Un gato sobrevive a un flechazo en la cabeza


A pesar de que un desconocido se coló en la casa de sus dueños y le disparó a la cabeza, el animal todavía sigue con vida

No hay duda, los gatos tienen siete vidas. Esto es lo que debió pensar el trabajador de una clínica veterinaria de Pensilvania (en los Estados Unidos) cuando se cercioró de que el pequeño gato doméstico que le acababan de traer había sobrevivido nada menos que a un flechazo que le atravesaba la cabeza, según ha informado la cadena Fox.

Al parecer, los hechos se sucedieron durante la noche en el barrio residencial de Lancaster. Concretamente, un desconocido se acercó hasta la casa de la familia Kissinger para, sin ser visto, disparar su arco contra un gato doméstico de un año de edad.

Tras enterarse de lo sucedido, sus dueños descubrieron sorprendidos que, aunque el proyectil había atravesado la cabeza del felino, este aún seguía con vida.
La familia trasladó entonces al felino de forma inmediata a una clínica veterinaria cercana, donde se descubrió que la flecha no había logrado atravesar el cerebro animal, el cual, tras dos semanas bajo vigilancia médica, se recupera ahora en el hogar de sus dueños. «Debe ser alguien que tiene una personalidad enfermiza y necesita ayuda», afirmó Jean Kissinger, la propietaria del minino.

Investigación policial

Tras el ataque, las autoridades locales han informado de que siguen buscando al responsable de los hechos, quien podría haber sido visto por un miembro de la familia. Por su parte, el teniente Stephen Englert ha explicado que atraparán al culpable, ya que consideran que una persona que maltrata así a un animal es «capaz de hacer otras cosas».

Vía: www.abc.es

Arqueólogos hallan un cementerio de hace 3.000 años en un templo de Amenhotep II


Los arqueólogos descubrieron en las tumbas varios esqueletos y unos 12 vasos canopos, que los antiguos egipcios utilizaban para guardar las vísceras del fallecido embalsamadas.

Un cementerio con tumbas excavadas en la roca, que datan de entre 664 y 1075 a. C., ha sido descubierto en el interior de un templo del faraón Amenhotep II (1291-1550 a.C.) en la ciudad monumental de Luxor, a unos 700 kilómetros al sur de El Cairo.

El Ministerio de Estado para las Antigüedades ha anunciado en un comunicado que el descubrimiento se produjo durante los trabajos de limpieza y excavaciones llevados a cabo por arqueólogos italianos en el templo funerario de Amenhotep II, en la orilla occidental del Nilo.

Cada tumba contiene un pozo que conduce a una habitación, donde se enterraba el difunto y donde fueron encontrados restos de ataúdes de madera con inscripciones y dibujos en rojo y negro.

Además, los arqueólogos descubrieron en las tumbas varios esqueletos y unos doce vasos canopos, que los antiguos egipcios utilizaban para guardar las vísceras del fallecido embalsamadas. Los vasos tienen tapas con la forma de cada uno de los cuatro hijos del dios Horus, responsables de proteger los órganos del muerto.

Amenhotep II, el conquistador implacable

Cazador, atleta y poderoso guerrero, el faraón Amenhotep II consolidó las conquistas de su padre Tutmosis III en el Próximo Oriente, pero a diferencia de éste no mostró clemencia con los vencidos.

Cuando ciñó la doble corona de Egipto, a la muerte de su padre Tutmosis III, Amenhotep II recibió la mayor herencia jamás otorgada a ningún otro faraón. Tutmosis III, el auténtico forjador del Imperio Nuevo, protagonizó diecisiete victoriosas campañas militares que le permitieron ampliar enormemente las fronteras de Egipto y convertirlo en el país más poderoso de su época. Su imperio se extendía desde Nubia, en el actual Sudán, hasta Palestina, territorio que Tutmosis logró conquistar en la decimocuarta campaña de su reinado.
Amenhotep II fue hijo de Hatshepsut Merire, segunda esposa de Tutmosis III, y fue asociado al trono por su padre, dos años antes de su muerte. Al igual que su padre, Amenhotep II fue un faraón guerrero, que se jactaba de la formación militar que había adquirido en Menfis, así como de sus hazañas en las múltiples expediciones de caza que se complacía en organizar. De hecho, consiguió pasar a la posteridad como un aguerrido y atlético rey, con tanta fuerza física que, según sus propias palabras, grabadas en la piedra, nadie fue capaz de tensar su arco. Un bajorrelieve de Karnak, expuesto hoy en el museo de Luxor, nos muestra a Amenhotep II como arquero, disparando flechas sobre un blanco de cobre, con las riendas de su tiro de caballos atadas a la cintura.

