El consumo de leche permitió las grandes migraciones de los pueblos esteparios durante la Edad del Bronce

Caballos de la estepa euroasiática © A. Senokosov.

Las migraciones de larga distancia de los pastores de la Edad del Bronce en la estepa euroasiática han captado un interés generalizado. Pero los arqueólogos han debatido intensamente los factores que están detrás de su notable difusión. Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature proporciona pistas sobre un componente crítico del estilo de vida de los pastores que probablemente fue fundamental para su éxito: la leche.

Desde las hordas Xiongnu hasta los mongoles, las poblaciones de pastores de la estepa euroasiática han sido durante mucho tiempo una fuente de fascinación. Entre los primeros grupos de pastores en esta región se encontraban los Yamna, pastores de la Edad del Bronce que comenzaron a expandirse fuera de la estepa póntica-caspia hace más de 5000 años. Estas migraciones de la Edad del Bronce dieron como resultado un flujo de genes a través de vastas áreas, lo que finalmente unió a las poblaciones de pastores de Escandinavia con grupos que se expandieron hacia Siberia.

Cómo y por qué estos pastores viajaron distancias tan extraordinarias durante la Edad del Bronce sigue siendo un misterio. Sin embargo, un nuevo estudio dirigido por investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena, Alemania, ha revelado una pista fundamental y podría ser una sorpresa. Parece que las migraciones de la Edad del Bronce coincidieron con un cambio dietético simple pero importante: la adopción del consumo de leche.

El cálculo dental extraído de los dientes de este individuo mostró evidencia de consumo de lácteos © Egor Kitov, Proyecto del Valle de Samara.

Los investigadores se basaron en una fuente de información humilde pero extraordinaria del registro arqueológicos: observaron el sarro antiguo (cálculo dental) en los dientes de esqueletos antiguos conservados. Al extraer cuidadosamente estas muestras del cálculo acumulado y utilizar métodos moleculares avanzados para extraer y luego analizar las proteínas que aún se conservan dentro de este material resistente y protector, los investigadores pudieron identificar qué individuos antiguos probablemente bebían leche y cuáles no.

Sus resultados les sorprendieron. "El patrón fue increíblemente fuerte", observa la especialista en paleoproteómica, la Dra. Shevan Wilkin (izquierda): "La mayoría de los individuos de la Edad del Cobre, anterior a la Edad del Bronce, que evaluamos (más del 90%) no mostraron absolutamente ninguna evidencia de consumo de productos lácteos. En contraste, un notable 94 % de las personas de la Edad del Bronce Temprano sí habían sido claramente bebedores de leche".

Los investigadores se dieron cuenta de que habían descubierto un patrón significativo. Luego analizaron más a fondo los datos para examinar qué tipo de leche consumían los pastores. "Las diferencias entre los péptidos de la leche de diferentes especies son menores pero son críticas", explica la Dra. Wilkin. "Pueden permitirnos reconstruir de qué especie proviene la leche consumida". Si bien la mayoría de los péptidos de la leche apuntaban a especies como la vaca, la oveja y la cabra, lo que no fue sorprendente a la luz de los restos arqueológicos asociados, el cálculo de un par de individuos reveló una especie inesperada: el caballo.

La Dra. Shevan Wilkin, analizando cálculos dentales en el laboratorio limpio del Instituto Max Planck para la ciencia de la historia humana © Shevan Wilkin.

"La domesticación de caballos es un tema muy debatido en la arqueología euroasiática", señala la Dra. Wilkin. Un sitio donde se propuso el consumo de leche en Asia Central temprano fue el enclave de Botai, en Kazajstán, de 3500 años de antigüedad. Los investigadores analizaron el cálculo dental de un par de individuos de Botai, pero no encontraron evidencias de que bebieran leche. Esto encaja con la idea de que los caballos de Przewalskii, una de cuyas formas primitivas fueron excavadas en el lugar, no eran los antepasados ​​del caballo doméstico actual, como lo demuestra un estudio arqueogenético reciente. En cambio, la domesticación de los caballos —y el consumo de leche de caballo— probablemente comenzó a unos 1500 kilómetros al oeste en la estepa póntica del Caspio.

