del Templo Mayor, al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del sitio arqueológico. El grupo ha identificado la época del entierro como durante el gobierno de Ahuízotl, entre 1.486 y 1.502 d.C..
Los arqueólogos destacaron que todas las piezas se encontraban en buen estado de conservación, aún cuando a solo unos centímetros de distancia se había instalado un colector de drenaje en el año 1900. Sin embargo, la excavación tomó semanas para completarse. Primero se excavó el cráneo, seguido de la caja torácica y parte de la columna vertebral.
El niño tenía entre 8 y 10 años de edad, presentaba mucho desgaste en los dientes y sufrió de múltiples infecciones en la boca, según la antropóloga física Jacqueline Castro. Foto: Melitón Tapia, INAH.
El niño tenía entre 8 y 10 años de edad, presentaba mucho desgaste en los dientes y sufrió de múltiples infecciones en la boca, según la antropóloga física Jacqueline Castro. Portaba un pectoral de madera con forma de anillo denominado anahuatl y que, gracias a los códices del siglo XVI, se sabe que era una insignia de Huitzilopochtli y otras deidades como Tezcatlipoca, Tlahuizcalpantecuhtli y Mixcóatl. Sus tobillos fueron adornados con cascabeles de cobre, caracoles provenientes del mar Caribe y cuentas de piedra verde. Le colocaron, además, dos orejeras rectangulares de madera, un artefacto de pirita, cinco cuentas de piedra verde que pendían de su cuello, posiblemente de jadeíta traída desde Guatemala, y otras cuentas de color azul hechas con un material desconocido hasta la fecha. El hallazgo de dos huesos del ala de un ave podría indicar que, como al menor de la Ofrenda 111, le fueron colocadas las alas de un gavilán de bosque como parte de su vestimenta, que por sus tonos ocre y azul se relacionaba con Huitzilopochtli.
El hallazgo de una lápida con el relieve de un águila real que data del periodo del tlatoani Moctezuma I (1440-1469) condujo al equipo a ampliar la investigación y a encontrar los restos del entierro infantil. La Ofrenda 176 fue localizada bajo el suelo de la plaza oeste al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, fechadas en el gobierno deAhuízotl (1486-1502), y entre el Cuauhxicalco, el edificio circular donde, según las descripciones de los frailes y conquistadores europeos, eran depositados los restos funerarios de los gobernantes mexicas.
Una de las características únicas de este hallazgo arqueológico, además de los restos mortales del individuo, sus atavíos y ubicación, es la forma cilíndrica que tiene la caja de ofrenda, pues de entre las 204 que se han excavado hasta la fecha en el Templo Mayor, jamás había aparecido una de tales características.
El niño de la Ofrenda 111 murió alrededor de los 5 años de edad, durante una ceremonia sacrificial en la que se le extrajo el corazón. ¿El pequeño de la Ofrenda 176 sufrió el mismo sacrificio? "Por ahora es una incógnita, y sólo puede afirmarse que en el momento de su muerte estaba vestido como el mismo Huitzilopochtli", concluye el comunicado del INAH.
El diputado de Cultura de Gipuzkoa, Denis Itxaso (2i), y los arqueólogos, Álvaro Arrizabalaga (2d) y Blanca Ochoa (3d) durante la rueda de prensa en la que se han presentado los nuevos hallazgos arqueológicos del Paleolítico, encontrados en la cueva de Agarre, en Mendaro. (EFE)
Los arqueólogos Álvaro Arrizabalaga y Blanca Ochoa han presentado en una rueda de prensa celebrada en San Sebastián/Donostia este excepcional hallazgo, que forma parte de los descubrimientos realizados, en colaboración con el grupo de espeología Antxieta, en la cueva de Agarre de Mendaro, donde también han encontrado una punta de azagaya, decorada, del mismo período y unas pinturas rupestres que podrían tener una antigüedad de más de 22.000 años y sobre las que aún es preciso realizar nuevas investigaciones.
