El camino más corto y cómodo no siempre es el mejor. Un artículo publicado en la revista PLoS ONE y elaborado por científicos de la Universidad Nacional de Australia (ANU) ha concluido que la pereza fue en parte responsable de la extinción del Homo erectus, una especie humana que desapareció del planeta hace unos 70.000 años.
Los investigadores, dirigidos por Ceri Shipton, investigador en la ANU, estudiaron unos restos arqueológicos de un yacimiento situado en Saffaqah, cerca de Dawadmi, en la Península Arábiga. Las herramientas encontradas allí, pertenecientes a la Edad de Piedra Temprana, muestran, según ellos, que Homo erectus «optó por la «estrategia del mínimo esfuerzo» a la hora de elaborar herramientas y recolectar recursos.
En la fotografía el investigador principal, el Dr. Ceri Shipton, de la Escuela de Cultura, Historia e Idioma en la ANU, en el enclave de Saffaqah, en el centro de Arabia Saudita.
«Lo cierto es que no parece que se esforzaran demasiado», ha dicho Shipton en un comunicado. «No tengo la sensación de que fueran exploradores mirando por encima del horizonte. No creo que tuvieran la misma capacidad de maravillarse que tenemos nosotros».
¿Qué lleva a este investigador a llegar a estas conclusiones? Las excavaciones en el hallazgo de Saffaqah muestran, capa a capa, que los pobladores de un antiguo campamento usaban las piedras que tenían alrededor, básicamente cantos del lecho de un río, para fabricar sus herramientas.
«Para ello, usaban cualquier roca que encontraban alrededor de sus campamentos», ha dicho Shipton. Esto, les llevó a fabricar útiles de calidad claramente inferior a las que hacían los Homo sapiens tempranos y los neandertales.
Pero no solo eso. Cerca de este antiguo poblado, los científicos han hallado un gran yacimiento de rocas de calidad, al otro lado de una pequeña colina. Y no han encontrado ahí ninguna señal de que nadie hubiera tratado de recoger piedras. Ni restos de herramientas ni señales de la presencia de una pequeña cantera. «Sabían que estaban ahí, pero parece ser que concluyeron que tenían suficientes y pensaron, ¿por qué molestarse?», ha explicado Shipton.
Cuatro vistas del enclave de Saffaqah (Arabia Saudita)
Dispuestos a ir más allá
Esta actitud contrasta con la de los excelentes constructores de herramientas que eran los neandertales y los Homo sapiens tempranos. Tal como se ha observado en varias ocasiones, estos humanos alcanzaron un grado de perfeccionamiento y calidad considerables y con frecuencia se mostraron dispuestos a escalar montañas en busca de buenas herramientas, aún cuando tenían que acarrearlas durante largas distancias.
Según Shipton, la abulia de aquellos Homo erectus no provocó ninguna consecuencia a corto plazo. Pero, a la larga, llevó a un colapso tecnológico cuando el medio ambiente del que dependían se secó, y redujo su población.
Algunas de las herramientas recuperadas (núcleos discoidales).
Además, los restos de los alrededores del campamento han mostrado que, aparte de «vagos», aquellos Homo erectus eran conservadores. Capa a capa de sedimentos, el equipo de Shipton ha comprobado que, a medida que el clima se iba secando, estos pobladores seguían construyendo las mismas herramientas con los mismos materiales.
«No hubo ningún tipo de progreso, y sus herramientas nunca se alejaron mucho del lecho del río seco donde estaban. Creo que al final el medio ambiente se hizo demasiado seco para ellos», ha concluido Ceri Shipton.
Fuentes: abc.es | Mail Online | 13 de agosto de 2018
Foto: Ayuntamiento de Lleida
Una excavación arqueológica, dirigida por Anna Colet, en la Plaza Mayor de Tàrrega (Lleida), y que finalizará este lunes 20 de agosto, ha permitido encontrar valiosas piezas históricas como treinta platos decorados de finales del siglo XVI y principios del XVII, ha informado el Ayuntamiento de la ciudad en un comunicado este domingo.
Los platos se han localizado en un depósito soterrado conjuntamente con restos óseos humanos, monedas, llaves de cerradura, fragmentos de rosario y ataúdes, agujas de mortaja y otros objetos funerarios.
