La Guardia Civil recupera seis estelas funerarias del yacimiento arqueológico “El Pedregal”, en la provincia de Burgos

Las estelas funerarias recuperadas por la Guardia Civil (EP)

El Grupo de Apoyo a la Unidad Central Operativa de Medio Ambiente (UCOMA) en el País Vasco, ha venido desarrollando, desde el mes de octubre de 2019, una investigación relacionada con la comercialización ilegal de bienes muebles pertenecientes al Patrimonio Arqueológico a la que se ha denominado Operación HILARRIAK.

En mayo de 2016, se recibió denuncia por la sustracción de una réplica de una estela funeraria perteneciente al conjunto funerario de Argiñeta en Elorrio, considerada esta necrópolis como uno de los monumentos más importantes del País Vasco.

A raíz de ello se inició una investigación en su intento de localizar la réplica sustraída. Consecuencia de lo anterior se detectaron siete estelas discoideas, las cuales se encontraban a la venta en distintos portales de Internet, una tienda de antigüedades de Bilbao, así como una conocida casa de subastas de la misma localidad, no coincidiendo ninguna con la copia sustraída.

En la actualidad, al no existir ningún inventario unificado que recoja las numerosas estelas que componen el Patrimonio Arqueológico Español, no se pudo discernir cual era la procedencia de estas sietes figuras arqueológicas, motivo por el cual, en los primeros estadios de la investigación, se solicitaron informes a distintos organismos oficiales relacionados con el patrimonio y la arqueología.
De los informes emitidos por los distintos organismos municipales, forales y gubernativos, se llegó a la conclusión de que dichas lápidas funerarias estaban consideradas bienes arqueológicos y por tanto sometidos a la Ley Patrimonial en su área arqueológica, siendo las mismas de dominio público.


En base a estas premisas y bajo la dirección de la Sección de Medio Ambiente de la Fiscalía Provincial de Bizkaia, se realizaron diversas inspecciones en los lugares donde se ubicaban las estelas identificadas.

El resultado final fue la aprehensión y recuperación de 6 estelas funerarias de gran valor arqueológico y con ello, la atribución a tres vizcaínos, un guipuzcoano, un alavés, un cántabro y un madrileño de sendos delitos de receptación de bienes pertenecientes al Patrimonio Arqueológico Vasco.
Las citadas piezas fueron depositadas temporalmente en el Museo de San Telmo en San Sebastián para su estudio y valoración, así como adecuar su conservación, siendo el lugar idóneo, ya que dispone de una colección permanente de estelas funerarias de gran interés.

Origen de las piezas intervenidas

De los primeros informes de las autoridades competentes, entre ellas Departamento de Cultura y Política Lingüística de la Dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco, así como de las declaraciones de las personas investigadas, se tuvo conocimiento de que las estelas funerarias podrían ser originarias de las provincias de Guipúzcoa, Burgos, Guadalajara y Soria.

En concreto, con lo que respecta a la provincia de Burgos, se ha podido localizar el origen de una de las estelas funerarias expoliadas en dicha provincia, en concreto, en el yacimiento arqueológico "El Pedregal" situado en la provincia de Burgos.

Cronológicamente el yacimiento se podría datar en un periodo entre el 500 y el 100 a.C. y el periodo romano altoimperial de los siglos I y II.


La importancia de la investigación de los delitos contra el Patrimonio Arqueológico

El comercio de bienes culturales es una actividad económica que genera importantes beneficios, la voracidad del mercado, sobre todo extranjero, y la dificultad de mostrar títulos documentales que acrediten la propiedad y origen lícito de muchos bienes culturales, hacen que desaparezcan de España ingentes cantidades de ellos sin posible control por parte de las autoridades.

La destrucción y la expoliación del Patrimonio Cultural ha sido una constante a lo largo de la historia y desgraciadamente está a la orden del día, obedeciendo a actos vandálicos o a la obtención de lucro ilícito. Es por ello que resulta imprescindible la intervención del Derecho en estos ataques flagrantes a nuestra cultura y a nuestra historia.

La Guardia Civil trabaja tenazmente en la protección del Patrimonio Histórico Español, previniendo su expolio y evitando su destrucción. Esta lucha favorece la conservación de la herencia cultural de nuestros antecesores, y garantiza la continuidad de la contribución histórica a la civilización universal.

Fuente: burgosnoticias.com| 1 de abril de 2020

Lo que ayudó a osos de cavernas a hibernar pudo causar su extinción

Los osos de las cavernas fueron una especie de osos que vivieron en Europa y Asia y que se extinguieron hace unos 24.000 años. Foto: istockphoto

La dieta de los osos de las cavernas y cómo esta pudo afectar a su desaparición ha sido motivo de controversia entre la comunidad científica. Ahora, un nuevo estudio revela una nueva hipótesis que puede explicar su extinción durante el último máximo glacial del Pleistoceno.

En concreto, el trabajo señala que una adaptación evolutiva a períodos de hibernación más largos también pudo causar su extinción. Los resultados, gracias, entre otros, a simulaciones 3D de la mordida de estos animales (Ursus spelaeus), se publican en Science Advances, en un artículo que firman científicos de la Universidad de Málaga, de La Coruña y de Valladolid, y de las universidades de Buffalo en EE.UU y de Viena.