Primeras campañas

Desde su acceso al trono, Amenhotep se propuso consolidar el imperio recién conquistado por su progenitor y, lo más importante, defenderlo frente a las amenazas exteriores, particularmente del tradicional enemigo de Egipto en ese período, Mitanni, un reino situado en los límites de la actual Armenia que realizó numerosos ataques a posiciones egipcias en Siria. El nuevo faraón llevó a cabo tres campañas bélicas en suelo sirio. La primera incursión tuvo lugar en el tercer año de su reinado con el objetivo de sofocar un levantamiento secesionista por parte de una coalición de príncipes asiáticos del sur de Siria. Aunque poseemos escasos detalles de esta campaña, se consideró una victoria fácil, a juzgar por el escaso número de enemigos capturados.

La siguiente campaña, iniciada en el año séptimo de su reinado, tuvo como finalidad aplastar nuevos levantamientos en suelo sirio. El choque inicial con el enemigo tuvo lugar más allá de las riberas del río Orontes. Según se relata en las inscripciones de dos estelas halladas en Menfis y Karnak, tras cruzar el río, Amenhotep vio que se aproximaban unos jinetes asiáticos procedentes de la ciudad de Katma. El faraón se lanzó sobre ellos atacando al jefe con su hacha, «igual que Montu en su hora» (Montu era el dios egipcio de la guerra). Los asiáticos huyeron en desbandada y Amenhotep capturó sus armas y caballos; luego ató al cabecilla en el extremo de su carro de guerra.
Tras rechazar este ataque de la caballería asiática, el ejército egipcio tomó la ciudad de Niy, que se rindió sin condiciones. Pero no por ello terminaron los combates. La estela de Menfis menciona dos rebeliones inmediatamente posteriores. Primero, la población de Ugarit se alzó contra la guarnición egipcia destacada en la ciudad, y a continuación varias tribus nómadas se sublevaron también contra el dominio egipcio. Tras acabar con ambos levantamientos, Amenhotep II se dirigió de nuevo hacia el Orontes, saqueando por el camino las poblaciones de la región de Mindjatu. De este modo pudo conquistar las ciudades de Hetera, Ynek y Qadesh. El rey de esta última ciudad, así como sus hijos, juraron fidelidad al faraón y éste hizo un regreso triunfal al país del Nilo.

Crueldad con el enemigo

Dos años más tarde, Amenhotep emprendió su última campaña en Palestina. Se trató, como en las dos contiendas anteriores, de una expedición de castigo contra varias localidades palestinas deseosas de sacudirse el yugo egipcio. Las estelas de Menfis y Karnak cuentan que Amenhotep llegó a la ciudad de Apek, enclave cercano a la vía de acceso al Líbano. Se desprende del texto que la ciudad se rindió sin luchar cuando avistó al ejército egipcio. También se grabó en la estela de Menfis un sueño que tuvo Amenhotep II, en el que el dios Amón se presentó ante él para darle su fuerza y otorgarle su protección. Continuando su marcha triunfal, Amenhotep llegó a la ciudad de Yehem, asolando por el camino los emplazamientos de Repesen y Jetetchen, al oeste de Saka.
Al contrario que su padre, que tendió a mostrarse compasivo con el enemigo derrotado, el comportamiento de Amenhotep en sus expediciones, según consta en dos estelas levantadas en suelo nubio y en la de Karnak, fue brutal y sanguinario. A siete príncipes enemigos derrotados en la última campaña en Siria los llevó a Egipto en su barco, colgados cabeza abajo en la proa. No contento con ello, ordenó cortarles las manos y a seis de ellos hizo que los ahorcaran frente a las murallas de Tebas; el séptimo «miserable», según el texto, fue enviado a Napata, en Nubia, para que, pendiendo de la muralla de la ciudad, sirviera de aviso al pueblo nubio. Esta tercera campaña duró siete días, tras los cuales Amenhotep regresó a Egipto, probablemente tras embarcar en el puerto de Jopa.

Amenhotep el constructor

Por lo demás, el reinado de Amenhotep II fue en su mayor parte pacífico y marcado por la estabilidad. Ello permitió al faraón desarrollar una intensa labor constructiva a lo largo y ancho del país. Continuó los trabajos que su padre iniciara en Amada, el templo nubio dedicado a los dioses Amón y Re-Horakhty. Entre sus intervenciones en Karnak destaca su templo del jubileo, levantado en la vía de acceso lateral al templo de Amón. De su templo funerario, construido en la orilla occidental de Tebas, apenas quedan vestigios, pero dejó otros monumentos en casi todos los centros de culto antiguos, sobre todo en el Alto Egipto, como El Kab, Elefantina, Armant, Gizeh, Gebel el-Silsila, Gebel Tingar, Tod, Dendera y Heliópolis, así como en Qasr Ibrim, Sehel, Buhen y Kumma, en la región de Nubia.
Sin embargo, el monumento mejor conservado de Amenhotep II y, por ello, el más visitado en la actualidad es su tumba. Fue excavada en la roca virgen del Valle de los Reyes y quedó emplazada al fondo de un wadi (cauce seco) que desemboca en el centro del Valle; lejos, por tanto, del sepulcro del padre de Amenhotep, Tutmosis III.