"Nuestros resultados no harán felices a todos, pero son muy claros", dice la profesora Nicole Boivin (derecha), autora principal del estudio y directora del Departamento de Arqueología del MPI Science of Human History. "Vemos una transición importante hacia la industria lechera justo en el momento en que los pastores comenzaron a expandirse hacia el este". Es probable que los caballos domesticados también tuvieran un papel que desempeñar. "Las poblaciones de las estepas ya no usaban solo los animales para la carne, sino que explotaban sus propiedades adicionales, ordeñándolos y empleándolos en el transporte, por ejemplo", afirma la profesora Boivin.

No obstante, queda por investigar qué ventajas concretas proporcionó la leche. Es probable que los nutrientes adicionales, las proteínas ricas y la fuente de fluidos en un ambiente altamente árido hubieran sido críticos para la supervivencia en la dura estepa abierta. "Lo que vemos aquí es una especie de revolución cultural", dice la Dra. Wilkin, "los pastores de la Edad del Bronce Temprano se dieron cuenta claramente de que el consumo de lácteos les ofrecía algunos beneficios fundamentales, y, una vez que lo asumieron, se hicieron posibles las grandes expansiones de estos grupos esteparios".

Fuente: Instituto Max Planck | 15 de septiembre de 2021

El descubrimiento de América y sus versiones. Francisco López de Gómara

Hernán Cortés en la batalla de Otumba, pintura de autor desconocido, en el Museo del Ejército de Madrid. UNIVERSAL IMAGES GROUP / GETTY

Una opinión de FÉLIX DE AZÚA

Ante suceso tan colosal como el descubrimiento del continente americano puede uno tomar la humillada posición de los vencidos y culpar de todo mal a los llamados “conquistadores”, como hace López Obrador, juicio demolido con entereza por Ferlosio en su célebre “Esas Indias…”. O bien puede tomar la de los vencedores y convertirlo todo en una gesta o leyenda. Cabe también, como Lévi-Strauss, verlo como una acción civilizadora y alabar las sucesivas disposiciones de la corona de España (véase Les trois sources de la réflexion ethnologique). El asunto en cuestión es tan excesivo que lo mejor es hacerse la propia idea leyendo a los cronistas.

Hay entre ellos los del odio a España, como Las Casas; los testigos personales de la acción, como el supremo Bernal Díaz; o escritores lo más objetivos posible en una historia en la que resulta espinoso discernir la verdad, la exageración y la mentira. El más célebre de este último grupo fue Francisco López de Gómara, cuya Historia de las Indias acaba de publicar la siempre admirable Biblioteca Castro. Es un considerable volumen de casi mil páginas, con una útil introducción de Belinda Palacios y ayudado por tres grandes mapas sin los cuales es difícil orientarse en aquel mundo desaparecido.

La ambición de Gómara era tan excesiva como su crónica, pues comienza con el primer viaje de Colón y termina en 1551. Dedica una mitad a la conquista de México y termina ante la tumba de Cortés de quien era adepto confeso y parcial. La gran crónica, que fue prohibida al año de publicarse, ha sido inaccesible durante muchas décadas. La primera censura se debió a que no calla los desmanes de algunos colonizadores, pero sin generalizar. Gran razón para leerlo. Otra es el estilo, sobrio, sencillo, elegante.

Fuente: ElPaís | 14 de septiembre de 2021

Libro: Pdf oficial

Descubren en el Tibet lo que podría ser el primer ejemplo de 'manifestación artística' en el mundo

Escaneo tridimensional de un panel con impresiones de manos y huellas de pies en un promontorio rocoso en Quesang, en la meseta tibetana.

Una colaboración internacional ha identificado lo que podría ser la obra de arte más antigua: una secuencia de huellas de manos y pies descubierta en la meseta tibetana. Las impresiones datan de mediados del Pleistoceno, hace entre 226.000 y 169.000 años, tres o cuatro veces más antiguas que las famosas pinturas rupestres de Indonesia, Francia y España.