Exhumados en buen estado de conservación, los platos podrían ser del "viático", es decir, que contenían aceites sagrados de la ceremonia de la extremaunción y era costumbre que se depositaran dentro del ataúd o en una cavidad cerca de la iglesia.
Se cree que en el caso de Tàrrega, estas piezas se habrían recolocado en este emplazamiento durante la construcción del actual templo barroco a finales del siglo XVII.
La excavación ha dejado al descubierto un total de cinco depósitos (con profundidades entre 1 y 1'5 metros) que podrían ser cerca de la ábside de la antigua iglesia romantico-gótica.
Los trabajos también han constatado cómo la construcción del templo barroco afectó al cementerio anterior al 1672 y además, cerca de la actual puerta de entrada de la plaza desde la calle del Carme, se ha localizado un muro de mortero de cal y grandes bloques de piedra de la época medieval.
Una vez documentados los restos y trasladados los objetos al museo, la zona se volverá a cubrir y coincidiendo con el fin de las excavaciones, el Museu Comarcal de l'Urgell-Tàrrega en Lleida ha convocado una visita guiada abierta a todo el mundo para este lunes por la tarde.
Fuente: La Vanguardia
Leo Frobenius, 1931. / Deutsches Bundesarchiv
Una investigadora española desvela los secretos de Frobenius
La asirióloga Rocío Da Riva ha reconstruido el plan secreto del arqueólogo germano Leo Frobenius para lanzar a los musulmanes etíopes y sudaneses a una guerra santa contra los británicos en la Primera Guerra Mundial. El nombre de la misión era Cuarta Expedición Alemana de Investigación en África Central.
¿Una Yihad islámica organizada por la cristiana Alemania con el fin de debilitar a la también cristiana Gran Bretaña? Por paradójico que parezca, tal fue el propósito de una de las acciones de espionaje más rocambolescas de la Primera Guerra Mundial. Dirigida por el arqueólogo germano Leo Frobenius, y disimulada con el inocente nombre de Cuarta Expedición Alemana de Investigación en África Central, tuvo por cometido sublevar a etíopes y sudaneses contra las fuerzas inglesas desplegadas en Sudán y Egipto, y de ese modo amenazar su control del Canal de Suez.
Los entresijos de la operación fueron expuestos por Rocío Da Riva, asirióloga de la Universidad de Barcelona (UB), en una conferencia dictada en el Museo Arqueológico de Madrid. En una entrevista a Sinc refirió cómo, por azar, se vio tentada a colmar las lagunas de una misión de la que se habló mucho y de la que se sabía muy poco.
Frobenius, amigo del káiser de Alemania, obtuvo su apoyo para trabajar en pos de un objetivo secreto: organizar la guerra santa contra los ingleses
Apenas se conocía que, al estallar la Primera Guerra Mundial, “Frobenius, amigo del káiser de Alemania, obtuvo su apoyo para aplicar sus conocimientos africanos en pos de un objetivo oficial (transportar correo a la legación alemana en Adís Abeba, Abisinia) y de otro secreto: organizar la guerra santa contra los ingleses”, rememora Da Riva.
El joven Frobenius
Por aquel entonces, contaba 41 años y se hallaba en la cúspide de su fama. De formación autodidacta, había descollado por su exploración del África Central y por su Decamerón Negro, una antología de hazañas guerreras y amorosas recogidas de la tradición oral del Sahel.
En su currículum lucía además su aportación al difusionismo, la teoría que atribuye la evolución cultural a la irradiación de invenciones desde unas pocas zonas creadoras, junto con las manchas producidas por el afán de notoriedad que le llevó a situar la Atlántida en Nigeria, y su implicación en el expolio del patrimonio africano. Tal era el bizarro personaje cuya misión encubierta la investigadora de la UB se propuso desenterrar.
Una pesquisa en archivos
A estas alturas una pregunta se impone: ¿cómo acaba una asirióloga metida en esas aventuras de capa y espada? “Por casualidad”, responde. “En 2007, me hallaba en el Instituto Frobenius de Frankfurt recabando datos sobre la arqueología alemana en Irak. Si bien de esta no encontré nada, me mostraron sus fondos relativos a Arabia, incluido un dosier reservado acerca de la expedición”.