La morada eterna del faraón

El trazado de la tumba de Amenhotep II, con su eje principal quebrado, sigue el modelo de la sepultura de Tutmosis III, al igual que su decoración mural, que tiene como principal motivo el Libro del Amduat, el viaje nocturno del dios sol Re. Ciertas «faltas de ortografía» y lagunas del texto de Amenhotep II se repiten en la tumba de su padre, lo que demuestra que ambas inscripciones procedieron de un único papiro original que, deteriorado en algunos puntos, hizo que el pintor se equivocara.
El sarcófago de Amenhotep se colocó en la cámara funeraria, en un suelo rebajado que forma una cripta. Allí localizó la momia del faraón en 1898 el arqueólogo Victor Loret, el descubridor de la tumba KV35, como se la denomina. Sin embargo, el hallazgo de la momia del titular del sepulcro no es lo que hace que el descubrimiento de Loret sea considerado como uno de los más importantes del Valle de los Reyes. En su exploración, el arqueólogo francés descubrió, en una estancia a la derecha de la cámara funeraria, otras tres momias destapadas, colocadas una al lado de la otra; de una de ellas hoy sabemos que corresponde a la reina Tiy.
Además, en la estancia de la cripta, Loret pudo ver, a través de un orificio en un muro, un espacio en el que se disponían nueve sarcófagos, que él pensó que corresponderían a miembros de la familia real. Más tarde comprobó que se trataba de las momias de diversos miembros de la realeza egipcia: Tutmosis IV y Amenhotep III, hijo y nieto respectivamene de Amenhotep II, así como Seti II, Siptah, Sethnakht, Ramsés IV y Ramsés V. También se halló la momia del sumo sacerdote de Amón de época de Tutmosis III. En efecto, la tumba de Amenhotep II había sido habilitada en la Antigüedad como escondite para proteger de los saqueadores varias momias faraónicas, un escondite real parangonable con el de Deir el-Bahari, descubierto unos años antes, en 1881, por Émile Brugsch.

Vía: www.historiayarqueologia.com

Historiador turolense sitúa las primeras máquinas de asedio en Egipto

Un historiador turolense asegura que unas pinturas en tumbas egipcias demuestran que existían ya máquinas de asedio en Egipto en el año 2400 antes de Cristo, muchas siglos antes de los relieves neoasirios del siglo noveno antes de Cristo, considerados hasta ahora las primeras referencias de estas máquinas. "Creemos que debemos mucho al mundo grecorromano en cuanto a táctica, pero en tecnología militar hay que estudiar el antiguo Egipto y Mesopotamia", ha asegurado a Efe el historiador Rubén Sáez.

Doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional Defensa 2004, en la modalidad de Historia y Geografía Militar, Sáez ha explicado que se han encontrado representaciones de escalas de asalto, con ruedas, torres de asedio y arietes en inscripciones en rocas y tumbas egipcias, pero que hasta ahora habían pasado desapercibidas para los historiadores.

"Se trata de tumbas de personajes menores, no faraones, como la del general Intef", de las que hay fotografías en catálogos "on line" a través de los cuáles ha realizado la investigación.

"Ahora nos queda el trabajo más largo que es viajar hasta Egipto y buscar directamente las inscripciones y los textos en los que aparecen estas referencias", ha añadido.

Sáez ha asegurado que hay documentadas escalas de asalto con ruedas en la dinastía VI, del 2350 al 2190 antes de Cristo, y arietes y torres de asedio en la Dinastía XI, "muy modernas en cuanto a sus diseños".

"La investigación debe ahora atar cabos sobre cómo llegó la tecnología de Egipto y Mesopotamia a Cartago y reubicar cronológicamente todo. Es un proyecto muy ambicioso, de toda una vida", ha resaltado.

Este historiador dirige el "Trebuchet Park", un parque temático en la Sierra de Albarracín en el que muestra medio centenar de recreaciones a escala real de máquinas de guerra de distintas épocas.

Gracias a las visitas a este espacio y las exposiciones en las que participa, con el material que él mismo con la ayuda de su familia ha construido, espera financiar su investigación.

"No me he puesto en contacto con ninguna publicación científica ni universidad porque ahora no hay financiación para destinarla a estos proyectos, así que espero poder sufragarla con los ingresos del parque, las exposiciones y las publicaciones".


Vía: http://www.diariodeteruel.es

Descubren un naufragio de la antigüedad en costas turcas

Sitio del hundimiento, frente a la costa este de Uluburun, y 6 millas al sudeste de Kaş, Turquía.

