Vestigio de guerras medievales en Priego de Córdoba

Punta de flecha y placas de armadura halladas en la torre del homenaje. - MUSEO ARQUEOLÓGICO DE PRIEGO

El control arqueológico de las obras que desde el comienzo del verano se están realizando en la torre del homenaje del castillo de Priego está aportando numerosos datos y hallazgos sorprendentes

Suele ser habitual que todo hallazgo arqueológico venga asociado a numerosos interrogantes, a nuevas hipótesis y, en algunos casos, a increíbles sorpresas, aportando en todos los casos un amplio número de datos para estudiar la Historia, para conocer nuestro pasado.

El control arqueológico que se está realizando de las obras en la torre del homenaje del castillo de Priego está ofreciendo numerosos datos sobre cómo era en su origen esta imponente estructura levantada por la orden calatrava entre los siglos XIII y XIV y que desde 1943 goza de la catalogación de Monumento Nacional.

Así, en la parte superior ha quedado liberada una franja perimetral de un metro de ancho donde se ha podido documentar el parapeto de protección y el pavimento del terrado, así como uno de los canales de evacuación de aguas pluviales y la parte encastrada del canal de evacuación de las mismas al exterior.

Pero si importante ha sido este hallazgo, no lo ha sido menos la aparición de varios elementos de cultura material inesperados, bien por lo poco frecuente de la tipología del material hallado o bien por lo insólito del contexto en el que se han producido.

El primero de ellos es un conjunto de treinta piezas forjadas de hierro que conformaban una armadura de placas bajomedieval (siglos XIV-XV), y que originalmente iban fijadas con remaches a una pieza de cuero, además de articuladas entre ellas. Defensa corporal pasiva que representa el tránsito entre la famosa cota de mallas y el arnés blanco típico del siglo XV, con placas metálicas de mayor tamaño. El segundo es una punta de flecha que se hallaba incrustada en el mortero de la fachada noroeste de la torre, a una altura actual de unos diez metros y que durante el medievo fue mucho mayor. La tipología de la punta de flecha permite ofrecer datos sobre su cronología aproximada, que puede fecharse en los siglos XIII y XIV, por lo que su presencia podría estar relacionada con el asedio y conquista cristiana de Priego de 1341 por el rey Alfonso XI de Castilla El Justiciero.

Ambos casos, como así se confirma por el Servicio Municipal de Arqueología, son auténticas rarezas en el registro arqueológico medieval peninsular. En el primero de ellos, porque lo frecuente es hallar alguna placa de armadura suelta, pero no tal cantidad ellas, lo que permitirá hacer una propuesta de reconstrucción.

En el caso de la punta de flecha, porque podemos estar ante el registro arqueológico de un gesto militar tan singular como el disparo de un arquero en un contexto plenamente medieval, quizás de batalla.

El estudio pormenorizado de ambos hallazgos, así como de aquellos otros que puedan surgir durante las obras y de sus inferencias contextuales, serán una significativa contribución a la arqueología de la guerra durante la Edad Media.

Unos malnacidos y desgraciados turistas húngaros “ultrajan” la antigua basílica en Pompeya

Los delincuentes haciendo el payaso y dañando el Patrimonio

Pompeya. Conmoción en la ciudad sepultada: turistas “ultrajan” el monumento. Las columnas de la basílica de Pompeya corren riesgo de sufrir daño por el comportamiento incivilizado de seis turistas húngaros. Nagy, Bendegùz, Adàm, Bulyàki, Làszlò y Lovas se subieron a las columnas antiguas del monumento arqueológico y por espacio de una hora emularon las poses de las estatuas de Igor Mitoraj. Su comportamiento bárbaro ha puesto a prueba la resistencia de estas columnas de valor inestimable del patrimonio de la UNESCO. Para presumir con sus amigos, los seis húngaros han publicado las fotos – su performance “prohibida” entre las antiguas ruinas – en sus respectivos perfiles de Facebook. En cuestión de minutos la fotografía se ha convertido en viral.