Para responder a la pregunta, "¿es arte?" el equipo se dirigió a Thomas M. Urban (izquierda), científico investigador de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Cornell (Ithaca, New York) y del Laboratorio Cornell Tree Ring.

“La pregunta es: ¿Qué significa esto? ¿Cómo interpretamos estas impresiones? Claramente, no están colocadas de modo accidental”, dice el profesor Urban, coautor del artículo, "Earliest parietal art: hominin hand and foot traces from the middle Pleistocene of Tibet, (“El Arte parietal más temprano: huellas de manos y pies de homínidos del Pleistoceno medio en el Tíbet", publicado el pasado 10 de septiembre en Science Bulletin.

“No hay una explicación utilitaria para estas impresionaes. Entonces, ¿qué son?", reflexiona el profosor Urban “Mi punto de vista es, ¿podemos pensar en esto como un comportamiento artístico, un comportamiento creativo, algo claramente humano? El lado interesante de ello es que, en todo caso, sería una manifestación artística muy temprana".

Izquierda: (a) Contexto regional del sitio que muestra otras localidades de homínidos. (b) Contexto local del arte parietal. El sitio consta de un promontorio rocoso y el panel de arte está expuesto en la superficie del mismo. (c) Panel de arte parietal. Derecha: Escáner del panel de huellas.

El proyecto de investigación fue dirigido por David Zhang (derecha), de la Universidad de Guangzhou (China), en colaboración con investigadores de la Universidad de Bournemouth, la Universidad de Xi'an Jiaotong, la Universidad de Educación de Hong Kong, el Instituto de Geología y la Universidad de Minnesota.

La participación del profesor Urban con el grupo de investigación surgió de sus esfuerzos continuos por estudiar las huellas de humanos y animales en el Parque Nacional de Arenas Blancas en Nuevo México, como una forma de comprender los comportamientos de los antepasados ​​humanos.

Uno de sus colegas en ese trabajo, Matthew Bennett (izquierda), de la Universidad de Bournemouth, fue parte del equipo inicial que examinó el "panel de arte" que se encontró en un promontorio rocoso en Quesang, en la meseta tibetana, en 2018. Una serie de cinco huellas de manos y cinco huellas de pies simétricas fueron estampadas en piedra de travertino, una piedra caliza sedimentaria propia de zonas kársticas. En determinadas condiciones, como en aguas termales o en cascadas los depósitos de carbonato de calcio forman el travertino, una roca compuesta de calcita, aragonito y limonita,

“Habría sido una superficie inclinada y resbaladiza”, dice el profesor Urban. “Realmente no la cruzarías, y, además, nadie caería de esta forma. Entonces, ¿por qué se crearía este conjunto de impresiones?"

El hecho de que el panel incluya huellas de manos da una pista. Si bien las huellas son comunes en el registro parietal humano, las huellas de manos son mucho más raras. Su presencia conecta el panel tibetano con la tradición del arte parietal, es decir, con el arte que es inmóvil, tipificado por el estarcido de una mano en las paredes de la cueva.

El arte más antiguo de este tipo, que se encuentra en la isla indonesia de Sulawesi y en la cueva de El Castillo en España, se remonta a hace entre 40.000 y 45.000 años. A la luz de este descubrimiento en el Tíbet, las pinturas rupestres de Chauvet en Francia, de aproximadamente 30.000 años de antigüedad, son prácticamente contemporáneas de aquéllas.

Los colaboradores de Urban utilizaron las series de uranio para determinar cuándo se originó el panel de arte tibetano. Suponen que un niño de allrededor de 7 años hizo las huellas de los pies, mientras que otro niño, de alrededor de 12 años, hizo las huellas de las manos.