Arrizabalaga y Ochoa, que han estado acompañados en su comparecencia por el diputado de Cultura de Gipuzkoa, Denis Itxaso, y el portavoz del grupo Antxieta, Andrex Maiz, han destacado la singularidad del colgante, realizado por un artista paleolítico que grabó con un buril sobre un trozo de asta de ciervo la figura de una cabra montesa, un motivo característico de este período pero que es más habitual en otras superficies como el arte parietal o en puntas de lanza, y del que, hasta ahora, sólo se conocía otro caso realizado sobre una cuerna de cérvido, en el citado yacimiento navarro.
Arrizabalaga ha explicado que la pieza, de doce centímetros de largo y de casi cuatro de ancho, fue encontrada en un agujero probablemente realizado por un tejón en el interior de la cueva de Agarre y está incompleta y fracturada en dos partes, posiblemente debido al impacto de una garra del animal durante su excavación.
El experto ha precisado que la parte más visible de la cabra, realizada con un buril mediante incisiones repetidas en el hueso, son sus cuernos en forma de V que han sido remarcados mediante pasadas sucesivas con la herramienta sobre el hueso, aunque también son perfectamente visibles las orejas del animal.
La pieza, que cuenta con un orificio en uno de sus extremos para utilizarlo probablemente como colgante o como adorno cosido sobre algún tipo de prenda, también tiene un grabado con representaciones de pequeñas equis en sus laterales.
Junto a este colgante, los expertos localizaron también una azagaya, una punta de lanza que constituye un hallazgo más "simple" que el colgante, pero que, según Arrizabalaga, también tiene cierta "importancia" porque está decorada con un grabado en su parte inferior, probablemente de época Magdaleniense.
Blanca Ochoa ha centrado sus explicaciones en las pinturas rupestres halladas en la gruta de Agarre, una cueva que ya fue explorada en 1966, y en la que ahora se han localizado una serie de puntos realizados con ocre rojo que definen una serie de líneas que parecen dar forma al lomo y los cuartos traseros de un animal.
Ochoa ha precisado que los estudios realizados sobre este "panel" son aún muy incipientes por lo que no ha descartado que próximamente se puedan llevar a cabo nuevos hallazgos porque se han detectado otros restos de pigmentos en la pared de la cueva.
La especialista ha precisado que la técnica para realizar las pinturas de Agarre es característica del período Premagdaleniense y consiste en la realización de líneas mediante puntos hechos mediante la impronta de la huella de un dedo pintado con ocre rojo directamente en la pared.
La arqueóloga ha recordado que existen otros ejemplos de esta técnica pictórica por toda la cornisa Cantábrica y, en concreto, en el País Vasco, en las cuevas de Danbolinzulo de Zestoa y de Askondo de Mañaria, entre otras localizaciones.
Con el descubrimiento realizado en la gruta de Agarre, ya son trece las cuevas con arte parietal prehistórico descubiertas en los últimos años en Gipúzcoa, un territorio en el que hasta 2006 sólo se conocían dos grutas con pinturas rupestres: Altxerri y Ekain.
El vécino de Águilas posa con un grupo de amigos con el hallazgo - AYUNTAMIENTO DE ÁGUILAS Antonio López, un vecino de Águilas que realizaba pesca submarina en la playa de Las Delicias, ha hallado de forma fortuita, semienterrada en la arena y en perfecto estado de conservación, un ánfora bética para el transporte de aceite del siglo II.
Se trata de un ánfora de tipo Dressel 20E con la parte inferior esférica y doble asa perteneciente a la época Flavio-Trajanea del imperio romano, que ha sido datada entre los años 110 y 150 y de la que se conserva la totalidad. La pieza fue localizada por López a muy pocos metros de la línea de costa y dentro de la zona de baño de la playa de Las Delicias.
El submarinista rápidamente alertó a los servicios arqueológicos municipales y en su extracción del mar colaboraron miembros del Club de Buceo Estela. El arqueólogo municipal, Juan de Dios Hernández, ha resaltado el «comportamiento ejemplar» del descubridor de la pieza y ha señalado que se trata de un «importante hallazgo» que demuestra la importancia comercial que tuvo Águilas durante la dominación romana.
El Museo Arqueológico de Águilas también recibió el año pasado varias piezas romana halladas en los fondos marinos del municipio, que como ocurrirá, ahora quedaron incorporadas a los fondos de esta institución.