El hallazgo picó su curiosidad. Su siguiente paso fue una visita al Foreign Office en Londres. “Tuve acceso a los archivos desclasificados sobre el seguimiento que la diplomacia británica hizo de Frobenius”.
Tomándose la pesquisa como un hobby (su objeto de estudio son las inscripciones babilónicas), publicó un artículo con lo averiguado en Frankfurt y Londres.
En 1914, Frobenius se puso en marcha con dinero y medallas para regalar a quienes le ayudaran
Al poco tiempo, Dario Biocca, un historiador italiano, le aportó la pieza que faltaba: los documentos clasificados de su país referidos a Mario Passargue, un compatriota que participó del contingente de espías. “En 2010, regresé al Instituto Frobenius y me entregaron material adicional sobre la misteriosa expedición”, recuerda Da Riva, y pudo terminar de reconstruir su audaz periplo.
De Berlín a Eritrea
En su libro Arqueólogos, etnólogos y espías, recoge que, a fines de 1914, Frobenius se puso en marcha, no sin antes “ser condecorado y equipado con una bonita suma de dinero y un cargamento de medallas para regalar a quienes le ayudaran en su tarea”. Partiendo de Berlín, él y sus hombres se desplazaron por línea férrea hasta Estambul, y desde la capital otomana, atravesaron Anatolia, Siria, Palestina y Arabia.
Alternando tren y lomo de dromedario, alcanzaron las costas del Mar Rojo. A la manera de T. E. Lawrence, los diecisiete aventureros se pusieron atuendos y nombres árabes con la intención de pasar desapercibidos; pero de nada les valió, pues los británicos los detectaron a su paso por la península arábiga y dieron la voz de alarma. Cuando cruzaban el mar Rojo, “tuvieron que esconderse en las letrinas del barco para burlar a los marineros franceses”, relata Da Riva. Por los pelos lograron desembarcar en Massawa, un puerto eritreo bajo dominio italiano.
En tren y dromedario, alcanzaron las costas del Mar Rojo. Se pusieron atuendos y nombres árabes con la intención de pasar desapercibidos
Para las autoridades coloniales, explica la profesora, la presencia de Frobenius era un serio incordio. Temían que los aliados hicieran de ella un casus belli que amenazase la neutralidad de Italia; máxime después de descubrir en su equipaje panfletos convocando a la guerra santa.
La noticia llegó al parlamento de Roma, y la cancillería alemana se vio obligada a atajar el escándalo; dio por abortado el asunto y negoció con italianos, ingleses y franceses el retorno de los expedicionarios. Genio y figura hasta el fin, Frobenius se jactó ante la prensa de haber debilitado la influencia de la Royal Navy sobre Arabia y acrecentado la lealtad de los árabes a las autoridades otomanas. No hacía falta más para confirmar las sospechas sobre su condición de agente secreto.
La expedición de Frobenius
El fiasco no acabó con la carrera del excéntrico personaje. En su calidad de etnólogo, “fue requerido por el Gobierno para mediar con los prisioneros de guerra magrebíes detenidos en un campo de concentración cercano a Berlín, donde se alzó la primera mezquita en suelo alemán”, prosigue Da Riva. Posteriormente, fue invitado a dictar conferencias en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en 1924. Sus andanzas africanas y su visión de la expansión de la cultura por el orbe fascinaron a Ortega y Gasset, quien acogió sus ideas en la Revista de Occidente.
El Gran juego
Poco después del retorno de Frobenius, en Arabia estalló la insurrección beduina liderada por T. E. Lawrence. ¿Por qué el británico triunfó donde el alemán fracasó? “Hubo demasiada improvisación de su parte”, sostiene Da Riva. “No hablaba árabe, y, por lo tanto, dependía de los intérpretes locales; tampoco conocía el terreno, y encima la población autóctona no veía con buenos ojos las comitivas tuteladas por los turcos, a quienes consideraba sus opresores”.