La reacción del superintendente Massimo Osanna no se ha hecho esperar: “El comportamiento de los turistas húngaros es una clara señal de falta de cultura y sensibilidad, pero también de desconocimiento del valor y el significado del patrimonio cultural común. Este tipo de actitudes son las que nos impresionan y hacen que sea difícil y delicada la tarea de garantizar la protección y conservación de nuestro patrimonio, cuya protección no puede dejarse exclusivamente en manos de las Superintendencias, con demandas de irresponsabilidad, sino que es importante también una educación cívica que no siempre se da. Actuaremos con las fuerzas de orden competentes para presentar una denuncia contra estos individuos”.

Fuente: Susy Malafronte  |  Il Mattino
Visto en: La Túnica de Neso

La policía griega desmantela una banda de ladrones de antigüedades

Algunas de las joyas robadas

Se han encontrado más de dos mil objetos: monedas, joyas y estatuas medievales

7 de octubre de 2016
Tras catorce meses de investigaciones, la policía griega ha conseguido arrestar hace dos días a los miembros de un grupo internacional de ladrones de antigüedades activos en los últimos años que conseguía encontrar, comercializar en el mercado negro y «legalizar» y vender abiertamente antigüedades robadas. Entrando en un almacén situado en el sur de Grecia, los policías encontraron más de dos mil objetos, comenzando por 2.024 monedas del s.IV a.C., 126 objetos que incluían un ídolo cicládico en mármol del s. III a.C. , joyas y otros objetos de oro, iconos bizantinos y dos estatuas medievales.

Han sido los hombres del departamento especializado de la fuerza policial de la ciudad de Patra, en el Peloponeso, bajo las órdenes de Jarálambos Sfétso, los que ha conseguido arrestar 26 miembros de esta banda que se encuentran ya a disposición policial. Otras 50 personas participaban en este grupo con contactos en toda Europa y 27 ya han sido identificados. Se considera que en los últimos 14 meses sus actividades ilegales suponen transacciones económicas que superan los 650.000 euros.
El modo operativo de estos ladrones era siempre el mismo: se dirigían por la noche a distintos lugares de interés arqueológico en toda Grecia, donde con distintos aparatos conseguían encontrar donde excavar para encontrar tesoros. Una vez encontrados, otras personas del grupo ofrecía los objetos a coleccionistas a través de subastas o de ventas directas. Las subastas eran una manera de «legalizar» la compra de estos objetos producto de robos en casas, iglesias o directamente en lugares de interés arqueológico.

Las autoridades griegas no han querido dar a conocer todavía el nombre de los expertos y de las cuatro casas de subastas que vendían parte del botín en Alemania, Austria, Suiza e Inglaterra, pero se conoce que tienen suficientes datos gracias a la correspondencia digital que mantenían con los ladrones. Se encontraron las listas de los clientes, con anotaciones sobre los objetos que pensaban venderles y a que precio. Gracias a estas listas se ha descubierto que este grupo comenzó sus actividades hace casi diez años.

Fuente: BEGOÑA CASTIELLA > Atenas  |  ABC

Un gran edificio de hace 2.500 años abre los secretos de la cultura tartésica

El objeto con forma de bañera de la imagen es uno de los hallazgos más insólitos de la excavación tartésica del Turuñuelo, en Badajoz. / CARLOS MARTÍNEZ

Investigadores del CSIC excavan en las Vegas del Guadiana la construcción más grande y mejor conservado hallada hasta ahora de la mítica civilización prerromana

7 de octubre de 2016
En mitad de un paisaje amarillo y polvoriento de finales de septiembre, entre campos de tomates y de maíz trabajados por modernas máquinas que se pueden controlar a distancia, dos arqueólogos del CSIC rascan pacientemente la tierra con pequeños paletines. Pero, al contrario de lo que suele pasar en esta clase de excavaciones —esta de la comarca de las Vegas del Guadiana (Badajoz) corresponde a una gran construcción de hace 2.500 años—, no tienen que esperar mucho para que vayan apareciendo contornos que acaban resultando ser puntas de lanza, vasijas, anzuelos, hasta una insólita parrilla y un gigantesco caldero de bronce…