En aquella ocasión se trataba de ánforas, morteros y cerámicas de lujo encontradas en las inmediaciones de las playas de El Hornillo y Poniente, también como ahora fueron entregadas al museo. Entre todas ellas destacaba un mini «spatheium» del siglo V después de Cristo, procedente de los fondos marinos de isla del Fraile.
Imagen de la pequeña pintadera.
Cuando, hace unos días, el joven arqueólogo manchego Jorge Rojas encontró una pintadera, probablemente, al tocar la pequeña pieza de barro cocido, sintió la historia quemándole en los dedos. Una sensación que desde el 16 de julio comparte a diario con sus nueve compañeros del cuarto Campus de Arqueología, que están excavando en dos estructuras habitacionales que podrían pertenecer a una sola casa.
Desde entonces y a la vista de los visitantes del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada, han sacado cientos de vestigios; sobre todo fragmentos de cerámica, restos de burgaos, lapas, huesos de pescado, elementos líticos tallados o pulimentados y esta pintadera, que podría estar fechada entre hace 1.300 y 500 años y que se suma a las más de 200 piezas de este tipo que atesora el enclave arqueológico.
«También han aparecido fragmentos de otra pintadera. En todas las campañas de excavación, desde que empezamos a cavar en el parque en 1987, hemos encontrado más de 200 pintaderas. Llaman mucho la atención. Hay un cierto fetichismo por su carácter icónico. Uno las ve en la vida cotidiana: en los bares, en las etiquetas, en la carretera, en muchos productos... Hay cierta fascinación por la pintadera, pero es un material bastante corriente y ubicuo. Las pintaderas estaban en las casas, no están en templos ni en lugares perdidos», explica Jorge Onrubia Pintado (izquierda), codirector científico del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada junto a Carmen Gloria Rodríguez y José Ignacio Sáenz.
Jorge Onrubia (izquierda) y Pedro Suárez, en el laboratorio.
Lo que tiene de particular esta pieza de barro cocida es su tamaño, solo dos centímetros. «Esta pintadera está en el rango de lo más pequeño que tenemos aquí. Está muy bien trabajada, algo habitual en estas gentes que dominaban perfectamente la arcilla y el barro», comenta Onrubia que, sin embargo, destaca la tosquedad de la supuesta empuñadura del elemento frente a la perfección de su parte labrada.
Lo curioso es que aún no se tiene certeza sobre el uso de estos elementos. «Se han escrito muchos trabajos, han corrido ríos de tinta, debatimos entre nosotros, pero realmente, a día de hoy, no sabemos para qué servían las pintaderas», explica el profesor de Prehistoria de la Universidad de Castilla La Mancha.
«Se supone que es un sello por la forma, tiene un pedúnculo y una cara que parece concebida y ejecutada para imprimir sobre algo, para sellar. Pero no sabemos y tampoco está muy claro. Estamos estudiando estas pintaderas, máxime porque casi todas proceden de la Cueva Pintada y se han tratado con mucho rigor. A muchas de las de El Museo Canario no se les conoce los contextos ni los avatares que han tenido. No las lavamos, que es algo habitual, para ver si en los huecos hay restos de algún tipo de material que nos permita intuir su uso. Hemos hecho muchas experimentaciones y, la verdad, es un poco desolador», se lamenta el investigador acerca de la incógnita que envuelve a estos populares símbolos prehispánicos.
Jorge Rojas y Clara Usero, en plena faena de excavación. «No funcionan muy bien como elemento activo ni sobre la piel –en el caso de que se emplearan para la decoración corporal–, ni sobre materiales blandos. Alguna vez se habló de que sirvieron para sellar los graneros fortificados de la isla, pero tampoco parece que funcionen muy bien», indica el investigador acerca del estudio de estos elementos abundantes en este enclave arqueológico. «Tenemos más pintaderas en la Cueva Pintada que todas las que se conservan del resto de yacimientos de la isla», explica sobre la profusión de este material aún por descifrar del antiguo poblado indígena de Agáldar.