Los osos de las cavernas fueron una especie de osos que vivieron en Europa y Asia y que se extinguieron hace unos 24.000 años. La comunidad científica ha propuesto diferentes dietas en estos osos que van desde la puramente herbívora hasta la carnívora e incluso la carroñera, recuerda el investigador Borja Figueirido, del departamento de Ecología y Geología de la Universidad de Málaga.

"Entender el tipo de dieta del oso de las cavernas no es un aspecto trivial porque el comportamiento de alimentación se relaciona íntimamente con su declive y la posterior extinción", apunta por su parte en una nota de prensa Alejandro Pérez-Ramos (izquierda), también del centro malagueño y autor principal de este estudio.

Hasta ahora, explica este científico, se barajaban dos hipótesis para explicar la extinción de este gran oso: un declive poblacional motivado por el ser humano -bien por la competencia indirecta o bien por su caza directa-; o una disminución poblacional resultado del enfriamiento climático que ocurrió durante el Pleistoceno y que se tradujo en un gran descenso de los recursos vegetales existentes.

Esta última hipótesis, subraya Pérez-Ramos, cobraría especial interés si los
osos de las cavernas fueran herbívoros
. El nuevo trabajo ahonda precisamente en este último escenario y señala que estos plantígrados se alimentaban exclusivamente de recursos vegetales, incluso durante los períodos de enfriamiento más intensos y con escasez de víveres.

Los investigadores proponen que esta dieta tan restringida, junto con la influencia de los humanos -que podrían cazarlos en sus hábitats cavernarios durante la hibernación-, llevó a los osos hasta su extinción. Para esclarecer si estos animales llevaban realmente una dieta restringida al consumo de recursos vegetales, los científicos hicieron una serie de simulaciones tridimensionales de diferentes escenarios de la mordida, con el objetivo de evaluar sus adaptaciones craneodentales.


Configuraciones biomecánicas utilizando el modelo 3D de U. ingressus como ejemplo.
(A) Modelo de cráneo de U. ingressus que muestra la disposición de los senos en el domo frontal (izquierda) y su relación topográfica con el cerebro. (B) Centros de gravedad (círculos negros) de las áreas de inserción del músculo mandibular. Los centros de gravedad están representados por círculos negros. (C) Simulación de las fuerzas musculares de carga utilizadas en simulaciones biomecánicas. (D) Accesorios musculares del cráneo utilizados en las simulaciones biomecánicas y la restricción nodal (puntos rojos) utilizados para cada escenario de mordedura.

En concreto, se centraron en los senos craneales y lo hicieron por su vinculación con el metabolismo; los investigadores vieron cómo los senos podían afectar a la biomecánica de la masticación.
El gran volumen de los senos paranasales, como en el caso de estos osos, está relacionado con un mayor control metabólico, fundamental para la hibernación, y, según este trabajo, probablemente los senos grandes se seleccionaron evolutivamente en los osos de las cavernas para poder hibernar por períodos más largos de tiempo con costes metabólicos muy bajos.
Justamente este gran tamaño en los senos fue lo que desacopló la función biomecánica efectiva para comer carne, lo que ocasionó a su vez que la biomecánica se limitara solo a los molares más posteriores, cosa que les obligó a ser herbívoros estrictos, detalla a Efe Pérez-Ramos.

Esta limitación biomecánica puso a los investigadores en la pista de que estos úrsidos probablemente no serían capaces de cambiar su dieta en momentos difíciles, con climas fríos y escasez de recursos. Esto, unido a los fuertes ciclos glaciales del final del Pleistoceno, a la disminución de los recursos vegetales, más la expansión del ser humano, trajo un final trágico: su extinción.

Paradójicamente, por tanto y en este caso, la adaptación de los osos de las cavernas a sobrevivir durante las hibernaciones prolongadas los pudo llevar a su extinción, concluye el trabajo.

Fuente: eltiempo.com | 1 de abril de 2020

Hallan en Sudáfrica restos de un cráneo de 'Homo erectus" de hace unos 2 millones de años, más antiguo de lo que se creía

DNH 134, el cráneo hallado de un 'Homo erectus' con proyección estilizada del contorno del resto del mismo. Crédito: Andy Herries, Jesse Martin y Renaud Joannes-Boyau.
El descubrimiento de fósiles pertenecientes a dos especies de homínidos diferentes en Sudáfrica revela que la aparición del Homo erectus -uno de los antecesores directos de los Homo sapiens- se produjo antes de lo que se pensaba.

Las colinas que se elevan al noroeste de Johannesburgo ocultan una impresionante red de cuevas de piedra caliza en Drimolen, dentro de la zona llamada Cuna de la Humanidad por su riqueza fósil. Encrucijada de caminos entre la costa y las tierras altas del interior del continente, sus habitaciones han servido de refugio a una impresionante variedad de homínidos en diferentes períodos de la prehistoria: desde arcaicos Australopithecus hasta seres muy similares a los Homo sapiens modernos, pasando por el enigmático Homo naledi. Ahora, un nuevo hallazgo atestigua también la presencia de Homo erectus hace más de dos millones de años.