La habitación que se está excavando estos días destaca precisamente por “la cantidad de bronces”, explica el investigador del CSIC y director del Instituto de Arqueología de Mérida, Sebastián Celestino. Acaba de desenterrar una pieza metálica decorada en un extremo por dos palomas que flanquean una piel de toro, símbolos divinos típicos de la cultura de Tartesos, esa civilización prerromana que ocupó el suroeste de la Península Ibérica y cuyas incógnitas sobre su nacimiento, su desarrollo a lomos del comercio de minerales con los fenicios y su misteriosa desaparición (quizá arrasada por sus enemigos, por un cataclismo o, simplemente, por su declive económico) han sido rellenadas durante largo tiempo por mitos y leyendas. Pero la ciencia, aunque poco a poco y seguramente con menos alharacas, también las va contestando, y este yacimiento del Turuñuelo, que corresponde al edificio más grande (algo más de una hectárea) y mejor conservado de aquella época, tendrá sin duda mucho que aportar.

Entre los siglos VI y V antes de Cristo, tres edificios distintos se cionstruyeron uno sobre otro, a medida que el santuario necesitaba crecer. El altar, en la foto, siempre se mantenía en el mismo lugar.

“Estamos al final de la época tartésica, en el siglo V antes de Cristo”, empieza Celestino. “El núcleo central está en el Guadalquivir y Huelva, pero después de una crisis económica en el siglo VI, hay un gran movimiento de población hacia el interior. Y esa gente que se instala en el Guadiana construye estos enormes edificios”, continúa. Habla de tres: el santuario de Cancho Roano (en Zalamea de la Serena, que el propio Celestino excavó durante más de dos décadas); La Mata (en el municipio de Campanario), que tenía un perfil más económico; y este del Turuñuelo, cuya función aún se desconoce porque los trabajos no han hecho más que empezar; han desenterrado menos del 10%. “De momento, podemos decir que tiene un sentido de culto clarísimo”.

Un violento final

Lo que sin duda comparten los tres edificios, aparte de la época, es un violento final: fueron destruidos por sus propios moradores, incendiados y después sellados con arcilla. “A finales del siglo V, principios del IV a. de C., empiezan a llegar los pueblos del norte, de etnia céltica, así que los destruyen para preservarlos de las invasiones, para que pasen a la posteridad sin que sean violados”, explica Celestino.

Y no solo ocurrió con esas grandes construcciones, pues el resto de las documentadas en el Valle Medio del Guadiana “parece que también cuentan con este nivel de incendio”, asegura la codirectora de la excavación del Turuñuelo, Esther Rodríguez. “El hecho de que se abandonasen a la vez indica que forman parte de un mismo sistema político. Parece que el territorio en esta época se organizaba alrededor de estos edificios como el Cancho Roano o el Turuñuelo y que a partir de ellos se articulaba la explotación del entorno. Existía, además, un yacimiento de mayor envergadura, el Tamborrio, en Villanueva de la Serena, que tendría una capacidad política mayor; lo que todavía es complicado de determinar es qué relación existía entre unos y otros centros”, añade.

Las palomas y la piel de toro extendida son símbolos típicos de Tartesos. / CARLOS MARTÍNEZ

Pero ese final autoinfligido no solo da pistas sobre la organización política, sino que ha conservado formidablemente su interior en esa especie de urna de arcilla. “Conocer la cultura tartésica es bastante complicado por todas las incógnitas que giran en torno a esta, pero sí es verdad que los restos materiales del Valle Medio del Guadiana nos permiten documentarla por su buen estado de conservación”, asegura Rodríguez. De ese modo, los vestigios de toda esa zona ayudan a conocer mejor cómo fue aquella cultura que floreció en torno al Guadalquivir desde el siglo X antes de Cristo: “Podemos concluir que serán estas poblaciones […] las únicas herederas de la cultura tartésica una vez que se desdibuja su presencia en el Bajo Guadalquivir a partir del siglo VI a. C.”, dice la tesis de la arqueóloga, defendida hace unos pocos meses. Pero, además, esos restos “permiten entender el regionalismo de cada territorio, pues cada uno mantiene elementos que son propios del lugar”. En este caso, una rica mezcla formada por el choque de tradiciones procedentes del Atlántico con las mediterráneas que llegan desde el Guadalquivir.