«Para los arqueólogos y arqueólogas es un objeto más, enigmático, eso sí, porque después de tantos años –se conocen desde el siglo XIX– no se sabe para qué servían», comenta el experto sobre estos elementos que tomaron ese nombre porque recordaban a los sellos con los que se pintaban los panes en las panaderías antes de cocerlos para decorarlos o para discernir su propiedad en los hornos colectivos. «Los indígenas no panificaban», apunta el arqueólogo y responsable del IV Campus de Arqueología Cueva Pintada, organizado por el parque y la Universidad de Castilla-La Mancha, en el que participan alumnos de las universidades de Almería, Granada, Castilla-La Mancha, Juan Carlos I de Madrid, La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria.
Desde el 16 y hasta el 28 de julio, los estudiantes de los cursos superiores de Arqueología o recién graduados dividen sus jornadas entre el trabajo de campo, excavando, cribando el material, limpiándolo y clasificándolo, y la asistencia a un seminario con investigadores.
Su labor está centrada en la estructura 61, dos espacios habitacionales, en distintos niveles, que podrían formar parte de la misma vivienda. «Esta casa ha aportado una cantidad ingente de burgaos decorados. Se conocen muy pocos en otros yacimientos», explica Onrubia acerca de la peculiaridad de esta excavación.
Alba Bachiller cribando los materiales extraídos.
Se van turnando en las tareas. Ayer, Alba Bachiller y Natalia López se encargaban de la parte más dura, la criba. Empolvadas y con mascarillas, colaron casi 40 sacos de tierra extraída del yacimiento en una cernidera para buscar piezas pequeñas, como escamas o diminutas caracolas. En el laboratorio, comandados por Gabriel de Santa Ana; Virginia Sosa, Dani Alvarez, Pedro Suárez y Sara Bas clasificaban los hallazgos. Mientras –coordinados por Ángel Marchante– Clara Usero, Jorge Rojas, Carlos Castro y Celia Mármol excavaban, clavados de rodillas, con paletas y cepillos bajo la atenta mirada de una turista japonesa que dibujaba la escena. «Aún queda mucho por excavar dentro de la zona visitable», dice Onrubia acerca de este campus que, desde 2015, provee a los investigadores de nuevas pistas para saber cómo era la vida en el principal núcleo poblacional indígena que quedó tras la conquista.
La población de la Ribagorza y los turistas de esta zona podrán conocer de primera mano los trabajos arqueológicos que se están desarrollando en uno de los asentamientos habitado por neandertales más antiguo de la Península Ibérica hasta el próximo sábado 28. Se trata del yacimiento musteriense Roca de San Miguel, de Arén, que albergó campamentos de estos primitivos pobladores de lo que hoy es el Alto Aragón entre hace unos 115.000 y unos 140.000 años. Los arqueólogos de la Universidad de Zaragoza, Lourdes Montes (izquierda) y Rafael Domingo (derecha) dirigen las excavaciones en este enclave que podrá visitarse de 9 a 13 horas y de 16 a 20 horas.
La que es ya la cuarta campaña en este yacimiento –uno de los pocos ubicados al aire libre y con una buena conservación de su secuencia estratigráfica– se está desarrollando desde el pasado día 10 de julio hasta el próximo sábado 28 con la participación de investigadores, titulados y estudiantes de los campus de Huesca y Zaragoza de la universidad pública aragonesa, y de la Universidad Estatal de Novosibirsk (Rusia).
También colaboran con estos trabajos, que cuentan con financiación de la Diputación Provincial de Huesca y del Ministerio de Ciencia e Innovación, especialistas de las universidades de Colonia (Alemania) y Tucumán (Argentina).
Herramientas de sílex –procedente del afloramiento de este material en Sopeira– o de cantos rodados del Noguera Ribagorzana de caliza o basalto, huesos de caballos, ciervos, cabras y grandes bóvidos –uros o bisontes– han sido localizados, entre otros elementos que permiten reconstruir parcelas de la vida de sus habitantes, en las campañas anteriores, desarrolladas en 2014, 2016 y 2017.
PUNTO DE ACECHO PARA LA FAUNA «En ese lugar se realizaron actividades cotidianas, como fabricación de herramientas, procesado de la caza o gestión de las pieles, en torno a potentes hogueras que se encendían sistemáticamente en el mismo lugar», explica Rafael Domingo.