"Durante nuestras clases prácticas en el yacimiento de Drimolen, un estudiante descubrió un grupo de fragmentos", relata Stephanie Baker (izquierda), del Instituto de Investigación Paleontológica de la Universidad de Johannesburgo.

"Vimos que se trataba de fragmentos de un cráneo, pero al principio los restos no eran identificables". Fósiles tan antiguos deben ser extraídos del suelo en fragmentos, que después los investigadores reconstruyen cuidadosamente antes de poder identificar su origen.

El cráneo DNH 134 del Homo erectus hallado. (A) Vista superior. (B) Vista posterior. (C) Vista lateral derecha (D) Vista lateral izquierda. Barra de escala, 10 mm.


"Durante esos trabajos de campo aparecieron nuevos restos; comenzamos a ensamblarlos pero no acabábamos de ver a qué podía pertenecer exactamente esa pieza, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos ante los huesos de un homínido", recuerda. Bautizado como DNH 134, su morfología y su cavidad cerebral confirmaron de que se trataba de un Homo erectus, en concreto a un niño de unos tres años.

El hallazgo se describe en un artículo publicado este jueves en Science, e incluye también el descubrimiento en el mismo yacimiento de un segundo cráneo, correspondiente a otro miembro distinto del género Homo, el Paranthropus robustus.

El cráneo de DNH 152, Paranthropus robustus. (A) Superior. (B) Posterior. (C) Derecho lateral. (D) lateral izquierdo. (E) Derecho temporal. (F) Órbita derecha. (G) Oclusal M1 izquierda. (H) Izquierda M2 oclusal. (I) Izquierda M1 vestibular. (J) Izquierda M2 bucal. (K) Derecha M1 y M2 bucal. (L) M1 derecha y M2 oclusal. Barra de escala, 10 mm.

NUEVA CRONOLOGÍA

El Homo erectus fue la especie más longeva de nuestros antecesores. Sobrevivió durante más de 1,5 millones de años, adaptándose a variaciones climáticas en múltiples ecosistemas de tres continentes distintos. Con brazos más cortos y piernas más largas que los miembros precedentes del linaje de los hombres, los Homo erectus podían caminar y correr largas distancias.

Hasta ahora ningún otro ejemplar de la especie había sido descubierto en Sudáfrica, y los más antiguos se habían hallado en Kenia -dónde se cree que pudo aparecer por primera vez- y en Georgia, con una antigüedad de unos 1,9 millones de años. Pero la datación de la cueva sudafricana, realizada por el mismo equipo, muestra que el cráneo y el resto de fósiles eran más antiguos, datados entre 2,04 y 1,95 millones de años.

"La edad de DNH 134 muestra que el 'Homo erectus' vivió 150.000 o 200.000 años antes de lo que se pensaba", afirma Andy Herries (izquierda), codirector de las excavaciones y jefe del Departamento de Arqueología e Historia de la Universidad de La Trobe, en Australia.

Pese a que el hallazgo retrasa la aparición del Homo erectus, sus descubridores no creen que Sudáfrica sea la cuna de esta especie.
"La repentina aparición de Homo erectus en este lugar, junto a la presencia tardía de representantes del linaje de los Australopithecus africanus, parecen sugerir que ambas se originaron en otro lugar y que migraron a Sudáfrica con otras especies", señala Herries. "En este mismo lugar hay otras especies del género Homo más antiguas, similares a Homo habilis, así que es poco probable que surgiera en sur de África", coincide Baker.

Dado que Homo erectus es una de las especies claves en la evolución, el descubrimiento tiene importantes implicaciones. De manera que, para verificar sus resultados, el equipo utilizó todas las técnicas disponibles: datación paleomagnética, resonancia paramagnética electrónica, datación de uranio-plomo y datación de la fauna adyacente. "Cotejamos todas las fechas de cada una de esas técnicas y confirmaron que teníamos una edad muy precisa", insiste Baker.

Excavaciones en Drimolen (Sudádrica) y los fósiles obtenidos. Crédito: Andy Herries

CONVIVENCIA DE TRES ESPECIES

La naturaleza de la coexistencia entre Homo erectus, Paranthropus y Australopithecus en un mismo lugar plantea muchas preguntas. Las tres especies tuvieron que usar diferentes recursos del territorio para evitar competir entre sí. "Una de las cosas más fascinantes de Drimolen es que muestra especies diferentes que coinciden en el tiempo, adaptándose de maneras completamente opuestas", señala Herries. "Es un ejemplo perfecto de distintos experimentos de adaptación evolutiva humana ocurriendo a la vez".

De entre las tres, los Homo erectus eran los más preparados para sobrevivir. Altos y delgados, en comparación con las otras especies, comían alimentos fáciles de digerir, como frutas y bayas. "También sabemos que comían carne, pero aún no estamos seguros de cómo la obtenían; parece que estos primeros 'Homo erectus' todavía no cazaban con algún tipo de armas" comenta Baker.
En comparación, Paranthropus robustus se alimentaba de raíces y tubérculos. "Usaban sus enormes dientes para moler lo que llamamos alimentos de circunstancia, especialmente plantas muy duras".