Poco después, en Arabia estalló la insurrección beduina liderada por T. E. Lawrence. ¿Por qué el británico triunfó donde el alemán fracasó?
El fracaso, en última instancia, hunde sus raíces en las circunstancias del Gran Juego: las intrigas europeas por el control de Asia Central a lo largo del siglo XIX. Unos y otros atizaban en beneficio propio los sentimientos nacionales y religiosos de los asiáticos: los británicos azuzaban a los musulmanes del imperio zarista contra Moscú, y los rusos procedían a la inversa con afganos, pakistaníes e indios.
Los alemanes se sumaron en la Primera Guerra Mundial con su Yihad made in Germany. “Berlín había activado proyectos similares al de Frobenius sin coordinarlos”, advierte Da Riva. “Se creó una situación caótica, dando pie a que los turcos se quejaran de los numerosos espías que pululaban dentro de sus fronteras, algunos disfrazados de cómicos de la legua árabes”.
En esa partida los británicos jugaban con gran ventaja, pues llevaban décadas formando expertos en la geografía y cultura de esos territorios. El factor humano no se improvisa de la noche a la mañana. Eso explica que hubiese un Lawrence de Arabia y no un Frobenius de Sudán.
Que dicha estrategia continúa hasta hoy lo prueba la Yihad fomentada por la CIA en Afganistán contra los soviéticos, aunque con Bin Laden el tiro le salió por la culata. El único ganador claro ha sido la literatura de espionaje, que utilizó esas operaciones de materia prima. De hecho, los términos “Gran Juego” los acuñó Rudyard Kipling en su novela Kim; y “los planes germanos para una rebelión islámica en el Cáucaso inspiraron el relato Greenmantle a John Buchan, padre del thriller político”, señala Da Riva, devota lectora de esas mixturas de realidad y ficción.
La arqueóloga Rocío Da Riva, autora de la investigación sobre Frobenius. Foto cortesía de la científica
La arqueología, cantera de espías
Frobenius y Lawrence fueron solo dos de los muchos arqueólogos reclutados por el espionaje. El segundo hizo sus pinitos participando de excavaciones en Siria con el propósito de vigilar la construcción del ferrocarril entre Berlín y Bagdad. Durante la guerra, su compatriota Gertrud Bell espió a las tribus árabes de Basora. Los estadounidenses no se quedaron atrás.
Por esos mismos años, el experto Sylvanus Morley buscaba agentes y radioemisoras alemanas en Centroamérica so pretexto de un tour fotográfico de ruinas mayas, revela el antropólogo David Price. En la II Guerra Mundial, el arqueólogo de Harvard Samuel Lothrop se alistó en el FBI para seguir las actividades alemanas en Perú mientras estudiaba cacharros antiguos en el Museo Nacional de Lima.
¿Qué tenían los profesionales del pico y la pala que les hacía aptos para tales labores? “En esa época eran muy pocos los occidentales que recorrían el mundo, y entre los más experimentados sobresalían los geólogos, arqueólogos, naturalistas, etnólogos…”, evoca Da Riva.
Frobenius y Lawrence fueron solo dos de los muchos arqueólogos reclutados por el espionaje
Además de su patriotismo, poseían cualidades valiosas para el espionaje como la capacidad para “moverse fácilmente por las fronteras y zonas interiores, observar el movimiento de tropas, la distribución de bases y pertrechos militares, e incluso cometer sabotaje. Además, muchos habían sido entrenados a descifrar lenguas muertas, una habilidad muy útil para elaborar mensajes en clave”, analiza Price.
A juicio de este académico, el espionaje en el trabajo de campo puede entrañar un peligro real para los demás colegas. “Las asociaciones profesionales deberían insistir en que los arqueólogos abjuren de sus conexiones con las agencias de inteligencias en aras de la seguridad de ellos y de sus compañeros”. Por su parte, Da Riva entiende que el doble juego y sus apasionantes peripecias distorsionan la visión de su disciplina.
“Ni Indiana Jones ni Lara Croft tienen mucho que ver con un arqueólogo actual”, afirma con rotundidad. “En nuestro oficio hay mucho trabajo de logística y preparación previa, algo completamente ajeno al comportamiento improvisado del arqueólogo de Hollywood, presto a ponerse el sombrero y subir sin más a un avión rumbo a un destino exótico”.