Sin embargo, más importante que la edad de los artistas es la cuestión de a qué especie pertenecían. ¿Eran Homo sapiens? ¿Pertenecían a algún homínido extinto? Una teoría, apoyada por restos esqueléticos recientes encontrados en la meseta tibetana, podría sostener que eran denisovanos, un grupo misterioso que eran parientes antiguos de los neandertales.

Si bien es posible que nunca se conozcan sus identidades exactas, el panel de arte ofrece una prueba de ocupación de homínidos en la meseta tibetana.

Igualmente difícil de resolver para los investigadores es esa eterna pregunta, que ninguna datación con uranio resolverá jamás: ¿qué constituye el arte?

“Estos niños pequeños vieron este espacio y lo alteraron intencionalmente. Más allá de esto solo podemos especular”, declara Urban. "Podría ser una especie de actuación, una especie de espectáculo en vivo, como si alguien dijera, 'oye, mírame, he dejado mis huellas de manos sobre las huellas de mis pies'".

En este contexto, el profesor Urban aboga por una definición más amplia de la noción de arte, incluso si provoca que algunos entendidos al respecto se ericen.

“Diferentes campos tienen definiciones específicas de arte que priorizan varios criterios”, añade Urban. “Pero me gustaría trascender eso y decir que puede haber limitaciones impuestas por estas categorías estrictas, las cuales podrían inhibirnos de pensar de manera más amplia sobre el comportamiento creativo. Creo que podemos decir de modo sólido de que no estamos ante un comportamiento utilitario. Hay algo divertido, creativo, posiblemente simbólico en estas estampaciones que vemos. Esto nos lleva a la cuestión fundamental sobre lo que realmente significa el ser humano".

La investigación fue apoyada por la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China, la Segunda Expedición Científica de la Meseta Tibetana y el Plan de Carrera Temprana del Consejo de Becas de Investigación de Hong Kong.

Fuente: Cornell University | 14 de septiembre de 2021

Descubiertas en La Garma (Cantabria) huellas humanas y de oso y el grabado de un caballo en el suelo

Rastro de pisadas humanas al fondo de la nueva galería

Los investigadores han hallado en la cueva cántabra de La Garma, en el municipio de Ribamontán al Monte, otro rastro de huellas paleolíticas que se suman a las infantiles descubiertas hace unos meses y más muestras de arte rupestre. Las nuevas pisadas son de adultos, datan también de hace unos 16.500 años y se encuentran sobre suelo blando -barro- en el lugar más remoto de la cavidad.

Y a la misma época, el Magdaleniense medio, pertenecen pinturas no figurativas -puntos- realizadas con los dedos en color rojo sobre estalactitas, y un grabado de un caballo sobre el suelo, único en España, hecho con un objeto punzante a pocos metros de las pisadas humanas, siguiendo una técnica típica de esa cultura del Paleolítico Superior.

Más antiguos, aún por datar, son los restos de un animal hallados en esta misma gruta, en la localidad de Omoño. Pertenecen a un oso -posiblemente de las cavernas- y del que también se ha encontrado una huella, sobre la que aparece superpuesta otra posterior, de un humano, que pudo poner su pie encima por curiosidad o como parte de un juego.

Esqueleto de oso de las cavernas

Además, en las excavaciones arqueológicas en esta cueva -declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO- también se han descubierto restos de otros animales, como de elefante, de clima templado ya extinguido, o rinoceronte, de una especie igualmente extinta, que tendrían al menos 400.000 años de antigüedad.

Estos hallazgos han sido presentados este viernes por los investigadores Pablo Arias y Roberto Ontañón, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, en una rueda de prensa en la sede del MUPAC, en la que también han intervenido el vicepresidente y consejero de Cultura del Gobierno regional, Pablo Zuloaga, y la directora de Patrimonio Cultural y Memoria Histórica, Zoraida Hijosa.

Grabado en el suelo de la cueva representando un caballo.

Las huellas, las pinturas, el grabado y los restos

Los expertos, que han accedido a la cueva acompañados por espeleólogos, han explicado que las nuevas huellas se han encontrado en una galería poco visible y de difícil acceso, sobre suelo aún blando y fresco -de barro, más grueso que la zona donde aparecieron las infantiles, por lo que no se marcan tan claramente como éstas-.