«Los neandertales pudieron aprovechar ese cerro como punto de acecho para la fauna que recorría el valle, explica, dado que en ese lugar el río discurre por un estrechamiento, entre las peñas de San Miguel y Orrit», en un lugar situado, además, junto a la desembocadura de los barrancos de Sobrecastell y Orrit que aseguraban el tránsito hacia otros cursos fluviales».
Su ocupación se ha fechado mediante luminiscencia estimulada ópticamente (OSL) hace unos 140.000 años –un periodo frío y seco, precisa Domingo, en el que este territorio tendría un carácter «estepario»– y hace unos 115.000 años –en una etapa templada, similar a la actual, o incluso con temperaturas más altas, en el que vivirían en un entorno boscoso–.
En la campaña actual se van a desarrollar nuevas dataciones con la misma técnica, no descartándose, señala el codirector de la excavación, que pueda ampliarse el periodo de ocupación humana de este enclave.
Roca San Miguel forma parte de un conjunto de una docena de yacimientos localizados entre las cuencas de los ríos Cinca y Segre, datados en fechas relativamente próximas, en el entorno de hace 100.000 años, que permiten documentar bien la presencia y la actividad humana en este territorio. La cueva de Gabasa, también en la Ribagorza, o la de la Fuente del Trucho, en Colungo, en la zona de la sierra de Guara, son algunos de los enclaves que lo integran. «Roca San Miguel es, por tratarse de un campamento al aire libre y por su excepcional conservación,uno de los más notables del complejo musteriense del noreste ibérico», precisa el arqueólogo oscense.
Este yacimiento fue descubierto en 2013 por el geólogo Lluis Ardèvol. Tras una breve intervención en otoño de ese año para analizar su potencial arqueológico y grado de conservación, el grupo de investigación Primeros Pobladores del Valle del Ebro de la Universidad de Zaragoza realizó unas primeras campañas de excavación de tres semanas en 2014 y 2016 –que fueron sufragadas por el Ayuntamiento de Arén–, y otra en 2017.
El equipo científico de la campaña actual está integrado, junto a los arqueólogos directores de los trabajos, Lourdes Montes y Rafael Domingo, por los investigadores José Luis Peña, María Marta Sampietro y Virginia Rubio, que se ocupan del estudio geomorfológico; por José Antonio Cuchí, responsable de los estudios de petrología y por Alicia Medialdea, que desarrolla las dataciones OSL.
Bastón de mando con cabezas de ciervas hallado en la cueva de El Pendo. / CUEVAS PREHISTÓRICAS DE CANTABRIA
Un equipo de investigadores ha halladoen la cueva de El Pendo, ubicada en Escobedo (Camargo), un fragmento de bastón de mando de hace casi 16.000 años, el primero que se encuentra en esta cavidad desde hace más de 60 años, además de otras piezas de gran valor científico.
Así lo ha anunciado este martes, en un comunicado, el Ayuntamiento de Camargo tras los primeros análisis que el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC) de la Universidad de Cantabria ha realizado del material extraído de El Pendo durante la tercera campaña llevada a cabo el pasado junio.
El fragmento de bastón de mando hallado por el equipo de investigadores dirigido por Edgard Camarós, Marián Cueto y Pablo Arias constituye la duodécima pieza de este tipo recogida hasta la fecha en el conjunto de excavaciones efectuadas en esta cavidad en toda su historia.
Además, esta campaña de investigaciones ha permitido recoger otras piezas de «gran interés» que ya han podido ser catalogadas, como una lasca de sílex de hace unos 70.000 años o tres puntas de flecha de hace unos 20.000 años de antigüedad, junto a otras herramientas como una azagaya acanalada y adornos decorativos, además de piezas de restos de animales como mamuts, leones, panteras, hienas, o conchas marinas.
Foto: Representantes municipales visitando a los investigadores en la cueva de El Pendo. / DM
Estos son los primeros resultados que se han obtenido tras analizar las 1.500 primeras piezas catalogadas del total de más de 20.000 piedras, huesos, etc. que han sido recogidos en esta tercera campaña arqueológica del IIIPC, en la que colabora el Ayuntamiento de Camargo.