Zona geográfica: Internacional
Fuente: SINC
Panorámica de la necrópolis de Saqqara. REUTERS
Los análisis, además, sugieren que la muestra de este queso antiguo estaba contaminada con 'Brucella melitensis', una bacteria que causa la brucelosis, una grave enfermedad que la leche cruda (no pasteurizada) puede transmitir.
El estudio, financiado por el Ministerio de Educación, Universidad e Investigación de Italia, la Universidad de Catania y la Universidad de El Cairo, consistió en disolver la muestra y que los investigadores purificaran sus componentes proteicos y los analizaran con cromatografía líquida y espectrometría de masas.
Los péptidos detectados por estas técnicas muestran que la muestra fue un producto lácteo elaborado con leche de vaca y leche de oveja o de cabra. Las características del tejido de lona, que indican que era adecuado para contener un sólido en lugar de un líquido, y la ausencia de otros marcadores específicos, respaldan la conclusión de que el producto lácteo era un queso sólido.
Además, otros péptidos en la muestra de alimentos sugieren que estaba contaminada con 'Brucella melitensis', una bacteria que causa la brucelosis. Esta enfermedad potencialmente mortal se propaga de los animales a las personas, por lo general, de los productos lácteos no pasteurizados, como la leche cruda.
Si se confirma el análisis preliminar del equipo, la muestra representaría la evidencia biomolecular informada más temprana de la enfermedad.
Vía: Publico
Las estelas funerarias, frisos y capiteles proceden de los lugares públicos como el foro o el teatro. - Santi Otero
El Museo de Burgos dedica una sala a este yacimiento que permite conocer el modo de vida de sus habitantes y su influencia en el actual
El Museo de Burgos, además de un bello desconocido, se dibuja como una chistera inagotable de tesoros que permiten acercarse a la provincia sin salir de la capital. Una sala de la Casa de Miranda, sede de su sección de Arqueología, abre una ventana al yacimiento romano de Clunia, situado en la Ribera del Duero, entre Peñalba de Castro y Coruña del Conde, que propicia un viaje en el tiempo hasta aquella época para ver el modo de vida de sus gentes y atisbar su influencia en la actualidad.
«Toda nuestra cultura procede de la romana. No es que sus platos fueran como los nuestros, es que los que usamos hoy vienen de allí. Somos una civilización heredera y estamos fuertemente romanizados: en las monedas, las cerámicas, las formas de convivencia...», observa la directora del Museo de Burgos, Marta Negro, cicerone en esta visita.
Los fondos que se exhiben proceden de la misión salvadora que lleva a cabo la Comisión Provincial de Monumentos a finales del siglo XIX ante el peligro de desaparición de los restos del yacimiento por el expolio y el comercio ilegal, de las piedras que han ido apareciendo en los pueblos de alrededor, que convierten a Clunia en una cantera tras su despoblación, y de parte de la excavación que el arqueólogo Blas de Taracena realiza en 1934, centrados, básicamente, en la denominada Casa número 1, que tras pasar por el Museo Numantino desembarcan en el burgalés en 1982. No hay nada referente a los hallazgos de las posteriores excavaciones, que se quedan en el Aula de Interpretación y en los almacenes del propio emplazamiento.
El Museo de Burgos, a través del ajuar de esa Casa 1, permite acercarse al entorno doméstico, al día a día, de un familia de la alta sociedad. El visitante se sienta en su mesa, se cuela en su cocina y en los aposentos del servicio, conoce las herramientas de construcción y mantenimiento, observa la decoración de la vivienda, se mete en la alcoba de los señores y en su joyero, cuenta sus monedas...
Se expone la vajilla de cerámica común de uso diario de los señores, platos y jarras idénticas a las de hoy, y la que se saca a los invitados, de Terra Sigilata, más fina que la anterior, además de otra más rústica que utilizaría la servidumbre. El menaje del hogar se completa con un trozo de un colador, tapas de cazuelas, jarras, ánforas, embudos...