Reflejan el rastro de una persona adulta que, posiblemente durante una exploración ocasional, avanza por un lado de la cavidad hasta que se topa con una colada estalagmítica. Así, al no poder pasar, se da la vuelta y deja el rastro en dirección contraria.

Y a escasos metros del lugar han descubierto una «magnífica» representación de un caballo grabado, hecho por «un gran artista» con una técnica de relieve típica del Magdaleniense y propia del arte mobiliar, pero aplicada aquí en una muestra rupestre, ya que la representación aparece sobre el suelo, también de arcilla blanda.

Localización del grabado anterior del caballo en el suelo

Se trata de un grabado «raro» en Cantabria y «único» en España, pues solo se han encontrado muestras parecidas en cuevas del pirineo central francés, por lo que sus descubridores creen que este hallazgo se incorporará a los libros de texto de arte.

Supone un ejemplo de «interacción» entre ambas especies, que «se evitaban» y no compartían hábitat, sino que alternaron el uso de la cueva, primero ocupada por los animales y después por los humanos.

Además, los expertos no tienen «ninguna duda» de que esa representación es coetánea a otras pinturas rupestres de La Garma, como por ejemplo las que se han encontrado sobre una estalagmita muy fina, a unos 2 metros de alto, hechas con las yemas de dos dedos y con pintura con consistencia de pasta, no líquida.

En concreto, se han hallado cinco pares de puntuaciones, en una zona de la galería que por sus dimensiones obliga a agacharse y cambiar la dirección del paso, por lo que los investigadores creen los hombres prehistóricos señalaban el recorrido por el interior de las cuevas. «Iban balizando su progresión», han apuntado Arias y Ontañón.

El equipo dirigido por ambos también ha descubierto más muestras de patrimonio natural, en concreto de un animal -un oso, posiblemente de las cavernas, que se suma a restos de un león también del final de la última glaciación- hallado tumbado en el suelo, en el punto donde murió en la cavidad, a la que según creen accedió para hibernar.

Huella humana sobre una huella de oso

Pero lo hizo con anterioridad a los hombres paleolíticos que dejaron sus huellas, antes de un derrumbe que cerró la entrada por la que estos últimos accedieron a la cueva.

Asimismo, han encontrado una huella de ese mismo oso, sobre la que aparece superpuesta otra de humano, que pudo poner su pie encima bien por curiosidad o como parte de un juego, han reflexionado los dos.

De igual modo, han constatado la presencia de marcas de paso en suelo y paredes, tanto de barro del plantígrado como de pintura de los hombres prehistóricos -de sus cuerpos, pelo o trajes- en zonas donde se estrecha el paso.

Con todo ello, los investigadores han señalado que, por ejemplo, en suelos del laberinto de galerías de La Garma se ha explorado apenas el 10 por ciento de la superficie susceptible de investigar, por lo que tras un cuarto de siglo de trabajos en esta cueva queda todavía tarea para «generaciones» futuras.

El Director del Mupac, Roberto Ontañón; junto al Catedrático de la Universidad de Cantabria en el departamento de Ciencias Históricas, Pablo Arias; son los principales responsables de la investigación.

Pablo Zuloaga ha explicado como estos hallazgos ayudan al avance en la investigación de esta cueva. Además ha mostrado el apoyo institucional para la investigación sobre la prehistoria en la zona, y así saber y conocer como vivían nuestros antepasados.

Uno de los objetivos del Gobierno es de preservar y dar a conocer el tesoro prehistórico. Por lo que ha mostrado su compromiso en seguir invirtiendo y apoyando este tipo de proyectos para seguir investigando. Pues resulta extraordinario que después de 25 años todavía se sigan hallando nuevas pistas sobre la vida de los humanos en el paleolítico.