Equipo de excavación en el yacimiento de Drimolen. / Andy Herries.

Cuando el clima fue cambiando gradualmente, los paisajes arbolados se volvieron más escasos, los bosques fueron reemplazados por el paisaje de sabana que se observa hoy en muchas zonas de África. Homo erectus, más móvil y social, se adaptó mejor a los cambios. "Sabemos que eran capaces de cubrir largas distancias, lo que resultó una ventaja", señala Baker.

"Por otro lado, 'Paranthropus' y 'Australopithecus' siempre habían evolucionado en climas cálidos y húmedos, pero entonces el clima comenzó a cambiar y se volvió más fresco y seco", concluye.

Fuentes: elmundo.es | theconversation.com | agenciasinc.es | 2 de abril de 2020

Un estudio ofrece una nueva visión del impacto de las migraciones antiguas en el paisaje europeo

Gráfico que representa la propagación de la ascendencia Yamnaya a lo largo del tiempo durante un período de alrededor de 8.000 años. Crédito: Fernando Racimo.

Se ha acreditado durante largo tiempo que las poblaciones neolíticas provocaron una revolución en las prácticas agrícolas de toda Europa. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que no fue sino hasta la Edad del Bronce, varios milenios después, que la actividad humana provocó cambios significativos en el paisaje del continente.

Científicos de la Universidad de Copenhague y la Universidad de Plymouth han dirigido una investigación que describe cómo se desarrollaron las dos principales migraciones humanas durante el Holoceno en Europa: el movimiento hacia el noroeste de las poblaciones de agricultores provenientes de Anatolia durante el Neolítico y el movimiento hacia el oeste de los pueblos esteparios de Yamnaya durante la Edad del Bronce.

En particular, analizaron cómo estos dos movimientos se asocian con los cambios producidos en la vegetación, lo que llevó a que los bosques de Europa fueran reemplazados por un paisaje agrícola que todavía hoy es muy evidente.

Sus resultados, publicados en PNAS, muestran que las dos migraciones difieren notablemente, tanto en sus implicaciones de propagación como en sus resultados ambientales, con la expansión de Yamnaya moviéndose dos veces más rápido y dando como resultado mayores cambios en la vegetación que el desplazamiento anterior del agricultor neolítico de Anatolia.
El estudio, que también involucró a la Universidad de Gotemburgo y la Universidad de Cambridge, utilizó técnicas aplicadas en ciencias ambientales para modelar el clima y la contaminación, y las aplicó para analizar los movimientos de la población humana en los últimos diez milenios de la historia europea.


Se demostró que una disminución del bosque de hoja ancha (bosques caducifolios, bosques laurifolios y bosques mixtos), y un aumento en el pasto y de la vegetación natural de los pastizales, coincidió con un declive de los cazadores-recolectores, y ello puede estar asociado con el rápido movimiento de los pueblos esteparios durante la Edad del Bronce.

Sin embargo, los cambios en la vegetación se comportaron de diferentes maneras en diferentes partes del continente. En el centro de Francia los aumentos en la ascendencia Yamnaya coincidieron con disminuciones en la cubierta forestal de hoja ancha. Por el contrario, en el sudeste y sudoeste de Europa la cubierta forestal se mantuvo estable (en niveles bajos), incluso a medida que aumentaba la ascendencia Yamanaya. Si los humanos fueron responsables de esto, tal vez podría deberse al desarrollo del cultivo de árboles dentro del sistema agropastoril en el Mediterráneo.

También se ha demostrado que las variaciones naturales en los patrones climáticos durante este período están asociadas con estos cambios en la cubierta terrestre.

La investigación es la primera en modelar la propagación de los ancestros en los genomas antiguos a través del tiempo y el espacio, y proporciona el primer marco para comparar las migraciones humanas así como los cambios en la cubierta terrestre, al tiempo que explica los cambios en el clima.


El Dr. Fernando Racimo (izquierda), profesor asistente de la Universidad de Copenhague y autor principal del estudio, dijo: "El movimiento de los pueblos esteparios durante la Edad del Bronce tuvo un impacto particularmente fuerte en la vegetación europea. A medida que estos pueblos se movían hacia el oeste, vemos aumentos en la cantidad de tierras de pastoreo y disminución de los bosques de hoja ancha en todo el continente. También podemos comparar los movimientos de genes con la propagación de los contenidos culturales. En el caso de la revolución agrícola neolítica, por ejemplo, ambos aspectos se rastrean particularmente bien, tanto en el espacio como en el tiempo".

La investigación hizo uso de mapas de la cobertura del suelo que muestran el cambio de vegetación en los últimos 11.000 años, los cuales fueron elaborados a través del proyecto 'Deforesting Europe', de la Universidad de Plymouth.
Los científicos que trabajan en ese proyecto han demostrado que más de la mitad de los bosques de Europa han desaparecido en los últimos 6.000 años debido a la creciente demanda de tierras agrícolas y al uso de la madera como fuente de combustible.