Pasmoso es igualmente el parecido de las joyas halladas con las de la actualidad. Pulseras, collares, anillos, pendientes, fíbulas, agujas de moño o anillos que bien podrían estar hoy en cualquier escaparate de una joyería o en los puestos de un mercadillo de bisutería.
Hay piezas en hueso, en menor cantidad y peor conservadas debido a que es un material orgánico, como agujas de coser o unos objetos que en un principio se pensó que eran flautas, aunque no hubiera manera de sacarlas melodías, pero que últimamente se ha fijado que eran bisagras de mobiliario de distintos tamaños.
La colección, curiosona, se inmiscuye en la vida más íntima de los señores, en sus desvelos espirituales. Aparecen aras que dan cuenta de la existencia de altares domésticos o capillas privadas para venerar a sus dioses o rezar a los antepasados y pequeños candiles que mantendrían iluminados estos lugares.
De lo divino a lo terrenal. La casa disponía de una caja de herramientas para su mantenimiento con piezas de hierro como alicates, tijeras, bisagras, balanzas..., «prototipos de las que usamos en la actualidad».
De bronce se conservan agujas, horquillas y otros objetos de tocador, además de restos de esculturas que pudieron adornar las casas, aunque, apostilla Negro, de este material se conservan menos piezas o fragmentadas debido a que en épocas posteriores mucho de lo que se encuentra se funde para munición.
Se exhibe, sin embargo, una importante colección de monedas. Un texto a la vista del público explica que existen de tres series: denarios con letrero ibérico, monedas indígenas con caracteres latinos y las hispanorromanas de época imperial. Este último es el grupo más numeroso y están acuñadas en época de Tiberio, entre los años 14 y 37.
Al final del recorrido, antes de iniciar un nuevo viaje a cualquier otro rincón de la provincia, el visitante puede tomar nota de los elementos constructivos de esa casa: llaves de la cerradura, baldosas, ladrillos de los zócalos, fragmentos de las paredes que estaban pintadas, acróteras o antefijas (decoraciones de las cabezas de viga) que representan caras...
La mirada del Museo de Burgos a Clunia Sulpicia se completa con las piezas de piedra salvadas por la Comisión Provincial de Monumentos, precedente de este centro, y las que han ido apareciendo en las localidades de alrededor puesto que, una vez despoblada, se convierte en una suerte de cantera.
El espacio expositivo está salpicado de frisos con escenas de distinta temática, sobre todo referentes a las batallas, estelas funerarias, capiteles y esculturas -destaca la diosa Isis y un retrato de Julia Titi- de los edificios públicos de la ciudad como el Foro, el templo o el teatro. Este recobrará vida este fin de semana y el siguiente con el festival de artes escénicas, cuatro representaciones que ya han colgado el cartel de entradas agotadas. Una reconstrucción de este auditorio y una maqueta del castro, que permite ubicar la Casa 1 o el Foro, completan la visita.
Con todo, el Museo de Burgos brinda una mínima parte de la riqueza aflorada del yacimiento de Clunia. Hay que desplazarse hasta allí para apreciar el esplendor de esta ciudad que fue centro jurídico y religioso en época romana.
PIEZAS ESCOGIDAS
Vaso matemático
Este vaso de cerámica es una de las piezas más interesantes de la colección. Se cree que pudiera pertenecer a un maestro que trabajara con los niños de la llamada Casa 1 porque en él se traza un problema matemático de trigonometría. «Demuestra que había material didáctico que llevaba el preceptor consigo», apunta Marta Negro.
Estela ‘tuneada’
Después de despoblarse, Clunia se convirtió en una cantera para la construcción de los pueblos de alrededor. Sus piedras levantaron casas y algunas se tunearon como esta estela funeraria que sirvió para poner el nombre de una plaza. «Puedes pensar que han hecho una barbaridad, pero no sabes si de no haberse aprovechado con este motivo hubiéramos perdido la pieza», aventura la directora.
La diosa Isis
La presencia de la diosa egipcia Isis revela, apostilla la responsable del centro, la existencia de comercio e intercambio de productos y también la sagacidad del pueblo romano, que, lejos de despreciar lo que procede de otras civilizaciones, lo hace suyo si cree que es bueno para su vida. Y, al parecer, así lo consideraron de la protección que les podía brindar Isis, diosa de la fertilidad y el hogar. Esta obra de mármol de espejuelo data del siglo II y está perfectamente conservada.