Esta colaboración forma parte del trabajo que se está llevando a cabo desde la Concejalía de Turismo y Desarrollo Local que dirige Eugenio Gómez para poner en valor la Cueva de El Pendo y darla a conocer al mundo y hacer que la importancia de su riqueza arqueológica trascienda más allá de la región, ha explicado en un comunicado el Consistorio.
De hecho, la Cueva de El Pendo destaca, además de por el 'Friso de las Pinturas' (abajo)descubierto en 1997, por ser uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Prehistoria a nivel internacional y por ello en esta campaña de excavaciones, la tercera que lleva a cabo dicho Instituto tras las desarrolladas en 2016 y 2017, se están estudiando las formas de vida del Homo sapiens durante el Paleolítico superior, y la del Homo neanderthalensis durante el paleolítico medio.
Un año de trabajo por delante
Las primeras piezas recogidas han sido analizadas en el laboratorio de campo que se habilitó en la Bodega El Pendo pero, debido a la gran densidad de materia prehistórico que se ha localizada, el resto de material ha sido procesado y clasificado para su evaluación.
Este trabajo de análisis se efectuará durante un año en el laboratorio de la Universidad de Cantabria, donde se datarán con exactitud el resto de las piezas acumuladas y se determinará su importancia, si bien se espera que los resultados que se obtengan sean excepcionales a tenor del material recopilado.
Es más, los investigadores han excavado unas 4,5 toneladas de tierra, y calculan que podrán encontrar unas sesenta piezas de relevancia, pues estiman que en un saco de tierra de El Pendo se pueden hallar la misma cantidad de piezas de interés que en veinte sacos de otras cavidades, al haber estado ocupada intensamente desde hace 85.000 años hasta la Edad del Bronce, por lo que, según ha señalado el Ayuntamiento, «se espera que estos estudios aporten mucha información sobre la prehistoria».
Además, tres de las piezas que se han hallado en esta excavación en El Pendo formarán parte del catálogo de la exposición temporal que se podrá visitar en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) a partir del 31 de junio titulada 'Caminando entre carnívoros'.
La Cueva de El Pendo fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 2008, y el año pasado se convirtió además en la primera del continente en ser declarada como Patrimonio Rupestre Europeo por el Consejo de Europa 'Caminos de Arte Rupestre Prehistórico'.
Arqueólogos voluntarios franceses y españoles han descubierto un diente de leche de un niño con una datación de 560.000 añosde antigüedad en las montañas del sur de Francia, un "fósil excepcional", dijeron los investigadores el martes (24 de julio).
El fósil fue descubierto el lunes por la noche en la Cueva de Arago, una gran gruta prehistórica en Tautavel en el lado francés de los Pirineos que limitan con España.
El laboratorio del sitio confirmó que el diente pertenecía a una subespecie humana, probablemente Homo heidelbergensis, que comparte características tanto con humanos modernos como con nuestros antepasados Homo erectus.
"El diente probablemente pertenecía a un niño de cinco o seis años, que todavía tenía sus dientes de leche pero los había usado bastante", dijo Tony Chevalier (izquierda), paleoantropólogo de la Universidad de Perpignan y del centro de investigación de Tautavel.
Se estima que el diente data de hace 560.000 años, más o menos 5.000 años, lo que lo haría 100.000 años más antiguo que el famoso hombre de Tautavel (derecha) cuyo cráneo fue encontrado en el mismo lugar en 1971.
Los investigadores dijeron que el hallazgo fue "excepcional" ya que los restos humanos que datan de este período son extremadamente raros, aunque se han encontrado algunos dientes de la época previamente en la Cueva de Arago.
Chevalier dijo que "el diente de leche, el primero encontrado en el sitio, nos enseñaría muchas cosas sobre el comportamiento del hombre" en ese momento.
Los investigadores han lidiado con la cuestión de cómo vivía la gente en la cueva de Tautavel, donde se han encontrado unos 150 fósiles humanos antiguos.
Todavía tienen que determinar si fue un refugio temporal donde nuestros antepasados se detenían para descansar después de cazar, o si las familias lo hicieron un hogar más permanente, un misterio que el diente de leche podría ayudar a resolver.
(O bordeaban las naves de Salomón África para llegar a Tarsis) Publicamos un titulo para negar que las naves de Salomón recorrieren el Atl...
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