Los arqueólogos encontraron juntos este inusual plato de cerámica de un solo asa y dos anzuelos.

Celestino y Rodríguez (con la inestimable colaboración de Melchor, un obrero especializado en este tipo de trabajos desde hace dos décadas), desbordados por los constantes hallazgos, están a punto de terminar la segunda acometida a la excavación del Turuñuelo (la primera fue el pasado año y entonces contaron con la ayuda de alumnos de varias universidades españolas). Tras descubrir una habitación principal de 70 metros cuadrados, han encontrado un gran pasillo, que da a una serie de habitaciones, de las que han excavado una.

Ahora, preparan un plan para ver qué inversión se necesita para seguir adelante cuando se acaben los fondos que les ha aportado este año el Plan Nacional de Investigación y la Junta de Extremadura, teniendo en cuenta “que hay que reservar un dinero importante para los diferentes análisis y para restaurar todo lo que está saliendo, que es muchísimo”, señala Celestino. Completar la excavación de un yacimiento tan grande puede tardar años. “Estamos hablando de mucho tiempo, dependiendo de la inversión. Si es fuerte, pues serán menos años”, remata.

SEMILLAS, PLATOS, ANZUELOS, ‘BAÑERAS’… DE HACE 2.500 AÑOS

Un gran caldero de bronce hallado en el Turuñuelo. / CARLOS MARTÍNEZ

El yacimiento del Turuñuelo ya ha empezado a dar sorpresas a los investigadores. No solo por una riqueza tal que los desborda (acabados los contenedores que llevaban, han tenido que empezar a usar cajas recicladas de helados o de gominolas que les acaban de dar en el bar del pueblo), sino por lo sorprendente de algunos descubrimientos. Junto a vasijas y platos de imitación (los lugareños remedaban las vajillas llegadas a través del comercio fenicio desde Grecia o Etruria), semillas, restos de alfombras de esparto y otros tejidos, han hallado, por ejemplo, una parrilla de bronce y un caldero del mismo material tan enorme como único.

Además, han encontrado una rarísima bañera de 1,70 metros de largo. “Lo llamamos bañera o sarcófago por su forma. Está hecho con un material extraño a base de cal y no sabemos qué contenía; no tiene ningún orificio de salida y, por lo tanto, puede ser para contener agua, para hacer algún tipo de ritual que se nos escapa”, explica el investigador Sebastián Celestino. La encontraron en uno de los tres ámbitos en los que se divide la habitación principal, en cuyo centro se levantó un altar de adobe en forma de piel de toro extendida.

Fuente: J. A. AUNIÓN > Madrid  |  EL PAÍS

El Bronce de Lascuta: la joya gaditana que guarda el Louvre

Es la inscripción en latín más antigua hallada en España, uno de los más importantes documentos escritos que atestiguan la presencia romana en la provincia de Cádiz. Miles de españoles visitan cada año el edificio que alberga esa joya arqueológica. Pero muy pocos reparan en ella. El Bronce de Lascuta ve pasar a su lado a cientos de personas procedentes de su tierra, de la tierra sobre la que habla. No le echan cuenta. Incluso gentes muy cercanas, que llegan a París desde Jerez y desde La Janda, recorren las salas del Museo del Louvre sin saber que en el ala Sully, en el primer piso, en la sala número 32, la Salle des Bronzes, en la vitrina M6, les espera esa pieza que alguien encontró hacia 1866 en la localidad gaditana de Alcalá de los Gazules.