Joyería del siglo XXI
La sociedad del siglo XXI es heredera de la romana y la sala dedicada a Clunia en la Casa Miranda lo evidencia. El tocador de sus mujeres podría ser el de cualquiera de la actualidad. Pulseras, anillos, collares, agujas de moño, hebillas... lucen las mismas formas que las joyas más modernas de hoy.
Fuente: El Correo de Burgos
Los anasazi son una de las culturas mas misteriosas del mundo. Situada geográficamente en el sudoeste de los Estados Unidos entre los actuales Estados de Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México se establecieron en unos acantilados de difícil acceso para desaparecer de la historia unas décadas después , dejando atrás sus enseres como si pensaran volver, pero nunca regresaron. De esta cultura se conocen muchas cosas gracias a los restos arqueológicos, pero también se desconocen otras tantas.
En esta región existen centenares de asentamientos, como el de Mesa Verde, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978, que empezaron a colonizar a partir del siglo I. Vivían en pequeñas comunidades entre los valles y las mesetas , conocían la cerámica, el tejido y la irrigación , pero desconocían la escritura (por lo que no tenemos documentación escrita) , la rueda y no usaban monedas , en vez de ello usaban el trueque. A partir del siglo X los pueblos fueron aumentando albergando a varios centenares de individuos y en lugares como Cañón Chaco establecieron una especie de centro de peregrinación para realizar sus rituales religiosos ente 950 y 1100, época de su mayor esplendor.
A partir de este momento comenzó la decadencia, empezaron a fortificar los poblados con altos muros o se desplazaron hasta los acantilados donde las condiciones de vida eran difíciles ya que quedaban lejos de los campos de cultivo y resultaba difícil acarrear el agua y las piedras y materiales necesarios para sus construcciones. Unos 50 años después también abandonaron los acantilados, desapareciendo definitivamente, aunque existe la teoría de que los indios hopi y los zuñi sean sus descendientes. Los hopi los llamaba Hisatsinom, los antepasados.
Sobre este traslado existen diferentes teorías, una de ellas es la existencia de una fuerte sequía que les obligó a trasladar los poblados, sin embargo podrían haber tenido acceso a manantiales sin tener que trasladarse a los acantilados. Por otro lado en los acantilados podían evitar las condiciones climáticas mas extrema protegiéndose de la lluvia y la nieve en invierno y el mayor calor en verano, al tiempo eran una protección natural contra los enemigos.
Otra teoría es la del aumento demográfico que habría echo insuficiente los cultivos para alimentar a una población de cuarenta o cincuenta mil personas . En la zona de las Cuatro Esquinas , donde convergen los cuatro Estados mencionados y se asentaron estos poblados , los campos estaban cubiertos de cultivos de maíz, calabazas y judías.
La teoría mas llamativa para estas migraciones es la del miedo frente a un ataque y la búsqueda de la mejor protección. En este sentido en Cedar Mesa y en otros asentamientos se encuentran torres desde las que podían vigilar su manantial y la llegada del enemigo. En la cornisa rocosa de Cedar Mesa existen unas ruinas en la cima de la colina con dibujos de osos, leones de montañas , carneros y figuras antropomorfas. ¿Pero quien era el enemigo?. Los navajos no llegaron a la zona hasta 100 años después de desaparecer los anasazi, por cierto la palabra anasazi era la utilizada por los navajos y su significado era "antiguo enemigo" , utilizada de forma despectiva. Los historiadores agrupan bajo el nombre de anasazi a distintos pueblos que ocupaban esta zona , como los mogollon, los hohokan y los pataya. Todos ellos desaparecieron antes de la llegada de los españoles. Con respecto a otras culturas precolombinas los aztecas eran contemporáneos de los anasazi, pero no parece probable que llegaran a esta zona. Así pues la única explicación es que los anasazi fueron sus propios enemigos al enfrentarse entre ellos en alguna guerra.