La Cueva de la Garma es un referente del enorme patrimonio prehistórico y de arte rupestre que hay en Cantabria. Y, dentro del paleolítico es uno de los yacimientos más importantes a nivel mundial.

Fuentes: eldiariomontañes.es | cantabriadirecta.es | 10 de septiembre de 2021

Los primeros habitantes en la cuenca Guadix-Baza (Granada), hace 1,5 millones de años, buscaban zonas de mucha vegetación para sobrevivir

Paleoambiente de Orce hace 1,5 millones de años. Mauricio Antón.

Los primeros humanos que habitaron la cuenca de Guadix-Baza (Granada) durante la Prehistoria (desde hace 1.5 millones de años hasta hace 400.000) buscaban zonas con mucha vegetación para sobrevivir, y solo pudieron habitar en esta zona cuando los ecosistemas mediterráneos proporcionaron un extra de productividad, ya que nuestros antepasados demandaban una alta cantidad de energía, insuficiente durante las fases climáticas más frías y secas.

Estas son las principales conclusiones que se extraen de un estudio liderado por investigadores de las Universidades de Helsinki (Finlandia) y Granada (UGR) y publicado en la revista Quaternary Science Reviews. Este trabajo interdisciplinar e internacional (además de la anteriormente mencionadas han participado el IPHES de Tarragona y las Universidades de Zaragoza, Barcelona, Salamanca, Complutense de Madrid y Tübingen -Alemania-) se ha generado en el marco del ProyectORCE, coordinado por la Universidad de Granada y financiado por la Junta de Andalucía.

4.5 millones de años de historia en los dientes

Para llegar a estas conclusiones, los científicos han analizado los dientes de animales herbívoros, como mamuts, hipopótamos, rinocerontes, caballos, ciervos y bisontes, hallados en los distintos yacimientos de Orce (Granada). Este es el primer trabajo que analiza la evolución faunística y los cambios ecológicos acontecidos durante cuatro millones de años de historia en la cuenca de Guadix-Baza, inserta en el Geoparque de Granada.

Los dientes son estructuras anatómicas que se relacionan directamente con la dieta. Para determinar la trascendencia de los principales tipos de vegetales consumidos se han aplicado dos técnicas desarrolladas por Mikael Fortelius (izquierda), profesor de la Universidad de Helsinki y Visiting Scholar de la Universidad de Granada (UGR): el estudio del desgaste de los dientes y las características estructurales de las piezas dentales (lo que se denomina “método ecométrico”) a una docena de yacimientos que van desde hace 4,5 millones de años (yacimiento de Baza-1) hasta hace 400.000 (yacimiento de Solana del Zamborino -Fonelas-).

Así, la presencia o ausencia de determinados refuerzos en los dientes se correlacionan muy bien con las precipitaciones y, sobre todo, con la productividad primaria, esto es, con la cantidad y la calidad de materia vegetal disponible para los herbívoros. Por otra parte, el desgaste dental se vincula con la naturaleza del alimento: a mayor dureza y menor provecho de los vegetales, mayor deterioro de las muelas.

El tipo de hábitat, al descubierto

Uno de los grandes debates que han presidido el primer poblamiento humano del continente europeo es qué tipo de hábitat ocuparon nuestros ancestros más antiguos. Por un lado, tenemos a los defensores de que los primeros humanos salieron “persiguiendo” el hábitat de origen, esto es, la sabana. Pero los resultados de este estudio, liderado por Juha Saarinen, de la Universidad de Helsinki, Finlandia, muestran que no, que estos grupos primigenios vivieron en hábitats muy parecidos a los que actualmente siguen existiendo en buena parte de la península ibérica: los bosques mediterráneos. Como es bien conocido, el clima asociado a estos ecosistemas es tremendamente estacional, con veranos dominados por una pertinaz sequía, en los que la productividad cae a mínimos, sobre todo cuando la ausencia de lluvias en otoño y primavera ha sido prolongada.