Krigeaje espacio-temporal de ancestros neolíticos durante el Holoceno, usando 5.000 puntos de cuadrícula espacial. Los colores representan la proporción de ascendencia prevista en cada punto de la cuadrícula.


Krigeaje espacio-temporal de la ascendencia esteparia Yamnaya durante el Holoceno, utilizando 5.000 puntos de cuadrícula espacial. Los colores representan la proporción de ascendencia prevista en cada punto de la cuadrícula.

La Dra. Jessie Woodbridge (derecha), investigadora de la Universidad de Plymouth y coautora del estudio, agregó: "Los paisajes europeos se han transformado drásticamente durante miles de años. El conocimiento de cómo las personas interactuaron con su entorno en el pasado tiene implicaciones para comprender la forma en que las gentes usan e impactan en el mundo de hoy. La colaboración con paleogenéticos ha permitido rastrear la migración de las poblaciones humanas en el pasado utilizando ADN antiguo, y, por primera vez, nos permite evaluar el impacto de diferentes poblaciones agrícolas sobre el cambio acontecido en la cobertura de la tierra, lo cual nos proporciona nuevos conocimientos sobre las interacciones pasadas entre humanos y medio ambiente".

Fuente: phys.org | 2 de abril de 2020

Los bebés ‘Australopithecus’ nacían con el cerebro inmaduro. Se derrumba el supuesto "dilema obstétrico"

Las huellas cerebrales en los cráneos fósiles de la especie 'Australopithecus afarensis' (famosa por su nombre 'Lucy y el 'niño Dikika' de Etiopía que se muestra aquí en vista frontal y lateral) arrojan nueva luz sobre la evolución del crecimiento y la organización del cerebro. Estos datos sugieren que el 'Australopithecus afarensis' tenía un cerebro parecido a un mono y un crecimiento cerebral prolongado. Licencia: CC BY-NC-ND 4.0; Imagen de Philipp Gunz

¿El cerebro de la famosa Australopithecus Lucy se parecía más al de los chimpancés o al nuestro? El análisis de cráneos de esta extinta especie de homínidos, publicados en Science, muestran un patrón intermedio: los cerebros de Australopithecus afarensis presentaban un patrón de organización más similar al de los simios, pero su desarrollo era más lento, como ocurre en el caso de los humanos. El crecimiento cerebral prolongado sugiere que los bebés pudieron haber tenido una larga dependencia de los cuidadores.

Este resultado rebate la hipótesis del dilema obstétrico, según la cual el aumento del tamaño de la cabeza, junto con la modificación del canal del parto debido a la posición bípeda, condujo a que las crías nacieran con el cerebro inmaduro.

“Las adaptaciones para caminar erguido en el linaje de los homínidos cambiaron la forma de la pelvis, lo que resultó en un canal de parto estrecho. La influyente hipótesis del ‘dilema obstétrico’ plantea que alrededor de cuatro millones de años más tarde, la evolución hacia cerebros grandes en el linaje humano requirió desplazar una parte significativa del crecimiento y maduración cerebral al periodo posnatal”, afirma el autor principal del estudio Philipp Gunz (izquierda), del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania).

Es decir, si la naturaleza quería cerebros más grandes y simios que caminaran debía sacrificar la madurez de los recién nacidos y que, por tanto, las crías dependieran de sus cuidadores durante un largo periodo de tiempo.

En contraste con esta visión, Gunz y sus colegas muestran en su investigación que un periodo más extenso de crecimiento cerebral a lo largo de la infancia evolucionó en el Australopithecus afarensis mucho antes de cualquier “dilema obstétrico”.


Comparación de la medida y forma de la pelvis, por donde debe pasar el cráneo de la cría en el Chimpancé, el 'Australopithecus afarensis' y el 'Homo sapiens sapiens'. Esta comparación es una de las piezas de evidencia usadas por los antropólogos físicos para apoyar la hipótesis del dilema obstétrico.

El debate existente en torno al cual los investigadores se plantearon el estudio era si el crecimiento cerebral prolongado en el desarrollo y su reorganización suponían un efecto colateral del aumento del tamaño del cerebro en el género Homo hace dos millones de años o, si por el contrario, ambas características evolucionaron ya en el género Australopithecus aproximadamente un millón de años antes de este incremento del volumen cerebral.

Para averiguarlo, el equipo dispuso de ocho cráneos fósiles de Australopithecus afarensis hallados en los yacimientos etíopes de Dikika y Hadar que escanearon mediante tomografía computarizada. Dos de estos cráneos eran infantiles y el resto de adultos. Entre ellos, se encontraban los fósiles de la famosa niña de Dikika, también conocida como Selam, y de la propia Lucy.

Reconstrucción virtual 'Australopithecus afarensis' infantes de Dikika y Hadar. DIK-1-1 (A a G) y AL 333-105 (H a O) tal como se ha conservado y reconstruido. (A) Vista frontal. (B) Vista superior. (C) La segmentación manual de la matriz endocraneal revela una preservación excepcional de la cavidad endocraneal. (D a G) Modelos 3D del cráneo DIK-1-1 antes (D y F) y después (E y G) de la reconstrucción virtual en la vista frontal y lateral izquierda. (H a K) Escaneo del espécimen fósil AL 333-105 original. (L) Segmentación manual. (M a O) Reconstrucción virtual. Las capas externas reconstruidas de las cajas cerebrales se muestran como superficies semitransparentes. Barra de escala, 1 cm.