El Bronce de Lascuta, una pequeña placa de 25 centímetros por 14, contiene un resumen de un decreto promulgado en el año 189 antes de Cristo por el general romano Lucio Emilio Paulo. El decreto libera a los habitantes de la Torre Lascutana, ubicada en Alcalá de los Gazules, de la servidumbre a la que estaban sometidos por Asta Regia, ciudad situada muy cerca de Jerez, en la actual Mesas de Asta. Es un gesto de agradecimiento a los lascutanos por su ayuda para aplastar la rebelión de los astenses contra la dominación romana.

Una interpretación muy abierta y actualizada vendría a explicar que el Bronce de Lascuta es como la carta fundacional como municipio independiente de Alcalá de los Gazules, el decreto por el que esa localidad se segrega de Jerez. Hace dos mil doscientos cinco años.

Cualquier pueblo querría conservar una joya así, un vestigio tan valioso de su pasado. Cualquier país querría recuperar esa pieza histórica. Por eso en los años ochenta, el Ayuntamiento de Alcalá de los Gazules trató de lograr que el bronce regresase a su tierra. Gabriel Almagro, que fue concejal de Alcalá y delegado de la Junta de Andalucía en Cádiz, era técnico municipal entonces, cuando desde la localidad jandeña se pusieron en contacto con el Museo del Louvre para reclamar el bronce. De aquello recuerda que no se encontraron con la negativa que preveían. Pero sí con una propuesta que no hubo modo de cumplir en ese momento.

Los responsables del museo les plantearon permutar esa pieza arqueológica por otro objeto francés que poseyese el Estado español. Los alcalaínos se dirigieron al ministerio de Cultura y explicaron la situación. Y la respuesta, si es que la hubo, sí que fue negativa. No obstante, algo sí que consiguió Alcalá en ese intento. Desde el Louvre les enviaron una réplica exacta del Bronce de Lascuta que desde entonces está expuesta en el salón de plenos del Ayuntamiento.

Quien posa para el fotógrafo con la reproducción del bronce es Ismael Almagro (izquierda), hermano de Gabriel y estudioso de la historia de Alcalá. Hace dos años, Ismael quiso saber por qué y cómo perdió su pueblo esa pieza arqueológica tan importante, cómo llegó a París. Espoleado por las contradictorias y erróneas versiones que leía acerca de esos hechos, decidió emprender una investigación de la que da cuenta detallada en tres entradas de su blog Historia de Alcalá de los Gazules.

Es un relato muy interesante porque además de despejar incógnitas y aportar datos inéditos y significativos sobre lo que sucedió cuando apareció el Bronce de Lascuta, muestra una vez más el buen resultado que da acudir a fuentes primarias, preguntar e hilar acontecimientos.

Lo que Ismael Almagro sostiene, tras investigar a fondo sobre el descubrimiento, es que el bronce no fue encontrado en la Mesa del Esparragal ni vendido por unos carboneros a un cónsul belga (y mucho menos en 1840), como señalan varios autores que han escrito sobre el hallazgo, sino que fue hallado en Alcalá durante unas obras en la iglesia parroquial: durante el ensanche de las capillas del baptisterio y del Santo Entierro en un terreno obtenido en 1863.

El indicio más sólido que sustenta esa versión es una anotación en el libro que recoge los gastos e ingresos de la parroquia entre 1827 y 1909. Entre los ingresos del segundo semestre de 1866 figura una entrada de 500 reales "por la mitad del hallazgo que se encontró en la obra nueva que pertenece a esta Parroquia". ¿Qué objeto apareció entonces por el que alguien pagó 1.000 reales? ¿A quién le correspondió la otra mitad?, se preguntó Almagro. Él intuye que una parte del dinero se lo embolsaron los albañiles que encontraron el bronce y que el cura párroco, Francisco de Paula Castro y Moreno, se encargó de hacer de intermediario o de vendérselo a M. Ladislas Lazeski, un ingeniero polaco que andaba por la zona, ocupado con los planes de una carretera.