En Cortez, Colorado, se han encontrado hasta 400 ruinas de poblados donde vivían los anasazi antes de trasladarse a los acantilados. En estos pueblos se han hallado unos túneles subterráneos en las kivas que conectaban distintas zonas del poblado. Las kivas eran habitaciones circulares excavadas en el suelo y cubiertas de un techo dedicadas al culto y a las reuniones de la comunidad. En el asentamiento estudiado se encontraron tres kivas y en ellas las primeras pruebas de canibalismo, estas se basan en las zonas de brillo en las vasijas de barro que quedan cuando se cocina un hueso, marcas de cortes y abrasión en los restos humanos idénticas a las de los animales que son consumidos, las fracturas y huesos rotos, la médula separada de los huesos, cuerpos desarticulados , ausencia de cráneos , manos y pies, los huesos hallados en las hogueras. Una teoría es que los toltecas o los aztecas podrían haber llegado, conquistado Chaco y con sus rituales de sacrificios humanos explicaría la aparición del canibalismo. En cualquier caso solo es una teoría sin demostrar. Los navajos , que viven en la actualidad en la zona siempre se han alejado de Chaco con un miedo atabico, cuando se les pregunta por que su respuesta es "allí sucedió algo malo".
La ciudad mas misteriosa es la de Cañón Chaco, en el desierto de Nuevo México, en mitad de la nada. Su periodo de apogeo fue entre el 900 y el 1150, era el centro cultural de los anasazi en este periodo , hasta allí se trasladaban bloques de roca desde varios kilómetros de distancia para realizar grandes construcciones. Los españoles llamaron "pueblos" tanto a los edificios como a las personas que los habitaban. El mas grande era Pueblo Bonito con 4 o 5 pisos y 800 habitaciones, aunque el número de habitantes no se corresponde con el de habitaciones ya que muchas eran demasiado pequeñas y seguramente eran utilizadas como almacenes, además este terreno no podía mantener a una población numerosa.
Cañón Chaco no era solo una ciudad , también un centro ceremonial. En sus grandes kivas con sus 18 metros de diámetro y subdivididas en partes según los puntos cardinales, se reunían para adorar a sus dioses. Igual que el resto de los poblados fue abandonado a partir del 1150 sin saber exactamente la causa , como hemos visto las teorías van desde una sequía hasta el aumento de la población que ya no podría ser mantenida por sus recursos. El doctor Jeff Dean , mediante las técnicas de dendrocronología (la ciencia que data la madera mediante el estudio de los anillos) a llegado a la conclusión, mediante el estudio de una de las vigas en Pueblo Bonito, de que en el 1100 hubo una sequía ,unido a las inundaciones de las tierras por las crecidas de los ríos y el aumento de la población serían los tres factores que explicarían el abandono. Sin embargo las sequías no detuvieron las construcciones, y la de 1100 no fue la peor de todas.
El doctor John Kantner y sus alumnos de arqueología de la Universidad de Georgia han realizado excavaciones en la zona de Cañón Chaco y los pueblos de alrededor llegando a la conclusión de que Chaco tenía muy pocos recursos, estaba situado en medio de la nada y dependía de lo que hasta allí llevaban de los pueblos de alrededor, mucho mejor situados, con mas agua, mas piedra y madera. Chaco se convirtió en un centro religioso. Aunque se desconoce cual era su religión los arqueólogos piensan que tenía un "lado oscuro y misterioso".
Su teoría es que a partir de la sequía de 1100, si bien fue menor que otras anteriores, se produjo un vacío de poder que llevo a un caos social y a la violencia que les obligó a refugiarse en los acantilados, desplazándose a sitios como Mesa Verde. Cañon Chaco En resumidas cuentas se han barajado teorías de todo tipo , hasta las mas increíbles y extravagantes como la de su origen extraterrestre. Pero probablemente la explicación mas lógica esta el enfrentamiento violento entre ellos mismos que les llevó a la emigración definitiva. Si los indios hopi fueran sus descendientes entonces no habrían desaparecido, simplemente se habrían marchado de las Cuatro Esquinas. Quizás en un futuro nuevos descubrimientos puedan arrojar mas luz y ayudar a resolver el misterio de los anasazi.
Fuente: SOTT