El tamaño promedio del volumen cerebral en los especímenes recién nacidos se predijo en función de la relación estadística entre el tamaño de las muestras infantiles y los adultos. La comparación indicó una prolongación del crecimiento de este órgano por lo que, según el artículo, esta característica no es un mero producto del incremento evolutivo de su tamaño en el género Homo. Los resultados también revelaron, de forma contraria a las afirmaciones anteriores, una organización cerebral similar a la de un simio sin mostrar cambios que se dirigieran hacia características típicas de los humanos.
“Esta visión está en línea con un estudio previo donde se enfatizaba la importancia de las limitaciones energéticas del metabolismo materno en el crecimiento fetal y la longitud de la gestación, lo que sugiere que la evolución de la altricialidad -nacimiento inmaduro de las crías- en los homínidos tuvo poco que ver con la morfología pélvica”, afirma Gunz.

El crecimiento lento del cerebro también podría representar principalmente una adaptación energética, por ejemplo, a entornos menos productivos en los que se deben repartir los requisitos energéticos de la dependiente descendencia durante muchos años.
En cualquier caso, esta característica ya presente en Australopithecus afarensis proporcionó una base para la evolución posterior del cerebro y el comportamiento social en los homínidos y probablemente fue crítico para la evolución de un largo período de aprendizaje infantil.

Fuente: lavanguardia.com | 2 de abril de 2020

Recreación de las famosas 'Australopithecus afarensis' «Selam» (izquierda) y «Lucy»

Lucy ya tuvo una larga infancia como la de los humanos

Desde que vienen al mundo, los bebés humanos son completamente dependientes de sus mayores durante un periodo mucho más prolongado que cualquier otro primate. Los científicos creen que la explicación de esta larga infancia está en el cerebro: no sólo es mucho más grande que el de cualquier otra especie, también está organizado de manera diferente y tarda más en crecer y madurar. Al nacer, su tamaño es sólo un 30% del de un adulto. Si fuese más grande, el parto sería más complicado y peligroso.

Si las características de la mente humana hacen de ella una herramienta evolutiva única, clave en nuestra complejidad social, su origen biológico es incierto. Los fósiles de nuestros antepasados más antiguos han permitido a los científicos estimar el volumen del cerebro a lo largo de las distintas etapas de la evolución, pero la ausencia de tejido orgánico limita la información disponible. Un nuevo estudio, publicado en Science Advances, ha superado estas limitaciones gracias a la tomografía axial computarizada (TAC), una tecnología que permite una reconstrucción 3D detallada a través de múltiples imágenes.

A medida que el cerebro crece y se expande, los tejidos que rodean su capa externa dejan una marca en el interior del cráneo. La identificación de estas señales, gracias a los TAC más avanzados, permiten a los investigadores iluminar la organización y el desarrollo cerebral de antepasados que vivieron hace más de tres millones de años, entre ellos la famosa Lucy.

"Lucy y sus parientes ya nos habían proporcionado información fundamental sobre el comportamiento de los primeros homínidos: que caminaban erguidos, que tenían cerebros alrededor de un 20% más grandes que los de los chimpancés, o que podrían haber utilizado herramientas de piedra afiladas", recuerda Zeresenay Alemseged (izquierda), investigador de la Universidad de Chicago y coautor del artículo. "Ahora sabemos además que, hace ya tres millones de años, los niños dependían de sus cuidadores por mucho tiempo".

La nueva investigación revela que, si bien Lucy tenía una estructura cerebral similar a otros simios, como el chimpancé, su cerebro tardaba más tiempo en alcanzar el tamaño adulto. Esa dependencia prolongada de los adultos es un rasgo típicamente humano. "Eso les daba más tiempo para adquirir habilidades cognitivas y sociales", añade. "Y, al afirmar que la infancia surgió hace 3,5 millones de años, estamos estableciendo un evento histórico en la evolución humana".

ENCRUCIJADA EVOLUTIVA

Los científicos estiman que los linajes de humanos y chimpancés se separaron hace entre siete y nueve millones de años. Los Australopithecus son una de las especies más antiguas de esa rama evolutiva, que acabaría dando lugar a los sapiens, por eso esqueletos como los de Lucy o Selam -una niña Australopithecus afarensis de tres años hallada en 2000- son tan importantes. "Selam ha desempeñado un papel fundamental, al permitir a los paleoantropólogos responder preguntas clave sobre cómo nos convertimos en humanos", señala Alemseged.

Endocasto virtual en vista superior (A y B) y posterior (D y E). Comparación de la superficie endocraneal con un cerebro de chimpancé juvenil (C y F). El modelo en 3D construido a partir de imágenes de resonancia magnética (IRM)] ilustra la organización general del cerebro similar a un simio del endocast de DIK-1-1 (niña de Dikkika), que incluye un surco semilunar colocado anteriormente (L). Las circunvoluciones están codificadas por colores; los surcos se etiquetan como en (C) y (F). Las impresiones de los vasos meníngeos se muestran en rojo.