Cuando Almagro escribió al Louvre para recabar datos sobre el bronce, le respondieron que en los archivos había poca información: apenas que había sido descubierto en Alcalá de los Gazules, que había sido adquirido por el museo en 1868 a Lazeski y que éste lo había presentado un año antes a la Academia de las Inscripciones y Bellas Letras. Un rastreo por hemerotecas llevó al investigador a una noticia de 1867 en una revista: Lazeski donaba el bronce a la academia.

La noticia recoge un relato del ingeniero sobre el hallazgo que incurre en numerosas inexactitudes geográficas y errores al nombrar las localidades. Almagro comprobó que no hay ninguna prueba de que el bronce fue encontrado en la Mesa del Esparragal. Y expone una posible explicación: que Lazeski no mintió sino que, al comprar la pieza, recibió una información deliberadamente equivocada que trataba de despistar sobre el verdadero lugar del hallazgo. Probablemente el cura, dice Almagro, al ver que el bronce no tenía nada que ver con la iglesia ni con la religión católica, decidió venderlo, pero proporcionó datos erróneos para evitar cualquier complicación.

La teoría de Almagro viene a situar la Torre Lascutana, mencionada en el bronce, en Alcalá y no en la Mesa del Esparragal, como sostienen otros investigadores. En el Esparragal hay restos de una torre (izquierda) y otros vestigios que, con la disposición del terreno, indican que probablemente hubo allí una población: Lascuta. Lo que Almagro plantea es que pudieron existir ambas ciudades: que el lugar que ocupa Alcalá también fue una auténtica urbe romana, no una torre vigía. Se apoya en la cantidad de importantes restos romanos que siguen apareciendo en el casco urbano y que así lo indican. Al fin y al cabo, además, 'lascut' significa pedregal o peñascal. Torre Lascutana sería castillo de los pedregales, lo que enlaza con el topónimo árabe, ya que una de las acepciones de 'gazul' remite a pedregal o peñascal.

Alcalá de los Gazules, propone Almagro, sería la heredera de la Turris Lascutana, asentada sobre el gran monte rocoso de la Coracha. "Lo que sí está claro es que el Bronce de Lascuta, del que se conserva una réplica en el Ayuntamiento de Alcalá y otra en el Museo Arqueológico de Jerez, se ha convertido en nuestro auténtico DNI romano que nos legitima como pueblo con una antigüedad al menos dos mil doscientos cinco años".

La réplica del bronce expuesta en Jerez (derecha) la donó en 2012 la Asociación de Amigos del Museo. La placa comparte espacio desde entonces con otras piezas procedentes del otro lugar al que hace referencia la inscripción romana, Asta Regia.
A pocos kilómetros de Jerez, en dirección a Trebujena, el yacimiento arqueológico de Asta Regia, uno de los más importantes de Andalucía, esconde los restos de un enclave en el que se asentaron tartesios, turdetanos, romanos y árabes. Todo eso está bajo un campo de propiedad privada, oficialmente protegido, pero hasta hace no mucho un sitio del que han salido muchos objetos valiosos. En la época a la que remite el Bronce de Lascuta, cuando los romanos están colonizando la Península Ibérica, Asta Regia era una ciudad que resistía ante Roma, un reino turdetano que había dominado gran parte del territorio del Bajo Guadalquivir y del que dependían la ciudad, las tierras y los habitantes de la Torre Lascutana.

Más adelante, Asta Regia y Lascuta fueron ciudades romanas, la segunda en una ubicación estratégica, a mitad de camino con Carteia. Hoy, los lugares en los que se levantaron comparten la ausencia de un ambicioso plan de excavaciones que muestre lo que fueron; y que aporte cultura y empleo. No debe ser ajeno a ello que el Bronce de Lascuta, la joya arqueológica que las nombra, se encuentre en el Louvre y aquí haya que conformarse con réplicas.

Fuente: diariodecadiz.es | 18 de septiembre de 2016