La máxima productividad se da en el yacimiento de Solana del Zamborino (Fonelas), un sitio arqueológico, muy interesante, con una cronología de 400.000 años aproximadamente, lo que coincide con una de las épocas más cálidas y húmedas de los dos últimos millones de años. Le sigue un yacimiento paleontológico, Baza-1, en el que, por su antigüedad (4,5 millones de años), no cabe esperar presencia de homínidos.

Juha Saarinen, autor principal del trabajo, en el yacimiento de Venta Micena, en Orce, Granada. SUSANA GIRÓN.

En el extremo opuesto se localizan los yacimientos paleontológicos con menor productividad: Huélago (2,5 millones), Fonelas-P1 (2 millones de años) y los yacimientos orcenses de Fuente Nueva-1 (2,2 millones de años) y Venta Micena (1,6 millones de años). ¿Qué significa esto? Que la probabilidad de hallar evidencias de presencia humana en estos yacimientos es muy baja o inexistente. Entremedias, con una productividad alta, se sitúan los emblemáticos yacimientos de Barranco León (1,4 millones de años) y Fuente Nueva-3 (1,2 millones), los lugares con presencia humana más antigua de la parte occidental de Europa.

También aparecen Huéscar-1 (1 millón de años) y Cúllar-Baza-1 (Cúllar; 800.000 años) donde, aunque muy reducida, se documenta presencia humana. Por último, emergen yacimientos que pudieron albergar a nuestros ancestros, aunque, de momento, no hay evidencias claras de los mismos: Barranco del Paso (Orce; 1,8 millones de años) y Mencal-9 (Pedro Martínez; 1,7 millones de años). Por tanto, este trabajo supone un aporte metodológico capital para saber buscar lugares potencialmente habitables para los primeros europeos.

Evolución de la productividad a lo largo de los últimos 4.5 millones de años a partir de los principales yacimientos paleontológicos y arqueológicos de la cuenca de Guadix-Baza. Los cuadrados rellenos corresponden a yacimientos con presencia humana. Los cuadrados vacíos representan a aquellos sin su presencia. La parte del gráfico con trama rayada gris indica el rango de productividad donde la probabilidad de presencia humana es exigua. La que está punteada representa el intervalo donde su aparición es altamente probable. CG-B = Cuenca de Guadix-Baza. Modificado a partir de Saarinen et al. (2021).

Los humanos, grandes demandantes de energía

¿Por qué nuestros antepasados más remotos requerían hábitats muy productivos? “En primer lugar, porque somos una especie muy gregaria que debimos vivir en grupos relativamente grandes, posiblemente de más de 30 individuos”, destaca el director del ProyectORCE, el investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR Juan Manuel Jiménez Arenas (izquierda).

“Esto nos daba una ventaja evolutiva importante para hacer frente, por un lado, a la endogamia (probablemente uno de los factores desencadenantes de la desaparición de los Neandertales) y por otro a la presencia de depredadores. Asimismo, la cohesión social contribuiría a la supervivencia en un medio complejo y conflictivo. Además, los humanos tenemos un cerebro tremendamente grande para nuestra masa corporal. Es relevante recordar que dicho órgano consume una cantidad exagerada de energía para su escaso peso (2% de la masa corporal total vs. 20% del consumo de energía en humanos actuales)”, apunta el investigador.

También, la incapacidad para generar y controlar el fuego provocaría que determinados alimentos de origen vegetal fueran incomestibles. Por último, la tecnología lítica -las herramientas de las que disponían los primeros pobladores del continente europeo- no permitiría aprovechar de forma intensiva los recursos disponibles. “Como muestra, el trabajo que se presenta hoy revela que nuestros antepasados no podrían vivir actualmente en la zona de Orce. Así las cosas, con los medios con los que contaban, los primeros pobladores de Europa no podían hacer frente a una sobreexplotación del territorio, como ocurre hoy en día. Por tanto, era la naturaleza la que determinaba la presencia de nuestros antepasados, y no eran estos los que se imponían a aquella”, concluye Jiménez Arenas.

Fuentes: dicyt.com | elindependientedegranda.es | 9 de septiembre de 2021