En total se analizaron ocho fósiles de Australopithecus afarensis de diferentes edades procedentes de los yacimientos de Dikika y Hadar (Etiopía). Los resultados han servido a los investigadores para estudiar el crecimiento y la organización de su cerebro, que compararon después con los de Homo sapiens modernos y chimpancés (Pan troglodytes). Además de TAC convencionales, realizaron una microtomografía más precisa en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF), en Grenoble.

Los resultados fueron moldes digitales de alta resolución (endocast) del interior de los cráneos, en los que pudieron ver -y analizar- la estructura anatómica del cerebro. En base a esto, los investigadores evaluaron dos cuestiones clave: la organización y el patrón de crecimiento.

"Un aspecto destacado de nuestro trabajo es cómo la tecnología puede aclarar grandes debates sobre especies que vivieron hace tres millones de años", señala el coautor William Kimbel (derecha), profesor en la Escuela de Evolución Humana de la Universidad de Virginia y responsable de los trabajos de campo en el yacimiento de Hadar. "Nuestra capacidad para ver detalles ocultos de la estructura ósea y dental con tomografías computarizadas ha revolucionado la investigación sobre nuestros orígenes".

DIFERENTES Y SIMILARES

Una de las diferencias fundamentales entre el cerebro de los humanos y el de otros primates es la organización de los lóbulos parietal -importante para procesar la información sensorial- y occipital. En el caso de Selam, los autores identificaron claramente la impresión del surco semilunar (un pliegue que en los sapiens está en el lóbulo occipital). La zona en la que se localizó es más similar a la posición que ocupa en los simios, lo que refuerza la idea de que la organización del cerebro de los Austarlopithecus afarensis es similar a la de la mayoría de primates, pero diferente a la de los Homo sapiens.

Sin embargo, al comparar el volumen endocraneal de los Australopithecus de diferentes edades, los resultados fueron otros. Se ve un crecimiento prolongado (los cerebros de Lucy y Salem era un 20% más grande que el de un chimpancé, aunque su tamaño era similar) y un desarrollo más parecido al de los humanos, que los autores relacionan con período más largo de aprendizaje infantil.
Foto: recreación de Lucy

"Nuestros datos demuestran que el 'Australopithecus afarensis' tenía una organización del cerebro similar a la de otros simios, pero que se desarrollaron durante un período de tiempo más largo", concluye Philipp Gunz, antropólogo evolutivo en el Instituto Max Planck.

Los investigadores consideran que ese crecimiento prolongado del cerebro proporcionó a los homínidos la base para una posterior evolución en el comportamiento social, en la que debió ser fundamental una larga infancia que sirviera como periodo de aprendizaje.

"La combinación de una estructura cerebral similar a la de los simios y un crecimiento prolongado en la especie de Lucy fue bastante inesperada", reconoce Kimbel. "Pero el hallazgo apoya la idea de que la evolución del cerebro humano ocurrió gradualmente, y que el desarrollo prolongado antecede incluso el origen de nuestro propio género 'Homo'".

Fuente: elmundo.es | 1 de abril de 2020

Datan el cráneo de Broken Hill ('Homo heidelbergensis') en 300.000 años, más jóven de lo que se estimaba

El cráneo de Broken Hill 1 (Kabwe, Zambia) es considerado uno de los fósiles de homínidos mejor conservados encontrados en África © The Trustees of the Natural History Museum, London.

El cráneo de Broken Hill 1 (Kabwe) se convirtió en el primer fósil humano históricamente significativo encontrado en África cuando fue descubierto en Zambia en 1921. Casi cien años después los restos de este homínido continúan arrojando luz sobre cómo evolucionaron los humanos, tras un nuevo análisis del fósil en el que se demuestra que es mucho más joven de lo que se pensaba.
Cuando el cráneo de Broken Hill se descubrió por primera vez en lo que ahora es Kabwe, Zambia, se adujo rápidamente de que no pertenecía a un humano moderno, sino a uno antiguo.

Si bien inicialmente se le llamó Homo rhodesiensis, desde entonces se le ha clasificado como uno de los fósiles mejor conservados de otra especie humana antigua llamada Homo heidelbergensis, el cual se cree que apareció por primera vez hace unos 600.000 años, y que se extendió por gran parte de África y Europa, dejando a su paso un puñado de fósiles y muchas herramientas de piedra.

El profesor Chris Stringer (izquierda), investigador de la evolución humana en el Museo de Historia Natural de Londres, ha trabajado con el geocronólogo Rainer Grün, de la Universidad Griffith, en Australia, y otros colegas, para poder obtener la mejor datación sobre cuándo murió el dueño del cráneo de Broken Hill.

Stringer dice: "A través de años de arduo trabajo en la datación directa de este cráneo y otros materiales humanos y no humanos encontrados alrededor del sitio de Broken Hill, hemos podido dar la mejor estimación de su antigüedad en aproximadamente 299.000 años. Esto hace que sea sorprendentemente joven, ya que se espera que un fósil de unos 300.000 años muestre características intermedias entre el Homo heidelbergensis y el Homo sapiens, pero el cráneo de Broken Hill no muestra características significativas de nuestra especie".