Descubierto accidentalmente en 1982 por buceadores dedicados a la recolección de esponjas, el pecio de 3.300 años de Uluburun, yace a 10 kilómetros de la costa de Turquía.

Una década de investigaciones arqueológicas dentro de lo que se reconoce como el conjunto de restos náufragos más antiguos del  ha revelado una abundante variedad de tesoros antiguos. El sitio fue elegido por la revista Scientific American como  de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XX.

Luego del casual descubrimiento, George F. Bass y Cemal Pulak del Instituto de Arqueología Náutica desarrollaron excavaciones entre 1984 y 1994. Dada la complicada ubicación de los restos, sobre un  rocoso de empinada pendiente situado a 50 metros de profundidad, el tiempo para cada buceo debió limitarse a 20 minutos por buzo, dos veces por día. En total, se llevaron a cabo 22.413 descensos durante el tiempo de las excavaciones.

El barco transportaba más de veinte toneladas de carga en el momento de su hundimiento, compuesta tanto de materias primas como de productos manufacturados. Un cuidados mapeo de la distribución de los objetos permitió a los excavadores distinguir entre la carga y las pertenencias personales de los tripulantes. La carga incluye artículos de por lo menos siete culturas diferentes, incluidas  Micénica (griega), Siro-Palestina (antecesores de los fenicios),Chipriota, Egipcia, de Kassite, Asiria y Nubia.
La carga principal estaba constituida por diez toneladas de cobre chipriota en forma de 350 lingotes “cuero de buey”, así llamados por su forma que se asemeja a la de un cuero de buey seco y extendido, que facilitaba su manipuleo y transporte.

También había abordo una tonelada de estaño en lingotes, de origen desconocido. Cobre y estaño estarían probablemente destinados a su aleación para la  de bronce.
Presentes a bordo también, se encontraron los lingotes de vidrio intactos más antiguos conocidos. Había 175, de forma discoidal, algunos de color turquesa y otros azul cobalto.

Asimismo, se recuperaron cerca de 150 jarras cananeas con un total de mil kilos de resina de terebinto, posiblemente utilizada para preparar incienso, aunque también es probable que se haya tratado de vino, con el agregado de la resina para preservarlo del desarrollo de bacterias.

Joyas pertenecientes a la cultura egipcia
Entre los objetos más exóticos encontrados a bordo, destacan troncos de ébano originarios de , colmillos de elefantes y dientes de hipopótamos (para crear incrustaciones de marfil), caparazones de tortugas (para su utilización en instrumentos musicales similares al laúd), cáscaras de huevos de avestruz (utilizadas como recipientes) y cuentas de ámbar del norte de Europa (Báltico).

Entre las pertenencias personales de los tripulantes se encontró un escarabajo de oro con el grabado del cartucho real de Nefertiti. Se trata del único sello conocido de quien fuera esposa del Faraón Akenatón, y actualmente se exhibe en el Museo de Arqueología Submarina Bodrum en Turquía, junto con otros artefactos obtenidos en el lugar del naufragio.

Otros elementos de la carga incluyen piezas de joyería, armas, artes de pesca, herramientas, alfarería, pesas con forma de animales y rastros de alimentos, incluidos nueces, higos, aceitunas, uvas, granadas, especias y granos carbonizados. También se halló un pequeño díptico (tabla de madera plegable para escrituras) que podría haberse convertido en el libro más antiguo del mundo, si no fuera por el hecho de que su superficie de cera –sobre la que se escribía-, no logró sobrevivir.

En cuanto a la embarcación, tenía 15 metros de largo y es el ejemplo más temprano conocido de barco construido con la técnica de acoplamiento con caja y espiga, donde las tablas se unían con lengüetas de madera insertas en muescas hechas en las mismas tablas.

La datación por dendocronología de una rama de leña fresca encontrada a bordo del barco, ubica el hundimiento del buque en cercanías del año 1306 AC. Esta fecha se ajusta bien a la presencia del sello de Nefertiti, cuyo esposo reinó durante la mitad del siglo XIV AC.

Los arqueólogos estiman que el buque navegaba desde el este hacia el oeste frente a la costa del Mediterráneo, cuando encontró su destrucción frente a la ribera de Uluburun.
La ruta de navegación comercial más probable para el buque era desde la costa del Levante, hacia el oeste hasta Chipre y la costa del sur de Turquía, de allí a Creta o aun Grecia, antes de poner rumbo sur hacia el norte de África y Egipto, para retornar al Levante mediterráneo.

Aunque amarga la fortuna para la antigua tripulación del barco,el descubrimiento de tan bien preservado conjunto de asombrosos artefactos, ha sido un golpe de suerte para la arqueología en nuestros días, rebosante de información acerca de los pueblos del pasado.

Por Robyn Antanovskii
Adaptado al español por NUESTROMAR. Fuente Heritagedaily