La nueva datación del fósil cambia lo que pensábamos sobre los que estaba sucediendo en el continente africano, no solo cuando el Homo heidelbergensis vivía y se dispersaba por la masa terrestre, sino también cuando nuestra propia especie, el Homo sapiens, estaba evolucionando antes de hacer sus incursiones por el resto del mundo.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature.

Cuando se descubrió, se informó que el cráneo de Broken Hill no pertenecía a un humano moderno, sino a uno arcaico. © The Trustees of the Natural History Museum, London.

Un descubrimiento innovador

El cráneo fue descubierto en una mina de plomo y zinc en Broken Hill, en lo que entonces se conocía como Rhodesia del Norte, pero ahora es Kabwe, Zambia. Fue hallado por un minero africano no identificado y su colega suizo llamado Tom Zwigelaar. En otras partes del lugar, se encontraron otros fósiles, incluidos fragmentos de un fémur y la mandíbula parcial de un individuo. Ahora bien, estos no son los únicos fósiles que han salido de la mina de Broken Hill, ya que los registros muestran que era rica en restos óseos de animales.

Los fósiles humanos destacaron por su importancia, al ser los primeros fósiles de homínidos significativos encontrados en África. Fueron donados por la Rhodesia Broken Hill Mine Company, propietaria de la mina, a lo que entonces era el Museo Británico, pero ahora están en el Museo de Historia Natural de Londres desde 1921.

Cuando los fósiles llegaron a Londres, fueron examinados por el paleontólogo Arthur Smith Woodward, quien declaró que pertenecían a una nueva especie humana, a la que llamó Homo rhodesiensis.

Más recientemente, muchos investigadores han sugerido que estos fósiles representan una variación dentro de otra especie humana antigua conocida como Homo heidelbergensis.

Los restos fósiles del Homo heidelbergensis, en forma de huesos y herramientas de piedra, se han encontrado en muchos lugares de África, así como en gran parte de Europa. Varios de estos fósiles datan de hace unos 500.000 años, dando lugar a una teoría intrigante.
"Hasta hace poco, yo, y muchos otros paleoantropólogos, argumentábamos que el 'Homo heidelbergensis' había existido hace unos 500.000 años, y probablemente fue el último antepasado común de nuestra especie 'Homo sapiens', que evolucionó en África, y de 'Homo neanderthalensis' (los neandertales) que se desarrolló en Eurasia", dice Stringer. "Pero esta nueva datación sugiere que el panorma africano era mucho más complejo que esto".


Cuatro de las siete especies humanas que vivían en África y Eurasia al mismo tiempo hace unos cientos de miles de años (H. erectus, H. heidelbergensis, H. neanderthalensis y H. sapiens) © The Trustees of the Natural History Museum Londres.

Un planeta cosmopolita

Originalmente, las comparaciones del fósil de Broken Hill con otros de yacimientos de África y Europa llevaron a los investigadores a suponer que el cráneo probablemente tenía alrededor de 500.000 años, pero esto nunca se había confirmado.
Stringer y sus colegas recurrieron a los isótopos de uranio encontrados dentro del cráneo de Broken Hill para determinar una datación mucho más precisa, dando como resultado una antigüedad de aproximadamente 299.000 años atrás, con un rango diferencial de 25.000 años arriba y abajo.
Esto es sorprendente porque hasta hace poco se pensaba que en ese momento temporal probablemente solo había una especie de homínido viviendo en el continente africano: el Homo sapiens.

"Ya sabíamos que Eurasia contenía diversos linajes humanos hace unos 300.000 años", explica Stringer. Y ahora, lo mismo se puede aplicar a África, ya que el Homo heidelbergensis debe haber sido contemporáneo de los fósiles de Homo sapiens hallados en Marruecos y Kenia, así como del Homo naledi, mucho más primitivo, descubierto recientemente en Sudáfrica.
"Esta datación de unos 300.000 años de antigüedad resalta la complejidad de la evolución humana en África", declara Stringer.

Ahora parece que África y Eurasia fueron habitadas por toda una gama de especies de homínidos hace solo unos cientos de miles de años. Mientras que el Homo naledi vivía en Sudáfrica, el Homo heidelbergensis sobrevivía en África Central y del Sur, y el Homo sapiens emergía en Marruecos y Etiopía.

Al mismo tiempo que el Homo neanderthalensis estaba evolucionando en Europa, los denisovanos se estaban desarrollando en Asia, el Homo erectus todavía podía estrar aferrándose a Indonesia, y dos homínidos diminutos, el Homo floresiensis y el Homo luzonensis, vivían la vida en islas del sudeste de Asia.

Parece, pues, que el mundo era un lugar ocupado, y solo ahora estamos comenzando a comprender lo que esto puede significar para nuestros propios orígenes. En lugar de la evolución lineal en la que una nueva especie suplanta a su predecesora, África pudo haber sido “un crisol” que involucrara el cruce entre múltiples especies humanas.

Fuentes: Museo de Historia Natural de Londres | irishnews.com | 1 de abril de 2020